Te sientes nervioso, aun cuando ella ríe normalmente y no puede ver a través de tus ojos. Intentas calmarte, pero no puedes pensar en nada más. La risa simplemente no se desliza por tus labios, y en cambio, una mirada sombría recorre tu rostro.

Ahora te lamentas, porque te das cuenta de que has logrado borrar esa sonrisa inocente de su rostro. Porque de alguna manera, eres un monstruo. Y ella no lo entiende, no puede hacerlo.

Ahora miras a tu alrededor, las sonrisas de los demás te parecen absurdas. Te hieren, porque tú no puedes sonreír. Las comisuras de tus labios permanecen inmóviles, te parezca bien o no.

Incluso ahora, tus lágrimas podrían saber más dulces que cada una de tus sonrisas. Miras como las hojas de los árboles se mueven al compás del viento, y sin embargo, no logras encontrarle el sentido.

Tu mente se ha llenado de preguntas absurdas que sabes que nadie podrá responderte, pero es mejor hacérselas, antes de que empieces a pensar en el mal que le haces a la dulce niña que ahora intenta dormirse plácidamente a tu lado.

No puedes ver su rostro, porque su largo cabello lo cubre. Eso provoca alguna especie de calma en ti, pero también te llena de dudas desesperantes, temes que de sus ojos, broten esas lágrimas que fueron causadas por tus palabras, por tus gestos, por tu maniática forma de ser.

Te sigues sintiendo atrapado, las cuatro paredes que te rodean no parecen ser suficientes para protegerte. Desearías haber cerrado esa puerta con llave, y haberla lanzado lejos. Aun cuando sabes que la condenarías a ella, y sería otra prueba de tu ardiente egoísmo.

Lo único que quieres en este momento, es poder ver esa sonrisa deslizándose por su rostro de nuevo, pero no quieres despertarla, te conformas con apartar delicadamente el cabello de su rostro. Sabes que al mirar esos ojos cerrados, la culpa te inundará de nuevo, pero no te importa, porque todo lo que ahora quieres es poder sentirla cerca de ti.

Ya han pasado cinco horas desde que ella decidió hundirse en el mundo de los sueños, miras el amanecer colándose por la ventana, como las nubes cubren el sol tornando el cielo de gris a primera hora de la mañana, recuerdas que siempre te han parecido maravillosos los días así.

El gusto por los días nublados, era una de las pocas cosas que ella y tú, tenían en común.

Luego de besar su frente con suavidad, para no despertarla. Te levantas con agilidad, y logras cubrirla con las mantas antes de que la fría brisa invada su cuerpo, y le saque de su sueño profundo.

Entras a la ducha, y todo en tu mente, se torna de esa oscuridad que no te permite ver, esa oscuridad que te desespera. Pues, recuerdas como sus manos habían rodeado tu cintura por sorpresa, y de repente los dos se encontraban bajo el agua. En esos momentos, hasta tu vida parecía tener sentido.

Olvidas el desayuno una vez más, ya que no te interesa perder el tiempo con banalidades. En un plazo corto de tiempo, te encuentras fuera de casa. En tu hombro, se encuentra una mochila con un par de prendas de ropa, y sobre la mesa de noche, una nota escrita para ella, donde te disculpas por las heridas que le has hecho, y por todo el dolor que sentirá, cuando se dé cuenta de que ya no estás.

Prometiste no romper su corazón, fue una promesa hecha a ti mismo. Pero sabes que todo carece de sentido, y que tus promesas, no son más que mentiras.

Intentas tomar un cigarrillo de la cajetilla que se encuentra en el bolsillo izquierdo superior de tu camisa, pero te arrepientes luego de que recordaras que ella no te permite fumar. Suspiras, la forma en que te cuida realmente te hace sentir vivo.

Entonces, regresas a casa. Arrugas la hoja de papel sobre la mesa de noche, para reemplazarla con otra que asegura que volverás pronto, o al menos intentarás estar antes del almuerzo. Ella sabe que al estar en una ciudad nueva, te pierdes con facilidad. Tu espíritu rebelde, te ha privado de cualquier tipo de mapa, lanzándote a la aventura que siempre has querido tener.

De cualquier forma, solo tienes un objetivo claro, vas a comprarle todas las rosas que sean necesarias, para volver a ver esa sonrisa en su rostro.

Porque la amas, la amas desde que sus perfectos labios articularon esas dos palabras que te dejan un sabor culpable en la boca.

"Sí, quiero" pronunciaba ella, al tiempo en que tú sufrías por condenarla a vivir la eternidad con un monstruo.

Sabes, que cuando ella sonríe, tú lloras. Lloras porque sabes que nunca podrás devolverle la sonrisa que se borró en algún momento de tu infancia, que a manera de mecanismo de auto defensa, prefieres no recordar.

NOTA: La verdad, estoy nervioso. Me la he liado con las categorías y no sé a donde fui a parar D: Espero que disfruten leyendo. Se aceptan todo tipo de críticas y opiniones. Saludos, Fer :B