A/N: Éste es mi primer intento de escribir algo erótico y, aunque a mí me gusta, no sé cómo habrá quedado realmente. Porfavor, dejadme comentarios con vuestra opinión, tanto si os ha gustado el relato como si no. ¡Os estaré eternamente agradecida!
Si os preguntáis de dónde me he sacado el título... siempre me ha hecho mucha gracia la palabra que usan en inglés para los relatos subidos de tono: LEMON! así que sólo la he adaptado un poco :P
En cuánto a la historia, tengo un par de capítulos más escritos pero no creo que vaya a ser una historia larga, a no ser que encuentre una línea argumental factible. Si se os ocurre cómo podría continuar hacedmelo saber y estaré encantada de continuar la historia.
Sin más preámbulos, os dejo con mi primer relato. ¡Espero que lo disfrutéis!
Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertence, son propiedad de Stephenie Meyer.
Los limones de Bella
Capítulo 1 - La ducha
Mi corazón latía con fuerza, me costaba controlar la respiración, pero me daba igual. En aquellos momentos nada importaba, me había olvidado hasta de quién era yo. Lo único que sentía eran esos fríos labios moviéndose cautamente contra los míos, ese cuerpo perfecto amoldándose a mi imperfecta silueta. Quería más. No sabía cuánto tiempo iba a durar esta pequeña escapada al cielo y por eso quise aprovecharla. Hundí mis dedos en su cabello y le abracé aún con más fuerza. Su mano bajó lentamente por mi espalda arrancando un gemido de mi garganta. El hechizo se rompió en ese instante. Edward me apartó de él y dio un paso atrás. Tenía el ceño fruncido y cerró los ojos unos momentos para calmarse. A los pocos segundos me dedicó una mirada llena de reproches.
En ese momento odié su autocontrol. Se empeñaba en decir que era un monstruo porque podía perder el control conmigo pero siempre lo recuperaba a tiempo. Cada vez que me dejaba llevar y disfrutaba del beso terminaba rechazándome y recuperando su preciado autocontrol. Esta vez no iba a ser menos. Tal vez el gemido involuntario había sido demasiado pero ¿qué podía hacer yo? Había sido precisamente eso, involuntario.
- Bella, será mejor que me vaya ya. Antes de que haga algo que me haga arrepentirme más tarde.
Suspiré resignada. No era ninguna sorpresa su reacción pero aún así seguía molestándome.
- ¿Te arrepentirías de besarme sin pensar por un momento en nada más que no sea nosotros y el beso? – me salió algo más brusco de lo que pretendía pero ya no podía volver atrás, estaba dicho.
- Sabes que no es por eso. – me miró suplicando que no empezara por ese camino. Habíamos discutido el tema varias veces sin llegar a nada.
- Ya, no pretendía ser tan brusca. – sonreí levemente para suavizar la tensión que se había generado en pocos segundos.
- En serio, es mejor que me vaya. Cuánto antes me vaya antes podré volver. Mañana a mediodía estaré contigo de nuevo, ¿de acuerdo? – esbozó esa media sonrisa suya que siempre me hacía perder el norte.
- De acuerdo. – sonreí. – Que te diviertas con los pumas. – añadí bromeando.
- Claro, no creo que ellos vayan a divertirse mucho pero se intentará. – respondió riendo.
Me abrazó, me dio un beso en la frente y desapareció por mi ventana.
Me tumbé en la cama y me quedé mirando el techo un largo rato. Volví a reproducir en mi mente las veces que me había explicado lo difícil que era para él estar tan cerca de mí de ese modo. A la sed que sentía por mi sangre había que añadirle el hambre que sentía por mi cuerpo. Desear mi cuerpo le nublaba los sentidos y sus instintos vampíricos afloraban haciéndole desear también mi sangre.
Nunca habíamos llegado más lejos de castas caricias y besos sin lengua. Desde luego quería mantener sus dientes afilados lejos de mi piel. Pero mis hormonas humanas se revolucionaban con tan sólo el contacto de su piel con la mía y siempre deseaba más de él. Cada vez que me acercaba lo suficiente para que le costara controlar sus instintos, él ponía distancia entre nuestros cuerpos.
Me esforcé en convencerme a mí misma de que lo hacía porque me quería. Que me quería tanto que no quería hacerme daño involuntariamente, ni rompiéndome los huesos con su fuerza sobrehumana al tocarme ni cediendo a su naturaleza de vampiro al beber mi sangre. Sabía que él estaba en lo cierto, sabía que podía matarme con un simple movimiento fuera de control pero cada vez que se apartaba de mí me sentía rechazada. Sentía que no era suficiente para él. Yo nunca podría ser suficiente para él, nunca tendría la belleza propia de los vampiros. Mi piel no sería nunca tan fina y suave como la suya. Nunca tendría ni la fuerza ni la resistencia necesarias para compararme con él y poder ser iguales. Yo siempre sería una frágil y fea humana a su lado.
No entendía qué le atraía de mí, porqué alguien como él se había fijado en mí. Y cada vez que me rechazaba calaba más hondo en mí la idea de que él se daba cuenta de que yo no era suficiente.
Era soportable la mayoría de noches porque me dormía en sus brazos mientras él me tarareaba al oído la nana que compuso especialmente para mí. Lo malo eran las noches que él tenía que ir a cazar. Me quedaba sola en mi habitación sintiéndome miserable y tremendamente excitada.
Era consciente de que cuánto más empujaba yo más pronto se apartaba él así que me había propuesto no presionarle, dejarle llevar el ritmo. Pero una cosa era pensarlo y otra hacerlo, en cuanto clavaba la mirada en sus ojos dorados y sus labios rozaban los míos perdía toda noción de mí misma y se me olvidaba por completo la auto-promesa de no presionarle.
Decidí que ya me había auto-compadecido bastante por una noche y fui al baño a darme una ducha. Necesitaba relajarme un poco antes de dormir.
Abrí el grifo y dejé que el agua corriera mientras me desnudaba. Enseguida empezó a salir caliente y me metí en la ducha. Me enjaboné el pelo con mi champú de fresa favorito y dejé que la espuma corriera por mi piel. Cerré los ojos y pensé en Edward. Sentía el agua y la espuma deslizándose por mi cuerpo y me sorprendí cuando me di cuenta de que estaba imaginando que eran las manos de Edward las que recorrían mis curvas. Sonreí. Era agradable imaginar eso. Empecé a aclararme el pelo mientras fantaseaba con imágenes de Edward pasando sus largos dedos por mi cabello, deslizándolos lentamente por mis hombros y hacia mi espalda. En mi mente, sus frías y suaves manos trazaban círculos en mi espalda abriéndose camino por mi cintura hasta mi vientre. Subían entonces hasta alcanzar la curva de mis pechos y envolvían tiernamente mis pezones. Solté un leve gemido sólo con imaginarlo y mis manos se lanzaron a explorar el camino que habían trazado las de Edward en mi imaginación.
El agua seguía cayendo sobre mi cabeza y sentía la respiración agitada. Tenía las manos en mis pechos y estaba tremendamente excitada. Hacía un tiempo que iba acumulando tensión sexual en mi organismo sin forma de liberarla pues cada vez que dicha tensión salía a la superficie Edward la cortaba de golpe dejándome mucho más encendida que al principio. Estando en esa posición decidí que lo mejor sería liberarla aunque fuera solamente en mi imaginación.
Volví a pensar en Edward, en esos ojos dorados que hacían que me derritiera, en esa media sonrisa que me hacía sonreír a su vez siempre que la veía, en su aterciopelada voz pronunciando mi nombre.
Mi mano derecha se deslizó involuntariamente hacia abajo. Mi dedo corazón encontró la ranura que llevaba a mi vagina, estaba empapada.
Aunque conocía la técnica, nunca me había masturbado antes. No había sentido la necesidad de hacerlo. Ahora sí que sentía la necesidad, estaba completamente encendida y creía que iba estallar sino hacía algo al respecto.
Deslicé mi dedo lentamente hasta encontrar mi clítoris. Supe que lo había encontrado cuando sentí una sacudida por todo el cuerpo y oí el sonido de un gemido mezclándose con el ruido del agua contra mi cabeza y las paredes de la ducha. Ataqué mi clítoris con vehemencia, cualquier duda olvidada por completo. Mi dedo parecía saber mucho más que mi cabeza porque había tomado el control de mi cuerpo. Me recorrían escalofríos desde los dedos de los pies hasta el cuero cabelludo con cada movimiento de mi mano. Dejé de pensar por unos momentos, no pensaba en los movimientos de mi cuerpo sinó que me dejaba llevar. Por unos momentos no pensé ni siquiera en Edward, era simplemente yo. Aquello era algo que yo sola estaba provocando y que yo sola estaba disfrutando.
Tenía el pulso desbocado y la respiración totalmente entrecortada. Mi mano se movía ahora frenéticamente por todo mi coño. Me agarré con la otra mano a la pared de la ducha cuando mis piernas empezaron a temblar. Introduje un dedo en mi vagina y sentí que mis ojos se ponían en blanco y mis cuerdas vocales se estremecían con el gemido que soltaron. Introduje un segundo dedo y la sensación se intensificó hasta límites antes insospechados. Empecé a meterlos y sacarlos lentamente al principio pero incrementando la velocidad a la vez que incrementaba el placer que recorría mi cuerpo. Estaba temblando y sin respiración cuando mis músculos se tensaron de repente. Dejé de respirar y noté todas las fibras de mi cuerpo estremeciéndose a la vez. Las paredes de mi vagina envolvieron mis dedos fuertemente durante unos instantes antes de volver a relajarse. Exhalé un último gruñido con mi orgasmo.
Deslicé mis dedos hacia fuera sin dejar de acariciarme suavemente mientras recuperaba la respiración y los latidos de mi corazón volvían a un ritmo normal. Apoyé las manos y la cabeza en la mampara de la ducha hasta que me recuperé de mi primer orgasmo.
Salí de la ducha más ligera de lo que me había sentido en varios meses. Tenía una sonrisa en los labios y mis ojos brillaban en el reflejo del espejo. Me puse el pijama y volví a mi habitación. La ventana seguía abierta de par en par desde que Edward había salido por ella hacía un rato. La ajusté sin cerrarla del todo y me metí en la cama. Respiré profundamente y noté como me iba adormeciendo. Me quedé dormida enseguida mientras recordaba lo que acababa de pasarme en la ducha.
¡Ahí está! Espero que os haya gustado almenos un poquito :P Porfavor, dejadme comentarios con vuestra opinión. Sólo podemos mejorar si alguien nos dice qué es lo que hacemos mal ;)
