CAP 1
Era una cueva grande, según le habían dicho, llena de historia de La Antigua Era, solo por ello ya se moría por entrar.
Inspeccionó detenidamente y con atención las grandes rocas que adornaban y abrían a entrada al antro junto con su hijo Jhonny, también un historiador muy joven, como lo había sido ella. Jhonny, a sus diecisiete años, era alto y pelirrojo, con ojos avellana oscuros, cejas finas y unas oscuras pecas adornaban su rostro, dádnole un aire infantil.
Pero Keira ahora, con treinta y cinco años, no es que se pudiera llamar joven aunque aparentara diez años menos, según lo que le decían.
Cuando por fin pudo comprobar que las rocas que aguantaban la entrada a la gruta eran sólidas, Keira puso su primer pie dentro de la cueva, chapoteando con un pequeño surco lleno de agua como un charco, mientras que, ocasionalmente, de fondo se gotas caían contra el húmedo suelo oyéndose el eco de fondo.
La cueva era oscura, ningún problema que no se pudiera arreglar con una buena linterna de casco.
Madre e hijo se miraron y asintieron. Llevaban poco equipaje, tan solo unas largas cuerdas resistentes, una linterna, un casco y un pequeño bolso de cuero.
Finalmente entraron en la cueva con la luz del casco amarillo puesta. Giraban la cabeza de un lado para otro queriendo grabar cada momento en sus mentes, grabar aquellas maravillosas rocas húmedas y antiguas. La ruta del túnel no se dividía en diferentes caminos como era normal, sino que era un sencillo pasillo a seguir, lo que era una simplicidad porque no habría forma de perderse al volver. De vez en cuando, Keira o su hijo volvían a pisar un charco que les empapaba las botas y los pantalones por fuera.
Continuaron por el camino que subía y bajaba por pequeñas montañas hasta que llegaron a un orificio en la superficie que bajaba tanto que se veía más oscuro que en lo profundo de la cueva.
- ¿Y ahora que, madre?
- Podemos bajar o dar media vuelta. Y puesto que ya estamos aquí… yo boto por bajar.
- Si tú bajas, yo también. Quiero saber a donde lleva esto.
- Como se nota que eres hijo de Keira Hagai"
El chico le sonrió a su madre, que como siempre, puntuaba que se parecía mucho a ella para remarcar que era su hijo.
Ataron bien fuerte la poderosa cuerda a una estalactita, la ligaron con su cinturón y bajaron lentamente y con cuidado.
Al llegar al fondo del ancho surco se dieron cuenta que aquel agujero en el suelo hacía un ángulo de noventa grados, como una ele. Algo que les pareció muy sospechoso, porque eso significaba que esa cueva fue hecha por humanoids como ellos, pero hace mucho tiempo. Los humanoids tenían las orejas largas y redondas por las puntas, aparte que se caracterizaban por su alta estatura, no como los humanoids de La Antigua Era, que eran algo más bajitos y con las orejas más puntiagudas.
Siguieron el estrecho sendero, hasta que diez minutos caminando dieron su fruto y comenzaron a ver algo de luz al final del túnel, a unos cien metros. Apagaron las luces de los cascos y corrieron hasta allí, cansados y motivados por encontrar por fin lo que estuvieron buscando todo el tiempo en aquella cueva; un indicio de que La Antigua Era existió.
Al llegar hasta donde provenía aquella clara luz blanca y limpia, se decepcionaron al ver que tan solo era un lago en el que se realegaban algunos rayos de sol de la pared, haciendo que diera la impresión de una gran bombilla de doscientos vatios. El lugar era amplio y, a pesar de la decepción, era precioso ver como la luz se filtraba por unos pequeños agujeros en la pared de la estancia, con grandes rocas en las que se veían reflejadas las ondas del agua, dándole un toque de movimiento a las sólidas piedras.
- Mamá, ¿Qué es esto?
- ¿El qué? - Preguntó dirigiéndose hasta donde su hijo le dijo - ¿Dónde?
- Mira, aquí - Se acercó a la pared de una de las rocas y la observó bien. Había en ella grabadas unas figuritas con redondas y muy complicadas - ¿Que es esto? - cuestionó Jhonny mientras le pasaba los dedos por encima.
- Oh, Dios mío... - dijo Keira, dándose paso hasta los pequeños gráficos - Esto es lenguaje antiguo…
- ¿Qué?
Pero la joven madre ya no le prestaba atención mientras observaba fascinada las antiguas lenguas de sus antepasados, que ahora se mostraban ante ella como una aparición del destino.
Lo limpió de polvo. Leyó en voz alta "Kramar net nurne holik nauru gur", y a continuación lo repitió traducido "Por la fuerza del destino y las profecías". Espolvoreó un poco más hacia abajo para ver una flecha que indicaba directamente al lago.
Se alejó de la roca y se asomó sobre el estanque para comprobar que después de todo no toda la luz que iluminaba no era solo de las grietas en la pared, sino que también iluminaba una tenue luz que provenía del fondo del lago.
- Jhonny, cariño. Mira eso – dijo señalándole el centro del estanque.
- ¿Qué es eso? Parece una máquina.
- Es una maquina. Ayúdame a ver por donde se abre, debe haber un interruptor por aquí cerca.
- Vale.
Buscaron por todos los rincones solo para no encontrar nada, hasta que la mirada de Jhonny se fijó en un pequeño botón muy camuflado al otro lado del lago y se lanzó al agua nadando hasta la orilla, sin escuchar los quejidos de su madre al verlo tan lanzado. Al presionar suavemente el botón marrón, la luz del fondo del lago empezó a brillar con mucha más intensidad, mientras la tranquila y calmada agua temblaba hasta hacer unas olas que se alejaban un metro de la orilla, preparando la salida a flote de la brillante máquina.
Al ser del todo visible sobre la capa de la limpia agua, esta se tranquilizó hasta solo haber la única diferencia era la gran máquina que sobresalía sobre la capa del agua.
- ¿Qué es esto? – preguntó Jhonny al llegar al lado de su madre.
- No lo se, hijo. No lo se.
La máquina era claramente metálica, de una forma cilíndrica y con la mitad delantera hecha de cristal blanco del cual la luz salía, aunque el color del cristal era opaco, seguramente debido a que por dentro haría muchos grados bajo cero y eso crearía una capa de hielo semejante.
Keira se acercó medio temerosa medio excitada por el descubrimiento y tecleó algunas teclas de las que se podían ver, perfectamente, lo que sería el panel de control de la máquina invernadero.
Se alejó lo suficiente rápido cuando oyó un fuerte soplido provinente de la máquina, que palpitaba en rojo avisando de que se estaba abriendo. Primero dejó ir toda el agua de dentro al lago y después todo el helado aire.
Aun estaba saliendo humo cuando vieron caer lo que pareció un cuerpo al escarchado lago y Jhonny se tiró al agua por segunda vez para cogerlo.
Cuando este salio de espaldas a Keira, lo cogió con los brazos por el pecho y arrastrándolo consiguió ponerlo del lado contrario a ella.
Cuando le dio la vuelta para ponerlo boca arriba, no pudo lograr apartar la mirada del rostro del chico que acaban de sacar de una máquina. Tenía unas cejas verdes, el pelo rubio verdoso muy largo que cubría la cara, de unos dos metros de largo, y unas facciones poco marcadas pero, aun así, masculinas.
