Big Fish: El ciclo de una bruja

La anciana Jenny escribía junto al piano que tantas veces había tocado, como de costumbre sobre las cinco, justo cuando tomaba su tacita de té. Esta vez no eran cartas que enviaba a viejos amigos, esta vez escribía sus memorias en un diario donde anotaba los momentos de su vida más emocionantes, como la primera vez que conoció al difunto Ed. Bloom. En su pueblo la consideraban una bruja, y lo peor de todo, vieja y solterona, ¿se podían atribuir peores adjetivos a una anciana mujer? Si no se había casado con otro hombre es porque 'sólo existía él y luego todos los demás', y si con él no fue posible, no le mereció la pena intentarlo con otros. Su corazón siempre pertenecería a Edward.

Se levantó de la silla para dirigirse al comedor, donde había ido colocando a lo largo de los años fotos de cuando era una niña y vivía en Espectro, hasta fotos de poco antes de que la operaran de su ojo izquierdo por cataratas, hace ya más de tres años y que debido a varias complicaciones se lo dejaran prácticamente sin visión y muy desmejorado. El aspecto de su ojo era desagradable y prefería tapárselo con un parche de cuero, y ahora los niños se divertían jugando al gato y al ratón con ella, y a inventar historias sobre su ojo, que según ellos parecía ser mágico y con poderes sobrenaturales. Se veía guapa en las fotos, y estaba orgullosa de quién había sido durante toda su vida, y pensaba permanecer en aquél lugar hasta el final de sus días, ya que en Ashton fue donde empezó todo, era especial para ella.

Se estaba haciendo tarde y ya iba siendo hora de cocinarse algo. Últimamente ya no cenaba antes de acostarse, se sentía cansada y poco ágil. Las carreras que se pegaba para asustar a los pequeños valientes que se adentraban en los terrenos de su casa, era el único ejercicio físico que la mantenía un poco en forma. Si no fuera por esos chiquillos, ya casi sería un fantasma, nadie se preocuparía de si seguía viva o de si hacía tiempo que ya había muerto. Por eso, animada por las historias que los jóvenes del pueblo contaban sobre ella, decidió fomentar su personaje para hacerse notar y no sentirse tan sola.

Esa noche, y como de costumbre, empezó a ver lucecitas de linternas cerca de la verja de su jardín. Justo ese día vestía de luto porque era el aniversario de la muerte de Edward, y quiso homenajearlo de esa manera. Sabía que alguno de aquellos renacuajos acabaría llamando a la puerta o molestándola, así que esta vez, en vez de amenazarles con una escoba, pensó en seguirles la corriente y premiar al que se atreviera a llamar. Quizá conseguiría cierta popularidad y de paso la dejarían un poco en paz.

Así fue, que poco más tarde, alguien llamó insistentemente a la puerta. Ella abrió, vestida de negro, con su parche en el ojo, y escuchó lo que el joven le decía. Parecía ser que en su ojo tapado se podía ver el reflejo de cómo moriría la persona que lo mirase. 'Increíble', pensó ella, pero no se lo pensó dos veces y le enseño al niño su ojo inválido. Ella sabía que no era posible ver en él tal cosa, pero para no decepcionarle le susurró algo al oído mientras se lo enseñaba. Le dijo que 'no moriría hasta mucho después de pescar al pez más grande del río con un anillo de oro', algo que había oído tantas veces de su amado, y que quiso compartir. El crío se alegró, y pensó que hasta entonces y hasta mucho después sobreviviría a todo lo demás. Se fue contento y la bruja, mejor dicho, Jenny, apagó la luz de su casa y se metió en la cama para descansar. Esa noche soñó de nuevo como despedía desde la orillad del río a Edward, y cómo éste le decía en la distancia pero entre susurros, que pronto se volverían a encontrar.