Apoyado contra la fría pared de piedra veía como el mar se encontraba particularmente agitado aquella noche.
-¿Demasiado agitado para dormir?
Me gire sobre mis talones para ver a Tyrion con la jarra de vino en las manos.
Aunque muchas cosas parecían haber cambiado desde mi partida en busca de la cura algo parecía mantenerse igual. Los hombres éramos seres débiles frente a nuestras adicciones.
-Tal vez – conteste con total sinceridad mientras volvía la vista hacia aquel paisaje.
El silencio cayo entre nosotros y yo me lleve el vaso con vino a los labios.
El líquido bajo por mi garganta haciéndome sentir más ligero, más vivo.
Desde que me había curado estaba teniendo otro punto de vista sobre la vida. Hacía años que había dejado de ser el señor de la isla de los osos y empezaba a sentir que también dejaba atrás mi apodo de Jorah, el ándalo.
Algo en el fondo del horizonte atrapo mi vista, un relámpago había emblanquecido todo aquel oscuro paisaje haciéndome recordar algo que me había dicho Samuel durante mi curación en la ciudadela.
-Cuando llegué aquí vi como partía el b…-hice una pausa buscando las palabras adecuadas. – El rey del norte – dije con un dejo de melancolía, extrañaba mi hogar.
Extrañaba el frio, los días de constantes lluvias, la nieve y por sobre todo mirar por mi ventana aquellos maravillosos animales que eran los osos.
-Si – contestó el menor de los Lannister volviendo a servirse vino en su copa. – Para luchar contra mi hermana necesitamos de toda la ayuda posible aunque realmente él estaba buscando un aliado contra la lucha de los…
-Caminantes blancos – lo interrumpí y deje la copa sobre una pequeña mesita que me había en la sala. Vi la cara de sorpresa de Tyrion, solo contaba con un par de horas aquí pero realmente no estaba demasiado informado sobre todo lo que estaba ocurriendo. Aquella habitación en la Ciudadela me había atrofiado un poco. Quizás la enfermedad no había desaparecido del todo. Quizás solo habían quedado las cicatrices visibles sobre mi piel pero por dentro sentía que algo había cambiado – El muchacho que me curo, me habló sobre aquellos demonios blancos. – Hice otra pausa y le saque la copa de vino de las manos a mi compañero de viajes.- No debes beber, eres la mano de su majestad y te necesita sobrio. - él hizo una mueca de desagrado pero aquello no impidió que yo interrumpiera mi camino hacia la mesa y así poder sentarme en una de las sillas. – Ella te necesitara cuando enfrenten a tu hermana.
Tyrion cerró los ojos mientras se acercaba a mí.
-Ella necesita de todos – ladeo la cabeza de lado a lado y se sentó de un salto en la silla que se encontraba a mi lado. Su vista se volvió calculadora y aguda sobre mi cuerpo. Sé que buscaba que algo me delatase pero no iba a encontrar nada.- Nos necesita Mormont. – Bufó y se recostó sobre el respaldo de la silla - ¿O es que no te has curado del todo y solo haz venido a despedirte antes de que te conviertas en piedra?
Sonreí de costado y negué con la cabeza pero los ruidos en el corredor llamarón mi atención. Mi mano bajo hasta la empuñadura de mi espada y sentía como mi cuerpo se había puesto en estado de alerta. Sin gusano gris aquí la seguridad de mi reina era lo primordial en mi cabeza.
-Tranquilo solo es el cambio de guardias, siempre lo hacen a esta hora.- puso los ojos en blanco – No importa en qué reino estén o que escoltan sean, ellos siempre van hacer esto para llamar la atención de sus señores, para asegurarse de que sepamos que están ahí.
No dije nada simplemente me encogí de hombros, no venía de una casa grande por lo que en mi hogar eso de los cambios de guardias y de más no era tan usado.
-De todas maneras ya es tarde y ha sido un día largo para todos – volví hablar mientras me levantaba de la silla – Deberías ayudarme a convencer a nuestra reina de que lo mejor que puede hacer en estos momentos es pelear en el norte contra los caminantes antes de ir hacia desembarco del rey.
-Pero mi hermana nos atacara, hay un espía aquí que informa de todo. Ya hemos perdido varios aliados, si vamos al norte primero caeremos.
-Pero si no lo hacemos caeremos todos de igual forma.- volví mi vista hacia la ventana. Mi lugar era al lado de mi reina pero tampoco podía permitir que mi casa cayera. – Piensa en cómo podremos combatir contra los Lannister mientras yo pienso como ayudar al norte.
-Pero…¿Has perdido la cabeza? Si nos dividimos seremos más débiles. Hay un par de cosas que aprendí de mi padre.
Tense mi mandíbula y tome la botella con el resto de vino que había allí colocándola debajo de mi brazo.
-Yo igual por lo tanto mañana espero que en la reunión de la junta me ayudes. – Moví la cabeza antes de girar sobre mis talones.- Por cierto me ocupare en que no bebas hasta que encontremos la solución a esto.
Al llegar a mi recamara lo que menos me esperaba al abrir la puerta era encontrarme con una mujer vestida de rojo.
Miré hacia el corredor y luego volví a mirar hacia dentro mientras alzaba una de mis cejas.
-Disculpe esta es mi recamara. – Hice una pausa mientras ella se paraba de la punta de la cama y caminaba hacia mí – Si era su habitación antes de mi llegada puedo irme a otra habitación. No hay problema – dije dando unos pasos hacia atrás para mantener una distancia prudente.
-Ser Jorah Mormont, señor de la isla de los osos
-No – negué con la cabeza – No soy el señor de la isla de los osos, ese hombre fue mi padre y mi abuelo. No yo – agregue dejando la botella de vino sobre el pequeño escritorio que había ahí.- ¿Qué puedo hacer por usted…lady…?- cerré los ojos buscando su nombre. No la había visto antes mi vida por lo que me iba a costar sacar un nombre de mi cabeza.
Ella se rio como si me pregunta le hubiese dado tanta gracia como un chiste, lo cual me hizo sentir algo tonto porque no era bueno contando chistes.
-Soy Melisandre – hizo una pausa para caminar hasta la puerta la cual cerro dándome una sensación de escalofrió – Soy mejor conocida como la mujer de rojo.- aquella inspección profunda en mi hizo que me sintiera bastante incómodo. Realmente nunca me había gustado que la gente me mirase, no me encontraba atractivo para llamar la atención de las damas ni tampoco demasiado valiente como para ser admirado por los hombres – Simplemente he venido aquí antes de partir por curiosidad.
-¿Curiosidad? – pregunté sin poder evitar la extrañeza en mi voz.
-He escuchado que se ha curado de una enfermedad letal como lo es la greyscale.- ella hizo una pequeña pausa y para después agregar – Yo conocía a una niña con aquella enfermedad, pero no corrió con su suerte.
Mis ojos estaban fijos en ella pero lentamente y sin que yo lo quisiera mi mirada había bajado a mi brazo. Aquel que había sido infectado al salvar a Tyrion.
Trague saliva y después de un silencio largo asentí con la cabeza.
-Si – conteste secamente sintiendo vergüenza de mi enfermedad. – pero ya me han curado y estoy bien. – Humedecí mis labios y luego de un suspiro me corrí hacia un costado para comenzar a caminar hacia la puerta – Si esa era su duda pues ya está aclarada y si no le molesta me gustaría dormir. – abrí y ella apoyo su mano sobre mi brazo.
Melisandre levanto un poco la manga de mi camisa.
La vista no era agradable para mí, aun se podía ver el color rojizo de los músculos que habían debajo de mi la piel. Según Samuel podía pasar un tiempo largo hasta que volviera a ser de nuevo más normal.
Suspire pesadamente apartando el brazo para protegerlo detrás de mi cuerpo.
-Ya lo vio con sus ojos, ahora por favor retírese – hice un ademan con la cabeza y aquella mujer misteriosa de pelo colorado se marchó por el corredor.
Cerré la puerta con gran pesar.
Camine hasta el espejo y me quite la cabeza para ver aquellas marcas en mi cuerpo. Tan solo la estupidez del hombre dejaba tales marcas en la piel. Jorah, no el ándalo ni el señor de la casa Mormont sino el traidor.
