Todas estas historias serán one-shots de historias alternativas de Avatar: La leyenda de Aang, que hubiera pasado si los personajes hubieran tomado otras decisiones, si algunas situaciones hubieran salido distintas, etc cada una de estas historias será un capitulo o quizás más (se dirá en la misma historia) pero por lo general cada historia será un resultado alternativo diferente.
¿Y si Aang no hubiera escapado de Gyatso?
Aang estaba pasmado, desde su escondite pudo ver y escuchar como otros monjes le decían a Gyatso que ambos tendrían que separarse para que Aang fuera al templo aire del oeste; el joven monje aun estaba procesando el hecho de ser el avatar y él como los otros niños lo rechazaban por considerarlo una "ventaja injusta por ser el avatar" para jugar, y ahora se enteraba que Gyatso, que era más que su tutor, sino el único amigo que le iba quedando que además era prácticamente su padre, posiblemente no lo volvería a ver, todo por el asunto del "avatar", algo que nunca realmente le interesó mucho ser de todas formas.
Sigilosamente se fue del techo desde donde un agujero había espiado la situación que los monjes le dijeron a Gyatso, para ir a su habitación, en donde en la oscuridad se acostó sobre las sabanas de su cama.
-¿Qué derecho tienen de hacerme esto? ¡Y por algo yo no escogí! ¡Nunca pedí ser el avatar! – Decía Aang en gritos sordos a su almohada, n medio de algunas lagrimas por aquello que estaba haciendo que toda su feliz y tranquila vida se desmoronara por una responsabilidad de tal magnitud como era ser el avatar.
Después de unos momentos en que la carga emocional estaba más controlada, Aang empezó a reflexionar y pensó:
-"Tal vez alejarme sea la única salida…"
Después de escribirle una nota de despedida al monje Gyatso, Aang fue adonde los bisontes voladores a buscar a Appa, al cual silenciosamente despertó para no alertar a los demás bisontes del lugar.
-Lo lamento amigo pero me temo que tendremos que irnos - dijo Aang mientras miraba el templo del aire creyendo que podría ser la última vez que lo vería.
Sin embargo ese ultimo vistazo le trajo recuerdos, de su aprendizaje como maestro aire y la niñez que había vivido ahí con todos los monjes, volvió a ver a Appa y recordó el día en que lo había conocido, cuando el gran bisonte aun era pequeño y Aang no tenía sus tatuajes, pero más que nada empezó a pensar en el monje Gyatso, para el joven maestro aire, Gyatso era como su padre y no era necesaria una gran inteligencia para ver que Gyatso no solo veía a Aang como un amigo sino también como un hijo.
-¿No estaré lastimando a Gyatso? – Pensó Aang para sí mismo - ¿y qué hay de mi destino como Avatar? No puedo escapar de eso-
Aang miró a Appa y también pensó en su querido bisonte volador, en que no volvería a ver a sus amigos bisontes, ni el templo en el que había nacido y sido criado.
Con una mirada que se movía entre la resignación y el valor, Aang agachó su cabeza y le dijo a Appa lo que necesitaba decirse a sí mismo:
- No puedo huir de mi destino, soy el Avatar y debo velar por el bienestar del mundo… como ya lo hice muchas veces… - Miró a Appa a la cara y le dijo con una sonrisa algo resignada – No sé qué pasará amigo, solo espero que tu no seas alguien a quien deba decir adiós-
Aang se alejó de Appa y se encaminó de vuelta a su cuarto mientras el gran bisonte se acomodaba y volvía su sueño.
Al volver a su habitación, Aang se encontró con el monje Gyatso sentado en su cama con a nota que Aang le había dejado en las manos y la cabeza gacha, que se levantó al ver la sombra de Aang en la entrada.
-¡Aang! Al leer esta nota creique tu…
-Lo siento… pero la idea de alejarme de este templo, de todos los que quiero, de todo lo que conozco…pensé que escapar de todo era lo único que me quedaba, lo lamento –Dijo Aang bajando la cabeza en señal de vergüenza y arrepentimiento, sin embargo Gyatso se puso de pie y con su mano levanto la barbilla del joven avatar.
-Aang no estoy molesto contigo, los otros monjes hacen lo que creen mejor para el mundo, pero su temor a las nubes negras que muchos creen que se aproxima, hacen que actúen por temor, pero o te preocupes, venia aquí precisamente a decirte que no permitiré que te aparten de mi lado, no importa lo que los otros monjes digan – Gyatso puso una mano en el hombro de Aang y le regaló una sonrisa dándole a entender que hablaba en serio, cosa que tranquilizó al joven monje, que no pudo evitar darle un abrazo.
-Gracias – dijo Aang intentando contener algunas lágrimas de felicidad.
Durante los siguientes días, los otros monjes mayores seguían diciéndole a Aang que debía prepararse para partir, pero Gyatso se las arreglaba para que siempre hubiera algo que retrasara el viaje, ya fueran supuestas "enfermedades" de Aang (que obviamente eran fingidas con la clara colaboración entre Aang y Gyatso), el clima demasiado lluvioso, demasiado nublado, incluso demasiado soleado –Podría cegar al bisonte de Aang provocando un accidente- se excusaba Gyatso, si bien cada vez eramas obvio que solo eran retrasos, Gyatso se preocupaba de que siempre que diera una excusa fuera de algo que tuviera fundamento, haciendo que los otros monjes si bien sabían que eran solo retrasos, no pudieran hacer mucho para impedirlo, después de todo ¿no debía el avatar tener 100% garantizada su seguridad?, sin embargo a pesar de todo, los monjes no se desanimaban porque sabían que tarde o temprano se acabarían los razonamientos lógicos, y solo necesitaban que Gyatso diera una excusa sin sentido una vez para enviar a Aang al templo aire el este, situación que esperaban con ansia, pues los rumores de una posible guerra cobraban cada vez más fuerza y el destino del avatar debía ser evitar que eso pasara.
Pasaron días, semanas y meses de retraso, los otros monjes mayores habían subestimado el ingenio de Gyatso para crear situacioneshasta que finalmente se cansaron de esperar a que el tutor del avatar recobrara el sentido, y los llamaron a él y a su pupilo al llegar la noche de un evento que solo se repetía una vez cada 100 años…
-Gyatso, Aang los hemos llamado porque se llevara a cabo el viaje del avatar al templo aire del este para ser entrenado- dijo el monje líder del consejo con una voz de autoridad.
-Cuanto lo lamento- replicó Gyatso- pero me temo que en su entrenamiento de esta tarde, Aang se esforzó mucho y se provocó un desgarro muscular- al tiempo que miraba a Aang con una mirada de complicidad, Aang que no tenía la mas mínima incomodidad en su cuerpo, entendió perfectamente lo que Gyatso quería y de inmediato dio quejidos de dolor y se sobaba sus brazos y espalda.
-Sí, es cierto, este esfuerzo por ser un buen avatar, me está pasando la cuenta- dijo Aang mientras hacia su mejor esfuerzo por actuar como si estuviera de verdad herido.
-Así que como pueden ver, el avatar no está en condiciones de hacer el viaje, además de que será un día de viaje en bisonte e ir de noche o llegar de noche es peligroso- terminó Gyatso su argumento sintiéndose seguro de que una vez más el viaje se tendría que cancelar. Lo que no sabía es que esta vez los monjes no aceparían un no por respuesta.
-Todo eso ya está cubierto Gyatso- dijo el monje mayor para la sorpresa tanto del tutor como del pupilo que tenia frente a él.
-Mientras hablamos el bisonte "Appa" está siendo equipado con ungüentos para dolores musculares, mantas en caso de frio, agua comida, mapas y otras medicinas que hemos pedido a los mejores y más experimentados curanderos del reino tierra, además de que irán otros dos bisontes con monjes como escolta para asegurar la seguridad y salud del avatar.
Aang y Gyatso estaban pasmados de que hubiera ya tanto previsto, y Gyatso sabía que con esas medidas no podría haber forma de culpar a la salud para evitar el viaje, así que recurrió en un intento desesperado a lo único de su argumento anterior que podría ayudar.
-Pero el viajar de noche aun es peligroso porque…
No alcanzó a terminar su frase cuando el monje líder apuntó a la ventana cercana y dijo:
-Peligroso por la falta de luz, cosa que no es así en esta noche.
Aang y Gyatso voltearon la mirada a la ventana y vieron como cada vez más el cielo oscuro se teñía de una luz roja, una que solo podía verse una vez cada 100 años, la luz del gran cometa que regresaba una vez más, dando suficiente luz para que el viaje nocturno pareciera diurno.
-Como pueden ver, la luz del gran cometa asegurara que los peligros de la noche quedarán fuera, así que Aang, empieza a empacar tus cosas, te irás en unas horas y Gyatso como un favor especial, te permitiremos que escoltes a Aang hasta el templo aire del este, pero al dejarlo deberás volver para que quede bajo la tutoría que le corresponde.
Aang una vez más quedo pasmado y asustado, mientras Gyatso intentaba balbucear algo solo para una vez más ser interrumpido por el monje mayor.
-Se acabó Gyatso, es así como siempre debió ser, ahora ambos retírense.
Ninguno de los dos pudo decir nada, solo bajaron sus cabezas y dando media vuelta el tutor y el avatar salieron de la habitación.
Al salir al patio en silencio camino a la habitación de Aang, el joven avatar no pudo evitar mirar al cielo viendo como la luz del gran cometa lo iluminaba.
-Ese… cometa… ¿Cómo los monjes? –Empezaba a decir aang confundido, después de todo nunca había visto algo asi iluminando la noche con tanta claridad.
-Es el gran cometa Aang, solo pasa una vez cada 100 años por nuestro mundo, fallé en olvidar que esta noche era esa ocasión. Al menos la nación del fuego estará feliz hoy.
-¿Por qué la nación del fuego? Preguntó aang aun más confundido.
-Es simple Aang- dijo Gyatso –El Gran Cometa, le da a los maestros fuego un extraordinario aumento de poder, tanto que hasta el maestro fuego mas inexperto, se debe estar volviendo casi invencible con la fuerza que le dará este cometa, después de todo es una especia de sol en miniatura, y como sabes, el sol fortalece a los maestros fuego. Solo espero que el Señor del Fuego Sozin esté preparado, la enorme fuerza que ganan los maestros fuego podría hacer que algunos se emborracharan de poder y causaran problemas.
-Entiendo… -dijo Aang con una mirada resignada –Quizás si estuviera en la nación del fuego me sentiría mejor.
Ambos entraron al cuarto de Aang donde el joven monje empezó a empacar, sabía que no podía culpar a Gyatso, el había estado presente cuando lo dejaron sin opciones, así que ambos en silencio empacaron y fueron al patio de los bisontes donde estaba Appa, ya listo para el viaje junto con otros dos bisontes de escolta con sus respectivos nómades aire jinetes y de escolta y los monjes del consejo, presentes solo para asegurarse de que Aang partiría, uno de ellos le dio a Gyatso las indicaciones pertinentes y con quien debía hablar cuando llegarán, ya que el templo aire del este ya estaba enterado del viaje. Indicaciones a las que tanto Aang como Gyatso solo acataban con una mirada vacía y triste, sintiéndose derrotados, sin imaginar que se avecinaba algo mucho peor que un viaje indeseado.
Desde el cielo en un maltrecho bisonte volador, venia una monja del templo aire del oeste, venia lastimada y con una mirada de horror en su rostro mientras ella y su herido bisonte hacían lo que podían para aterrizar y advertir el desastre que se avecinaba, sin embargo las heridas del bisonte además del cansacio del apresurado viaje fueron demasiado para su cuerpo, terminó estrellándose cerca del grupo, lanzando a la mujer frente a Appa, de inmediato los monjes se apresuraron a ayudarla, ya que a primera vista se veía que su bisonte murió n el impacto. Pero antes de que empezaran a intentar ayudarla ella solo empezó a gritar horrorizada.
-¡El Señor del Fuego Sozin se volvió loco! ¡Cuando el cometa llegó nos arrojo encima un ejército de maestros fuego y destruyó todo nuestro templo!
Nadie podía creer lo que escuchaba, si bien sabían que el cometa llegado hace poco daba poder a los maestros fuego, y viendo mejor a la monja y su fallecido bisonte tenían claras quemaduras, pero…¿Por qué la nación del fuego los atacaba? No tenía sentido.
Pero antes de que pudieran seguir racionalizando, Aang notó algo en el cielo cercano al templo.
-¡Maestros fuego! – Gritó el monje, todos voltearon y efectivamente así era, maestros fuego, que gracias al poder del cometa podían expulsar fuego de sus pies lo bastante fuerte como para volar, la única forma de llegar a los templos aire, que formaban pequeñas escuadras de 12 maestros en tres líneas, cada una de ellas con 4 maestros fuego, vestidos con mascaras que incitaban a miedo.
El monje mayor se acerco al balcón y les gritó:
-¿Porqué hacen esto?
Su única respuesta fue la orden del General Huang, quien dirigía el ataque al templo, a cada líder de cuadrilla de lanzar fuego, que gracias al cometa, fue casi un verdadero huracán de fuego, en el cual el monje mayor se vio envuelto perdiendo su vida al instante, y no fue el único, los demás bisontes de la escolta de Aang, que aun tenían su jinetes, que fueron demasiado peso para una huida rápida también terminaron hechos casi cenizas, solo Appa que aun no tenia ocupantes pudo moverse lo bastante rápido para escapar, al igual que Gyatso que imaginó el peligro en cuanto vio la escuadra y pudo adelantarse junto con Appa y Aang a entrar al templo, el cual aún no procesaba bien lo que acababa de pasar, mientras los tres intentaban correr a un lugar seguro, podían ver por las ventanas que el ejercito de maestros fuego había rodeado completamente el templo y no dudaban en arrojar una tormenta de fuego al templo, entre gritos y alaridos ya sea de terror o de herida del resto de los monjes del templo, entonces Gyatso miró atrás de ellos y vio con horror como tres maestros fuegos se acercaban a ellos volando a toda velocidad por el amplio pasillo y les lanzaron un enorme golpe de fuego que llenó el lugar dirigiéndose a ellos.
-¡Aang te necesito! –Gritó Gyatso sacando a Aang de su trance y entre ambos formaron una poderosa esfera de aire que abarcó todo el pasillo como un escudo contra el ataque, pero el fuego control era tan poderoso que el aire no alcanzó a bloquear el ataque, solo desviarlo un poco, destruyendo unas columnas y causando que el techo cayera aplastando a los maestros fuego, por fortuna Aang, Appa y Gyatso ya se encontraban casi al final del pasillo así que evitaron el derrumbe, sin embargo ambos sabían que habían muchos maestros fuego y tenían que moverse, hasta llegar a una entrada demasiado estrecha para Appa, pero mientras pensaban con rapidez que hacer, escucharon desde lejos los gritos del General Huang:
- ¡Sin prisioneros, ningún nómada aire debe quedar vivo! ¡Solo así nos aseguraremos de acabar con el avatar como quiere el Señor del Fuego! – Revelando que estaban ahí para acabar con Aang, a lo cual el joven monje no pudo evitar poner en su rostro una expresión de miedo y culpa; miedo porque era a él a quienes buscaban y culpa porque todas estas muertes y devastación era por él.
Sin embargo no hubo mucho tiempo para pensar, maestros fuego volvieron a entrar al templo, lanzando fuego por doquier mientras algunos monjes intentaban defenderse, sin mucho éxito debido al devastador poder que les otorgó el cometa a los maestros fuego, haciendo que caa vez más y más nómades aire perdieran la vida, una escuadra se volvió a acercar a Gyatso, Appa y Aang, que una vez más intentaron bloquear el ataque combinando su aire control, por desgracia detrás de ellos también había maestros fuego que no alcanzaron a ver hasta que fue muy tarde, al desviar el primer ataque, Gyatso solo pudo hacer un movimiento rápido alejando con un fuerte viento al más importante de los tres, el Avatar, Aang salió volando cayendo no lejos de allí, para ver la terrible escena.
-¡Gyatso, Appa! – Gritó Aang antes de que sus dos grandes amigos desaparecieran entre las poderosas llamas, siendo reemplazados por cadáveres calcinados del anciano monje y el amigable bisonte.
Con lagrimas en sus ojos Aang se acerco a los cuerpos de ambos y pudo evitar llorar de dolor, culpa e impotencia, mientras se desplomaba de rodillas frente a los humeantes cadáveres, sin notar como los maestros fuego ahora apuntaban a él para terminar el trabajo; sin embargo por unos segundos los maestros fuego se quedaron paralizados del asombro, al ver que el joven monje le empezaban a brillar sus tatuajes de nómada aire al tiempo que su elemento empezaba a soplar cada vez más fuerte, haciendo obvio que habían encontrado a quien ellos y los maestros fuego que atacaban los otros templos aire buscaban.
-¡El Avatar!, ¡Este niño es el avatar! – Gritaron los maestros fuego a sus compañeros que incendiaban y eliminaban el resto del templo y sus ocupantes, esos gritos fueron lo último que pudieron decir antes que el feroz tornado que Aang estaba formando los lanzara lejos, necesitando su poderoso fuego control para evitar caer al vacío que estaba al salir del templo. El tornado de Aang, alimentado con el dolor y la rabia de si mismo, crecia cada vez más destruyendo el templo y haciéndole a los maestros fuego cada vez más difícil sostenerse en el aire, incluso con el poderoso fuego control que habían ganado con el Gran Cometa; sin embargo ya habían entrenado el que hacer si eran el ejercito que se encontraba al Avatar.
-¡Formación de ataque circulo de fuego sobre el avatar! – Ordenó el general Huang a sus escuadrones de maestros los cuales se formaron una especia de tubo alrededor del tornado de Aang.
-¡Fuego! –Gritó el General Huang y todos los maestros fuego unieron su ataque lanzando una enrome cantidad de llamas, las de casi 100 maestros fuego fortificados con el poder del Gran Cometa hacia el tornado del joven Avatar, el cual no tardó en convertirse en un aun más peligroso y destructivo tornado de fuego, mientras Aang se elevaba en el interior del tornado en llamas fortaleciéndolo, hasta finalmente dar un grito de descarga de su dolor del alma, lanzando el aire y por lo tanto el fuego en una explosión que terminó de destruir lo que quedaba del templo aire, mientras que la onda de choque y llamas golpeó al ejercitó de maestros fuego, haciendo que mucho murieran incinerados por el extremo calor, inconscientes por la onda de choque y por lo tan precipitarse a su muerte al detener el fuego control que los mantenía en altura; solo los maestros mas experimentos, entre ellos el general a cargo del ataque, lograron resistir el golpe y desviar lo suficiente del fuego para sobrevivir, aunque eso no quitaba el hecho de que en la explosión casi el 75% del ejército de la Nación del Fuego fuera eliminada con ese golpe del Avatar.
Habiendo descargado su rabia y cansado físicamente, Aang empezó a disminuir el viento y el Estado avatar empezó a debilitarse, al tiempo que como bien lo sabia el general, empezaban los últimos minutos del Gran Cometa hasta los próximos 100 años; así que no había tiempo que perder, mientras el joven avatar caía de rodillas una vez más al suelo aun abrumado por el dolor el cual se intensificó al abrir los ojos y ver el templo quemado y destruido por algo en lo que sabía que él había cooperado, Aang no podía creer que su vida, su hogar, su familia, todo hubiera destruido en tan poco tiempo; momentos de procesamiento que el General Huang no desperdició y ordenó un último ataque hacia ahora el ultimo monje del templo, aun algo debilitados los maestros fuegos que quedaron lanzaron una última poderosa ráfaga de fuego a la que Aang, intento escapar en un desesperado intento de respetar el último deseo de Gyatso al sacrificar su vida por la de él, pero el esfuerzo, el dolor y la desesperación fueron más que sus deseos de vivir y desapareció entre las llamas que quemaron todo el cuerpo del joven monje acabando con su vida.
-¡Recuperen el cuerpo! – Ordenó el general Huang a sus hombres, los cuales aunque y agotados por la feroz batalla de poder, de inmediato fueron al lugr del cadáver calcinado de Aang y lo recogieron, luego tanto el general como lo que quedaba de su ejército partieron apresurados, pues sabían que el Gran Cometa se estaba yendo y sin su poder no podrían mantenerse en el aire y por lo tanto no podrían volver a su hogar, decisión acertada, pues al llegar a tierra la luz del Gran Cometa empezó a extinguirse para no volver a ser vista en otros 100 años.
Al volver a la Nación del Fuego, se enteraron de que los otros generales habían destruido a los demás templos aire; pero ninguno tuvo más honores que el General Huang y sus hombres, los "Destructores del avatar", asegurando sus nombres en un puesto de honor en la historia militar de la Nación del Fuego, además de ser nombrados héroes de Guerra por el mismísimo Señor del Fuego Sozin, el cual no podía sentirse más complacido por la noticia, sin embargo Sozin sabía que no había terminado, el Avatar no murió en estado avatar por lo tanto volvería renacer, ahora en las tribus agua, por lo que de inmediato empezó a formar consejos para ataques a las tribus y la defensa de la propia nación del Fuego, ahora que el cometa se había ido y la guerra había oficialmente comenzado.
Lo que nadie en la Nación del Fuego sabía aún, es que en el momento en que Aang murió en el fuego, una madre de la tribu agua del norte daba a luz a dos hermosas niñas: una destinada a ser la madre de Kana, que a su vez estaba destinada a ser la abuela de un no-maestro llamado Sokka y una maestra agua llamada Katara; y su hermana una maestra agua llamada Korra, destinada a ser la siguiente avatar…
¿Qué le deparará a Korra? ¿Cómo crecerá en este mundo en guerra? Podrá aprender el aire control después del genocidio de los maestros aire? ¿O alguno habrá escapado y con el avatar muerto y la Nación de Fuego ya no buscándolos podrá sobrevivir y entrenarla? Solo el tiempo lo dirá en este mundo en el quizás en aquella lejana noche de enterarse que era el avatar… Aang debió escapar…
Si se les ocurre alguna historia alternativa que yo pudiera escribir, por favor díganmela en los reviews y puede que tome sus ideas
PD: Este es mi primer fic, aun estoy aprendiendo así que ténganme paciencia XD
