Saludos a todos. Es importante para todos aquellos que vayan a leer este fan-fic, que lean también lo que tengo que introducir. He de aclarar ciertos temas antes de comenzar: Lo primero de todo, para los que les gusta el romance, sintiéndolo mucho no voy a adelantar la pareja en cuestión, de modo que para averiguarlo tendréis que leer el fic y dejaros sorprender. En segundo lugar, así como unos escritores se aferran al anime y otros al manga, yo lo haré en base al manga (con esto me refiero a información enciclopédica: personajes, técnicas, lugares… etc), pero no partiré directamente de él, esto se verá en el prólogo, así que no diré más. En tercer lugar, mi intención principal es hacer un buen trabajo y que guste a todo el mundo posible, de modo que el método de escritura quizás se aleje un poco de lo que viene a ser un fic habitual, pero eso ya lo veréis, y entonces podréis decidir si seguir adelante o no.

Por último y antes de empezar, reincidiendo en el método de escritura, como todos aquellos que suelen leer fics de estas series animes también las ven y conocen de sobra a la mayoría de los personajes, de modo que habrá muchas descripciones que omitiré, pues a menos que se trate de algún personaje nuevo, todos sabemos el aspecto y apariencia que tienen.

¡Ahora sí, gracias por vuestra paciencia, y ya podéis comenzar a leer!

RESÚMEN:

Dos años después de la Cuarta Gran Guerra Ninja, una inquietante sombra se cierne sobre el mundo shinobi, y los cinco Kages son llamados a una inmediata reunión para tratar un asunto de prioridad máxima, aunque no todos estén de acuerdo. Mientras tanto, Naruto Uzumaki regresa a su hogar tras dos duros años de entrenamiento y viaje en solitario.

Shinobis desaparecidos sin dejar rastro alguno, señores feudales amenazando con cortar los fondos que sustentan las naciones, y sentimientos insospechados que afloran en una historia que narrará el conflicto más duro al que se ha enfrentado jamás un ninja.

Aquí comienza: El Legado de un ninja audaz.

Prólogo – Nostalgia.

La Cuarta Gran Guerra Ninja. Miles de guerreros murieron en aquella ensangrentada batalla sin parangón, dejando atrás un lamento que sería recordado en los años venideros como el mayor conflicto de todos los tiempos hasta el momento. La creación de un mundo imaginario, irreal, de ensueño, exento de guerras y maldad… pero al mismo tiempo, también de libertad. Por muy tentadoras que resultaran las palabras de Madara, la alianza shinobi no aceptó tal cosa, y luchó hasta la extenuación por proteger el mundo tal y como era, rechazando por completo la llamada del ancestral líder Uchiha, quien había vuelto a la vida gracias a la prohibida técnica del Edo Tensei. Junto a él, con los mismos ideales, pero una experiencia de la vida mucho más corta, se hallaba Uchiha Obito. Entre los dos lograron invocar a la bestia de Diez Colas, el temido Juubi, al que solo el Sabio de los Seis Caminos había podido hacer frente. Con esta poderosa arma en su poder, la alianza shinobi se vio obligada a retroceder, observando al mismo tiempo cómo sus seres queridos eran asesinados cruelmente por aquella bestia incontrolable. Los que se mantenían con vida eran incapaces de ver la esperanza, sus ojos estaban totalmente nublados por las tinieblas, hasta que llegó él. La luz que todos estaban esperando brilló con fuerza en los corazones de los asustados ninjas, quienes se alzaron por encima de sus temores, recobrando el valor, y acompañando al muchacho de la profecía en una batalla por el bien del mundo. Aquel muchacho…

-¡Ya Basta de tonterías!

Tsunade despertó de su ensimismamiento, sobresaltada por el grito que había soltado una de las dos personas que se encontraban a su izquierda. Había sido el Raikage, quien en ese momento se hallaba de pie en su sitio, en el extremo de la ancha mesa semicircular que se utilizaba cuando los cinco kages de las diferentes naciones se reunían para debatir asuntos de interés primordial, como había ocurrido dos años atrás. El País del Hierro, neutral entre todas las diferentes Aldeas, había sido desde los primeros tiempos el lugar idóneo para realizar ese tipo de acontecimientos. El moderador del debate, Mifune, líder de los samurái, presidía la ceremonia, escoltado por dos de sus mejores subordinados. Frente a esta figura se encontraban las cinco personas más fuertes de cada nación. En el extremo izquierdo de la ancha mesa semicircular se hallaba sentada la quinta Mizukage, Mei Terumi, kage del País de la Niebla, cuyos ojos verdes reflejaban una preocupación más allá de la usual. Acompañándola se encontraban Ao, un jounnin de tipo sensorial, cuyo rasgo más característico era que llevaba un parche tapando su ojo derecho. En la reunión anterior a la guerra mostró que aquel parche escondía un ojo poseedor del Byakugan, uno de los mayores doujutsus* existentes hasta la fecha. Su otro acompañante era Choujiro, uno de los reconocidos espadachines de la Niebla, aparentemente muy joven como para estar a la altura de la situación, pero el muchacho había demostrado en más de una ocasión ser merecedor de su rango.

A la izquierda de la Mizukage se encontraba el quinto Kazekage, Gaara de la Arena, kage del País del Viento, mostrando su habitual gesto de seriedad, que reflejaba una gran madurez a pesar de su corta edad y experiencia como kage. Acompañándolo estaban sus dos hermanos mayores: Kankurou, un jounnin marionetista de habilidad incuestionable; y Temari, una usuaria del elemento viento, que portaba siempre consigo un enorme abanico cerrado a sus espaldas.

El centro de la mesa circular lo ocupaba la quinta Hokage, quien en estos momentos se trataba de la Princesa Tsunade, llamada de esta forma por el renombre que se había labrado al ser una pésima apostadora, y así ser conocida como la Princesa Perdedora. A sus espaldas se encontraban Shizune, su asistenta por excelencia, quien siempre llevaba a su mascota, un pequeño cerdo de nombre Tonton vestido con una ajustada chaquetilla roja, a cualquier lugar al que fuese; y Hatake Kakashi, conocido como el hijo del Colmillo Blanco de Konoha, y al mismo tiempo como el Ninja Copia, pues gracias a su ojo izquierdo, portador del doujutsu Sharingan, había sido capaz de copiar más de mil técnicas, llegando a ser reconocido a nivel mundial por ese nombre. La posición central del País de la Hoja en la mesa de debates no tenía otro significado que el referente geográfico en cuanto al lugar en el que se hallaba cada nación situada en el mapa.

Las dos personas restantes en la mesa eran el tercer Tsuchikage y el cuarto Raikage. El primero de los dos Se trataba de Oonoki, un anciano de baja estatura y nariz ancha y prominente, quien aún a pesar de su avanzada edad, mostraba estar en plenas condiciones para ejercer el rango de Kage del País de la Tierra. Cubriendo sus espaldas se encontraban dos jounnin expertos en técnicas del elemento tierra: Akatsuchi, un voluminoso hombre cuya altura sobrepasaba los dos metros; y Kurotsuchi, una delgada mujer de corto cabello negro.

Finalmente, en el extremo opuesto al Mizukage, se hallaba A, el Raikage del País de la Nube, acompañado por un ninja sensorial llamado Shii (o también C), y por Darui, un jounnin de pelo blanco alborotado conocido por ser la mano derecha del cuarto Raikage y gran usuario de técnicas del elemento tormenta (Ranton), mezcla de los elementos agua (Suiton) y rayo (Raiton).

A se había puesto de pie y miraba al Kazekage con los ojos inyectados en sangre, su gesto cada vez era más tenso y parecía que iba a perder el control de sus acciones, pero contra pronóstico de lo que parecía que iba a hacer, volvió a dirigirse al kage de la Arena:

-¿¡Sabes acaso lo que estas pidiendo, muchacho!? –saltó furioso.

-Cálmese, Raikage-dono –cortó Mifune antes de que el Raikage pudiera decir nada más-. Kazekage-dono, por favor, continúe.

Gaara cerró los ojos y suspiró.

-Como iba diciendo, he convocado esta reunión a petición de la actual Mizukage para solicitar el apoyo inmediato de las otras naciones a causa de un problema que si no se resuelve de inmediato, no solo nuestros países, sino todo el mundo shinobi correrá un grave peligro –concluyó. Su rostro parecía calmado, como si nada de lo que dijera pareciera tener importancia alguna, pero desde su corazón sabía el riesgo que implicaría el dejar ese problema sin resolver, y no era nada tan trivial como para dejarlo pasar.

-¿Y en que basas tus predicciones, Kazekage-dono? –preguntó al instante el Tsuchikage.

La reunión era igual que la pescadilla que se muerde la cola, parecía como si nunca fuese a acabar. Tsunade miraba a los debatientes con el ceño fruncido y las manos entrecruzadas por delante de su frente. No había estado en una reunión de los cinco kages antes y no sabía cuánto tiempo se tardaba en tomar una decisión en ese tipo de situaciones. Su único remedio era esperar a que los demás kages o el moderador le pidieran su opinión una vez el Kazekage expusiera los motivos de su preocupación.

-Los señores feudales del País del Viento y del País de la Niebla están amenazando con cortar los fondos que sustentan nuestras fuerzas militares y recursos civiles… –dijo el joven Kazekage. Su expresión había cambiado, y en sus ojos ahora se palpaba la preocupación por el deber de proteger su Aldea a toda costa. Los fondos que los señores feudales aportaban a las aldeas ocultas eran la fuente primordial de toda prosperidad en ellas, y no podía permitirse el lujo de prescindir de ellos-. El motivo que presentaron para justificar su decisión fue que los encargos que eran solicitados por los clientes de cada aldea no eran atendidos, pero…

-¡Esto es inadmisible! ¿¡Cómo osas convocar una reunión de los cinco kages para semejante niñería!? ¡Que no seas capaz de gestionar adecuadamente tu aldea no es un asunto que nos incumba a las demás naciones! ¿¡Crees acaso que estamos aquí para consolar tus lloriqueos!? –espetó el Raikage, quien señalaba con el dedo de su única mano a un Gaara de rostro nuevamente inescrutable-. ¡No me importa que excusas puedas tener, ni que en su día fueras el Comandante General de la Gran Armada Shinobi, al fin y al cabo, tan solo eres un crí…!

-¡Es suficiente, Raikage!

La quinta Mizukage se había levantado también, un hecho insólito para alguien con tanto glamour como el que ella desprendía, pero por su gesto de preocupación, parecía que el asunto no era de menospreciar.

-He recibido las mismas quejas por parte de los señores feudales de mi país –continuó la Mizukage-. Pero lo que el Kazekage está intentando decir es que –hizo una pausa para recobrar el aliento, frunció el ceño y se mordió el labio inferior-. Gennin, chunnin, jounnin e incluso miembros especializados ANBU, todos de cada una de las dos aldeas, fueron enviados a realizar esos trabajos, pero… -tomó aliento, parecía como si le doliera profundamente decir lo que se estaba a punto de escuchar en la sala-. Ninguno de los ninjas que enviamos han regresado.

El sol dominaba el firmamento, ya era mediodía en Konoha, y la aldea rebosaba de vitalidad. Parecía completamente recuperada de los destrozos anteriores a la Cuarta Gran Guerra Ninja, un claro ejemplo del arduo trabajo en equipo que demostraban los shinobis de la aldea, especialmente en situaciones que pudieran poner en riesgo la paz y la alegría de sus hogares. Eso es lo que fue llamado por el Primer Hokage Hashirama Senju, como la Voluntad de Fuego. Este espíritu, que hermanaba a todos y cada uno de los ciudadanos, fue transmitido a los futuros Hokages, cuyos rostros fueron tallados en la empinada ladera que se erguía por encima de la aldea. Algún día, como muchas otras veces se había jurado a sí mismo, su rostro continuaría la fila ocupando el siguiente puesto, el rostro de un joven llamado Naruto Uzumaki. Muchas anécdotas eran las que se relataban sobre aquel muchacho de pelo rubio y ojos azules, siendo odiado por toda la aldea desde que era muy pequeño. Él era el Jinchuuriki* de la bestia de las Nueve Colas, el Kyuubi, quien en su momento atacó la aldea causando un inimaginable dolor, para muchos insuperable.

Pero Naruto no se rindió, siguó esforzándose para demostrar que él no era el monstruo que habitaba en su interior, y que era un ninja más de Konoha. Se entrenó muy duramente, y pasado un tiempo, Akatsuki, una organización criminal temida en todo el continente atacó la aldea, y solo Naruto fue capaz de detener la masacre, deteniendo al Kyuubi y logrando ganarse definitivamente el cariño de todos. Por fin había conseguido que todos le apreciaran.

Sin embargo, otro motivo más ocupaba la mente de Naruto, además de ser aceptado por todos y convertirse en Hokage, y no se trataba de otro que de recuperar a su amigo de la infancia Sasuke Uchiha, quien cegado por la venganza, había partido en busca de poder con uno de los mayores enemigos de Konoha, Orochimaru. Este último había codiciado el cuerpo de Sasuke por su fortaleza y potencial, y lo deseaba con tanto fervor, que le concedió al joven Uchiha un mayor poder, siendo eso su propia perdición, pues no fue capaz de controlar al muchacho.

Los intentos de Naruto por traer a Sasuke de vuelta a casa fueron en vano, ya que su amigo, no contento con haber cumplido su venganza, matando a su hermano Itachi Uchiha, amenazó con destruir Konoha. Desde ese momento, Naruto ha estado esperando la llegada de Sasuke, pero el descendiente del ahora extinto clan Uchiha no había mostrado mayor interés por la aldea en los dos últimos años después de la guerra.

Estos pensamientos se nublaron al escuchar las carcajadas de unos niños correteando por la calle principal de Konoha. No deseaba enturbiar más sus pensamientos con recuerdos amargos, su mente debía centrarse en el presente, un presente en el que Naruto Uzumaki había regresado nuevamente a la Aldea Oculta de Konoha.

Sonrió para sí, y saltó del poste al que se había subido para obtener una mejor vista de la aldea. Comenzó a caminar por la calle principal, con expresión alegre, disfrutando de nuevo todas las sensaciones que su hogar le infundía. Los diferentes olores a comida salían de las chimeneas de los distintos restaurantes y puestos de ramen. El sonido de las voces conversando alegremente en la calle y la suave brisa que le brindaba aquel soleado día de primavera hacían de su llegada una calurosa bienvenida.

A pesar de que ninguno de los ciudadanos de Konoha lo había reconocido aún, Naruto no parecía preocupado por ello, y seguía caminando a través de las bulliciosas calles de la aldea. Pasó por delante de una librería, cuyo escaparate mostraba los últimos libros llegados a la misma, que ya estaban a la venta. Sin embargo, a Naruto no le atrajeron en absoluto los volúmenes disponibles en el escaparate, sino el reflejo de sí mismo.

Realmente había cambiado.

Además de ya no poseer una bandana de Konoha, pues la había destrozado durante su entrenamiento en el Monte Myouboku durante su primer año de ausencia, sus ropas de viaje lo hacían pasar por alguien cualquiera, desmerecedor de ninguna atención, tal y como había pasado el segundo año que estuvo fuera. Lo más llamativo era la largura de su pelo, ahora revuelto y desaliñado, que le caía hasta casi rozar los hombros. Pensó que lo primero que haría sería cortárselo, no le gustaba llevarlo tan largo, aunque en cierta medida le recordaba a su padre, el cuarto Hokage, le incomodaba el calor que tenía que pasar en algunas ocasiones.

Su estómago rugió, interrumpiendo su deseo de cortarse el pelo, y reemplazándolo por la imperiosa necesidad de un gran plato de ramen. Y por si fuera poco, conocía el lugar perfecto que cumpliría sus deseos con creces.

-Naruto nii…san ¿Eres… Naruto nii-san?

Naruto se giró rápidamente hacia la voz que lo había llamado ¿Quién de entre todos los habitantes había sido capaz de reconocerle en aquel estado? Cuando fue a responder, sus palabras enmudecieron al ver a las dos personas que tenía delante. No podía creerlo, después de dos años sin pisar la aldea, aquellas dos personas eran de los que más ganas tenía de ver.

-¿¡Konohamaru!? –dijo, casi gritando el nombre de su amigo y rival-. ¿¡Y también Iruka-sensei!?

No sabía que decir, no tenía palabras después de tanto tiempo, sus ojos se habían humedecido y una sonrisa de oreja a oreja poblaba su rostro. Aquellas fueron las dos primeras personas que realmente lo aceptaron de forma directa cuando se encontraba solo y marginado en toda la aldea. La emoción que sentía era incalculable, quería contarles todo acerca de su viaje y su entrenamiento, así como preguntarles por todo lo que había sucedido en esos dos años en los que Naruto había estado fuera de Konoha.

-Vosotros… tengo tanto que contaros… ¡No sé por dónde empezar! –dijo exaltado.

-Tranquilo, Naruto-kun, tenemos tiempo de so…

Un potente rugido proveniente de las tripas de Naruto interrumpió en seco la frase de Iruka, quien miraba al ninja con una mezcla de alegría y nostalgia. Konohamaru no aguantó la escena y estalló en una carcajada, a la cual se sumó el propio sensei.

-Será mejor que vayamos a comer algo, Naruto nii-san –dijo Konohamaru, quien aún seguía riéndose.

...

-¿Cómo? ¿Qué tú has… aprobado el examen de Chunnin? –preguntó un sorprendido Naruto, que no dejaba de mirar receloso el verde chaleco del joven shinobi.

-¡Sí, exactamente, he aprobado el exámen que aún tú no has sido capaz de aprobar! ¿No crees que eso me hace mejor que tú? –insinuó Konohamaru mirando pícaramente a su rival.

-¡Ja! Estás a años luz de poder igualarme, ¡No te olvides quién será el próximo Hokage! –respondió Naruto, señalándose el pecho con el pulgar de su mano izquierda, mientras con la otra sostenía en alto un ancho bol de ramen a medio acabar.

-¡Ya os vale a vosotros dos! Dejad eso para luego –interrumpió Iruka-sensei en tono amigable-. Pero lo más importante, Naruto, ¿Por qué has regresado?

La pregunta endureció el rostro del hasta ahora animado Uzumaki. Sus ojos se clavaron en su bol de ramen, antes de mirar fijamente al sensei.

-He venido para quedarme definitivamente, a cumplir mi sueño de proteger a la aldea… Pero no tenía pensado hacerlo tan pronto –dijo. Iruka y Konohamaru habían fruncido el ceño y escuchaban a Naruto con atención-. Quería hacer como Ero-Sennin*, y viajar por el mundo shinobi en busca de mi propio yo, para encontrar el verdadero significado de mi vida. La Cuarta Gran Guerra Ninja dejó muchas dudas en mi mente y en mi corazón, y no encontraba la forma de buscar una respuesta adecuada –sus palabras se habían vuelto más lentas y cada vez le costaba decir más lo que tenía que contar-. Pero no tenía pensado volver tan pronto, y si lo he hecho es porque hay algo de lo que debo hablar con la vieja Tsunade, algo de lo que si no se informa al mundo entero, podría desencadenar un caos peor aún que lo ocurrido hace dos años.

Iruka y Konohamaru parecían atónitos con la revelación que Naruto acababa de ofrecerles, y no encontraban palabras para responder. Al ver esto, intentó tranquilizarlos como pudo:

-Bueno, al menos yo estoy aquí ¿No? –dijo sonriéndoles de nuevo.

...

Dos años habían pasado. La puerta que se encontraba delante suya no era otra que la de su propia casa. Un profundo sentimiento de nostalgia invadió su corazón, recordando momentos de su infancia. Cuando fue a agarrar del picaporte para abrir, se dio cuenta de que estaba más limpio de lo que debería estar, dos años no pasan en vano ni siquiera para la suciedad. Frunció el ceño y giró el picaporte, abriendo la puerta y entrando en su casa. Nada raro había sucedido, cosa que le pareció extraña. Suspiró, tratando de calmarse, estaba en su hogar por fin, no debía estar tan alerta como había acostumbrado últimamente. Cerró la puerta y caminó hasta el centro de la habitación. Era verdad que todo estaba mucho más limpio y carente de polvo de lo que debería estar, de modo que no pudo evitar pensar que alguien se había hecho cargo de su casa en su ausencia. Sonrió agradecido por el hecho de que siguieran acordándose de él a pesar de no haberse despedido de nadie cuando se fue, y no había dejado de arrepentirse cada uno de los días que había pasado fuera, pero sabía muy bien lo dolorosas que eran las despedidas.

Se acercó a la mesa y cogió con cuidado el cuadro que se hallaba erguido en ella. Era una foto del grupo siete en el día de su comienzo como verdaderos ninjas. Allí estaban los tres: Sasuke, Sakura y Naruto; junto a Kakashi Hatake, su sensei. Esbozó media sonrisa y siguió contemplando la imagen por unos segundos, hasta que empezó a escuchar el ruido que el picaporte de su puerta hacía cuando se giraba para abrirse.

La puerta se abrió y una figura apareció frente a Naruto. El gesto de sorpresa de ambos fue mutuo, y tanto la persona que se hallaba en el umbral de la puerta como Naruto permanecieron inmóviles, incapaces de reaccionar. Los labios de Naruto consiguieron formular una débil pregunta:

-¿Eres… tu…?

[Hasta aquí el prólogo. Me gustaría recibir todo tipo de críticas constructivas, ideas, opiniones, puntos de vista… etc, que pudieran servir para alentarme a continuar con este proyecto, que he empezado con muchas ganas y al cual, si es bien recibido, le dedicaré su tiempo necesario, gracias =D]

[Continuará]