Hola a todos! Vengo con un nuevo fic. Antes que nada, dejo algunas aclaraciones:
Advertencias: Este es un fic ChicoxChico/Shonen-Ai o como quieran llamarlo. Queda bajo tu responsabilidad el leer o no.
Disclaimer: Ninguno de los personajes de este fic me pertenecen. Yo soy sólo una humilde plebeya con mentalidad alterada que no recibe ni un penique por su trabajo. KHR es propiedad de Akira Amano-sensei (Esperamos una obra nueva!)
Capítulo 1
Todo empezó una simple mañana soleada. Normal, dentro de lo que puede llamarse normal en el mundo tan disparatado en que vive el -próximo a ser- jefe de la familia mafiosa más importante de toda Italia. El sol brillaba en lo alto del cielo despejado, con alguna que otra nube surcándolo, y la brisa mañanera soplaba cálidamente entre las hojas verdes de los árboles.
Nana, en su atuendo de buena ama de casa madrugadora, se encontraba en la cocina del hogar atándose el delantal en la cintura. Tarareando una dulce melodía, la mujer rompió uno y después otro huevo sobre la sartén caliente, emanando un aroma delicioso.
"¡Dame-Tsuna, ya es hora de levantarse!" se escuchó escaleras arriba, seguido de un fuerte ruido de lo que parecía un martillazo.
"¡Hieeeee, Reborn, eso duele!" Nana sonrió para sí misma y continuó su labor como si nada extraño hubiera sucedido. Honestamente, si no fuera por esos pequeños alborotos diarios la casa no sería la misma. Y ella agradecía que fuera así, su hijo se veía mucho más alegre y rodeado de tanta gente que lo apreciaba.
Pronto, unos suaves pero atolondrados pasos se oyeron contra los peldaños de madera, y ella se apresuró a servir el desayuno en la mesa. Sonrió al encontrar ya ubicados en sus respectivos asientos al diminuto tutor y a los dos niños.
"Ciaoussu, Mamma" asintió Reborn cuando situó un plato de comida frente a él. "Como siempre, tu cocina es la mejor." La castaña agradeció el cumplido con una expresión mezcla de felicidad y embarazo, para luego servir alimento a los infantes y perderse nuevamente en su gastronomía.
"¡Mamá, hoy tengo asuntos que hacer antes de clase!" Tsuna atrapó dos tostadas de su plato y salió corriendo hacia el exterior. "¡Hasta pronto!" se escuchó en la lejanía. Luego, un ligero 'clic' del portón al cerrarse.
"Ara, ese chico nunca desayuna tranquilo..." Comentó Nana con gesto preocupado. Miró con pena los restos de comida intactas en el plato de su hijo y suspiró. Inmediatamente regresó a su actuar cotidiano y se volvió a los integrantes en la mesa. "¿Alguien desea repetir?"
Tsuna corría por las calles desiertas en dirección a su instituto, donde lo aguardaban sus dos compañeros para ayudarlo con sus labores matutinas. Luego de unos breves minutos de viaje, pudo divisar a sus dos mejores amigos esperándolo frente a las rejas. A pesar de la distancia, alcanzó a oír el griterío enfadado del italiano y la risa despreocupada del más alto.
Cuando notó llegar al tercero, la expresión malhumorada del de cabellos plateados cambió drásticamente, dejando en su lugar una deslumbrante sonrisa de júbilo. "¡Buenos días, Décimo. Es un placer verlo tan temprano en la mañana!"
El castaño sonrió un tanto nervioso, sin acostumbrarse completamente de la cortesía con la que lo trataba el otro chico, pese al tiempo desde que lo venía haciendo. Murmuró un suave 'Buenos días, Gokudera' y asintió al jugador de béisbol, quién asintió a su vez, aprobando su presencia. "Estuvimos esperándote un buen rato. ¿Te has quedado dormido?" preguntó animadamente, comenzando su marcha hacia la escuela. "No te preocupes, yo suelo hacerlo seguido."
"¡Oi, idiota del béisbol, el Décimo no es como tú!" reaccionó el -autodenominado- mano derecha del futuro líder Vongola. "¡Seguro tenía cosas importantes que hacer! ¿No es así, Décimo?"
El más menudo se sobresaltó levemente ante la inesperada atención y agachó su cabeza, con un delicado tinte rosa en las mejillas. "Ahm.. jeje.. a decir verdad.. es cierto." Contestó nervioso, el rubor exparciéndole en todo el rostro.
Yamamoto se carcajeó de su semblante, ignorando los berrinches irritados de Gokudera. Gradualmente, fueron cambiando el tema de conversación hacia sus planes para el fin de semana, y la tensión entre ellos se dispersó, dejando lugar a una charla resuelta mientras ingresaban al edificio.
En la habitación, un hombre de aspecto vago estudiaba un diminuto frasco transparente. Dentro de éste, yacían unas hojas de brillante color esmeralda veteadas con marcas naranja claro. Sus rasgos lo señalaban desinteresado para cualquiera que lo mirara, pero el otro residente del cuarto podía ver la fascinación oculta en sus ojos. Finalmente, posó con cuidado el recipiente sobre su escritorio y se volvió hacia su visitante.
"¿Dónde has conseguido eso?" inquirió con un deje de curiosidad. El otro hizo una mueca insolente bajo la fedora negra. "¿Sábes qué? Realmente no me importa cómo lo has hecho, pero quiero saber por qué me lo das." Acomodó su guardapolvo blanco y se levantó de su asiento para agarrar dos tazas. Sirvió un poco de café caliente en ambas y luego le alcanzó una de ellas al bebé sentado en la camilla.
"Tengo mis motivos." contestó simplemente el infante, sorbiendo un poco del brebaje. No era su delicioso expresso, pero era aceptable. "No te preocupes, puedes quedarte con lo que sobre."
El doctor lo miró con desconfianza durante unos minutos. Lo pensó mejor y aceptó. No era problema suyo lo que el otro hiciera, sin embargo debía admitir que sentía algo de lástima por lo que le esperaba al pobre alumno de este sádico asesino. De todas formas, él podía encontrar muchos buenos usos que darle al nuevo material en adquisición. Oh, sí. Acosar a señoritas en sus sueños sonaba muy bien como para dejar escapar la oportunidad, gracias.
"La tendré lista para mañana en la mañana, no antes." comentó el adulto. Se colocó los anteojos y abrió el envase. Retiró las hojas y las introdujo en un cuenco de piedra, donde las comenzó a machacar con un bastoncillo de madera dura. "Si no quieres que sea para la tarde, entonces ya vete."
"Tsk, qué aburrido eres." se quejó el segundo, pero igual salió de la sala.
Su estómago protestó con un sonido gutural la falta de atención. Desvió la vista avergonzado, fingiendo ignorancia vanamente ya que cualquiera hubiera podido oirlo, ni hablar de a esa cercanía. Gokudera lo analizó con esmero y percibió que no traía consigo su almuerzo. Contento de poder ser útil, se aproximó a su amado jefe y abrió su obentō deseando ser notado. "Décimo, sería un honor para mí pod-"
"Ara, Tsuna, ¿has olvidado tu comida?" preguntó tranquilamente el más alto de los tres, sin fijarse en la mueca de disgusto que le prestaba el chico genio. "¡Pues, comparte conmigo! Mi padre me ha preparado demasiado sushi para que coma yo solo." Terminó sonriente.
"¡Tú, bastardo!" Saltó furioso Hayato, agarrando sus dinamitas. Era decepcionante que alguien se le haya adelantado. "¡Yo seré quien comparta con el Décimo!"
Tsuna se exaltó al ver el mechero de las bombas a punto de encenderse, y se abalanzó sobre su amigo antes de que fuera demasiado tarde."¡Gokudera, por favor, para!" exclamó alterado. ¿Qué sucedería si Hibari se enteraba que hubo una explosión en su preciada Namimori? El mero pensamiento envió escalofríos por toda su columna.
El italiano se sonrojó tenuemente por el contacto y apartó el otro cuerpo aceleradamente. Ojos color miel lo miraron con confusión durante unos segundos, para pronto recuperar su compostura y tratar de calmarlo. Una vez logrado que su guardián guardara las armas, Tsuna suspiró cansinamente y regresó hacia el deportista. Se sobresaltó al descubrir que no contaba con su habitual sonrisa despreocupada, sino que estudiaba la situación con ojos serios. Tal vista lo atemorizó un poco y no pudo evitar encogerse del miedo.
Al darse cuenta de que estaba siendo observado, Yamamoto sonrió indiferente y le alcanzó unas porciones de sushi a ambas partes, en señal de tregua. El de cabellos caramelo se relajó apreciablemente y aceptó gustoso. Para evitar más conflictos, también agradeció una porción del almuerzo del otro, quién lo miró reluciente.
Tan concentrados estaban en su mundo, que no notaron al pequeño intruso que veía todo desde su posición sobre el tanque de agua. El forastero saltó hacia el vacío en ademán suicida, para luego sacar una soga de quién sabe dónde e ingresar desde los aires a la ventana de una habitación. Orgulloso de su aterrizaje perfecto, levantó la vista y halló que, al momento, el lugar estaba vacío. Haciendo un gesto al reptil sobre su visera, el animal centelló y en su lugar apareció una lapicera color verde claro. Extrajo un papel de su bolsillo y garabateó unas letras como contenido. Para terminar, firmó su nombre y dejó la inscripción sobre el escritorio de madera, donde sabía que iba a ser leído por una única persona.
Volvió hacia la ventana y brincó nuevamente, con un plan en marcha dentro de su cabeza. "De alguna forma, hay que unir a la familia. ¿No?" Y una sonrisa malévola se dibujó en su boca infantil.
N/A: Sí que me tomé tiempo para subir otra historia, eh? Bueno, al menos estoy orgullosa de poder decir que mejoré notablemente mi escritura. Durante el tiempo que estuve sin escribir, estuve leyendo mucho. No sólo libros, sino también otros fanfics, con lo que pude recopilar mucha información sobre como narrar. Espero poder seguir mejorando y que los resultados se noten a la hora de que mis historias sean leídas. Eso sí, todavía no puedo mejorar mucho el hecho de que mis capítulos no son tan largos como me gustarían, pero poco a poco se enriquece uno. Espero que les atraiga este fic y que sigan leyendo! Yo voy a continuar escribiendo para ustedes :)
