SimCity era una preciosa ciudad de Dios-Sabe-Donde. Casi siempre estaba soleado, y los vecinos eran muy distintos unos de otros. Aunque de alguna manera sabían encajar bastante bien. No es la ciudad en la que nací, pero si a donde vine hace ya casi 5 años. El problema, para mi, es que aquí no había suficiente acción. De esa forma jamás conseguiría alcanzar mi sueño, que era convertirme en un reconocido Detective.
Mi nombre es Gayass Phucker, y esta es mi historia.
Pero empecemos por el principio, y ese es el por qué de mi nombre. Si mi apellido "Phucker" no era suficiente, mis maravillosos padres me habían bendecido con "Gayass", apodado entre los colegas de mi ciudad natal como "Gay". Genial.
Pues según una larga tradición de antepasados, todos en mi familia empiezan con el prefijo "Gay-", que significaba felicidad. Según alguna creencia estúpida, así la familia gozaría de felicidad para toda la vida. El caso es que yo no podía ser feliz llamándome Gayass. Pero así es la vida. Mi madre se llama Gaylinda, mi abuelo Gaysuke y creo que tengo un antepasado perdido que se llama Gaylord.
Gayass Phucker.
Por algún motivo, a nadie en Simcity le importaba mi nombre, que es uno de los motivos por el que me vine gustosamente aquí a vivir. Tengo la teoría de que aquí todos son tan raros que Gayass es hasta un nombre corrientucho para ellos.
Volviendo al tema que nos ocupa...
Todo empezó una de las famosas mañanas soleadas de la ciudad. Bueno... Mañanas... Dejémoslo en mediodía, que era mi hora habitual para despertarme.
El reloj de mi teléfono móvil sonó justamente a la una de la tarde, que era un buen momento para levantar mi culo de la cama. Pero por algún motivo, hoy tenía las sábanas pegadas, y me daba toda la pereza ponerme en pie para ir hasta Gino's, la pizzería del centro.
Y no lo hubiera hecho si no fuese por Buddy.
- ¡GAYASS! ¡GAYASS! ¡ES GENIAL!
El adolescente rubio y enano, que estaba pegado a mí casi todo el día entró a mi cuarto, como Pedro por su casa.
- ¡BUDDY! ¡ESTOY DESNUDO! ¡SAL!
Vale, no. Estaba en ropa interior. Pero es igual, porque a Buddy no pareció molestarle esto en absoluto. Se cubrió los ojos con una mano, y prosiguió a enseñarme su teléfono.
- ¡Escucha! He estado hablando con un amigo, y te he conseguido un compañero.
- Yo no necesito ningún compañero... -Levanté una ceja, mientras miraba la pequeña pantallita. Ahí venían algunos datos inútiles, como el nombre del chico, su edad y sus gustos. ¿Para qué quería saber yo eso?
-¿Cómo has entrado, por cierto?
El rubio ladeó la cabeza haciendo una mueca.
- Tengo una llave, ¿recuerdas? Me la diste un día que estabas borra-
- Ya, ya, ya. Ya me acuerdo. -Fruncí los labios, pensando que era hora de quitarle la copia de llaves a Buddy. Pero al menos así no tenía que preocuparme por si se perdían las mías. -En fin... ¿Dices que es tu amigo? No será otro quinceañero, ¿Verdad?
- ¡No, no! ¡Él no tiene quince años como yo! -Buddy sonrió ampliamente. -¡Es más mayor! ¡Tiene diecisiete!
- Tampoco es mucha diferencia de quince... -Murmuré, con un suspiro.
- ¡Es mega listo! ¡En serio! Y también quiere ser detective, como tú. Apuesto a que os llevaréis genial.
- Está bieeeen. -Me estiré un poco, y le señale la puerta, para que me dejase vestirme en paz. El chaval parecía de lo más feliz, así que agarró su cuaderno con fuerza y salió corriendo al salón, probablemente para dibujar algo que se le había venido a la mente.
Sólo esperaba que el amigo de Buddy no fuese una molestia.
Había quedado con el chaval en Gino's, que es a donde solíamos ir a almorzar, cuando Buddy salía del Instituto. A esta hora, también solían venir la mayoría de los que vivían por este barrio, porque el italiano hacía unas baratas y deliciosas pizzas. En serio. Es de las mejores que he probado en la vida. Era una lastima, que el dinero que ganaba en los pequeños trabajillos tontos que hacía, se viesen fundidos en el tren para llegar hasta aquí. Pero algún día, ganaría bastante como para poder comprar una casa de verdad. Y no estar de okupa en un piso, como estaba.
Buddy dibujaba algo así como un vaquero o algo, mientras que yo le daba un bocado a mi pizza con extra de queso. Entonces, noté una mano posarse en mi hombro. Me giré con una gran sonrisa, pensando que sería el amigo del rubio, pero el gesto amable se me borró al instante al ver a un tío rubio con pelos de punta, y la boca formada en una estúpida sonrisa torcida.
- ¡Buenas, Gayass! ¡Buddy! ¿Qué tal estáis?
- Travis...
Aunque Buddy fuese inconsciente de todo lo que solía pasar a su alrededor, sabía perfectamente mi odio hacia ese ESTÚPIDO rubio de bote. En cuanto me di a conocer por el barrio no tardó ni DOS DIAS en copiar mi peinado. Encima, iba de guay, como si todos le amasen o algo así. Por no hablar de que estaba todo el día riéndose escandalosamente por su teléfono móvil.
Vamos, que me caía como un culo. Era tonto.
Pues con todo el morro, Travis se sentó con nosotros, como si yo le hubiese dado el permiso o algo.
- ¿Qué hacéis aquí tan solitos? ¿Esperáis a alguien?
- Esperábamos a...
- No es asunto tuyo. -Le respondí, con una forzada sonrisa. -Quiero decir... Asuntos secretos.
- Ah ya, seguís jugando a los detectives, ¿eh? Jajajaja. -Empezó a reír Travis. Buddy me agarró del brazo para evitar que sacase la llave inglesa que siempre guardaba en mi gabardina.
Algún día le daría con esto en todo el coco... Pero no hoy.
- ¡Que sepas que Gayass es muy guay! ¡Y los será aún más cuando se alíe con Kenny!
- ¿Kenny? ¿Y ese quien es? -Preguntó Travis, con su sonrisa de J. Esa que me hacia la sangre hervir.
- Yo soy Kenny.
Una voz de niño llamó la atención a toda la mesa. Se trataba de otro rubio más, con el pelo un poco largo y despeinado. Sus ojos eran verdes, que me recordaban un poco a los de un gato. Y en mis veintiún años de edad, nunca había visto unas marcas como las suyas en las mejillas.
Bueno si. En Naruto. Pero eso no cuenta, creo.
El tal Kenny esbozó una sonrisa felina, al ver que todas las miradas se posaban en él, y se sentó en la cuarta y última silla.
- ¿Tu eres Gayass? -Preguntó, dejando su mochila a un lado, y mirándome directamente hacia los ojos. Era algo incómodo, a decir verdad. Buddy parecía emocionado por algún motivo.
- Um... Si. Gayass Phucker. Encantado.
- Vaaaya... -El chico soltó una risita. -Me esperaba... Otra cosa.
- ¿Cómo que otra cosa? -Levanté una ceja, un poco ofendido. Travis soltó una risotada, que me dio ganas de meterle con un trozo de pizza en la cara.
- Bueno... Alguien más... Um... Te ves muy joven y... -Kenny se quedó unos minutos pensando. -¿Estas seguro de que eres un Detective?
- ¡Por supuesto que si! -Me levanté de la mesa, para dar énfasis a mi posición. -¡Soy el mejor Detective de SimCity!
- Eso no puede ser... -Kenny se levantó también, con una sonrisilla. -Porque el mejor Detective de SimCity soy yo.
Buddy estuvo a punto de intervenir, cuando un llanto femenino invadió toda la pizzería.
- ¡BUAAAA, GAYASS!
- ¿Huh? ¿Poppy? ¿Qué pasa? -Pregunté, acercándome a una pequeña de la edad más o menos de Buddy, que trabajaba en la floristería de aquí al lado.
- ¡Es que...! ¡Un tipo del parque me ha quitado a mi perrito y no me lo quiere devolver!
- ¿Quién? -Parpadeé un par de veces, sorprendido. Entonces, sentí como el tal Kenny corrió hasta mi lado con una gran sonrisa.
- Tranquila, señorita. Te devolveremos a tu perro. -Luego se volvió hacia mí. -A ver quien resuelve esto antes, Gayass. -Soltó con una risita, y dicho esto se marchó corriendo, dejando su mochila atrás.
Fruncí el ceño, ofendido. Pensaba demostrarle a ese niño de lo qué Gayass estaba hecho.
Y después, a cerrarle la boca al imbécil de Travis, que no dejaba de reír.
