La habitación no era especialmente grande, lo suficiente para una camilla, una especie de escritorio y una silla. Olía a desinfectante y tinta. El rubio se hallaba sentado en el borde de la camilla cubierta con papel, mirando todos los dibujos y cuadros del lugar. Eran geniales, podías sentir el poder que transmitían. Old school, new tradicional, realista.. Cualquier estilo que te viniera a la cabeza estaba en esa habitación de la mejor forma posible. Escuchó la puerta abrirse y notó su corazón latir todavía más fuerte, cada vez quedaba menos.

-Buenas, soy Otabek, seré tu tatuador-

Yurio abrió los ojos como platos al ver al kazajo. Llevaba una camiseta de tirantes muy abiertos, dejando ver hasta sus costillas. Bueno, todo lo que no estaba cubierto de tinta. El chico, bien musculado y algo bajo -algo más que el rubio- le tendió la mano -también recubierta de tinta- y él se la estrechó aún iluminado por lo que sus ojos veían.

-Eras tú el chico del cachorrito en el pecho, ¿verdad?- el rubio abrió la boca y estaba a punto de pegarle un grito hasta que vio una ligera curvatura en el bello rostro. -Es broma, es broma. Tigre albino en la espalda- Yurio cerró la boca pero mantuvo el ceño fruncido. -¿Es tu primer tatuaje?- preguntó el kazajo abriendo una gran carpeta.

-Sí- dijo aún arisco el ruso. Vio la dubitativa mirada del moreno y acentuó el ceño fruncido. -¿Algún problema?- el kazajo se llevó la mano a la nuca y le miró de arriba a bajo.

-Puede que sea demasiado un tatuaje de espalda para un primerizo- se acercó y acarició suavemente su mejilla, dejando a Yurio sonrojado y sin respiración. -Sobretodo para alguien con una piel tan fina como tú- se apartó y vio como el rubio apretaba la mandíbula. -¿No tienes nada más pensado o algo que te gustaría hacerte? ¿Un poco más pequeño, tal vez?-

-No- dijo inmediatamente, claramente empezando a cabrearse. -Tiene que ser este, el primero debe ser este- mantuvieron un duelo de miradas hasta que el kazajo desistió.

-Está bien, pero luego no te quejes ni me des mala fama por no poder aguantarlo- Yurio gruñó antes de quitarse la negra camisa.

-Puedo con todo-

-Si tú lo dices..- sacó de la gran carpeta el papel donde ya estaba copiado el gran tigre de forma realista. Se le veía de cara, como si caminara hacia su presa. Limpió toda la espalda con desinfectante y bajó aún más la ropa inferior del chico, dejando medio trasero al aire y a un más que sonrojado Yurio. -No te emociones, es para tener más movilidad- dijo burlesco Otabek, haciendo que el rubio temblara de rabia. Después posó el papel sobre la blanca piel de su lienzo y al retirarlo todo quedó grabado, un montón de lineas más o menos gruesas que dejaban un claro tigre. -Ya puedes tumbarte- Yurio obedeció y giró el rostro hacia donde estaba el tatuador, colocándose unos guantes de goma negros y preparando la tinta y la máquina. Le parecía más que atractivo y más que capullo así que no sabía qué pensar. Decidió hacerse una coleta mientras acababa y no de preparar las cosas y cuando el kazajo se giró haciendo sonar la máquina le miró un segundo, como viéndole por primera vez. Y aunque a Yurio le pareció que había sido cosa suya, Otabek dejó unos momentos para contemplarle, sonrojando progresivamente al agresivo rubio.

-¿Tengo algo en la cara?- preguntó volviendo a fruncir su ceño para ocultar su clara vergüenza.

-Tus ojos- el punto máximo de rojez de Yurio fue alcanzado en ese momento. -Me he pasado horas mirando ese tigre y.. Tenéis la misma mirada- se encogió de hombros y siguió con lo suyo. -Bien, voy a hacerte un pequeño trazo para que sientas como va a ser esto. ¿Preparado?- el rubio seguía sin aire por su último comentario, así que asintió suavemente. -Bien, allá voy- justo después del primer sonido que emitió la máquina, Yurio sintió el trazo marcarse sobre su piel y aunque esperaba que doliera, no era tanto como esperaba. -¿Y bien?-

-Eres un exagerado, podría hacerme el tattoo de una sola sesión- tras decir eso escuchó por primera vez la carcajada del kazajo.

-No te lo crees ni tú- dijo acercando su rostro al del rubio. -Si consigues aguantar ya no el tattoo entero, más que nada porque es imposible para los dos, si no el primer tercio, te lo pago yo- dijo elevando una ceja entretenido. -Si no lo aguantas, me lo tendrás que pagar tú y me tendrás que dejar que haga un par de pruebas en ti y encima deberás pagarme esos tatuajes también-. Los zafiros se abrieron como platos.

-¿Qué? Ni de coña- dijo casi gruñendo, acercando todavía más su rostro al moreno, casi rozando sus narices. -Si aguanto deberás hacerme los demás tatuajes que quiera gratis. Si no lo aguanto.. Tendrás tres horas de tatuarme lo que quieras y te lo pagaré, pero deberás experimentar con lo que yo quiera- al principio se sorprendió, pero después volvió a sonreír casi malévolamente.

-Tú lo has dicho- se tronó los dedos y volvió al tatuaje. -Si sientes un gran dolor o que quieres parar, no dudes un segundo en avisarme- Estuvieron casi cinco horas en silencio, amortiguado por el constante sonido de la máquina y algún que otro suspiro por parte del rubio. -Vaya, al final tendré que pagarte tus demás tatuajes- dijo sin parar de tatuar y al no escuchar ninguna respuesta se separó de la manchada espalda para mirarle y lo que vio le chocó hasta el punto de sentirse culpable. -Oye.. ¿Te encuentras bien?- el kazajo se mordió el labio preocupado.

El rubio se encontraba con los ojos cerrados, mientras las lágrimas creaban un pequeño río en la montaña nevada que era su rostro. -Eres idiota, ¿estás muriéndote de dolor por una mísera apuesta?- limpió y ungüentó bien el tatuaje y cuando empezó a taparlo a base de gasas Yurio al fin pudo hablar.

-¿Qué estás haciendo? ¿Ya hemos acabado?-

-Ni de coña voy a seguir tatuandote en estas condiciones- dijo severo, sorprendiendo al dolorido Yurio.

-Soy el cliente y harás lo que diga-

-Soy el tatuador y si quieres que te acabe el tatuaje, esta sesión acaba aquí- dijo pasando la mano suavemente sobre las gasas y viendo la mueca de dolor en el rostro del rubio. -Te he dicho que tenías la piel muy fina, esto te va a hacer polvo- acabó de colocar las gasas mientras le echaba una que otra mirada al rubio de morros. -Supongo que tendrás alguien en casa que pueda ayudarte con los cuidados, ¿verdad?- preguntó mientras acababa de vendarle. -¿Verdad?- dijo acariciando nuevamente la zona vendada.

-¡Ah! ¡No! Vivo solo y sanará solo- dijo casi sacándole las uñas antes de deshacer la coleta, dejando de nuevo el fino cabello revolotear libre. Una sonrisa tenebrosa se marcó en el rostro del tatuador.

-Tú, pequeño gatito, tienes dos opciones. Uno: O me voy a vivir contigo o Dos: te vienes a vivir conmigo-

-¿Quéeeeee?- empezó a negar con la cabeza. -Ni de coña, suficiente deberé aguantarte durante estas sesiones- dijo plantandole cara, dejando clara la diferencia de altura.

-Mira cachorrillo, si no quieres morirte de una infección vas a escoger una de esas dos opciones. Serán dos semanas de ver mi careto y eso equivale a un tattoo de puta madre para toda tu vida, ¿me entiendes? Pues eso, te vienes a casa- a pesar de la diferencia de altura, el kazajo intimidaba bastante más, haciendo a la fuerza salir el lado tímido del rubio.

-No.. Te vienes tú, no puedo dejar a Piro solo- dijo sonrojado, agachando la mirada, dejando más que desconcertado al kazajo.

-¿Piro?- le miró más que extrañado.

Un par de horas después, tras cerrar el local e ir a casa del kazajo a buscar su ropa y demás pertenencias necesarias para esos días, se encontraban en la puerta de entrada de la guarida del rubio.

-Está un tanto desordenado, así que no mires mucho- dijo de nuevo con su tono más agresivo, algo que interiormente divertía al moreno.

-Vaya, pensaba que sería más grande, pero ya veo que tienes un piso de soltero hecho y derecho- dijo burlesco y casi pudo distinguir fuego en los zafiros ajenos.

-¡Piro!- Yurio sonrió como no había hecho desde que había salido de casa a su amado gatito, era un precioso Siamés. Fue hasta el rubio y se preparó para ser levantado, ya que era lo que hacía siempre al llegar a casa. Espachurrarle un rato.

-Pingajo, este es Piro. Piro, puedes mearte en sus cosas- aunque lo dijo con un tono un tanto desconcertante, Otabek se quedó sin habla al ver esa faceta del rubio quién empezó a acariciar y besuquear a Piro. Dejó caer las bolsas viendo la escena y se acercó a él.

-¿Puedo?- dijo levantando lentamente la mano, y aunque receloso, Yurio le acercó al minino.

-Decide él- dijo apartando la vista. Otabek sabía más que bien como tratar con los gatos, le encantaban. Acercó la mano con la palma hacia arriba poco a poco, dejando que el gatuelo le olfateara y para su sorpresa, era más mimoso de lo esperado. Restregó su cabeza contra la mano y así empezó a acariciarle.

-Pero que cosita..- dijo embobado con la belleza minina y a Yurio le pasó lo mismo que le había pasado a él. El verle tan vulnerable, tan dulce le dejó sin palabras. Le pasó el gato y vio como le aceptaba sin problemas. "Así que ya no me quieres eh", se dijo interiormente viendo de reojo cómo se posicionaba bien en los musculosos y tatuados brazos y, el colmo fue cuando empezó a ronronearle. Cogió las bolsas y las llevó a su habitación refunfuñando mientras escuchaba los comentarios sobre lo mono que era el felino y como vio que iba para largo, decidió cambiarse. Se había puesto ya el pantalón corto del pijama cuando el moreno apareció por la puerta -aún con Piro en brazos-

-¿Qué haces?- preguntó al ver al rubio ponerse la camiseta.

-Plantar flores, ¿a ti qué te parece?- dijo cruzándose de brazos.

-Me parece que te lo vas a quitar y vamos a ir al baño- el rubio abrió los platos como ojos mientras se le subían los colores. -Vaya gatito, que mente más sucia tienes- dijo burlón con una sonrisa pícara. -Hay que lavar el tatuaje- Yurio suspiró y volvió a quitarse la camiseta.

-Te acabo de conocer, ¿por qué se supone que haces esto? Y aún peor, ¿por qué estoy cediendo?- dijo casi gruñendo. Otabek se le acercó hasta casi rozar sus labios.

-Porque mis asiáticos encantos destruyen cualquier tipo de voluntad- dijo con un rostro serio pero con un ligero tono de burla. Yurio apretó los labios y después le sopló en la cara.

-Como se te ocurra hacerme algo raro te machaco- el moreno levantó las manos con una sonrisa inocente.

-Nada que no me pidas-

-Bien- con paso malhumorado se dirigió al baño con el kazajo tras él hasta que repitió sus palabras en su mente y las entendió: "Nada que no me pidas". Notó cómo le subía la sangre a la cabeza, ese pedazo de idiota.. Llegaron al pequeño baño y el rubio se quitó la camiseta, dejando al aire su delgado aunque también trabajado torso junto a una espalda vendada.

-Vas a tener que quitarte también los pantalones- si las miradas mataran, Otabek acabaría de morir -bueno, si quieres mancharlo es cosa tuya- Yurio arrugo el morro, enseñando los dientes, como un tigre -o un gatito- cabreado y así lo hizo. Sin pudores, se quitó toda la ropa inferior y rápidamente se ató una toalla a la cintura.

-La toalla es para lavar así que no me importa mancharla- dijo más bien en un gruñido mientras se hacía una rápida coleta y se metía de cara en la ducha, dejando así la espalda hacia donde se encontraba el -no tan invitado- invitado. Otabek no dijo nada mientras se lavaba bien las manos y le quitaba el vendaje.

-Es una obra de arte..- dijo pasando los dedos suavemente por la blanca cintura, poniendo la piel de gallina al rubio, cosa que no mencionó pero no pasó desapercibida. -Cuando lo acabe será de los mejores tatuajes que habré hecho, vaya que sí- empezó a lavarlo con suaves toques de agua. Después, con un buen trozo de papel, absorbió la gran parte de agua a base de ligeros toques y acabó. -Dentro de unos veinte minutos te pondré la crema, hasta entonces no apoyes la espalda en ningún sitio- salió del baño y respiró hondo. Podía ser muy serio o burlón de puertas para fuera, pero no podía engañarse a sí mismo, ese rubio le iba a matar de lo precioso que era. Tan delicado y a la vez tan fuerte, esa doble esencia de indomable y sumiso.. Por supuesto que no iba a dejarlo pasar.

Se sentó en el sofá y sacó el paquete de tabaco sin pensar, al igual que el gesto de sacar el cigarro y encenderlo, le era tan natural como respirar. Piro se le echó encima mientras daba la primera calada. Cerró los ojos y pensó dónde acababa de meterse.

-Van a ser unas semanas entretenidas, desde luego- no percibió la zapatilla voladora hasta que chocó contra su cabeza, sacándole de su ensoñación.

-Si vas a fumar te vas a la galería, o a la terraza pero no me apestes el piso, idiota- el moreno chistó y se levantó.

-¿Y dónde se supone que hay alguna de esas dos cosas?- el rubio se avergonzó al recordar que no había acabado de enseñarle la casa. Se metió en la cocina con el kazajo tras él y abrió una puerta que había al final.

-Aquí está la galería- se dio la vuelta y fue a la habitación y allí había una puerta corredera de cristal -eso de ahí es la terraza, ahora vete para fuera antes de que me lo apestes todo-

-Sí, señor- se llevó la mano derecha recta a la frente haciendo un taconazo de lejía antes de abrir la puerta y salir a la terraza. El rubio dio un golpe de cabeza, haciendo agitar ligeramente su melena cuando pasó por su lado, mirándole desde unos centímetros más arriba. Después, se fue farfullando y empezó a recoger un poco -porque sí, tenía la casa bastante desordenada- mientras el kazajo se dio una vuelta por la terrazita y pudo observar que era casi más grande que la casa y que al rubio -al contrario que la broma que le había hecho anteriormente- le encantaban las plantas, ya que tenía más de una veintena repartidas por la terraza. El cigarro se le hizo corto, así que se encendió otro, y aunque había pensado en dejar la colilla en una planta, decidió guardarla y tirarla cuando entrara, si el rubio se encontraba una colilla en una de sus amadas plantas no se imaginaba lo que podría hacerle. Al acabarse el segundo hizo lo mismo y volvió a entrar, se lavó bien las manos y cogió la crema.

-Misheta*, ven aquí- llamó divertido y claramente no obtuvo respuesta -Yurio-

-¿Eh?-

-¿Qué haces?- dijo mirando curioso por el marco de la cocina.

-Tocar la flauta, ¿qué te pasa con preguntar las cosas que ves?- dijo batiendo unos huevos.

-¿Me estás haciendo la cena? Oh, si está buena aceptaré tus sentimientos- dijo melodramático el moreno y el rubio le dio la espalda. Perfecto. Se acercó y sin previo aviso empezó a aplicarle la crema.

-¡Ah! Joder Ota, que susto- dijo dando una buena bocanada de aire.

-¿Ota?- se sorprendió el moreno.

-Ah, ¿tú puedes llamarme "misheta" y yo no puedo abreviar tu nombre?- dijo alzando una ceja -te he escuchado, idiota- echó el huevo batido a la sartén mientras el kazajo le seguía echando la crema, divertido.

-Te pagaré un alquiler. Y la comida si así lo quieres- dijo el moreno observando la figura frente a él.

-No te preocupes, no me hace falta. Mientras no me quemes el sofá o la cama me vale- dijo pasando la tortilla recién hecha de la sartén a un plato y empezando a batir otro par de huevos. El kazajo vio su oportunidad en ese momento. Pasó sus manos de la espalda a la cintura y de ahí empezó a subirlas, llegando a acariciar la blanca tez del pecho ajeno.

-Puedo pagarlo de otra forma- susurró rozando su oreja con sus labios, haciendo temblar aún más al rubio entre sus brazos, quien poco a poco dejó el plato en la encimera y llevó sus manos a las morenas en su pecho. Giro un poco su rostro hacia donde se encontraba el del kazajo y de igual forma le susurró.

-¿Qué.. Crees.. Que.. Estás.. HACIENDO?- le pegó un codazo en las costillas y le echó de la cocina a patadas. -Te he dicho que como me hicieras algo raro te mataba, esto es sólo un aviso- dijo sin atreverse a mirarle. Cerró la puerta de un golpe y el kazajo se quedó en el suelo, con los ojos como platos, mirando aún hacia la puerta. Sí que le iba a costar faena hacerse con él. En cambio el rubio estaba que echaba humo, tanto por la vergüenza como por el cabreo. Sí que tenía ya una edad -sus recién cumplidos 18 años- pero en cuanto a amores y demás no tenía ni idea. Claro que notaba que de una forma u otra le atraía el tatuador, pero no sabía reaccionar bien a cómo se sentía. Acabó la tortilla y suspiró.

-Tú, a comer- dejó los platos y cubiertos sobre la pequeña mesa y fue a coger un par de cervezas.

-No, no bebo- el rubio encogió los hombros y fue por agua. Mientras el kazajo abrió la cerveza y le dio un trago. Al volver al rubio le dio un tic en el ojo. -Oh, ¿he dicho que no bebo? Perdón, quería decir que prefiero que no bebas después del tatuaje. Una cerveza no hace nada, pero por si acaso- dijo guiñandole un ojo. Casi podía oírse el chirriar de los dientes del rubio.

-Lo siento, pero voy a necesitar más de una para aguantarte aquí.. ¿cuanto? ¿Un par de días?-

-Un par o tres de semanas- dijo antes de darle otro trago.

-¿Perdona?-

-Perdonado-

Un silencio se instaló en la habitación. El rubio fue a la cocina y al volver se trajo un paquete de seis cervezas.

-Ya me lo retocaras si le pasa cualquier cosa, que para eso te pago y te aguanto-

-Bueno, como veas. Cuanto más tenga que retocar más sesiones necesitaré y más veces vendré a hacerte compañía- el rubio cogió el cuchillo y lo cogió de una forma poco convencional, más para apuñalar que para cortar comida. Respiró y empezó a comer. El kazajo le siguió y así tuvieron la cena más silenciosa junto a otra persona de sus vidas. Al acabar se sentaron en el sofá y pusieron la tele.

-..Katsuki Yūri y Viktor Nikivorof ganan por tercera vez consecutiva la medalla de..- el rubio cambió de canal y al moreno pareció ver un deje de dolor antes de que pusiera Disney Channel -A continuación Prodigiosa: Las aventuras de Ladybug y Chatnoir-

-¿Te gusta Ladybug?- preguntó sorprendido el kazajo.

-¿Algún problema?- mientras lo decía, el moreno le tendió la mano. En el dedo anular de la mano derecha tenía tatuada la huella verde representativa del felino héroe. -¡Uoooh! ¿A que es genial? ¿Has visto los orígenes?-

-¡Por supuesto! Que preciosidad..- y así, entre héroes y cervezas fueron como quien no quiere la cosa adentrándose en la vida del otro.

-¿Y cuanto llevas tatuando?- dijo un ligeramente mareadillo Yurio con su quinta cerveza en la mano.

-Desde los dieciocho- respondió igual de agusto el kazajo frente a su también quinta cerveza.

-Ah.. ¿Y cuantos tienes?- dijo apoyando su mentón en su puño.

-Veintidós-

-Me duele admitirlo, pero he visto muchos de tus trabajos y son fantásticos-

-Muchas gracias, me halagas- dijo con falsa modestia. -¿Y tú? ¿A qué te dedicas?-

-Hasta hace poco era patinador profesional. Ahora soy profesor-

-¿Es demasiado preguntar el por qué de tu retirada?-

-Ja, no tranquilo. No es como si me hubiese pasado algo traumático o algo por el estilo es simplemente que.. Gané tres años seguidos y pensé que la mejor manera de inmortalizar mi arte era transmitiéndoselo a otros- dijo el rubio encogiéndose de hombros. -Supongo que en cierta forma haces lo mismo, ¿no? Dejar una parte de ti en los que tatuas-

-Sí, supongo que sí-

-¿Supones? ¿No es así?-

-Claro que dejo parte de mí en cada tatuaje pero.. Los clientes siempre vienen: "Quiero esto", "de esta forma", "no, así no, de este estilo".. Apenas puedo improvisar o hacer algo a mi propio estilo. -Se quedó un momento sumido en sus pensamientos- Me apasiona lo que hago, claro que dejo mi marca, es sólo que.. Siempre he soñado con que alguien confiara lo suficiente en mí para dejarme escoger absolutamente todo, conocerle lo suficiente para saber lo que quiere y como..- Yurio sonrió

-A mí me echaron bronca por saltarme las reglas en una competición, era demasiado joven para hacer un salto y al final lo quité del programa. Pero, cuando por fin pude hacerlo libremente en las competencias.. Fue lo mejor que pude hacer, fue increíble- miró al kazajo a los ojos antes de desviar la mirada.-Te dije que podrías experimentar así que.. Déjame ser tu cuádruple salchow- y con esa frase le brindó la sonrisa más cálida que le había dedicado a alguien desde que se había mudado a Barcelona, calentando así el corazón helado del kazajo. El moreno le acarició el rubio mechón de pelo libre que tenía por flequillo antes de acariciarle la mejilla y bajar a base de caricias hasta su mano.

-Gracias, Yurio- susurró antes de besar el dorso de su mano, dejándole más que sonrojado. -Si no fuese porque tienes la espalda hecha polvo ya estarías tirado en el sofá gritando mi nombre- lo dijo con una sonrisa tan inocente que a Yurio le costó entender lo que acababa de decir. Retiró la mano y fue a pegarle una hostia que él paró fácilmente. -Es broma, es broma- dijo riendo mientras paraba los golpes que intentaba darle el rubio.

-¡Ah! ¡Me voy a la cama!- se levantó y tras un muy ligero tambaleo se fue a la habitación y después volvió a salir. -¡Vete a la cama!- dijo cruzado de brazos.

-¿Qué dices? ¿Quieres que durmamos juntos?- le dijo levantándose. El rubio decidió dejar pasar el comentario. -Puedo dormir en el sofá, no te preocupes-

-Insisto, al fin y al cabo estás aquí por mí- como le había quedado muy flojo añadió un -idiota-

-Tienes una cama de matrimonio, ¿quieres que durmamos juntos?- vio la mirada asesina del rubio y empezó a explicarse. -No creo que sea lo mejor que duermas en un sitio tan estrecho y encima con respaldo, te vas a hacer polvo la espalda en todos los sentidos- levantó la mano y recitó: -"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas"**- se dio cuenta de que inspirarse en los Merodeadores en esos momentos no era buena idea. -Quiero decir, que no pienso hacer nada raro- dijo con una sonrisa como bandera blanca. El rubio le miró de arriba a abajo.

-Es que no me pareces de fiar, no te preocupes, dormiré en el sofá- la cara de muerte sentimental de Otabek fue digna de ser comparada con "El Grito".

-Está bien..- se fue cabizbajo y allí se cambió y tumbó en la cama. Se encendió un cigarro y apagó la luz. -¡Vete fuera!- no había pasado medio minuto antes de que Yurio captara el olor del tabaco. Otabek se levantó pesadamente de la cama y salió a la terraza. No lo hacía queriendo, era sólo que.. Lo hacía sin pensar. Un vicio era un vicio. Al entrar decidió darle un último vistazo a Yurio y le vio tomando un vaso de leche con chocolate.

-Buenas noches-

-Buenas noches- respondió el rubio con un bigote de chocolate. El kazajo sonrió y antes de girarse se señaló su propio labio y se lo lamió. El rubio lo imitó y se sonrojó al saborear a qué se refería.

A media noche Yurio ya se había cansado de dar un cuarto de vuelta. Boca abajo, mirando al respaldo, boca abajo, mirando al respaldo. Cansado se levantó y con cuidado se metió en la cama junto a Otabek, quien como esperándole había dejado un gran espacio libre.

Se subió desde los pies -ya que el espacio libre estaba entre la pared y Otabek- y gateó muy poco a poco para no despertarle aunque, claramente, no funcionó. El kazajo abrió los ojos y lo que vio le dejó sin habla. El rubio acercándose a gatas, con sus ojos iluminados más que nada por la luz de la ventana, con el cabello ahora suelto enmarcandole el rostro, casi confundiéndose con su torso blanco y desnudo.

-¿Angel?-

-¿Eh?-Se miraron un segundo antes de que el rubio se dejase caer sobre la almohada y se estirara bien. -Ah..- suspiró aliviado al estirar por fin bien la espalda. El kazajo como si siguiera soñando, se volvió a dormir.

-Ya me has apestado las almohadas..- dijo el rubio para sí hundiendo la nariz en esta, oliendo tanto el tabaco como el perfume de Otabek. -Ya verás tú para quitarlo..-

*en catalán es una forma de llamar a un felino o.. no sé cómo explicarlo. Es como un "gatito bonito" de por aquí:'D

**referencia al Mapa de los Merodeadores, de Harry Potter

OoOoOoOoOoOoOoOoO

Buenas jovenasossss. Aquí el inicio de otra historia que no me he podido quitar de la cabeza. Sé que tengo cuentas pendientes peeero esta historia me rondaba tanto por la mente que he tenido que darle prioridad. ¿Qué os ha parecido? Sigo siendo una novata así que cualquier comentario constructivo vendrá más que bien:D

¡Un grandioso abrazo y nos vemos en el próximo capítulo!