A/N: ¡Hola! Este es un one-shot sería una versión extendida de un drable que publique en una historia hoy ("LOS AMANTE TRÁGICOS"). Al final para que el drable correspondiera a 500 palabras exactas, tuve que acortarlo. Pero decidí hacer una versión más amplia del momento, y publicarla aparte :)
Espero que les guste ;)
P.D: Mañana, si lo termino publico la segunda parte del One-shot.
Los quiero.
TÚ ERES EL SINSAJO
(PARTE I)
Despierto sobresaltada por una pesadilla en la que veo morir a casi todo mi escuadrón, para terminar con Finnick siendo devorado por mutos antes de que decidiera lanzar el Holo que acabaría definitivamente con su vida.
Abro los ojos y miro alrededor pero todos están dormidos, al menos los pocos que hemos sobrevivido. O eso creo, hasta que veo a Peeta mirando en mi dirección en la semi oscuridad en una de las esquinas junto a las escaleras. Sus ojos azules resaltan con el resto de la habitación. Esos ojos que en algún momento me amaron, pero que ahora resultan extraños para mí, excepto por fugaces momentos. Aquellos ojos que algún momento ame y me daban la tranquilidad que yo necesitaba para superar mis temores. Por un rato, me quedo estática, con mi mirada fija en la suya, intentado descifrar si desea matarme o solo siente curiosidad. Me sorprende notar que su mirada luce algo de preocupación, la misma que yo veía, cada vez que yo despertaba gritando tras una pesadilla y él estaba ahí para consolarme. Tal vez, sea una fantasía o una vana y estúpida esperanza, pero veo a mi Chico del Pan en esa mirada y en sus facciones.
Busco en la mochila una botella de agua y dos latas de comida conservada, que tienen algún tipo de sopa. Y me acerco a Peeta esquivando un par de cuerpos dormidos y cubiertos con mantas. No sé cuánto tiempo pasó, pero estaba segura que estábamos en el sótano de la tienda de Tigris desde hace varias horas y seguramente Peeta tenía hambre y sed, después de todo él no podía movilizarse para buscar comida por su cuenta, por mi culpa, porque todos estaban decididos a mantener vivo al Sinsajo, incluso él en sus momentos lucidos, pedía que lo matáramos o atáramos y no le quitáramos en ningún momento las esposas, porque temía hacerme daño a mí o a alguien más.
Me paró a una distancia prudencial de él, para asegurarme de que no planee atacarme o algo.
-Peeta… -Digo, con la intención de sonar tranquila, para no evocar ningún falso recuerdo en él. Me pone mal la situación, porque yo me siento responsable de su estado, aunque no se lo vaya a admitir de inmediato, temo que si lo hago, recuerde las cosas que han hecho en el Capitolio y tenga una recaída. Su mente es tan frágil, tan débil en su estado actual, que puede desestabilizarse de un segundo a otro. Él me mira, leyendo mis expresiones con la mirada, bajando la mirada hacia mi cuerpo, para luego levantarla de nuevo recorriéndome cada milímetro de mi cuerpo y estudiándome concienzudamente. Me pongo nerviosa, pero entiendo el motivo y no es la primera vez que me mira así. En su mente dañada, soy un muto y piensa que me puedo transformar en algún tipo de bestia de un momento a otro. Él solo quiere asegurarse, que soy Katniss y no el muto que le hicieron creer que era. No me muevo, como tampoco emito palabra alguna, y espero a que el termine de estudiarme. Su mirada cambia por una más amable y parece más relajado al confirmar que no le hare daño.
-Katniss… -Contesta. -¿Tuviste pesadillas?
Asiento.
-¿Y tú? –Pregunto.
-También, y no pude volver a dormir nuevamente.
-Deberías intentarlo, mañana será un día largo. Tal vez por eso nadie se ha preocupado demasiado de montar guardia.
-Desearía poder hacerlo, pero estoy nervioso. Eso no ayuda.
-¿Tienes sed? ¿Hambre?
Él asiente y le sostengo la botella de agua mientras bebe largos tragos.
-Gracias. –Me dice.
Le sonrió un poco.
-Ahora te soltare, ¿de acuerdo? –Le prevengo.
-Katniss… Eso no. Yo podría…
-Estarás bien, no pareces realmente afectado ahora mismo. Y tienes que comer.
Le saque la tapa a una de las latas y la deje a un costado. Saco la tapa por completo para que Peeta, no se lastime por accidente o intencionalmente, del mismo modo que hice la noche antes de que Finnick y el resto murieran en el subterráneo, cuando me preguntó si todavía intentaba protegerlo, y yo le dije que sí, porque eso era lo que hacíamos nosotros. Protegernos el uno al otro.
Luego le quito las esposas de metal extras a Peeta, con una de las llaves que tengo en mi bolsillo. Las cuales pedí a los demás conservarlas yo, desde que llegamos a la tienda de Tigris. Peeta solo se queda con las que ya tenía puestas. Esas no se las saco porque, a Peeta le ayudaba concentrarse en el dolor cuando tenía sus ataques. Tenía las muñecas vendadas para cubrir las heridas que se venía haciendo desde que llegamos al Capitolio y tal vez desde antes. El vendaje solo tenía unas horas por lo que no me preocupe por cambiárselo.
Le doy la lata que resulta ser sopa de frijoles con trozos de pollo. La coloca entre sus manos unidas y se lo lleva a la boca y empieza a comer despacio el contenido desde la lata. Yo acabo ayudándolo dándole lo que no consiguió sacar de la lata con una cuchara grande, de los varios cubiertos que Tigris nos presto. Come sin quejarse todo.
Al parecer tenía más hambre del que aparentaba. Pienso.
Le ofrezco parte de la otra, que contiene lo mismo, pero insiste en que yo coma, porque debo estar fuerte para lo que viene.
Solo acepta una cucharada a regañadientes y luego decido dejarlo en paz, al tiempo que él bebé más agua de la botella, esta vez solo. Aprovecha para estirarse, pararse y moverse un poco, porque tenía todo el cuerpo tenso y adormecido por la posición incómoda en la que se encontraba. Yo me limito a mirarlo unos minutos, hasta que decide volverse a sentar apoyando la espalda derecha y cómodamente contra las barandas de madera de la escalera, mirando en dirección a mí con las piernas levemente estiradas y las manos entrelazadas en su regazo. Mantenemos cierta distancia de pocos metros para seguridad de ambos. Peeta no quiere lastimarme, porque eso lo destruiría irremediablemente y mi vida me importa muy poco, pero el tener la certeza de que mi perdida lo dejaría destrozado, me hace desistir, de poner mi vida en riesgo.
SEGUNDA PARTE EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO...
