Esta historia no es mia, solo es una adaptacion con los personajes de Inuyasha.
Original
Titulo: Merece la pena
Autor: Sarah Mayberry
Cada mañana, Inuyasha Taisho acude a una cafetería cercana a su casa para desayunar… mientras intenta no mirar fijamente a Kagome Higurashi, la chica que lo tenía loco en el instituto. Pero Kagome es una modelo de éxito… ¿entonces qué hace sola en un café, con ese aspecto tan frágil? Inuyasha está decidido a averiguarlo y hará lo que haga falta para demostrarle que en la vida y en el amor merece la pena arriesgarse.
Allí estaba otra vez. En una esquina del café, ocupando la mesa que había hecho suya durante la última semana, con la misma gorra de béisbol y las mismas gafas de sol ocultando su rostro, leyendo la misma columna en el periódico.
Inuyasha dejó su cuaderno de dibujo y su móvil a un lado para hacer lo que hacía cada mañana: desayunar y leer la columna de Cartas al Monje en el periódico. Tras el mostrador, Sango levantó el pulgar. Eso significaba que su desayuno estaba en camino: café y el mejor bollo de crema que se podía encontrar en la ciudad de Shikkon.
Después de su diario ritual, Inuyasha volvió a mirar a la mujer que estaba sentada en el rincón. Kagome Higurashi. Casi no la había reconocido cuando entró en la cafetería la semana anterior, pero nada podía esconder esa boca de labios generosos y suaves. Una boca de sirena.
¿Cuántas clases de matemáticas se había perdido mirando esa boca? ¿Y esos ojos cafés tan claros? ¿Y esas piernas?
Inuyasha sonrió para sí mismo mientras abría el periódico para leer la columna de Cartas al Monje. ¿Había algo más ferviente y trágico que un amor adolescente?
Aquel día, El Monje ofrecía sus consejos a una joven novia, a un empleado frustrado con su jefe y a un abuelo desconcertado. Pero, aunque sus consejos eran tan ingeniosos e irónicos como siempre, la mirada de Inuyasha iba continuamente de la página del periódico a la mujer que estaba sentada en el rincón.
No por primera vez, sintió la tentación de acercarse para decirle quién era y recordarle que una vez habían compartido un libro de biología durante una clase de cuarenta minutos. Pero habían pasado más de diez años y él ya no era el chico delgado y con gafas que iba a clases de arte.
Kagome se había convertido en una famosa modelo, pero también él había encontrado su sitio en el mundo desde entonces y estaba muy cómodo en él. Tal vez debería hablar con ella… por los viejos tiempos.
Pero había algo en la postura de Kagome Higurashi que lo hizo vacilar aquel día, como le había pasado durante toda la semana. Tenía los hombros tensos, toda ella estaba tensa. Sujetaba los bordes del periódico con tal fuerza que el papel se doblaba. Y aunque siempre pedía lo mismo, un café con unas gotas de vainilla y un bollo con nueces, nunca comía o bebía más que un poquito. Podría ser debido a su profesión de modelo, pero el instinto le decía que había otra razón.
Mientras la miraba, el hombre que estaba sentado en la mesa de al lado se acercó para pedirle el azucarero. Inuyasha sonrió cínicamente. Qué poco original.
Kagome dio un respingo y empujó el azucarero tan abruptamente que estuvo a punto de tirarlo de la mesa. Y cuando el hombre intentó hablar con ella, se levantó de la silla, las patas arañando el suelo de cemento, y prácticamente salió corriendo de la cafetería.
Inuyasha volvió a concentrarse en el periódico. No era la primera vez que salía corriendo cuando alguien intentaba entablar conversación con ella.
Se preguntó si la gente la reconocería, si sabrían lo famosa que se había hecho trabajando como modelo. No era un mundo sobre el que estuviera al tanto, de modo que no tenía ni idea. Pero lo que estaba claro después de observar a Kagome durante una semana era que se había vuelto tímida, terriblemente introvertida. Hasta el punto de que la atención de los demás la hacía salir corriendo.
Qué curioso. Su belleza, aunque innegable, no era suficiente para fascinarlo porque él no era un hombre que coleccionase trofeos. Pero su belleza y su timidez… eso sí le parecía llamativo.
