Cartas a Sarada

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son de autoría de Masashi Kishimoto. Sin embargo los personajes originales que aparecen en la historia son míos. Cabe señalar que la esencia de este fic está basada en la historia "Lolita" de Vladimir Nabokov ya que tomé como una fuente de inspiración dicho libro.

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No me di cuenta, era apenas un niño en metamorfosis de ser adolescente pero lo que estaba sintiendo era deseo.


Capítulo 1. Mariposa mortal

¿Por qué estoy aquí? Es una pregunta que me ha dado vueltas en la cabeza por los últimos meses, que no te he visto ha sido un pensamiento todavía más profundo y un tanto perturbador. ¿Cuánto hace que no veo tus ojos al amanecer, mientras tú, querida párvula estabas medio amanecida? Esos tiempos no volverán, sin embargo me encuentro aquí, con el semblante de un náufrago con su barco a la deriva, en esta mi isla solitaria escribiéndote cartas que sin duda nunca te llegaran por dos motivos: no me dejarían enviar una y la segunda y no por menos importante… tú no la abrirías.

Soy optimista y sigo teniendo ese toque que tanto te gustaba, o por lo menos que yo creo te agradaba en un retorcido sentido. Sigo creyendo que un día las cosas cambiaran, ¡en serio! Quizá llegue el momento ideal en el que yo no tenga veintitrés años más que tú, y que tú mi querida "ensalada" no tengas veintitrés años menos que yo. En un mundo perfecto, yo sería el esposo celoso y tú serías la mujer de la casa, con aquel semblante serio pero con esa actitud de una niña que se deja llevar por sus más bajos instintos, porque has de saber que no olvido esa sonrisa que ensanchabas cuando las cosas salían como tú querías o como cuando esbozabas una pequeñita sonrisa de soberbia y orgullo.

¿Cómo olvidar tu risa? Pocas veces la escuché y eso es triste, tú debiste haber reído mucho sin embargo casi no lo hacías. Tu cabello siempre corto y un tanto rebelde al amanecer, tu olor a cerezos… bueno, en ese aspecto olías casi igual a tu madre.

Ah, tu madre. ¿Por qué todo terminó así? Tal vez si no le hubiera hecho caso a mi tonto corazón y tú no hubieras sido tan "imprecisa en tus elecciones repentinas" todo quizá sería diferente. Quiero —en verdad— culparte a ti de todo, pero mi otro "yo" me dice que es cobarde de mi parte tener estos pensamientos. Ni tú, ni tu madre, ni yo, ni él, ni el estúpido que tienes por esposo tienen la culpa.

"Ellos" le llaman, trastorno de identidad disociativo, y yo le llamo "la mierda que me hizo perder el control". Y antes de que el dolor se intensifique escribiré, en las siguientes líneas las cosas por las cuales yo creo que todo se fue al coño. Tú, mi querida "ensalada" nunca lo sabrás, y yo "Naruto Uzumaki" puede que las olvide, por "la mierda que me hizo perder el control".

Cuando yo tenía trece años —la misma edad que tú tenías cuando te conocí—, creí que todo en esta vida era sencillo y que quizá lo único complejo eran esas rudas pruebas de matemáticas que el maestro Kirou nos ponía y que yo siempre reprobaba por falta de "artificios matemáticos", una tontería si se me permite decir.

En aquel entonces, Jiraiya era mi padrino, y más que eso era como mi padre. Mis progenitores murieron al poco tiempo de que yo nací, así que jamás me vi muy afectado por ese hecho. En algunas ocasiones sí me planteé que tan diferente hubiera sido mi vida si Kushina —mi madre— y Minato —mi padre— estuvieran vivos. No mucho, supuse en aquel entonces, puede que siempre tuviera a un tipo ángel guardián cuidándome y un regaño constante de parte de mi mamá. En cambio, en mi niñez tuve amor de un padrino y de un tipo totalmente casanova.

Jiraiya gustaba de las mujeres, y se dedicó por muchísimos años a escribir libros sexuales que en su momento obviamente no entendía. ¿Qué era eso de ponerse en cuatro? ¿Chuparla? No, nunca lo comprendí y he de decir que cuando me vio —en su habitación— leyendo sus preciadas creaciones pegó el grito en el cielo y me dijo que no debía estar ahí metido y husmeando en cosas de adultos que no me incumbían. "Adultos", como odié esa palabra de niño… siempre me tachaban como el niño y que yo no entendía cosas de ellos, los adultos pensé, lo sabrían todo y debían ser seres capaces de soportarlo todo. Todo. Con el tiempo me di cuenta que eso era tan estúpido como creer que hay cerditos voladores en la vía láctea.

A los trece años, fui a la playa como tantas veces lo hice en verano. Vivíamos cerca de "Iraruru" así que podía ir siempre y cuando no hubiera reprobado materias, y aunque fuera tuviera un promedio decente para pasar de año. A los trece años no fue la excepción, y fui. El mar azul tenía siete azules o hasta más, y el cielo tenía otro matiz todavía más bello. La arena era tan suave que en verdad me hubiera gustado estar ahí por siempre, viendo las olas y escuchando el sonido del mar. Pero algo ocurrió, ese algo que siempre cambia la vida de una persona. En el momento se ve como un hecho que no tiene mayor relevancia —pensamiento de un adulto, como yo, pero no de un niño con una casi metamorfosis de adolescente—, sin embargo pasó y lo cambió.

Pelo negro y largo, con mechones azules nocturnos. No alta, no baja, simplemente normal. Pies descalzos y un vestido lila. Juro que jamás he visto un vestido así, ni un porte así. Y me miró.

Tal vez, y quiero pensar que si su mirada no se hubiera cruzado conmigo, mi vida sería diferente. Puede que yo me hubiera marchado a casa a las cinco en ese verano y probablemente habría jugado con mi raqueta en los escalones de mi casa. O simplemente habría salido con Kazuto y Aoria —dos vecinos que a la fecha no tengo ni la más remota idea de que les ocurrió—, y entonces no hubiera pasado lo que pasó: enamorarme.

Una mirada bastó para que algo ahí abajo empezara a endurecerse y para que conociera por primera vez esa sensación que tú, mi querida "Sara-ahda", no entenderías —porque naturalmente no eres un hombre—.

Ella se sonrojó y mucho, ese acto a mí me pareció de lo más tierno y me dieron ganas de preguntarle porqué esa reacción. Mas me limité a seguir estancado admirándola y pensando que era la chica más linda que había visto en aquellos trece años de vida. Ni las chicas de mi escuela se comparaban a ella.

Sin duda, aquella flor de verano se dio cuenta de mi mirada y se siguió ruborizando y lo único que hizo fue dar pasos lentos hacia otro lado. Tal vez quedamos flechados… Quizá era amor a primera vista. Pero ojo, puede que también fuera una vil atracción que despertó instintos hasta antes desconocidos incluso por mi cuerpo, ¿quién lo iba a imaginar Sarada?

—¡Hey!—Maldito sea el momento en que me atreví a gritarle a todo pulmón, llamando así su atención.

Porque lo sabía, ella supo que yo la miraba de una manera poco ordinaria y que quería algo.

—¿S-Sí?

Tímida. La voz más dulce y baja que nunca he escuchado provino de unos labios pequeños y de un rostro de plata.

—Mi nombre es Naruto Uzumaki—Sonreí, mostrando marcas zorrunas que desde nacimiento he tenido—, ¿cómo te llamas?

—Y-Yo—Estaba nerviosa, la pobre apenas y podía moverse. Sus piernas eran de gelatina y su voluntad inquebrantable—, H-Hinata.

Su nombre era Hinata, tiempo después supe que su apellido pertenecía a una familia muy importante de Japón allá por la década de los ochenta. Los Hyuga.

Cada día lo único que esperaba con ansias era verla, eso ayudaba un poco a calmar a mi amigo allá abajo. En vez de pensar en ella por las noches mientras mi mano hacía trabajos sucios allá adentro, fue entonces que entendí un poco los libros de mi padrino Jiraiya, ¿cómo no pude saberlo antes? Solo necesitaba una chispa para encender la mecha, y ese, muy posiblemente fue el primer error de mi vida. Dejarme consumir por mis egoístas deseos.

Las vacaciones de verano iban a terminar, y era terrible Sarada, tan catastrófico que en serio quería que no pasara, deseaba detener el tiempo, o retener a Hinata, lo que fuera para que no se fuera a Konoha.

¿Casualidades de la vida que ahora tenga que estar el resto de mi vida en Konoha, encerrado en cuatro paredes de color blanco con colchón blanco que según ellos es para relajarme? No lo creo. Más bien fue destino terminar justo aquí, y llegar aquí por ella. De un modo u otro gracias a Hinata llegué hasta ti.

Ella estaba de vacaciones en Iraruru, y yo pues vivía ahí, en ese pequeño pueblo en donde olía a pescado y donde los cocos parecían plaga. ¿De qué me pude haber quejado? De nada, en lo absoluto. Pero Konoha quedaba muy lejos, y los días para el final de vacaciones estaban muy cerca.

—El domingo nos iremos—Lo dijo un jueves, lo recuerdo bien por que ese día inició un cambio en mi vida—, y supongo que ya no nos veremos nunca más Naruto-kun.

Cuán acertada estuvo Hinata en aquel entonces…

—¡Mentira!—dije con mi tono de voz optimista, siempre de ese modo, viendo luz hasta en la oscuridad— , nos veremos pronto porque yo iré a Konoha a visitarte en vacaciones, los fines de semana o lo que sea. Convenceré a Jiraiya de que haga publicaciones en alguna editorial de por allá y te veré pronto.

—¿L-Lo harías?—Apenas y fue un tartamudeo—, ¿harías eso Naruto?

—¡De veras!

Me abrazó, y fue la primera vez que una mujer lo hizo. Sin embargo sentí algo en su pecho, dos melones creí en aquel entonces.

—¡Naruto!—Ella se apartó y enrojeció hasta la punta de las orejas.

—¿Qué pasa?

Creí que tal vez se había asustado con algún bicho, estábamos bajo la sombra de una palmera. Pocas personas estaban en la playa, ya que había un evento en la plaza central, en donde "Katon Ignis" se presentaría. Por supuesto, ellos eran una banda de rock muy popular allá en aquellos años, su música era buena. Pero yo estaba ahí, mirando el sonrojo de una "chiquilla".

Ella no respondió, y mucho menos al instante. Temí por un momento haber metido la pata, "¿pero en qué?" había pensado. Oh, qué grande es la estupidez humana, debí saber que había tocado sus senos. ¿Cómo iba yo a saberlo?

—N-Nada—Volteó y evadió mi mirada, eso me enfureció.

Ahora entiendes por qué me molestaba que no me miraras a los ojos cuando te hacía una pregunta.

—Mientes—dije en voz alta—, ¿qué te ocurre?

—T-Tú—pobre de Hinata, hiperventilaba—, tocaste mis…

—¿Tus?

—S-Senos.

Pensé, por un instante que desfallecería. Su rostro estaba tan rojo y pude jurar que en aquel momento Hinata se estaba muriendo, y pudo haberse muerto de no haber sido por que le palmeé la espalda.

—Dios mío—murmuré—, lo siento mucho Hinata, no sabía que…

—¡No lo menciones!

Por primera vez escuché su voz, realmente. No murmuraba, no hablaba entre dientes, ¡había casi gritado! No tuve el valor para decirle algo más, solo me limité a alejarme algunos centímetros.

¿Por qué sentía algo en mi estomago? ¿Por qué mis manos estaban ansiosas de tocarla de nuevo? No lo entendí Sarada, hoy sé que era deseo. Una palabra demasiado fuerte, no era capaz de haber entendido eso. Sin embargo, así como un niño que no sabe leer y abre un libro sin comprender que dicen esos "jeroglíficos", yo hice algo similar con Hinata: toqué su hombro con suavidad y fue una electricidad pura, la punta de mis dedos de la mano se sintieron dormidos, mi corazón palpitó muy rápido y ella simplemente quedó conmocionada y estática.

—No quiero que te vayas—No iba a llorar, de hecho yo nunca había sido un niño chillón. Ni por el hecho de no tener padres—, quédate.

Esa fue, la primera vez que le pedí a una mujer algo en mi vida. Y también, el primer aleteo del preludio de la muerte de una mariposa. Debí dejarla morir antes de que revoloteara y me infectara con su virus mortal.


N/A Esta historia es una de las más locas que he escrito, antes que nada espero sea de su agrado. También aclaro que desde hace meses tenía la idea pero nunca le escribí hasta ahora. La temática que se maneja en realidad es algo fuerte, se los digo de antemano por eso está en categoría M.

Les deseo un año nuevo y que estén excelente hoy y siempre.

Karou Uzumaki.