Cap.1: El lado oeste del CBI
Revolvió tres veces el café para luego tirar la pequeña cucharilla a una papelera. Se apoyó en la pared y dio un largo y descarado bostezo sin hacer apenas caso a lo que su compañero le contaba. La noche anterior no había dormido más que cuatro horas, y aunque eso era ya rutina, cada día aguantaba menos.
Y es que no era fácil ser la jefa de un equipo de investigación de homicidios. Levantarse a las tres de la mañana para ver cadáveres, hacer diez interrogatorios al día y que al final ninguno de ellos sirva, las pesadísimas reuniones con los demás jefes en los que acababan hablando del partido de anoche… Aun así, algo le animaba cada día a levantarse a duras penas para sentarse en su escritorio a rellenar informes y papeles. Podría haber dicho que era su equipo, o el misterio de por qué un respetado empresario acaba siendo asesinado en un callejón lleno de garabatos, o…
-Lisbon. ¿Tierra llamando a Lisbon? ¿Me recibe?- La ojiverde dio un brinco exagerado al escuchar su nombre, así que como pudo disimuló.
-Sí, debería haber sacado a Wilson en el segundo tiempo.- Su respuesta automática no pareció correcta.
-Te estaba hablando del caso de Stockton, pero si quieres hablar del partido de anoche, adelante.- Rio dándose cuenta que su acompañante se había quedado prácticamente dormida apoyada en la pared de la pequeña sala donde se tomaban el café.- ¿Has dormido poco o hablo demasiado?
-Un poco de ambas.- Sonrió.- Anoche tuve que cerrar un caso. Llegué a mi casa a las tres.
-Vaya, yo a las doce ya no estoy de servicio.- Bromeó tomando un sorbo de su café.- No deberías trabajar hasta tan tarde. Si no yo no tendré con quien hablar por la mañana en el descanso.- Le dijo.- Bueno, tengo que irme. ¿Te parece si nos vemos luego? Salgo a las siete, podemos ir a tomar una cerveza.
-Lo siento, no tengo ganas, ahora mismo estamos con otro caso.- El joven puso los ojos en blanco.- Otra vez será…
El chico le revolvió el pelo como gesto cariñoso, no sin librarse de un pequeño codazo. Al volver a su oficina, se dio cuenta de que su asesor estaba sentado en su sillón, con una pequeña taza de té.
-¿Novio?- No pudo evitar sonreír al ver como Lisbon ponía los ojos en blanco y negaba.
-Es Tyler, trabaja en la unidad de casos mayores.- Le explicó para evitar más pregunta.-Trabajamos juntos para Bosco.
-No lo había visto nunca por aquí.- Se encogió Jane.
-Eso es porque acaba de llegar de una investigación. Ha estado trabajando en Nueva York.- Dicho esto, la mujer se colgó la pistola y las esposas en el cinturón.- Hablando de llegar, tenemos que irnos, hay un caso.
-Sí, Van Pelt y Rigsby me lo han dicho. Elías Thomes asesinado en su casa el día de su cumpleaños.
Ya todos los demás esperaban en la escena del crimen. Cho se le acercó rápidamente para decirle las novedades, Rigsby y Van Pelt, recogían y embolsaban las pruebas, por lo que Lisbon y el asesor se acercaron al cuerpo.
-¿Causa de la muerte?- Preguntó Lisbon.
-¿Enserio, Lisbon?- Jane entendía eso de los protocolos policiales, pero preguntar la causa de la muerte cuando había un bate ensangrentado junto a la cabeza, que parecía una fuente de sangre, le parecía ridículo.- Creo que le dio un infarto.- Tras la amenazadora mirada de Lisbon, prefirió fijarse en el cadáver.- Es joven.
-Sí, veinte años, estudiaba en Los Angeles, hoy había vuelto por su cumpleaños.
-Deduzco, por la ropa y esas gafas de sabelotodo, que estudiaba algo como derecho, era un chico exitoso, el niño mimado, diría mejor. ¿Tenía padres?
-Sí, su madre es ama de casa, pero su padre es fiscal. Y un hermano y una hermana, Susan y Theodore.- Leyó Cho en la ficha.- La casa tiene una alarma para saber quién entra y quién sale. Por lo visto hoy tenían una comida familiar, por lo que está claro que pudo haber sido cualquiera de ellos. No saben si alguien se excusó en algún momento de la comida o desapareció.
-¿Vamos a hablar con la familia?- Lisbon asintió y seguido de su asesor, fueron al salón.
-Te lo aviso, estamos aquí por influencias no por otra cosa.- Le explicó Lisbon en el pasillo tras la puerta del salón.- Lo que significa, que no podemos ir haciendo tus jueguitos, o soy yo la que se la carga.
-Pensé que lo importante era resolver el caso.- Sonrió Jane, y tras la ojiverde, se coló en el salón en el que se encontraban unas diez personas.
-Hola, yo soy Teresa Lisbon y este es un asesor, Patrick Jane. Dirigiremos la investigación.
-Solo espero agente que esto se lleve con la mayor discreción posible.- Pidió un hombre de pelos castaños sentado en un gran sillón, el padre.
-Desde luego señor. Jane…- La mujer le hizo un ademán para irse, sin embargo, este no se movió.- Jane.
-¿No les molesta?- Preguntó el asesor empezando con sus jueguitos.
-¿El qué?- Preguntó la madre, una mujer arrugada.
-Bueno, es obvio que el asesino de Elías está en esta habitación. Habéis compartido mesa con él pero lo que más le importa es la discreción.
Al contrario de lo que Jane creía, los presentes en la sala comenzaron a mirarse unos a otros, tratando de leer en la cara del vecino quien era el asesino.
-¿Le iba bien a Elías en la universidad?- Cambió repentinamente de tema, ignorando los suaves toques de Lisbon.
-Sí, de los primeros. Hay de qué estar orgulloso. Era un chico de sobresalientes, sin incidencias, pero sin descuidar su vida personal.- Sonrió la madre.
-¿Señor Thomes, no le molesta que su otro hijo sea un asesino?
La sala explotó a susurros y exclamaciones de horror ante tal atrevimiento.
-¿Disculpe?- Theodore le miró sin comprender.
-Oh, vamos. El primero, el orgullo de la familia, no has podido evitar ponerte tenso.
-Esto está fuera de lugar.- Le avisó el padre.
-Jane, deberíamos irnos.- Le apremió Lisbon, en otro caso, tal vez se hubiera quedado y le hubiera dado cancha, pero en aquel momento, no estaban jugando en casa.
-Apuesto a que te pasas el día oyendo lo genial que es tu hermano, lo bien que le va, lo popular que es, y lo orgullosos que están todos de él, ¿y no te molesta?- Antes de que el chico contestara Jane se adelantó.- Tú, sin embargo, eres un chico más de seis y sietes. Tocas la guitarra, y en el fondo siempre has querido ser músico, aunque te daba miedo admitirlo.
-¿Qué tiene eso que ver?- El chico tensó la mandíbula.
-Apuesto a que le contaste a tu hermano tus sueños como músico y se rio de ti. Y no lo pudiste soportar más, así que le rompiste la cabeza.
-Jane nos vamos.- la mujer tiró de su brazo más fuertemente, pero el hombre le dio suaves toques para que se diese la vuelta y mirara al acusado. Theodore lloraba. La familia permanecía en silencio, atentos a lo que el pequeño tenía que decir.
-Dijo que era un tonto y que ni siquiera tenía talento.- Fue entonces, cuando Lisbon se le acercó y le pidió las manos para esposarlo, había confesado.
...
-Esta tarde me ha llamado el señor Thomes.- Se encontraban sentados en la oficina Lisbon, Bertram había ido al poco de llegar la agente y el asesor.- Me ha dicho que después de pedir discreción destapasteis al asesino delante de toda la familia, y que no pudo ser más vergonzoso.
-Señor, lo lamento, intenté impedirlo, pero…
-Sin embargo, me ha pedido que le dé las gracias a Jane y al equipo, y a usted Lisbon, que la felicite por el trabajo de este. Es un hombre razonable, así que todos felices.- Lisbon dio un suspiro de alivio.
-¿Ha venido solo para eso?- Preguntó Jane algo confuso.
-Además, quería recordarle a la agente Lisbon que esta semana es la fiesta.- Lisbon le miró confundida.- No te habrás olvidado.
-No, es solo que…- Se quedó dubitativa.- ¿De cuál fiesta hablamos?
-La misma que hacemos todos los años, la misma a la que asiste el fiscal general, y muchas personas influyentes, la misma a la que tú nunca vas.
-Ah, esa fiesta.
-Sí, este año será obligatoria.- Al ver que la agente iba a replicar se le adelantó.- Para todo el equipo, sin excepción. No podemos dar esa imagen, Lisbon. Organizamos una fiesta, y nuestros agentes veteranos no asisten. Solo quería avisarte.- Dicho esto, el hombre se dio la vuelta y volvió por donde había venido.
Lisbon se recostó en la silla y cerró los ojos.
-¿Qué tiene de malo esa fiesta?- Preguntó Jane.
-Mucho. Lo único que me gusta de ella es la comida. Va todo tipo de personas como el fiscal, ministros, y más ricos que solo vienen por el buen vino y para contar sus estúpidas anécdotas. Y luego, viene la música.
-¿Música? ¿Qué tiene eso de malo?- Sonrió Jane.
-Es cuando los que son como Grace y Rigsby aprovechan y salen a bailar.- Dijo arrugando la nariz.
-Oh, vamos no te pongas celosa…- La mujer prefirió no contestarle, por lo que se sentó bien y comenzó a mirar los papeles.- ¿Por qué no te vas a casa?- Le preguntó.
-Sería lo mismo o peor que quedarme aquí.- Sonrió.- Además, tengo que hacer papeleo.
-Llama a Tyler, tal vez siga en pie lo de esta tarde. Seguro que a los otros no les importa hacer el papeleo.
-¿Sabes? Tienes razón.- Pensó la mujer levantándose y cogiendo la chaqueta.- Van Pelt, Rigsby, Cho, voy a salir. ¿Os importa si acabáis el informe del caso? Solo tenéis que firmar y alegar como que el acusado ha confesado.
-Claro jefa.- Sonrió tan amable como siempre Grace.
-Diviértete.- Murmuró Cho jugando con una pequeña bolita de goma.
-Pero a las doce en casa.- Bromeó Rigsby sin despegar la vista del ordenador.
-Gracias chicos.- Dijo Lisbon antes de colgarse la chaqueta del hombro y coger el móvil mientras caminaba hacia el aparcamiento.- Mejor voy a su oficina, prefiero decírselo en persona.
Dicho esto, rectificó su trayectoria y comenzó a caminar hacia el lado oeste del edificio. Al final, el día no había sido para tanto. Por suerte, Jane había pillado al malo en el momento justo, y ahora tenía la oportunidad de pasar una agradable tarde charlando con un amigo.
Toc-toc
-¿Tyler, estás ahí?- Preguntó al ver que su compañero no contestaba.- ¿Tyler? Soy Lisbon. Estoy libre esta tarde, por si sigue en pie lo de las cervezas.
Decidió abrir la puerta, ya que las persianas estaban echadas.
-Dios mío.- Por alguna razón desconocida, Lisbon no pudo correr o gritar o pedir ayuda.
Tyler se encontraba sentado en su silla, con la blusa llena de sangre, pero lo que hizo que a Lisbon le diera un vuelco el corazón, era la cara que había sobre este, imitando una burlesca sonrisa. El símbolo de John el Rojo.
