Locura fuera.
Estaba sentado en un tronco cortado, fuera de mi hogar, mirando el atardecer que me ofrecía ese mundo tan exótico y pacífico. Aun, cuando la soledad silente de la noche temprana me abrazaba y arrullaba, la paz era la mejor de esas bendiciones nocturnas…
O eso pensé antes de que pareciera el imbécil de Kakarroto usando esa estúpida técnica suya. Como lo odio, estúpido bueno para nada.
Apareció frente a mí — ¡Hola, Vegeta! —Me saludo mientras levantaba la mano— A que no adivinas que tengo para nosotros dos.
—No me importa, no me interesa, no lo quiero —Le dije evitando que abriera esa bocaza— Ahora puedes largarte, Dime: ¿Lo harás?
—Pero… —Intento decirme, pero no lo escuche— Tengo algo que te gustara.
—Lo dudo —Le conteste.
El busco en su bolsillo algo, yo cansado me levante y me di medio vuelta comenzando a caminar hacia la puerta de cristal de mi hogar. Pero su mano aprisiona a la mía deteniendo mi camino. Cuando me di vuelta él tenía dos boletos plateados escrito con una tinta negra.
—Tengo dos entradas para ir a un crucero de vacaciones —Me dijo mirándome.
— ¿Y? — Le dije y de un estirón fuerte me zafe de su agarre —Si quieres que la mujer valla contigo, yo no tengo problema. Llévatela lejos de mí.
—Quiero ir contigo —Me contestó suplicando con su mirada— Sera divertido. Habrá actividades, películas sean lo que sean y mucha comida… Comida.
Lo pensé en una milésima de segundos y le empecé a preguntar, para asegurarme — ¿Cuánto tiempo será la vacaciones? —
—De una semana —Después hizo una pausa— Sea lo que sea eso.
— ¿Una semana? —Le dije. Sería una semana aguantando al pesado y molesto de Kakarroto — ¿Qué se supone que es?
—Te daré un volante —Me dijo ofreciendo un volante de las dichas vacaciones.
Lo tome, y él me saludo y se fue.
El volante tenía un mapa y el boleto para las vacaciones… Me senté de nuevo en el tronco cortado, y me puse a leer con detenimiento el volante… era un viaje en crucero por el océano atlántico. Comidas exóticas, paisajes exuberantes, actividades y bailes…
Blah, blah, blah.
Pero bueno, me puse a empacar para ir a ese estúpido viaje, con algo de suerte Kakarroto se perdería y no lo vería por un tiempo. La mujer me aconsejo cosas que hacer, y que guardar en la cosa de cuero que llama "Maleta".
Estaba con mi "Maleta" esperando a Kakarroto en el puerto, Creo que no es necesario decir que no le dije a la mujer y a los mocosos cuando seria mi viaje para que vinieran a despedirme. De hecho, les dije que iría a entrenar… Si… entrenar…
Kakarroto apareció unos minutos después, subimos y fuimos directo a nuestro camarote. En ese momento le pregunte una duda que crecía en mi interior ya hace tiempo.
— ¿Oye, Kakarroto? —Le pregunte guardando mi ropa en esos cajones, el hacía lo mismo con su ropa y su respectivo cajón— ¿Dónde conseguiste los boletos del crucero?
— ¿Eh? —Se dio vuelta mirándome — Ah, verdad. No te había dicho. Bueno fue algo muy curioso— se rasco la cabeza y continuo— Un señor con un traje negro no sospechoso me lo dio.
— ¿No sospechoso? — Le pregunte casi en susurro.
—Si, dijo el que no era para nada sospechoso que te regala un extraño algo en la calle —
— ¿Nunca te dijeron que no aceptes cosas de extraños, insecto? —
—No —Contesto acostándose en una de las camas.
Solo gruñí…
Acomode la cama y me acosté en ella boca arriba, mire el techo del camarote que era de madera, madera marrón. Nuestras camas estaban separas por escasos centímetros. Mire por la ventana como el barco se mecía en un vaivén contaste creado por las olas del mar o océano.
Me gire para recostarme de un costado. Le daba la espalda a la puerta, y cerré los ojos. Es curiosos el olor a vainilla que rodeaba a la habitación, era tan alucinante y adormecedor.
Pronto caí en un sueño… Cálido y tétrico sueño…
