¡Hola a todos! Después de años sin publicar, aquí voy de nuevo, esta vez con un Scorpius/Rose dedicado a Sorcieres de la Neige (mejor conocida como Gui), por ser tan buena conmigo y dedicarme mil cosas, a pesar de que yo nunca te he hecho nada. Así que, para remediar eso (y además por tu cumpleaños, ¡felicidades!) nació este fic. Espero te guste.

Disclaimer: le daría mi alma al diablo para que Harry Potter fuera mío... lamentablemente no se me ha aparecido aún, así que sigue siendo de Rowling.


Scorpius está nervioso, se le nota en la cara. Me reiría de él, pero prefiero quedarme callada porque, siendo sincera, me da un poco de pena. Es que no es el primer año que viene a la Madriguera, pero si el primero que viene como mi invitado, con todas las insinuaciones y falsas conclusiones que esto conlleva.

Traducción para los más lentos: todo el mundo cree que Scorpius es mi novio y a él eso le destroza los nervios.

A mí, por mi parte, eso me indigna, ¿en qué clase de mundo vivimos que una chica no puede invitar a un chico a pasar las navidades con su familia, sin que medio mundo asuma que es el amor de su vida? Por Merlín, les debería dar vergüenza. Con Scorpius tenemos una amistad perfectamente normal, ¿a quién le importa que seamos de sexos opuestos?

–Dale, Scorpius, no te quedes así parado como momia –le digo.

Lleva ya cinco minutos inmóvil en el andén, mirando a mi familia que, hay que admitir, de lejos se ve bastante caótica. Es que es lógico, ¡no nos juntamos todos desde hace milenios!

–Estoy preparándome psicológicamente para lo que van a ser los próximos días –me dice con una profunda expresión de concentración–. Aguantar todos esos: "Ay, mira que lindos se ven juntos" y "¿Cuánto llevan saliendo?" me va a costar gran fuerza de voluntad.

Yo simplemente me río.

–Tan dramático que eres...

Él se limita a bufar, igual de ceñudo que antes. Le doy un beso en la mejilla, a ver si así se relaja. Mi maniobra surte efecto: Scorpius me mira desconcertado y ligeramente ruborizado.

–Te ves adorable cuando te ruborizas –le digo, guiñándole el ojo con picardía, a lo que él responde rodando los ojos, todavía medio sonrosado–. Vamos, no seas cobarde, si seguimos parados aquí nos van a terminar dejando atrás.

Lo tomo de la mano y lo guío hasta la aglomeración de pelirrojos (con el ocasional rubio o moreno) que componen la familia Weasley, mientras Scorpius murmura algo sobre que la Gryffindor soy yo y él no tiene ninguna obligación de ser valiente.

Como dije yo, una amistad completamente normal.

Nos reciben todos con mucho entusiasmo porque, gracias Morgana, solo vinieron nuestros primos mayores a recogernos. Ya conocen a Scorpius por todos los veranos que ha venido con Albus, así que lo tratan como a uno más (obviando una que otra sonrisa de suficiencia que nos lanzan a los dos). Hugo, mi hermano pequeño y compañero de casa de Scorpius, se lo lleva a un lado de inmediato para hablar de no sé qué cosa. Lo que pasa es que Hugo lo considera algo así como su ídolo, pobre criatura con sus estándares bajos, así que no desaprovecha ocasión para asaltarlo con preguntas raras. A Scorpius le cae bien, así que no hay problema, pero la maniobra de mi hermanito me deja con un montón de primos curiosos rodeándome, a los que no me queda otra que enfrentar sola.

–Miren quién llegó, ¡pero si es Rose con sorpresa incluida! –exclama Fred mientras me abraza.

–No es ninguna sorpresa, no seas pesado –replico entrecerrando los ojos y haciendo una mueca burlona–, todos sabían perfectamente que venía con Scorpius.

–Así que trajiste a Malfoy, ¿eh? –dice Dominique, que es cuatro años más grande que yo y ocupa su tiempo haciéndose la que no entiende nada para molestarme- ¿Es que por fin son novios?

–No seas tonta, Dominique -replica Molly, otra graduada que encontró pertinente venir a buscarnos, probablemente para torturarnos–, se nota que todavía siguen en la etapa de tensión sexual sin resolver.

James, su ex-compinche de Hogwarts y sombra oficial, suelta una carcajada y le da los cinco. Victoire, en cambio, como se cree una especie de mamá gallina por ser la mayor, los mira con desaprobación y me pasa un brazo por el hombro.

–Hey, dejen a la pobre Rose tranquila –dice fulminado a todos con la mirada–, ¿qué no puede tener un amigo sin que todos crean que es su novio?

–¿Cómo tú con Teddy? –dice Lily con la voz más inocente del mundo.

La maldita víbora, pienso para mis adentros. De verdad no sé qué hace en Gryffindor. El resto de mis primos se ríen de la gracia de la pequeñaja quien, a pesar de estar en quinto, todavía no se quita de encima la etiqueta de bebé de la familia. Y no es que no trate, basta ver los comentarios que se tira.

–A ver, a ver, ¡orden! –exclamo, cansada de tanta estupidez– Ya quedó claro que son todos muy divertidos e ingeniosos, pero más vale aclarar algo: por mucho que se rían de nosotros Scorpius y yo no somos novios. No. Niet. Nou.Non. ¿Quedó claro?

Risas, resoplidos y alguien que me revuelve el pelo (James) son lo único que recibo de respuesta. Que desesperante es la familia.

En esas llega Albus, que seguramente estaba haciéndose ojitos con Alice Longbottom y por eso no estaba para apoyarme justo cuando más lo necesitaba. Vaya amigo.

–¿De qué se ríen tanto? –pregunta de lo más contento.

Nadie le responde, en su lugar lo reciben con abrazos y vítores, porque probablemente ya saben que está de novio con Alice y eso es lo que hacen los primos. Me apuesto la varita a que les contó Hugo, el muy cotilla…

Finalmente conseguimos ponernos en movimiento y salimos, como los descuidados magos que somos, en patota al mundo muggle. Ellos, como siempre, no se enteran de nada, lo que no nos hace menos irresponsables; al tío Percy le daría un patatús. Es recién cuando nos subimos a uno de los autos expandidos por dentro con magia, propiedad del abuelo Arthur, que Scorpius y yo volvemos a reunirnos.

–Eso no fue tan malo –dice mientras se sienta mi lado–, tus primos son simpáticos.

–Eso lo dices porque tú te escabulliste con Hugo y evitaste ser atacada por sus comentarios, maldito cobarde.

Él se encoge de hombros, probablemente muy pagado de su ingenio, pero entonces se me ocurre una idea.

–En todo caso, esta es recién la avanzada; todos mis tíos y mi papá te esperan en la Madrigura, dispuestos a todo.

Claramente no había pensado en eso, se pone más pálido de lo normal, lo que es decir mucho, y creo que lo oigo tragar saliva. Yo, en cambio, me río, porque soy mala y no puedo evitarlo. Pero hasta ahí llega nuestra conversación, porque entonces el psicópata de James comienza a manejar y en lo único que pensamos es en mantenernos con vida. Afortunadamente, solo tenemos que conducir hasta Grimmauld Place, porque ahí dejamos los autos en el garaje de tío Harry y nos tomamos un traslador. Es que trasladar a toda este batallón de gente es un arte.

Un periódico viejo nos deja en el jardín delantero de la Madriguera y, en distintos grados de excitación, entramos a la casa. Entonces se produce mi reencuentro con el resto de mis primos, incluyendo Roxanne, que es íntima mía pero salió el año pasado de Hogwarts, a la que saludo con un abrazo de oso que casi la tira al suelo, y a Teddy, que técnicamente no es mi primo pero lo quiero igual.

Después la cosa se pone más complicada, así que busco a Scorpius entre el gentío. Lo encuentro hablando muy civilizadamente con mi tío Harry, que ya lo conoce muy bien porque con Albus son uña y mugre. Sé que al principio hubieron algunas asperezas por la guerra y todo ese rollo, pero ya dejaron los prejuicios de lado y todos son felices y comen perdices. Lamentablemente no puedo decir lo mismo de mi padre. Por eso mismo, luego de saludar como se debe, me llevo a Scorpius de la mano hasta donde lo vi hace un rato, sentado intentando parecer lo más amenazador posible.

Pobre Scorpius, eso de andar indiferente por la vida nunca le resulta cuando viene para acá, debe ser porque viene de familia pequeña. Y bueno, porque cualquiera se amedrenta con la cara que pone Ronald Weasley cuando quiere dar miedo.

–¡Hola, papá! ¿Cómo has estado? –digo con el tono más encantador que tengo, para ver si suavizo un poco las cosas.

–Todo bien, Rose –responde con el tono más gélido de la existencia–, veo que trajiste a un amiguito.

–Es Scorpius Malfoy, papá –digo con el mismo tono de antes, mientras le doy un empujón a chico en cuestión, a ver si deja de mirar a mi padre con cara de pánico y hace algo–, ya lo conoces, es mi mejor amigo.

Scorpius reacciona y le tiende la mano, esbozando una de sus sonrisas carismáticas, de esas que siempre usa para conseguir lo que quiere. Ante mi profundo alivio, mi papá le estrecha la mano (por un momento creí que se la iba a rechazar) y murmura un "Ah, claro, creo que recuerdo haberlo visto." Como si no supiera exactamente quién es, maldito orgulloso.

Justo en ese momento (aleluya, aleluya) llega mi mamá que, por suerte, es un adulto maduro y responsable, por lo que trata a Scorpius como si fuera el Gryffindor jugador estrella que, sin lugar a dudas, mi papá tenía en mente cuando pensaba en cómo iba a ser mi mejor amigo.

–Qué bueno que estés aquí, Scorpius –dice ella con una enorme sonrisa–, siempre es un gusto que Rose traiga a sus amigos.

–El gusto es mío –replica él, cuyo carisma agarra vuelo una vez pasado el pánico inicial–, Rose es muy amiga mía y, cuando me invitó, no pude sino aceptar la invitación. Me hace mucha ilusión el pasar las navidades con su familia.

Mentiroso. Eso es lo que significa el codazo que le pego en el costado, pero él no se inmuta. Mi madre lo mira encantada, pero mi padre sigue observándolo con desagrado, así que decido que es hora de retirarnos un rato del caos. Después de todo, hay que recuperar fuerzas antes del más temido evento del día: la cena de bienvenida.

–Bueno, yo creo que mejor le voy a mostrar a Scorpius su cuarto, no se vaya perder en el laberinto que es esta casa –me río ante la expresión sombría de mi padre–. Tranquilo, papá, simplemente voy a mostrárselo, no te hagas ideas raras.

Y, dicho eso, agarro a Scorpius de la mano para salir pitando de ahí. Subimos escaleras sin parar hasta que llegamos al último piso, dónde nos guío hacia la habitación del fondo y abro la ventana.

–¿Qué haces? –pregunta Scorpius, desconcertado.

–Me suicido para no tener que asistir a la cena –me limito a replicar y, acto seguido, desaparezco de la vista de mi amigo, dirigiéndome hacia el techo.

–Wow, saliste comediante –dice asomándose por la ventana–. ¿Qué mierda haces?

–Intento subirme sobre la ventana –digo entrecortadamente. El ejercicio no es lo mío–. Es que ahí hay un lugar plano genial para conversar sin que nadie nos moleste. Quiero tener un momento de paz para prepararme para el interrogatorio de en un rato más.

Hace frío, pero nada que unos guantes y una buena bufanda no puedan solucionar. Hay que aprovechar que está despejado y hay poco viento, porque probablemente los días que viene, con la nevada que dicen que se está formando, no podré hacer uso de mi escondite súper secreto.

–Creo que a mí me vendría bien algo de eso –asiente con la cabeza y comienza a subirse por el otro lado.

Como el muy puto es jugador de quidditch, lo consigue enseguida, por lo que me ayuda a subirme, no sin antes dirigirme una de sus sonrisitas de superioridad. Por eso mismo, porque es un maldito arrogante, el puñetazo en el hombro que le llega una vez que estoy firmemente sentada es completamente merecido.

–Tan bruta que saliste, Rose.

–Es parte de mi encanto –digo haciendo pucheros–. Sabes que en verdad te fascina.

Es algo que no puedo evitar hacer con Scorpius, eso de coquetear todo el rato. Es parte de nuestra dinámica, supongo, aunque a él no parece molestarle. Es que en realidad es divertido.

–Me has pillado –dice rodando los ojos–; fue por todo lo que me pegaste que acepté venir a pasar tiempo de calidad con tu familia, ¡no pude resistirme!

Me río con ganas.

–Lo peor es que es verdad.

–¡Nunca dije que fuera broma! –exclama él, indignado- Tu brusquedad es irresistible... porque de otra manera quedaría en el hospital. Todavía tengo los moretones que me dejaste, bruta. Contigo todo es violencia.

–Pero esos moretones son como marcas de amor –replico, batiendo las pestañas.

Él se ríe, echando la cabeza para atrás y arrugando la nariz. Me encanta cuando Scorpius se ríe. Cuando recién nos hicimos amigos no lo hacía casi nunca, por lo que cada vez que soltaba una carcajada se sentía como una victoria. Ahora es mucho más risueño (me encanta atribuirme eso, pero él es un pesado y dice que es el ambiente), pero igual se sigue sintiendo bien escuchar su risa.

–¿Sabes qué? Voy a pasearme por los pasillos de Hogwarts con las mangas arremangadas, así todo el mundo los va a ver y, cuando me pregunten quién me los hizo, ¿sabes lo que voy a decir? "Rose Weasley, como muestra de su amor incondicional hacia mí" –sonríe, pagado de sí mismo–. Así me encargaré de espantar a todos tus pretendientes.

Resoplo.

–¿Qué pretendientes? Si estoy más sola que un dedo.

Scorpius levanta una ceja. Odio cuando hace eso, me recuerda que, por más que trate enfrente del espejo, es algo que nunca he podido hacer.

–Para con lo de la ceja.

Él la levanta aún más; nunca deja pasar la ocasión de molestarme.

–¡Para, te digo! Además, tu levantada de ceja no va con el tono de la conversación.

–Rose eres completamente absurda, ¿lo sabías?

–Puede que me lo hayas dicho, pero escojo ignorarlo.

–Como la mitad de las cosas que digo.

–¡Qué bien! Por fin lo has pillado.

–Uy, tan chulita que te pones, que miedo me da.

–Debería, ¿viste lo que le hice a Zabini el otro día por tocarme el trasero?

Estamos cerquísima, nuestros rostros casi tocándose, cuando alguien se asoma por la ventana.

–¡Maldita sea, Rose! Nos han quitado el escondite –exclama Victoire, como si nada–. ¡Teddy, date la vuelta, tendremos que buscar otro lugar!

Y así sin más, vuelve a meter la cabeza y a dejarnos solos. Este tipo de cosas nos están pasando cada vez más seguido, esto de discutir por cosas estúpidas y quedar a dos centímetros el uno del otro. No sé qué nos pasa, es como si existiera un imán invisible que nos acercara sin darnos cuenta. Cosas de la adolescencia (o por lo menos eso me repito yo).

–Parece que le robamos a tu prima su lugar de besuqueo.

Frunzo el ceño, indignada.

–A ver, a ver, aclaremos una cosa por aquí –digo, enterrándole un dedo en el pecho–. Este era mi lugar de contemplación y paz interior, hasta que mis demás primos me lo empezaron a robar para sus sesiones de intercambio de saliva.

Scorpius se ríe, pero no dice nada. En su lugar se queda mirando el cielo, que ya empieza a tener los colores del atardecer.

–¿No nos estarán echando de menos allá abajo? –pregunta con todo distraído, después de un rato.

–¿Por qué, te aburriste?

-¿Cuándo no me he aburrido contigo, Rose? –dice con sarcasmo. Ante mi mirada gélida, ratifica– Es que con todo este rollo de que creen que somos novios quizás…

Capto enseguida lo que quiere decir, pero le quito importancia con un gesto de la mano.

–Con esta gente no hay cómo ganar –digo con resignación–; ellos van a creer lo que quieran y están empeñados en que nosotros estamos de lo más acaramelados. Así que tu tranquilo, no hay escapatoria.

Scorpius me mira con cara de pocos amigos, así que, para molestarlo, empiezo a batir las pestañas y a jugar con mi cabello.

–Mejor disfruta del atardecer y de mi compañía, ¿no es romántico? –digo con voz sugerente.

Él se pone fucsia.

–Eres tan molesta –dice enfurruñado.

Yo simplemente me río como la torturadora de hombres que soy y porque, bueno, por alguna razón el poner a Scorpius así me causa una enorme satisfacción.

–Solo porque molestarte es divertido –respondo con picardía.

Él murmura algo por lo bajo, pero no lo escucho. Tampoco le pregunto qué era lo que dijo, porque me quedo embobada mirando el cielo; está precioso. De nuevo se hace el silencio y así nos quedamos hasta que escuchamos a alguien gritar desde dentro de la casa que es hora de cenar. Nos miramos con los ojos muy abiertos.

–Se acerca el momento de la verdad –digo con dramatismo-, ¿estás preparado?

Él me devuelve la mirada con una de esas caras de "yo estoy por encima de todo y de todos." Ese es el Scorpius al que estoy acostumbrada.

–Siempre –dice con petulancia.

Acto seguido se baja con facilidad de nuestro escondite y entra por la ventana, sin ofrecerme ayuda ni nada. Supongo que es su venganza por desplegar mis encantos femeninos ante él, así que simplemente frunzo el ceño y me bajo con cuidado. Llego sana y salva al cuarto donde, para mi sorpresa, Scorpius me espera con los brazos cruzados.

–Me quedé aquí por si tenía que evitar que murieras aplastada contra el suelo –dice con suficiencia.

–No te pedí ninguna explicación –replico, siempre digna.

Paso junto a él sin mirarlo y continúo caminando hacia el primer piso. No necesito darme vuelta para saber que Scorpius viene justo detrás de mí.


¡Wiii, primer capítulo listo! Planeo seguirlo y hacer esto un fic de unos tres o cuatro capítulos, ya veremos, pero me gustaría muchísimo saber su opinión. ¡Por cada review que dejan aumentan mis posibilidades de alcanzar la felicidad plena de la que habló Platón! No me la nieguen, dicen que es genial...

Bueno, Gui, espero que te haya gustado... sé que te gusta este pairing, así que te lo hice con mucho love.

¡Un besote a todos!