Disclaimer: Vocaloid no es mío sólo la historia
La habitación amarilla, algo desordenada y solitaria, se lograba percibir a primera vista que no había sido limpiada desde hace mucho tiempo. Emanaba desde todos lados un aire de tristeza y una sensación inigualable de soledad, pero la habitación no estaba vacía, entre las dobladas sábanas, se encontraba un rubio, durmiendo al parecer, con los cabellos desordenados y la boca entre abierta, no dejaba de susurrar en sus sueños el nombre de una persona, que al parecer era importante para él.
Rin… Rin-Decía entre sueños el adormilado rubio, con una sonrisa en sus labios y lágrimas en sus ojos. Su dulce fantasía fue interrumpida por un golpeteo en la puerta y una voz llamándolo.
Len…Len, hijo, despierta-Se logró escuchar una voz ronca, grave, aunque en tono muy bajo, a pesar de que la gran puerta amortiguaba casi todo el sonido, fue suficiente para despertar al adolescente y sacarlo de su mundo de sueños. El rubio que respondía al nombre de Len, miró con enojo la puerta para luego gritar.
¡Ya voy!- Trató de disimular su voz algo temblorosa debido al reciente llanto, cosa que no logró completamente.
Len, ¿Estabas llorando?-Pregunto su padre al otro lado de la puerta. Éste trató de abrirla, sin embargo estaba llaveada desde el interior-Hijo, abre la puerta-Suplicó su padre, en un intento por razonar con su hijo.
No-Respondió secamente Len, colocándose de espaldas a la puerta.
Del otro lado de la puerta, un rubio de edad bastante avanzada, tenía varias lágrimas cayendo por sus mejillas, tapaba su boca con su mano derecha para evitar que su hijo lo escuche llorar.
Está bien, pero... si quieres hablar, aquí me tienes, y me tendrás siempre-Esbozó una triste sonrisa, pero que no pudo ser percibida por el rubio debido a la gran barrera de madera que los separaba.
Eso es lo que más lamento-Dijo el rubio, con lágrimas en sus ojos pero soltando esas crueles palabras con una voz tan fría, e inexpresiva, que su anterior llanto, quedó en el olvido.
El padre simplemente se limitó a salir y dejar en paz a su hijo, con el llanto retenido haciéndole presión en su garganta, decidió salir de la casa, e ir a algún lugar en donde pueda estar en soledad, y así desahogarse en silencio.
El rubio se quedó la misma posición. Al notar que su padre ya no se encontraba detrás de la puerta estalló en lágrimas, dejando salir todo lo anteriormente retenido, lanzaba maldiciones al aire y se insultaba a sí mismo, continuó asé por varios minutos, hasta que el dolor de garganta se hizo demasiado y el ardor de sus ojos presente, detuvo su llanto, acostándose boca arriba, con la mano derecha cubriéndola para evitar dejar salir sus sollozos.
¿Por qué? ¿Por qué?-Seguía repitiendo el joven, tratando de calmar su llanto.-Todo es mi culpa, perdóname Rin, perdóname.-Las lágrimas volvieron a hacerse presentes en sus bellos ojos azules -¡Perdóname!-Soltó un grito desgarrador, con tanta fuerza que hizo que sus cuerdas vocales no dieran más y lo obligaran a callarse definitivamente. A tan solo media cuadra de la enorme casa, caminando el padre logró oír el lamento de su hijo, soltando un largo y grave llanto, seguido de unas dolorosas palabras.
Perdóname, Len, espero que algún día entiendas que lo hice por su bien, perdóname-Continuó llorando el adulto, caminando por las solitarias calles, extrañamente vacías a pesar de ser una mañana de lunes, en donde debería haber mucho movimiento debido a que los jóvenes comenzaban las clases, y los adultos debían irse a trabajar.
Ya una vez calmado completamente, levantó su vista, y se giró hacia un pequeño mueble que había al costado de su cama, donde había un marco con una foto de dos rubios, ambos exactamente iguales, vestidos de manera similar, arriba de una aplanadora dándose un tierno beso en los labios. Al ver esta imagen no pudo evitar formar una sonrisa, quería llorar, quería gritar, quería irse lo más pronto de esa infernal casa que solo malos recuerdos le traía y salir a buscar incansablemente aquella felicidad que cruelmente se le había arrebatado.
Te prometo que volveré, te prometo que algún día te encontraré, no me importa cuánto tiempo me lleve, ni cuánto dinero necesite, pero te prometo que no me rendiré-Dichas estas tristes palabras tomó entre sus manos la fotografía, abrazándola y estrechándola suavemente en su pecho, como si ese pequeño objeto pudiera transmitirle algo de la felicidad que sus dos personajes emanaban. Colocó devuelta la fotografía en su lugar, y observó a su lado un reloj digital que marcaba las seis y media de la mañana, había estado llorando durante media hora, debería de levantarse rápido para alistarse y lograr llegar al colegio, cambió su centro de atención hacia la ventana de la habitación, la cual se encontraba abierta completamente, y logró distinguir un cielo gris, apagado, sin ningún rastro aparente del sol. Suspiró tristemente.
Desde el día en que te apartaron de mí, el cielo perdió su color-Dijo mientras volvía a acostarse.-No iré a clases, después de todo no me hace falta-Terminó de decir mientras se disponía a dormir de nuevo.
Y la verdad es que tenía razón, él era el mejor estudiante de todo el colegio, su promedio siempre fue de diez, todas las chicas, sean de primero segundo, tercero, cuarto o quinto año, estaban completamente enamoradas de él, cómo si a su alrededor hubiera una especie de droga que actúa como afrodisíaco, la cual lleva consigo y esparce por todo lugar al que valla. Sin embargo, aunque las chicas hicieron hasta lo imposible por tener un poco de su amor y atención, él las rechazaba fríamente, pues no quería a nadie cerca suyo, sus demás compañeros no le hablaban, pero no porque no quisieran, sino por el simple hecho de que el que se atreviera a hablar con el rubio terminaba despreciado, obligado a retirarse con la cola entre las patas como un simple perro al que su amo regañó.
No había persona alguna que se atreviera a hablarle, sabiendo de su reputación de chico solitario y cruel, pocas personas sabían cómo era en realidad antes, un chico dulce, y alegre que irradiaba juventud y felicidad por donde se lo mirase, que tenía amor por la vida, pero desde ese día, el rubio cambió drásticamente, reemplazó los vivos colores de sus ropas por unos tonos grises, negros, y pocas veces marrones, si se encontraba de "buen humor" si rechazar a cualquier persona sólo evitando la palabra "lárgate" al final, podía llamarse buen humor.
Las únicas dos personas que podían mantener un leve contacto con él eran un chico peliazul, con ojos del mismo color, que siempre vestía una bufanda, tenía diecisiete años, un año más que Len, y una rubia, de cabellos y ojos ámbar, el cual siempre llevaba recogido en una cola de caballo en el lado izquierdo de su cabeza, ella tenía dieciséis años, iba al mismo curso que Len, y se sentaba a unos bancos más adelante que el.
La única persona con la que podía ser él, descargarse y hablar, era la bibliotecaria del colegio, una mujer dulce de veintitrés años, de cabellos blancos siempre atados un una cola baja con un moño blanco detallado en violeta, y ojos profundamente rojos, los cuales daban una primera impresión algo dudosa, pero al conocerla bien, podía denotar su dulzura y afición por los libros, tenía un oscuro pasado el cual trataba de ocultar a toda costa, a los dieciséis años, su madre falleció, dejándola sola con su padre, pronto calló en el vicio de la bebida por dos años, hasta que su padre la echó de la casa, obligada a ir a rehabilitación, en donde logró salir adelante, y conseguir trabajo como bibliotecaria a los diecinueve en uno de los colegios más reconocidos de Japón.
Conocía desde hace unos años al rubio, desde que él tenía doce, siempre que tocaba la campaña que anunciaba la hora del almuerzo, el llegaba junto a una niña de igual aspecto, ambos con sus bentos, y se sentaban los tres a leer libros, representarlos y a veces Haku aceptaba leerles algunas historias infantiles.
Se encontraba en un estado entre el sueño y la vigilia, cuando una melodía cantada por una voz aguda y dulce resonó por toda la habitación, sin ganas agarró el celular que reposaba sobre su mesa de luz, viendo el nombre en el identificador de llamadas contestó vagamente.
¿Qué quieres, Neru?-Cuestionó Len bostezando.
Len, ¿No vendrás a clases? Kaito y yo te estuvimos esperando-Se escuchó a través del altavoz
No me hace falta, hoy… no desperté bien-Simplemente contestó el rubio recordando el pequeño altercado que tuvo con su padre esa mañana.
Len, sabes que puedes contar con nosotros, sabemos que duele, nosotros también extrañamos a-Antes de poder terminar la frase, la persona con la que estaba hablando cortó.
Había cortado la llamada por el simple hecho de que no quería que se lo recordasen, no quería que re recordaran que duele, no quería que le recordaran que sufre, no quería que le recordaran que ya no está, con un agudo dolor en el pecho comenzó a marcar varios números en su celular.
Por favor, contesta-Rogaba porque la persona a la que llamaba contestara.
¿Hola?-Por fin, pensaba el rubio, esbozó una media sonrisa con tristeza.
Hola, Haku-san ¿Podría ir a la biblioteca a hablar con usted?-Preguntó tímida y tristemente el rubio.
¿Len-kun? Por supuesto, ven te estaré esperando-Se escucharon algunos ruidos en medio de la llamada, sillas siendo arrastradas y algunos libros cerrándose –Hoy no hay nadie, estaré en "El reino secreto"-Anunció en tono nostálgico la peliblanca, emoción que pasó al joven que estaba al otro lado del altavoz.
Si… voy en camino-Colgó el teléfono, se levantó de la cama y se preparaba para ir a la biblioteca.
Salió de su casa vistiendo pantalón y zapatos negros, una remera de color verde musgo, con la frase "Hate the life" escrita, su cabello estaba recogido en su típica coleta alta, con el flequillo despeinado como siempre, traía una campera de cuero negra en sus manos, pues al parecer haría frío esa tarde.
Al llegar a la biblioteca escolar, ubicada en la entrada del colegio, entró por una puerta de bordes blancos hecha de vidrio, y pudo observar como en ese lugar no había ninguna persona, rápidamente pasó por una puerta de madera que le llegaba hasta las caderas hacia el escritorio en dónde la bibliotecaria siempre debería de estar, caminó entre unas estanterías llenas de libros hasta que llegó a una puerta de madera clara. Sonrió tristemente al recordar cómo de niños solían ir allí para encontrarse con su amiga mayor, sacó una pequeña llave de su bolsillo y abrió la puerta con ella, encontrándose con una peliblanca vestida con una pollera negra ajustada unos centímetros antes de las rodillas, una camisa blanca y unos tacones del mismo color que la pollera. Inmediatamente la peliblanca señaló una silla a su lado, Len tomó asiento, y sin poder aguantar más su dolor rompió en llanto recargándose en el hombro de la bibliotecaria, quién le abrazó la cabeza maternalmente, consolándolo.
Len-kun, dime ¿Qué es lo que te ocurre?-Preguntó sabiendo la respuesta por antemano que le iba a dar el rubio.
La extraño-Dijo entre jadeos el joven, abrazando más a la peliblanca, esperando tener un consuelo por parte de esta.
Yo también, Len-kun-Comenzó a disminuir su tono de voz-Yo también-Y comenzó a llorar en silencio, levemente esperando que el rubio de desahogara.
La amaba, Haku-san, aún la amo, y la extraño… ¿Qué tiene de malo amar a una persona? ¿Qué tiene de malo querer protegerla de todo mal? ¿Qué tiene de malo querer besar a esa persona? ¿Qué tiene de malo querer abrazarla? … ¿Qué tiene de malo que esa persona sea tu propia hermana gemela? –Rompió en llanto el joven rubio, esperando la dichosa respuesta de la mayor.
Nada, Len-kun, nada-Dijo convencida mirando al techo la bibliotecaria-Lo único malo, lo único injusto, el único error del mundo es la sociedad, hipócrita, que no tiene nada mejor en el mundo que criticar la vida de las personas-Afirmó con rabia secándose las lágrimas.
Pero, tal vez hice algo malo, algo imperdonable, que hizo que merezca este castigo-Intuyó el Kagamine.
¡Por supuesto que no!-Dijo casi gritando la mujer-Len-kun, ni tú, ni Rin, hicieron nada malo, los únicos equivocados fueron sus padres, al tomar semejante decisión tan precipitadamente, como si fuera que estar alejados de por vida los fuera a "curar" o "arreglar" así de simple, como si fueran simples robots, o aparatos que con solo mover unos circuitos se olvidaran de todo, el único error fue la decisión de sus padres, no de ustedes-Concluyó Haku soltando al rubio para mirarlo a los ojos.
Tienes razón Haku-san, ellos son los culpables-Afirmó Len.
No me malentiendas, el que ellos hayan tomado decisiones equivocadas, no significa que debas odiarlos, primero debes conocer el motivo de sus acciones para saber el porqué de sus errores, lo único que intentaban hacer era protegerlos-Trató de corregirse la mujer.
¿Protegernos? ¡¿Protegernos?!-Comenzó a gritar el alterado rubio-¡¿De qué querían protegernos?! ¡¿De nosotros mismos?! ¡¿Como si fuéramos vulgares animales salvajes que en cualquier momento atentemos contra la vida del otro?!-Gritó entre llantos y jadeos un destrozado Len, dejando que su ira lo dominara.
No, Len-Simplemente dijo Haku, con una sonrisa melancólica en su rostro- Ellos no entienden su punto de vista eso es todo-
Pe…Perdón, Haku-san, no debí gritarte, eres la única persona que lograba entendernos, y ayudarnos cuando nadie más lo hacía, no debo pagarte de este modo-Se arrepintió Len bajando la mirada y relajándose.
No importa, se que estás alterado, Len-kun ¿Estás comiendo bien? ¿Te sientes bien físicamente?-Preguntó preocupada la mujer.
No fue sorpresa para el rubio que la mujer se preocupara por u salud y bienestar, después de todo siempre fue así, ella desde pequeños cuidaba muy bien de los gemelos, pero no porque ellos lo necesitaran, o porque en su hogar no había los recursos para subsistirlos o cómo si sus padres les prestaran atención, para nada, los Kagamine eran una familia de clase media-alta, con recursos más que suficientes para vivir cómodamente, y los padres de los gemelos, eran probablemente las personas más amorosas y responsables del mundo, siempre atentos a la más mínima necesidad de sus hijos, dispuestos a responder cualquier cosa, antojo, capricho, o lo que fuera que alguna vez necesitasen.
Haku siempre fue como una segunda madre para los gemelos, desde que se conocieron Haku vio a los hermanos como los hijos que siempre deseó, pero nunca tuvo, y se dispuso a cuidarlos en caso de que lo necesitasen, nunca deseó que las cosas terminaran como en el presente, pero ya nada se podía cambiar, no había vuelta atrás, sólo quedaba seguir luchando para salir adelante.
No como mucho últimamente, perdí alrededor de siete kilos, y el único dolor que tengo no se puede curar con una simple inyección-Al escuchar esas palabras la peliblanca palideció totalmente, abriendo sus ojos de par en par.
¡Len-kun! ¡¿Cómo es posible que no te cuides?!- "Y ahora viene el sermón" pensó Len dando una pequeña sonrisa de lado-Haku-san, gracias por preocuparte por mí, sabes que desde ese día en el que decidimos hablarte de nuestro "caso", con Rin, fuiste nuestra única confidente, y amiga verdadera- Comenzó a relatar el rubio- Pero… desde el incidente – Esbozó una sonrisa y entre lágrimas dijo- Tu te transformaste en la única figura materna que ahora tengo- Haku no pudo evitar soltar varias lágrimas- No solo eres mi única figura materna, también eres mi único ejemplo, mi modelo a seguir, y mi soporte, contigo puedo ser quien soy, aliviarme, y eso es lo que más aprecio en el mundo, gracias-Finalizó Len entre hipidos, llanto, y agradecimiento.
Haku estaba en shock, esas eran las palabras más conmovedoras que le habían dicho en su vida entera, le hicieron saber que, tal vez para las demás personas no era nada más que una bibliotecaria que trabajaba en la escuela para mantenerse, pero para Len, era algo más, era una madre, un ejemplo, un modelo a seguir, y eso, la hizo sentir menos inútil, le hizo saber que alguien la apreciaba, alguien confiaba en ella, lo cual hizo que su corazón rebosara de una inmensa alegría, sabía algo, solo una cosa, nunca debía fallarle ni a Len, ni, aunque no esté más con ella, a Rin. Abrazó al Kagamine, quien correspondió de inmediato el abrazo, llorando en su pecho, mojando levemente su camisa blanca y su identificación de la biblioteca.
No, Len-kun-Dijo secándose las lágrimas mirando a los ojos celestes del joven-Gracias a ti, por darme una razón por la cual seguir viva, y dos personas, por las cual luchar-Abrazó al rubio por última vez, de manera corta, hasta que su compañero dejo de llorar y pudo calmarse.
Ven, vamos a comer algo, es por tu bien, recuerda que… ella no hubiera querido verte así-Comentó la bibliotecaria
Tienes razón, Haku-san, muchas gracias-Agradeció Len mientras se ponía de pie
Yo invito, te compraré un banana Split, tu favorito ¿Qué te parece?-Dijo feliz Haku tomando por los hombros al Kagamine y guiándolo hacia la salida.
Gracias, creo que, algo frío no me vendría nada mal-Dijo esbozando una sonrisa
Así se habla, vamos-Dicho esto cerró con llave el pequeño escondite.
Se abrieron paso entre las enormes estanterías, pasando por la pequeña puerta de madera que separaba el área de los estudiantes del escritorio de la bibliotecaria, al salir de la biblioteca siguieron caminando por un sendero gris, hasta lograr salir de la escuela y perderse de vista entre las veredas llenas de gente.
Konnichiha mina-san! (si, aprendí como escribir hola en japonés, ahora tomo clases de ese idioma :D) tarde mucho, porque en cierta parte no supe como continuar, pero ¡Watashi ha, eh vuelto! Espero reviews Sayonara minna-san
