Declaración: Historia sin fines de lucro, los personajes pertenecen a Kurumada y a Toei Animation.
Advertencias: Muerte de varios personajes, lime, Universo Alterno, fic sin rigor histórico.
Pareja Principal: Shion x Dohko
Personajes Secundarios: Mu, Hakurei, Yuzuriha
Dedicatoria: A Dzeta ella lo pidió XD yo no había pensado en una continuación, pero cuando ella lo sugirió la idea surgió espontáneamente.
Comentarios adicionales: No es necesario leer "La Promesa", para comprender la historia, pero les dejo un pequeño resumen: Shion es el heredero de una hacienda, compra un esclavo para su uso personal y con el tiempo termina enamorándose de él; al enterarse Hakurei lo hace echar, pero ambos prometen que volverán a encontrarse algún día. Originalmente iba a ser un Oneshot, pero quedaba algo largo.
I
El último invierno había llegado antes; el intenso frío había marchitado los cultivos antes de la época de la cosecha y la mitad de la siembras se había estropeado. El aire seguía helando y el río estaba casi congelado y sin peces. Había escasez y hambre. Shion recorrió los campos a pie, no podía sacar a los caballos de los establos, pues el hielo les lastimaba las patas y algunos habían terminado muriendo por las heridas infectadas.
Cazó un par de conejos flacos, tan exiguos que no servirían para mucho, pero no podían darse el lujo de desperdiciarla, no con los animales muriendo de hambre y los granos amenazando con agotarse, dejándolos sin posibilidad de sembrar la próxima temporada. Era un panorama desolador, con la tierra quebrada debido al frío, los árboles muertos, los caminos vacíos.
Retomó el camino a casa, con pasos enérgicos pero cuidadosos; tendría que vender al menos un cuarto de los esclavos si quería mantener a los demás con vida, y se preguntaba si sería mejor vender solo a los hombres o vender familias completas. Había escuchado acerca de movimientos de rebelión y si se quedaba con individuos aislados, podrían tratar de escapar para reunirse.
Su gesto se llenó de amargura, había esperado mucho tiempo ser el dueño de aquellas tierras, creía que tendría el control de todo… pero nadie tenía control sobre el clima, ni sobre la naturaleza misma. Se sintió muy cansado y se sentó sobre un tronco seco, ni siquiera tenía control sobre su propia vida. Estaba demasiado atado por responsabilidades, por preocupaciones, estaba clavado en aquella tierra y no había ningún sitio a donde ir.
Escuchó el ruido de cascos de caballo y se levantó a prisa; debido al hambre muchos hombres se habían convertido en ladrones y asesinos; unas monedas, un poco de pan, incluso aquellos conejos flacos, serían motivo suficiente para pelear. Estaba fuera de la hacienda, en una zona de pradera con pocos árboles, se escondió a prisa tras uno y sacó el puñal. No tenía por qué haber hombres en esa zona, allí sólo había granjas y haciendas.
Cuando sintió al caballo casi encima, saltó hacia él, para encabritarlo. Balanceó el cuchillo un par de veces antes de reconocer al jinete. Cuando lo hizo se le escapó el aire, perdió el paso… y cayó, demasiado cerca de las patas del caballo, fue únicamente por suerte que las coces no le alcanzaran la espalda.
Dohko no había estado mirando el camino, no reconocía el lugar, tenía la impresión de haberse perdido y sólo quería llegar a un sito donde refugiarse y poder descansar. Que un hombre envuelto en varias capas de ropa saliera a enfrentarlo de aquella manera lo hizo jalar demasiado las riendas del caballo y perder el control durante un momento.
–¿Qué mierdas crees que…?
Vio al hombre caer bajo su montura y tuvo que forzar las bridas hacia atrás, para evitar arrollarlo. Bajó del animal y una vez que lo calmó se acercó. Lo reconoció de inmediato, con sólo verle los ojos. ¡Estaba allí!, lo que buscaba, lo que añoraba, ¡estaba allí mismo!
Se abalanzó hacia él con pasos apresurados, pero justo antes de alcanzarlo se detuvo. Había una expresión en la cara de Shion que no podía descifrar del todo… quizá no lo esperaba, quizá ni siquiera lo recordaba, habían sido más de diez años desde la última vez que se habían visto.
El rubio se irguió, despacio; se sentía como alucinado. Hacía tiempo que había dejado de lado la esperanza de ese rencuentro. Se había desencantado de la vida y se había dedicado a aguantarla; se dejaba llevar, hacía lo que tenía que hacer. Se casó y cuando su esposa murió junto con el hijo que debía dar a luz, no lloró, sólo los enterró. Cuando su padre contrajo sus propias nupcias para buscar sustituirlo a él, no le importó, quería dejar todo aquel peso en las manos de alguien más y sólo lamentó que el niño tardara tanto en crecer. Y en aquel crudo invierno, cuando él estaba a punto de darse por vencido, Dohko regresaba.
No se levantó, en silencio elevó una mano hacia él, no para que le ayudara, sino para que se echara a su lado. El moreno pareció entender su pedido y se dejó caer sobre sus rodillas. Se abrazaron con efusividad, con una necesidad que nunca los había abandonado. La nostalgia los había enterrado, los había alejado del mundo; se habían sentido así todo ese tiempo: apartados, vacíos.
Por primera vez en diez años Shion lloró y Dohko se sintió libre de verdad. Apretaban fuerte, firme, aunque estuvieran temblando. El frío les mordía las rodillas, pero no se movieron. Fue cayendo la noche, mas no se levantaron. La idea de romper aquel momento era intolerable.
Continuará...
