N/A: Hola, que tal les va? Yo bien, un poco mejor de la gripe, pero viviré... o eso espero, xD Pues nada, aquí les traje el fic del que les habia hablado a un par de chicos por facebook. A change of life es mi nuevo intento de fic, donde los protagonistas son Orihime, Rukia, Ichigo y Renji! ¡Si! es mi primer fic donde desenvolveré del todo el renruki e incluiré smex de ellos! Claro, el fic se desarrolla mas en el punto ichihime, por supuesto, xD
Como leeran, es un OCC y AU, para los que no saben que es, un OCC es cuando las personalidades de los protas no son iguales a los de los animes, mangas, etc... y AU es un Universo Alterno.
Pues les explicare un poco de esta historia. Se trata de una historia inventada, que se desarrolla en el año 860 de nuestra era, como primer pais que se presenta es Inglaterra pero luego se desarrollará en Noruega, país de nuestros dos héroes masculinos! Es una historia de vikingos, pero no utilizo este nombre para referirme a ellos, por que el termino vikingo viene a utilizarse a finales del Siglo XX, en ese entonces se les conocia como bárbaros.
De todas formas, hay términos que explico entre paréntesis, para que no se confundan ;)
Si tienen dudas, ya saben REVIEW!
Disclaimer: Bleach es de Tite Kubo. La historia es mía!
A CHANGE OF LIFE
CAP I
When the girls ignore the rules... the barbarians will go for them.
Los copos de nieve caían lentamente frente a un hermoso jardín, el que ya estaba cubierto por la alfombra color blanca. En el segundo piso de la fortaleza, construida de piedras, se podía aprecia las ventanas de una de las habitaciones, cubierta por gruesas cortinas de piel del mismo color que la nieve. La amplia habitación estaba pintada de un amarrillo muy claro, y aunque poseía una pequeña chimenea para calentar el área, el frio era sencillamente insoportable. Una ancha y alta cama-cubierta por un moquitero (n/a: cobertor de hilo que se colocan sobre las camas para proteger de los animales e insectos), cuyas mantas y cobertores eran de color rosado, se encontraba acostada una chica, cubierta por las capas y capas de cobertores para mantenerla caliente. Antes de que la joven de cabello naranja abriera sus ojos grises, las puertas de su habitación se abrieron de golpe y con ella las fuertes pisadas de dos chicas, quienes colocaron las llaves de la habitación sobre la mesa de madera que había en una esquina.
La chica que estaba acostada en la cama, abrió sus ojos, sentándose en su mullido lecho. Lady Orihime a bostezó, para luego sonreírles a sus dos fieles amas de llaves. Momo Hinamori, una joven muchacha de cabello negro y largo. La otra ama de llave era Nanao Ise, otra morena, cuya apariencia seria daba a entender de buenas a primera que se trataba de una mujer amargada y arrogante, pero que Orihime conocía muy bien, y sabía que esa chica era un encanto de persona. Claro, muy en el fondo. Las dos mujeres iban vestidas con vestidos largos, de mangas largas y algodonadas para evitar el frio.
Lady Orihime Inoue era la hija menor de Lord Daisuke Inoue y de Lady Akira Inoue y hermana de Lord Sora Inoue. Ambos señores eran duques de un poblado ingles. Ellos, junto a los Aizen y los Kuchiki, poseían las mejores tierras de toda Inglaterra, siendo las tres familias más acaudaladas de dicho país. Además de tener el privilegio (gozo y confianza) del Rey Yamamoto.
Lord Daisuke y Lady Akira habían fallecido cuando Orihime tenía once años, quedando al cuidado de su hermano mayor, quien no solo se había convertido en su tutor, sino que se había convertido en el jefe de la prestigiosa familia. Desgraciadamente el joven Sora no pasaba casi tiempo en su hogar, ya que su deber de continuar con el apellido de su familia y los negocios de esta, lo obligaban a estar en la capital inglesa-donde vivía el rey- atendiendo los problemas familiares, regresando a su casa solo en las navidades y en los veranos.
Mientras él estaba afuera, todo quedaba en manos de la segunda tutora y tía de Orihime y Sora, Lady Rangiku Matsumoto. La hermosa mujer poseía sus terrenos a las afueras de la capital, junto a su esposo, el marqués Gin Ichimaru, primo hermano del jefe de la familia Aizen, Lord Sousuke. La pareja pasaba la mayor parte del tiempo en la mansión Inoue, para así vigilar la educación y bienestar de la joven chica.
—Buenos días, Orihime. — dijo Momo, ayudando a la torpe muchacha a bajar de la cama. Esta, con su nariz roja por el frio, sonrió ampliamente. La joven poseía una admirada belleza, la que era venerada por muchos de los jóvenes hombres que vivían en el poblado, quienes estaban deseosos de que Sora Inoue anunciara la disponibilidad de la chica para matrimonio. Orihime y su mejor amiga, Rukia Kuchiki, eran las chicas más bellas- muchos decían que eran las más hermosas de Inglaterra, y que incluso la hija del rey, Soi Fong, poseía cierta envidia de ambas chicas cuando estas visitaban al rey en los veranos. Su alteza real, el rey Yamamoto I, profesaba un gran cariño hacia las dos chicas, las que siempre iban a jugar con él alguno de los juegos de mesas o simplemente a tomar el té en los veranos.
—Buenos días, Momo., buenos días, Nanao— respondió la chica. Orihime al igual que Rukia, habían cumplido los dieciocho años, y eso significaba que pronto Byakuya Kuchiki y Sora Inoue tendrían que buscar los futuros maridos de sus hermanas. Algunos rumores decían que los dos hombres (Byakuya y Sora) ya tenían a sus candidatos, siendo estos dos pertenecientes a la familia Aizen. Kuchiki se estaba fijando en el hijo de Sousuke, Ashiro Aizen, un joven de cabello rojizo, además de ser un excelente soldado, mientras que Sora se había fijado en el sobrino de Sousuke, Ulquiorra Shchiffer, otro gran soldado de las tropas de Gran Bretaña (Inglaterra).
—Orihime, el desayuno está listo, y recuerda que Lady Rukia está a punto de llegar para ir a su cabalgata sabatina, pero antes Lord Ulquiorra y Lord Ashiro vendrán a despedirse, antes de marcharse a la capital. — comentó Nanao, amarrando el corsé de la chica, de forma tan apretada que la chica respiro con algo de dificultad. El corsé había hecho que sus amplios pechos se vieran mucho más holgados y abundantes. En cuando Ise se dio la vuelta, Momo aflojo el corsé, permitiendo que Orihime respirase nuevamente.
Colocándose un cálido vestido color amarrillo, para estar en el interior de la mansión, la chica corrió por el pasillo de la vivienda, sin haber cepillado su cabello y dejando a Nanano y a Momo gritándole desde el segundo piso de la casa. Realmente ella no necesitaba cepillar su melena naranja, porque esta era lacia y sedosa y siempre se mantenía de esa forma. Lady Akira poseía una cabellera semejante a la de su hija -además de ser muy parecidas físicamente-, solo que su cabello era castaño, como el de Sora y sus ojos eran color miel, como los de su hijo. Por otro lado, Lord Daisuke tenía el mismo color de cabello y de ojos que Orihime, pero su parecido con su primogénito era mucho más impactante, siendo ambos casi idénticos, salvo al color de cabello naranja y sus ojos grises.
Saludando al encargado de las cocinas, Hanataro, Orihime se sentó junto a su tía, quien tenía su nariz roja por el dichoso frio invernal. Su tío político había viajado a la capital, para ayudar a Sora en asuntos "de hombres", dejando a los empleados a cargo de la seguridad de ambas mujeres. Solo los caballeros podían encargarse sobre los asuntos de la familia y las damas debían simplemente preocuparse por criar a los niños.
—Buenos días, Rangiku— dijo alegre Orihime, sentándose en la mesa y tomando uno de los panecillos que estaban colocados en una canasta, en medio de la mesa. Con gran delicadeza, la chica lo coloco sobre su vajilla y utilizando sus cubiertos, comenzó a partirlo en pequeños pedazos, consumiéndolos con gran estilo y educación. Lady Inoue era una joven educada y fina, a la que le habían enseñado el cómo actuar como todo una dama de sociedad (medieval). Utilizando una de las servilletas de tela blanca, la chica limpió con delicadeza y gracia, sus labios, para luego llevar a sus labios una copa de zumo de naranjas, las que habían sido cosechadas y guardadas para el invierno.
—No hay nada de buenos, Hime. — indico Matsumoto, cubriendo su nariz, para luego estornudar. La joven de cabello naranja sonrió al ver la graciosa imagen de su tía con la nariz roja y con sus ojos cristalizados. Rara vez se veía a la gran dama, Rangiku Matsumoto, en ese estado. Observándola bien, Inoue se percato de que su tía ni siquiera estaba vestida apropiadamente (algo que sin duda alguna era costumbre de ella), sino que poseía solamente un camisón de algodón y su cabello estaba amarrado en una revuelta coleta. Por lo visto su tía si que estaba enferma. Nuevamente Rangiku volvió a estornudar, ahogando las maldiciones que deseaba lanzar en contra de todas las gripes de Inglaterra. De mala manera se coloco de pie. —Cariño, iré a dormir, estoy demasiado agotada y mi lindo cuerpo necesita mi mullida cama. Si vas a cabalgar con Rukia, no corran por los bosques del norte, sabes que hay varios barbaros corriendo por esas áreas y sería muy peligroso. — indico Matsumoto, mientras observaba fijamente a su sobrina y se colocaba de pie.
En el norte de el poblado Ingles, cerca de los acantilados, se había visto a algunos barbaros desembarcar, a legadamente estaban cazando animales, pero esos despiadados hombres lo que hacían era zaquear los pueblos y secuestrar niños y mujeres. Todos los pueblerinos conocían el triste desenlace de las mujeres que eran secuestradas: terminaban en algún prostíbulo bárbaro en el norte de Noruega o alguno de esos temibles barbaros las tomaban como esposas, y obviamente ninguna chica proveniente a una sociedad "avanzada" deseaba culminar como la esposa y madre de los hijos de un bárbaro. Era muy bien sabido que el rey Yamamoto no les tenía tolerancia y que había declarado una guerra hacia un tiempo atrás, donde surgió una sangrienta guerra donde muchas personas perdieron la vida, incluyendo a algunos miembros de las embarcaciones bárbaras. Orihime y Rukia solo tenían nueve años cuando eso sucedió, y ambas se habían escondido junto Lady Inoue y Lady Kuchiki en la fortaleza Aizen, junto a los pequeños Lord Ulquiorra y Lord Ashiro, mientras los hombres peleaban. Claro, antes de que las dos niñas fueran encontradas por sus respectivas familias (Lady Inoue y Lady Kuchiki), ellas habían sido salvadas por un niño de cabello naranja, el que sencillamente Orihime jamás podría olvidar.
Ella estaba casi segura de que el niño era parte de los barbaros, pero él no les había hecho daño, sino que junto a otro niño, cuyo cabello era rojo, las había ayudado a salir del bosque donde se estaba llevando a cabo la espeluznante y sangrienta pelea. Antes de que Orihime pudiera agradecerla-por salvarla a ella y a Rukia (quien jamás le agradecería, por ese orgullo Kuchiki), los dos pequeños barbaros habían escapado, dejándolas a las dos niñas ilesas.
Rukia se había olvidado del incidente muy rápido… pero Orihime jamás lo olvido.
—Por supuesto, tía. Recupérese pronto. — expresó la joven muchacha, dedicándole una cálida sonrisa a su tía. La joven tomó los cubiertos y comenzó a desayunar, ante la mirada curiosa de su tia. Si no hubiese tenido la gripe, Rangiku estaba segura de que hubiese saltado a abrazar a su sobrina. ¡Era tan tierna!
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Una muchacha de cabello negro y cuyo vestido era verde claro, además de poseer una capa sobre su cabeza para protegerla de la nieve, del mismo color de su vestido, cabalgaba por los prados ingleses, cubiertos de nieve. Tras de ella, otra chica, cuyo cabello era naranja y que lucía un vestido rosado, con una capa del mismo color sobre su cabeza, reía por algo que había comentado su compañera de cabalgatas sabatinas.
Desde que eran niñas, Rukia y Orihime tenían la costumbre de cabalgar todos los sábados en las mañanas. Recorrían desde la mansión Inoue, pasaban por las afueras de la mansión Aizen y luego llegaban a la casa Kuchiki, donde las dos chicas almorzaban, para luego comenzar alguna platica. Algunas veces se reunían con ellas Lord Ulquiorra y Lord Ashiro, los cuatro iban a cabalgar y luego culminaban en la mansión Kuchiki, pero debido a que los dos jóvenes soldados se encontraban en la capital, las dos chicas tuvieron que cabalgar solas. Claro, eso no les molestaba para nada, ya que podrían hablar sobre trivialidades femeninas, las que jamás debían hablarse frente a un caballero.
—Ahh, Rukia, espérame— grito Orihime, haciendo que su yegua, Rikka, de color pardo, corriera más rápido tras de la yegua de Rukia, Sore, cuyo color era blanca. La Kuchiki alzo su mano en señal de despedida, mientras corría mucho más rápido por los hermosos prados británicos. Las dos jóvenes cabalgaban como dos damas de sociedad, con ambas piernas hacia un lado. Los pequeños copos de nieve caían sobre las capas de las dos chicas, pero estas, involucradas en su pequeña carrera, los ignoraron.
La yegua Sore se detuvo, por orden de Rukia. Orihime y Rikka se detuvieron tras de esta. La joven de cabello naranja suspiro, había sido una carrera bastante larga, ya estaban frente a los terrenos de la familia Kuchiki, y hasta ahí ambas podían llegar, por que el resto del terreno eran los bosques inexplorados, los cuales al ser cruzados te llevaban directamente a las costas inglesas, por donde supuestamente habían desembarcado los barbaros.
—Oye Orihime, ¿por qué no extendemos nuestra cabalgata hacia los bosques?— preguntó repentinamente la chica de baja estatura, aun montada sobre Sore. Inoue llevo una de sus manos a su boca, y negó la cabeza una y otra vez. ¿Rukia estaba loca? ¿Esos bosques inexplorados? ¿Y ellas solas?
—No, Rukia. Sabes lo que dicen, por ahí cazan hombres malvados. ¡Son barbaros!— dijo la chica, sujetando con una sola mano las riendas de su yegua. La joven arreglo su capa, para que cubriera un poco más sus amplios pechos, los que se veían mucho más abundantes debido a lo apretado que estaba su vestido rosado. Rukia rodeo los ojos, para luego cruzarse de brazos.
—No seas miedosa, Orihime. Eso es falso, desde que su alteza Yamamoto mando a exterminarlos en aquella guerra, no se han visto más. Solo son puros cuentos de pueblerinos miedosos. — comento Rukia, ladeando su cabeza, con orgullo. —Además, he escuchado que las manzanas que dan los arboles de ese bosque son deliciosas. — dijo sonriente, tratando de convencer a su mejor amiga. Nada mejor que hablar sobre la fruta predilecta de Inoue, para tratar de convencerla.
—Es invierno, Rukia. Los arboles no dan manzanas en invierno. —indico Orihime, sonriendo cálidamente a su amiga. Nunca se ha conocido a un Kuchiki que se haya rendido, y por supuesto que Rukia no sería la primera.
—Oh no, Orihime. Las manzanas de ese bosque son mágicas. Porque eso se dan en todas las épocas del año. Y según cuenta la leyenda, la que las consuma, vivirá feliz por toda la eternidad, junto al amor de su vida. — relato, fingiendo desinterés y observando con el rabillo del ojo la reacción de Orihime. Solo debía mencionarle algo de magia y un poco de amor y ya había captado el interés de la pequeña Inoue.
— ¿Mágicas?— pregunto inocente Orihime. Rukia asintió, captando la mirada de curiosidad de Inoue. La pequeña Kuchiki sonrió complacida de que su amiga hubiera caído, ahora las dos podrían pasear por el bosque, buscando las supuestas manzanas mágicas, que por supuesto, no existían. Rukia siempre había sido una joven atrevida y aventurera, y ella deseaba investigar que había en esos oscuros bosques. — ¿y si descubren que fuimos al bosque? Rukia, ¿sabes lo que nos harían? ¡No nos volverían a dejar cabalgar nunca más! ¡Y nuestros hermanos nos castigarían! ¡Y nos podrían acusar de ser paganas!— exclamó horrorizada Inoue, pero tentada por esas manzanas mágicas de las que su compañera hablaba, las que supuestamente otorgaban la felicidad eterna junto al amor de su vida. Si era de esa forma, entonces ella y Rukia serian felices con Lord Ulquiorra y Lord Ashiro, ¿verdad? Orihime se caracterizaba por ser una chica inocente y demasiado fantasiosa, por eso a Kuchiki no le causaba nada de sorpresa que hubiera caído en esa mentirilla.
—Yo no se lo diré a nadie, ¿y tú?— Inoue negó la cabeza. ¡Ella jamás tendría el valor de decirles a sus tíos o hermano que había ido al bosque! ¡La castigarían! —Bien, pues en marcha. — indicó Rukia, haciendo que Sore comenzara a cabalgar hacia el oscuro y misterioso bosque. Respirando hondo, Inoue observó hacia la mansión Kuchiki, antes de ordenarle a Rikka que comenzara a correr tras de Sore. Ella rogaba a Dios de que no hubiese nada en ese bosque.
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—Rukia, acéptalo. ¡Estamos perdidas!— sollozó Orihime, apretando fuertemente las riendas de Rikka. Su yegua parecía agitada o asustada, y no era de esperarse, aquel bosque era horripilante. Los arboles impedían que los rayos de sol se colaran; era como si estuvieran en oscuridad total. Los enormes pinos parecían oscuros y malignos para Inoue, quien no dejaba de mirar de un lado a otro. Ella habría jurado que había visto una sombra pasar por detrás de ella.
—No, no lo estamos. — repuso Rukia, no tan segura de sus palabras. Realmente, ellas si estaban pérdidas. Kuchiki nunca había corrido por el bosque, por eso ella no tenía ni la mas mínima idea de cómo regresar, y lo peor de todo es que ella estaba segura de que se estaban acercando a la bahía, por que el olor al agua salada le destapaba su congestionada nariz, a causa del frio. Y estar cerca de la playa era malo, porque significaba que ellas estaban muy alejadas de sus respectivas casas.
Orihime sopló sus manos, los que tenían guantes de cuero. Era una extraña manía que había adquirido desde pequeña o quizás era simplemente costumbre de que cada vez que se iba a dormir, sin colocarse guantes, calentaba sus manos de esa forma.
—Si Lord Byakuya se entera, o mi tía Rangiku… ¡Rukia nos ira muy mal!— expresó Orihime, nerviosa. Rukia ya lo sabía, y realmente estaba aterrada de saber que le diría su hermano. La joven de baja estatura suspiro, tratando de reflexionar porque camino recorrer. Los nervios de ambas chicas no les estaban ayudando para nada. —Creo que estamos cabalgando en círculos…—
TACK
TACK
TACK
Las pupilas de las dos chicas se dilataron. Ellas no estaban solas en ese bosque, definitivamente no. No solo habían escuchado esos ruidos, sino que comenzaron a escuchar pisadas, y esas pisadas cada vez estaban más cerca de ellas.
— ¡RUKIA!— gritó una asustada Orihime al ver a un hombre salir de entre las plantas. La pequeña Kuchiki lanzo un grito al ver que otro hombre venía hacia ella. ¡Bárbaros! Las dos yeguas comenzaron a relinchar, para colocarse en dos patas y arrojar al suelo a sus respectivas amas, comenzando a correr hacia el lado contrario, dejando a sus dueñas en el bosque.
Las dos chicas, temblando, se colocaron de pie y comenzaron a correr hacia donde se habían ido sus yeguas, siendo perseguidas por los dos hombres. —CORRE, ORIHIME, CORRE— grito a todo pulmón Kuchiki, tomando de la mano a Orihime, y ambas saltando varias raíces del bosque. Lamentablemente para ellas, los hombres las lanzaron al suelo, agarrándolas de la cintura y alzándolas sobre sus hombros. — ¡SUELTENOS!— ordenó Rukia, pateando al hombre con todas sus fuerzas. — ¡SUELTAME! ¿Cómo te atreves de agarrar a una Kuchiki?— grito la joven mujer con enojo.
— ¡SOCORRO! ¡AYUDA, POR FAVOR!— gritó Orihime, imitando a su mejor amiga y pateando a su captor con todas sus fuerzas. Cansado de recibir golpes por parte de Rukia, el captor de Kuchiki la bajo de sus hombros y le pego fuertemente en su rostro, dejándola caer inconsciente al suelo, para luego cogerla por su cintura y subirla nuevamente a su hombro. — ¡RUKIA! ¡RUKIA!— comenzó a llorar Orihime, recibiendo el mismo golpe de Rukia en su rostro, cayendo inconsciente. Los dos hombres continuaron caminando hacia la bahía, con las dos chicas inconscientes sobre sus hombros.
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El olor a sal había despertado a Orihime. No solo había sido el aroma, sino que cuando menos se lo esperaba, una gran cantidad de agua salada la había empapado, haciéndola titiritar del frio glacial. Su vestido rosado, estaba hecho un desastre, todo húmedo y con olor a sal del mar. La chica se colocó de pie a gatas, observando todo a su alrededor. Todo estaba oscuro, por eso la joven tuvo que adaptar su visión a la oscuridad, solo percatándose de pequeños detalles, como que ese lugar estaba lleno de cofres, además que parecía moverse… ¿o esa era su imaginación? No, esa no era su imaginación… ¡ella estaba en una embarcación!
Asustada y temblorosa, la chica comenzó a arrastrarse a ciegas por el amplio espacio de esa embarcación, que suponía que ella debía estar en el sótano de esta. Temblando por el miedo y con su vista nublada por las lágrimas, la chica comenzó a buscar a su mejor amiga. — ¿Rukia? ¿Rukia? ¿Rukia?…— pegándole en el rostro a su inconsciente amiga.
—Auch— gimió Rukia, pasando su mano por el área que su queridísima amiga le había pegado. —Ten cuidado, Orih…—
— ¡LOS BARBAROS NOS TIENEN! ¡ESTAMOS EN UNA EMBARACION BARBARA!— gritó Orihime entre sollozos, provocando que Rukia observara todo a su alrededor, buscando si era cierto lo que su amiga estaba sollozando. A pesar de la oscuridad, Lady Rukia había podido percibir el olor a agua salada.
Efectivamente, ellas dos estaban en una embarcación. Y no una cualquiera, sino una bárbara.
Con los labios temblorosos, al igual que sus manos, Rukia se colocó de pie. Todo eso era su culpa, si ella no hubiese insistido a ir a ese maldito bosque ellas no hubiesen estado en esos problemas. Ahora se encontraban en una embarcación de esos bárbaros paganos, que sabría Dios a donde las llevarían y que les harían.
Los barbaros eran conocidos por secuestrar a las damiselas, para… para tener descendencias. Y ellas eran jóvenes, bonitas, e inglesas, pertenecientes a familias importantes… los ojos azules de la chica comenzaron a cristalizarse al recordar a su familia. ¡Todo era su culpa! ¡Si ella le hubiese hecho caso a Hime, ellas no hubieran estado en ese problema en esos instantes!
Una fuerte embestida del océano hizo que las dos chicas rodaran por el suelo de la embarcación, volviendo a mojarse por el agua que se colaba por entre la madera. Ellas jamás habían viajado en una embarcación, por que las damas jamás lo hacían. Viajar por el mar era de hombres y no era bien visto que una mujer navegara con muchos caballeros. Pero ellas estaban secuestradas, así que no contaba, ¿verdad?
Otra fuerte oleada hizo que rodaran nuevamente. Gritando y tragando agua salada, las chicas trataron de sujetarse en algunos de los cofres de madera que allí había. Orihime supuso que dentro de esos cofres debían haber tesoros y joyas, además de otros bienes saqueados por los barbaros.
— ¡Ayuda!— gritó Inoue, sujetando a Rukia, quien al ser un poco más baja que ella, se estaba ahogando. Había demasiada agua en ese sótano de la embarcación, y a pesar de que ella jamás había subido a una, ella podía apostar que afuera de ese barco había una gran tormenta azotándolos.
Las puertas superiores del barco se abrieron, dejándole ver a las dos chicas la oscuridad del cielo, y de cómo este se resplandecía por los rayos. Dos hombres bajaron unas escaleras y se encaminaron hacia las dos jóvenes nobles, quienes asustadas se abrazaron entre sí. Uno de los hombres tomó a Rukia y el otro a Orihime, siendo arrastradas con brutalidad hasta el casco de la embarcación.
— ¡Déjenos! ¡Salvajes! ¡No saben con quienes se están metiendo! ¡Soy una Kuchiki! ¿Me escuchas?— amenazaba Rukia, quien a pesar de querer mostrarse fuerte, su voz sonaba rasposa y débil, debido a las lagrimas que ya corrían por sus mejillas. ¡Como se arrepentía de haber desobedecido a su hermano!
—Por favor, lo suplico, por favor, no nos hagan daño…— sollozaba Orihime, siendo subida junto a Rukia hacia el caso de la nave marítima. Si ambas jóvenes estaban húmedas por todo el agua que habían recibido en el sótano, cuando subieron, el agua de lluvia-además de las temperaturas bajas- hicieron que ambas chicas titiritaran. Sin cuidado alguno, Lady Orihime y Lady Rukia fueron tiradas al suelo, pegándose fuertemente con el suelo de madera.
Temblando por el frio, Orihime se coloco de rodillas, observando a su alrededor. Su temblor pasó de ser de frio a ser de miedo. Los dos hombres que las habían secuestrado y que en esos momentos las habían subido, estaban vestidos como lo que eran-barbaros, con gruesas pieles de animales y de cuero (las que estaban mojadas por la lluvia) y con cascos que poseían dos cuernos.
—Ja, quien diría que las pequeñas nobles serian tan lindas. Supongo que deben ser unas putas, como todas esas mujeres. — expresó un hombre de cabello negro, que poseía un parche en uno de sus ojos. —Pido follarme a las dos. — se burló cruelmente, logrando que las dos jovencitas se abrazaran juntas, sollozando.
Eso no estaba pasando, eso no estaba pasando, eso no podía estar pasando….se decía una y otra vez Rukia. ¡Todo era su culpa! Dios les estaba mostrando un escarmiento por no haber respetado las normas de sus familias. Si sobrevivía a esto, ella jamás volvería a faltar a alguna regla o norma. ¡Las cumpliría todas!
—No, no nos corresponde a nosotros, Nnoitra. Primero tendrán que pasar por Kurosaki y Abarai, luego-y si ellos quieren- nos tocara a nosotros. — repuso otro hombre de tez morena. Orihime comenzó a llorar, cubriendo sus ojos, ¿ellas iban a ser ultrajadas por todos los hombres de esa embarcación? "No, no, por favor, por favor…" se dijo mentalmente.
—Tch— dijo el hombre, cuyo nombre era Nnoitra. —Tendremos que esperar a que calienten la cama de Kurosaki y Abarai para luego follarlas. — Rukia jamás había sentido tanto asco hacia un hombre como en esos instantes. —Pero si ellos no van a saber nada. —dijo ante la mirada sonriente del otro bárbaro. El hombre tomo por el cabello a Orihime, tirándola al suelo y colocándose sobre ella.
— ¡ORIHIME!— gritó Rukia, siendo sujetada por el hombre de tez morena. Orihime comenzó a gritar cuando el hombre la despojo de la parte superior de su vestido, dejándola completamente desnuda de la parte superior, sufriendo el terrible frio y sintiendo la lluvia sobre su piel porcelana. — ¡DEJALA!— gritaba Rukia, siendo sujetada con mayor fuerza por el hombre, quien con sus asquerosas manos le cubrió su boca para que no continuara gritando. La pequeña noble comenzaba a pensar que si ese hombre continuaba sujetándola de esa manera la iba a partir por la mitad. Al igual que Lady Inoue, la joven Kuchiki había sido lanzada al suelo, donde el hombre de tez morena se subió sobre ella y comenzó a manosear sus piernas, mientras ella trataba de patearlo, aun con su boca cubierta por las manos del abusivo barbaro.
—No, no, no, por favor…— gritó la chica, cubriendo sus pechos con sus manos, para recibir una cachetada en su rostro y para que el hombre quitara sus manos de sus pechos, dejándolos al descubierto. Las lágrimas de la joven mujer se mezclaban con la lluvia. El hombre llevo sus manos a los pechos de la chica, y comenzó a apretarlos tan fuertes que la pobre noble había comenzado a llorar mucho más fuerte.
De un momento a otro, el asqueroso hombre había sido lanzado a un lado, dejando a la jovencita temblando en el suelo. Sollozando, Orihime cubrió su desnudez con sus manos, buscando a la persona que la había rescatado.
Un joven de cabello naranja, ojos color chocolate y un ceño fruncido, además de estar vestido con las ropas de bárbaro (pero que Orihime supo de inmediato a que ese chico debía ser de una familia privilegiada, al ver que sus pieles eran finas), estaba de pie, a solos un par de pies de distancia de ella.
—Kurosaki— gimió por el dolor el tal Nnoitra, llevando sus manos a su boca, la cual estaba cubierta de sangre. El hombre de tez morena había recibido igualmente una patada en su estomago, liberando a Rukia de su agarre. El joven hombre que lo había pateado poseía su cabellera larga y roja, además de tener unos tatuajes tribales en sus cejas.
—Has roto las reglas, Nnoitra. Nadie toca el botín de esta embarcación, incluyendo a las mujeres. Creo que sabes muy bien como se paga la traición, ¿cierto?— pregunto fríamente el joven de cabello naranja, mientras varios hombres se colocaban tras de él. Uno de ellos era un hombre de cabello azul cielo y de ojos del mismo color. Antes de que Nnoitra pudiera decir algo, el asqueroso hombre, junto al bárbaro de tez morena fueron lanzados al mar. Nadie en esa embarcación lo había meditado o pensado dos veces, simple y sencillamente tomaron a los dos hombres y los echaron, como si de basura se tratase. —Las mujeres capturadas siempre pertenecen al capitán y al teniente, y en este jodido caso es a Renji y a mí. Todo aquel que toque lo que no le pertenece, encontrara su destino en la furia del mar, y ni siquiera el mismísimo Odín (n/a: dios principal de los vikingos) los salvara de morir congelados. — dijo con un ligero toque de irritación en su voz. Los hombres asintieron, antes de comenzar a retirarse, para cubrirse de la lluvia.
Así que, ¿ellas les pertenecían a esos dos hombres, como si de algún objeto se tratasen? Rukia pasó sus manos por su boca, para luego escupir al percibir sal en su lengua.
Lady Orihime tenía su mirada puesta en la madera de la embarcación, observando como el agua de la lluvia caía sobre esta. Sus pestañas se sentían pesadas, debido a las gotas de lluvia que corrían por su rostro. Nunca en sus dieciocho años se había sentido tan humillada y sucia como en esos instantes. Había sido desnudada por un hombre, y todos los bárbaros de esa embarcación la habían visto en su momento más vulnerable.
Algo cálido había detenido el frio que azotaba su espalda desnuda. La chica subió su mirada para encontrarse con los ojos color chocolate del hombre que la había protegido. El bárbaro le había colocado el abrigo de pieles sobre su desnudes.
Aun ella no podía superar el hecho de que estuvo a punto de ser ultrajada y sobre el que aquel asqueroso hombre probablemente estaba muerto, al ser lanzado a las congeladas aguas.
—Gra…cias…— dijo en apenas un hilo de voz. Rukia nunca había visto a su mejor amiga tan asustada y mucho menos paralizada. Orihime siempre había sido una chica alegre y cantarina, y en esos momentos era como si estuviera muerta en vida, y no era para menos, había estado a punto de ser ultrajada, al igual que ella, pero era diferente. Aquella bestia habia desnudado a Inoue, mientras que a ella sólo le habían tocado sus piernas. Ella era fuerte, pero Hime era delicada e inocente, por eso ella se encontraba de esa forma, paralizada, muerta en vida. La noble trato de ir a donde estaba su amiga, pero los fuertes brazos del hombre de cejas tatuadas se lo impidieron.
—Suéltame. — le gritó molesta. ¡Ella era una Kuchiki! ¿Quién demonios se creían que eran estos hombres? ¡Ellas eran parte de la nobleza inglesa, eran casi nietas del rey! ¿Y ellos las trataban como si de esclavas se tratasen? ¡Las habían tratado de ultrajar! ¡A dos miembros de dos de las familias más importantes en Inglaterra! Cuando sus hermanos se enteraran… se suponía que una mujer no dijera esas palabras, pero eran sus pensamientos, por lo que podía permitírselo…Lord Sora, su hermano-Lord Byakuya-, Lord Ulquiorra y Lord Ashiro iban a arrancarles las cabezas a todos esos cabrones por haberlas tratado como si de objetos se tratasen.
Renji observo de reojo a la joven noble a la que estaba impidiéndole el escapar de sus brazos. Era bonita. Era muy baja, y frágil (al igual que su compañera), comparadas con las mujeres que él había visto en su vida, pero aun así, la chica parecía tener carácter, y eso a él le atraía. Decido a molestarla un poco, el chico la volteo, para que el rostro de esta lo enfrentara. No, no era bonita, era hermosa. Aun en estando sumamente mojada, con su cabello negro pegado a su rostro y con sus ojos azules llenos de furia, ella era hermosa.
—Cierra la boca, enana. No tienes permiso alguno para hablar. — le espetó el joven de cejas tatuadas. Rukia lo miró ofendida. ¿Quién se creía que era ese mandril? Sin medir sus fuerzas, la joven noble le pegó un puñetazo en el estomago. — ¡Maldita perra!— mascullo el bárbaro, aun sujetando a la "enana diabólica" Huh, y se suponía que él era el pagano y ella la cristiana. Irónico.
Mientras los dos chicos peleaban, el joven de cabello naranja observaba curioso a la chica, aun paralizada por el pasado suceso. Él nunca había visto una chica tan hermosa como esa, podía jurar que se trataba de una de las hijas de Baldr (n/a: dios de la belleza nórdica). Su cabello era naranja, no tan eléctrico como el de él, y sus ojos-los que ahora se veían sin vida o emoción alguna- eran grises. El joven Ichigo, príncipe de la tribu bárbara del norte de Noruega, estaba seguro de que cuando sus ojos tuvieran brillo y cuando ella sonriera, ni siquiera las valkyrias podrían opacarla.
Observando cómo aun con su abrigo de piel de lobo, la joven temblaba, el príncipe la tomo por su cintura y la subió sobre sus hombros, provocando que la chica sollozara por el miedo a volver a ser ultrajada. La chica de cabello negro, que peleaba con Renji, se percato del suceso y trato de correr hacia él, pero Abarai había sido mucho más rápido, sujetándola y arrastrándola (literalmente) hacia el lado contrario a donde el príncipe bárbaro se dirigía.
Este era el primer viaje que hacían Ichigo y Renji como capitanes. Los dos jóvenes si habían viajado en otras ocasiones, pero siempre bajo la tutela del rey Isshin. Y esta vez, el rey les había otorgado el privilegio de que si zaqueaban algún lugar, y encontraban alguna cosa (o mujer) que les gustase, podían quedárselos. Y por lo visto los dos chicos habían encontrando el 'objeto' con el que ellos se quedarían.
Sin duda alguna iban a ser esas dos chicas.
Sin más que hacer, Kurosaki se dirigió a su camarote, con la temblorosa chica sobre sus hombros. Renji por su parte tuvo que tomar, prácticamente, a la fuerza, cargando a la chica como si de una novia se tratase. Claro, la diferencia entre la novia y esa chica era que la primera se suponía que no gritara y mucho menos que mordiera, y esa "enana hermosa y diabólica" si lo hacía, mordiéndolo en sus hombros y manos.
Kurosaki entró a su camarote, donde la calidez de una chimenea los recibió. Con algo de delicadeza, colocó a la chica sobre la amplia cama-cubierta por pieles-. El joven observo como la hermosa noble comenzaba a temblar y a sollozar, abrazando sus piernas y observándolo con temor.
—No voy a hacerte daño. — dijo el joven príncipe, buscando en uno de sus enormes baúles de madera alguna pieza de ropa para la chica, que aun estaba con su pecho al desnudo. Ichigo no podía evitar el sonrojo que se expandía por su rostro. Joder, él no era un chico virgen, él había visto un sinnúmero de mujeres desnuda en el trayecto de sus veintidós años, sólo que esa chica que estaba frente a él no se asemejaba a ninguna. No solo era sumamente hermosa, sino que sus… sus pechos eran mucho más amplios, y la piel de sus piernas era cremosa y del color del marfil.
Extendiéndole una de sus camisas de piel de oso pardo, la chica lo observó temerosa sobre qué hacer. Luego de escrutar con su mirada al joven, Orihime tomó la camisa y aun temblando por el frio, se la colocó, dejando ver al chico más de lo que debía. Por el amor a Odín, sus pechos sí que eran grandes y firmes, mentalmente el joven se preguntó si serian tan suaves como se veían.
—Bien, y ¿Cuál es tu nombre?— preguntó el príncipe, llevando sus manos hasta su cabeza, quitando su pesado casco que poseía dos cuernos. Lady Orihime lo siguió con su mirada, observando cómo este colocaba sobre una mesa su casco y una espada, que hasta ese momento ella no había visto que él poseyera. Percatándose del miedo de la chica, Ichigo llevo su mano izquierda hasta la parte trasera de su cabeza. —No te voy a hacer daño. Siempre cuido y protejo mis pertenencias. — repuso, provocando que la chica saliera de su parálisis y lo observaba-como momentos antes había observado Rukia a Renji- ofendida.
¿Ella una pertenencia? Orihime no era una chica que se ofendiera con facilidad, mucho menos orgullosa, pero debía admitir que ese "pertenencia" que había dicho el chico le había herido su orgullo de Inoue. Ella era una chica de una familia importante, y por lo tanto debía ser tratada con respeto, no como una esclava.
—No soy un objeto. No soy propiedad de nadie. — respondió la chica, con determinación en su voz y observando a los ojos al bárbaro. Una sonrisa de lado se dibujo en el rostro del apuesto joven, provocando que las mejillas de Orihime se sonrojaran. Era un hombre sumamente apuesto, ella no podía negarlo.
—Vaya, pensaba que no me hablarías. — comentó el príncipe, deteniéndose frente a la joven noble, bajándose hasta el nivel de ella, para que su rostro quedase suspendido y que solo estuviese alejado por un par de centímetros del de ella. Ichigo podía percibir el aroma a vainilla, mezclado con el olor a sal sobre la piel de la chica, logrando una combinación excitante y atrayente. —Quizás tengas razón sobre el primer comentario, pero sobre el segundo, lamento decirte que estas equivocada. Todo aquello que no tenga sangre bárbara corriendo por sus venas, y que este en el interior de esta embarcación en calidad de "objeto saqueado", me pertenece a mí y a los míos. —puntualizó el joven príncipe. La voz fuerte y con un tono de arrogancia en su voz había hecho sonrojar mucho más a la pobre chica, quien no podía dejar de observar los ojos color chocolate de su "propietario". Eran hermosos y sencillamente atrayentes.
Cambiando su mirada, y permitiéndole observar al joven su cuello, Lady Orihime respondió — Si nos regresa nuevamente a mí y a Rukia a nuestras tierras, prometo que le entregare joyas y parte del dinero que me dejaron mis padres como dote (n/a: dinero guardado por los padres para ofrecerlo como "obsequio" al hombre que tomara la mano de su hija). Y prometo que nadie les hará daño. — si Rukia era la joven aventurera, que prefería los puños, Orihime era todo lo contrario, prefería las palabras y la tranquilidad para llevar a cabo los negocios.
—Soy Ichigo Kurosaki, y te tendrás que quedar en el camarote si no quieres volver a mojarte por la tormenta. — Orihime se volteó nuevamente hacia él cuando este cambio la conversación. —Y no, no me interesa el dote o tus joyas, ya tengo demasiadas. Gracias. — El joven bárbaro sonrió con autosuficiencia, comenzando a caminar hacia la puerta de su camarote.
— ¿Y qué piensas hacer conmigo y con Rukia?— preguntó Orihime, colocándose de pie sobre la cama. Su temor se había disuelto en cuanto el joven la había llamado objeto. Si Matsumoto hubiese estado allí, hubiese estado altamente ofendida. — ¡No somos esclavas! ¡Si piensa que nosotras le haremos sus tareas del hogar, está muy equivocado, Señor Kurosaki!— gritó molesta, cruzándose de brazos.
El chico se detuvo y se dio la vuelta, mirando fijamente a la chica. Vaya, y el que pensaba que la enana gritona era la más brava de las dos, ¡que equivocado estaba! —Sobre tu amiga… será Renji el que decida qué hacer con la enana. Y sobre ti…— llevó uno de sus dedos a su quijada, aun mirándola fijamente. —lo pensare. Ya que has dicho que no eres una esclava y que no haces tareas del hogar, supongo que has de tener alguna utilidad. Si no, descuida, conozco una tarea que podrás realizar muy bien, porque realmente todas las mujeres lo realizan muy bien. Calentar la cama del capitán. — dicho esto el príncipe salió, dejando a una escandalizada Orihime sobre la cama. ¿Qué se suponía que quería decir sus últimas palabras?
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