DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a George R.R. Martin y a los productores de la serie, el resto es mío.
AVISO: Este fic participa en el reto 80/"ABC" del foro Alas Negras, Palabras Negras".
Personaje: Jaime Lannister.
Número de palabras: 372.
Gritos.
Defiende al Rey, protege al inocente.
¿Y si el rey está loco? ¿Y si el rey te obliga a matar al inocente? Pero no a un hombre de alta cuna que lo ha contrariado, sino a toda una ciudad. A los hombres en sus casas, a las mujeres con sus hijos, a familias enteras. Miles de vidas, reducidas a cenizas por el deseo de un rey que alimenta su locura con fuego eterno.
Todavía puedes escuchar sus gritos, sus palabras que ansían sangre resuenan en tu cabeza. «¡Quemadlos a todos!». Un hombre reducido a tres palabras que repite constantemente, y ni tu espada en su cuello consigue callarlo. «¡Quemadlos a todos! ¡Quemadlos a todos!».
Solo con la muerte llega el silencio.
Obedece al rey, defiende al débil.
Lo sabes. En cuanto llegas al salón del Trono y la ves con una corona de oro en la cabeza, sabes lo que ha hecho. En realidad, ya lo sabías de antes, cuando contemplaste cómo el humo y las cenizas teñían de negro el cielo de la ciudad.
También sabes que, si Cersei se sienta en el Trono de Hierro, es porque ya no os queda ningún hijo que pueda ocuparlo. Te preguntas si, como con Joffrey, Cersei lloró y gritó cuando se enteró de que Tommen había muerto. O tal vez se le secó el alma cuando murió su primogénito y clamó una venganza que nunca obtuvo, y ya no le quedan palabras ni lágrimas para nadie más.
La ves sentarse sobre mil espadas con una sonrisa complacida adornando su bello rostro y no puedes evitar pensar que esa sonrisa se basa en centenares de muertes. Al menos ellos no gritaron, de eso estás seguro. El fuego valyrio es misericordioso en ese sentido: no te da tiempo a temer por tu vida, gritar o siquiera respirar. Te preguntas si alguien intentó ayudarlos. También si tú lo hubieras hecho de haber podido, aunque ya conoces la respuesta.
Cuando vuestras miradas se encuentran, sabes que la seguirás adonde quiera que vayan sus pasos, porque naciste para estar con ella. Para complacer sus deseos.
Lo único que te queda es rezar para no tener que verte obligado a volver a silenciar los gritos de otro monarca desquiciado.
