Amigo

Por Mayra R. L.

Revisado por Silenciosa

Disclaimer: La franquicia Dragon Ball no me pertenece. Sólo utilizo sus personajes para ponerlos en situaciones que nunca veremos en el anime/manga.

Capítulo I: Eres importante para mí.

Debéis estar bromeando farfulló Trunks entre dientes, en síntoma de descontento.

Tanto Goten como él habían sido arrastrados al despacho de su madre por Vegeta y Goku. Esta estancia funcionaba no sólo como el epicentro de la organización de la empresa Capsule Corporation sino como el lugar idóneo de la Presidenta Briefs para regañar a sus hijos. Según ella, no había nada más intimidante y severo que la sobriedad que se respira en un despacho.

¡Sí! ¡Esto es innecesario! replicó Goten a los dos saiyajins puros¡Trunks y yo ya no somos unos críos!

¿Acaso hemos preguntado por vuestra opinión, mocosos? Esto no es un ofrecimiento. Iremos y no hay más que hablar.

Trunks frunció el ceño, siendo consciente de que era inútil ir en contra de la palabra de su padre. Optó por cruzar los brazos y seguidamente dejarse hundir más aún en el mullido sillón de cuero mientras dejaba ir sus pensamientos en cómo soportaría dos días, con sus consecuentes noches, en ese maldito campamento que querían llevarles a Goten y a él.

Frente a la resignación directa de Trunks, Goten, sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente: conectó sus ojos oscuros con los de su benevolente padre, situado más allá, y le lanzó su usual mirada suplicante que tanto lo había ayudado en el pasado a saltarse los entrenamientos y otros compromisos. Goku, en cambio, trató de desviar la mirada hacia otro lado; no obstante, siguió sintiendo los ojos de Goten clavados sobre él. Nunca pudo resistir demasiado esa presión enviada por su hijo pequeño, por lo que este intento no iba a ser la excepción a la regla. Ya se encargaría más tarde de recibir los reproches de Milk y Bulma. ¿Quién era él para obligar a Goten a hacer algo que no quería?

—Esto... Vegeta —dijo dirigiéndose al aludido mientras se rascaba la nuca en su habitual gesto de nerviosismo—, ¿y si mejor los llevamos otro fin de semana?

El Príncipe esgrimió un hondo resoplido al tiempo que una vena de su frente se hinchaba paulatinamente nada más percatarse de la típica sonrisa bobalicona de los Son pintarse en la cara de Goten en efecto de victoria.

—¡¿Por qué rayos eres tan débil, Kakarotto?! ¡¿Acaso es tu hijo el que toma las decisiones en tu maldita familia?!

—No, Milk las toma

—¡Cierra la maldita boca! ¡Iremos este fin de semana y se acabó la historia! —concluyó Vegeta.

Goku le dedicó una mirada de "lo siento" a su hijo, quien suspiró resignado después de haber dejado caer también su cuerpo en el asiento.

—Justo el sábado cuando tenía mi primera cita —musitó con tristeza.

Trunks dejó de mirar la desanimada imagen que irradiaba Goten y llevó su atención hacia Vegeta y Goku. Les preguntó irritado:

—¿Y exactamente qué vamos a hacer yendo de campamento?

Los dos saiyajins puros intercambiaron miradas por un segundo como si estuvieran dudando en la posible respuesta. Eso llamó la atención de ambos chicos que, de inmediato, se reincorporaron cual resortes en sus respectivos asientos.

—¿Acaso nos vais a entrenar para enfrentarnos a un nuevo enemigo? —preguntó, alertado, Goten— ¿La Tierra corre peligro, papá?

—¡No, no, no! Por suerte todo está bien. No tenéis que preocuparos por eso.

—Entonces... ¿por qué iremos de camping tan de improviso?

Goku parecía pensar las palabras exactas con que responderles, pero fue interrumpido por el otro hombre.

—Lo que pasa es que vuestras madres están preocupadas por el distanciamiento que hay entre los dos y nosotros nos hemos vistos obligados a hacer lo del camping para que arregléis vuestros malentendidos de una puta vez.

Replicó Vegeta, que estaba notablemente molesto por tener que hacer este tipo de tonterías sensibleras típicas de los humanos que lo alejaban de su amada cámara de gravedad y sus intensivas sesiones de entrenamiento. Y nada menos que durante dos largos días. ¿Qué diablos le importaba a él los problemas que tenían los dos adolescentes? ¡Él no era el ser más indicado para ayudar en temas de humanos! ¡Lo único que deseaba era entrenar! ¿Era, acaso, demasiado pedir que lo dejaran tranquilo? Maldijo a su molesta mujer y a la igual de molesta mujer de Kakarotto.

Goten intervino renegando con la cabeza y rápidamente esgrimiendo una sonrisa tranquilizadora. —¿Pero de qué habláis? Trunks y yo seguimos siendo los mejores amigos. No pasa nada malo entre nosotros. Tal vez... tal vez es cierto que no nos vemos tan a menudo como antes pero eso no ha afectado para nada a nuestra amistad. ¿Verdad, Trunks?

Se giró buscando el respaldo de su inseparable amigo, pero Trunks no dijo nada. Sólo fruncía aún más el enmarcado ceño heredado de su padre mientras clavaba la vista hacia el suelo.

La sonrisa de Goten se evaporó tan rápido como una gota de lluvia en las arenas de un desierto. Parpadeó sorprendido.

Quizá las cosas sí estaban mal entre los dos.

Luego quedó reflexionando, incapaz de reaccionar o de articular palabra. Lo que sí tenía claro era que había cambiado de opinión respecto al camping. Al parecer no era tan mala idea.

жжжжжжж

Decidieron que era mejor volar hasta un lugar bastante alejado de la civilización durante el camping porque así podrían entrenar sin tener que preocuparse por ser vistos o por los destrozos que podían ocasionar. Sí, entrenar era la actividad que sus padres habían estado planificando para el divertido fin de semana de camping.

Durante el vuelo, Goten no paraba de darle vueltas en su cabeza a la causa por la que Trunks se mostraba enojado y distante con él. Una causa que se le escapaba a su entendimiento y que no lograba comprender.

Lo que sí tenía claro era que Trunks y él ya no eran los inseparables amigos que una vez fueron.

Hasta el momento esto no había llamado demasiado la atención de Goten, o tal vez no se había dado cuenta de la realidad. Si bien Trunks no respondía a sus llamadas, no llegó a ser una evidente alarma para él ya que ambos estaban ocupados con sus respectivos estudios y entrenamientos. Además de que vivían a una distancia considerable hasta para dos saiyajins. Otra razón válida radicaba en el cambio hormonal que Goten atravesaba; la llamada pubertad. Su reciente interés hacia las chicas de su edad lo desconcertaba por completo. Estaba prácticamente todo el tiempo en las nubes. Distraído como un completo idiota. Y esto apenas le dejaba cabeza para siquiera recordar el controlar su ki y llegar a casa de una sola pieza sin caer por un barranco durante el vuelo debido a sus distracciones.

"No es nada grave, Goten", le había asegurado su hermano Gohan cuando fue a pedirle consejo algo preocupado. "Es normal sentirse así a tu edad. Yo también viví esa etapa y, créeme, ya se te pasará".

Ciertamente, Goten odiaba el hecho de haber cumplido catorce años ya que, desde entonces, había tenido esos cambios "normales".

Por estos motivos, Goten comprendió que había descuidado su amistad con Trunks desde varios meses atrás; no obstante, no dejó que eso ahora lo desanimara. Estaba seguro que Trunks y él arreglarían sus problemas y se pondrían al día en poco tiempo. Nadie le sacaba en duda de que los dos volverían a estar tan unidos como lo habían estado siempre.

Después de haber encontrado el lugar perfecto cerca del río y lejos de actividad humana, Goten y Trunks, junto a sus padres, se dispusieron a armar el campamento. Levantaron dos tiendas de acampar, buscaron leña y prendieron una pequeña fogata. Cuando todo el trabajo estaba hecho, Vegeta no se permitió descansar, como tampoco se lo permitió a los demás.

—¡Muy bien! Ahora entrenaremos hasta el atardecer. Kakarotto, tú te enfrentarás conmigo. Y, ustedes, mocosos, espero que se esfuercen.

El Príncipe dedicó una mirada severa a los dos adolescentes que sólo respondieron poniendo los ojos en blanco. Era de esperar esa actitud por parte del príncipe.

—Vegeta —interrumpió Goku en su deje un tanto infantil tan característico—, ¿no podríamos comer antes? ¡Estoy hambriento!

—¡No, Kakarotto!

Una vez que los mayores estuvieron lo suficientemente apartados de ellos, Goten decidió ponerse en pie e iniciar con el entrenamiento. Le extendió amigablemente una mano a Trunks para ayudarlo a levantarse.

—¿Y qué piensas de esto, Trunks? —esbozó una sonrisa enorme según extendía su mano al otro— Igual que en los viejos tiempos, ¿no?

Trunks no respondió ni tomó su mano. En vez de ello, miró a Goten durante un fugaz segundo para bajar nuevamente la mirada, se reincorporó solo, rechazando la ayuda, y se puso en posición de pelea. El de cabellos oscuros no se sorprendió por dicha actitud. Inmediatamente sonrió de nuevo tomando también la posición de lucha. A estas alturas entendía que Trunks podía ser en muchas ocasiones obstinadamente soberbio y que la forma en la que le había rechazado su mano sólo era parte de su gélida y orgullosa fachada digna de su progenitor.

—Esto me recuerda al torn...

Un puñetazo recibido contra su mejilla lo interrumpió. Trastabilló un poco, pero Goten consiguió que sus pies se fijaran al suelo y no cayó al suelo. Luego fijó su vista al cielo, siguiendo la repentina explosión de ki proveniente de Trunks. Y allí, en lo alto, estaba su amigo convertido en super saiyajin enviándole una mirada directa y carente de indulgencia.

Al parecer, las cosas iban en serio.

Cuando el sol se ocultó por el horizonte, Goten apenas podía respirar. Su ki era nulo al igual que sus fuerzas. Estuvo enfrentándose con Trunks durante toda la tarde sin descanso. Al principio sólo fue capaz de esquivar los golpes que le enviaba pero luego, cansado de estar a la defensiva y de recibir más de los golpes necesarios, contraatacó. La lucha fue ardua, sin contemplaciones ni grandes diferencias en sus poderes: Goten ya no era el niñito pequeño e inocente que perdió tontamente en el vigésimo quinto torneo infantil de artes marciales. Ahora se enorgullecía de haber conseguido un merecido empate.

Poco tiempo después, sus padres los encontraron al borde de perder la consciencia. Era tal el pésimo estado de los dos jóvenes que se preocuparon y buscaron algún ki próximo pensando que habían sido atacados por un enemigo. Hacía tiempo que no veían a Trunks y a Goten darlo todo en una batalla.

Goku tomó un par de semillas Senzu a cada uno, sacándolas de una pequeña bolsa que llevaba consigo para casos de emergencia. En cuestión de segundos, Trunks y Goten se recuperaron y estaban en perfectas condiciones.

—Entrenamiento duro, ¿eh? —Vegeta no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción al decirlo.

Un silencio se formó en el aire.

—¿Qué tal si comemos? —propuso Goku intentando disminuir la tensión del ambiente.

жжжжжжж

Goten giró en su saco de dormir por octava vez en menos de veinte minutos, despertando a Goku que no era precisamente de sueño ligero. Se reincorporó un poco, frotándose los ojos somnolientos. Sabía que algo preocupaba a su hijo... incluso sabía cuál era la causa.

—Estoy seguro de que las cosas se arreglarán, Goten.

El aludido dio un respingo de sorpresa al escuchar a su padre. ¿Por cuánto tiempo Goku estaba despierto? Suspiró.

—Ya no estoy tan seguro de si podré arreglarlas —elaboró una pausa, sintiéndose muy decepcionado, y continuó—: ¿Sabes...? Cuando Trunks y yo peleábamos esta tarde por un momento... por un momento me atacó como si fuera un enemigo. ¡Como si fuera Kid Buu o Bills! Y lo peor de todo, papá, es que realmente no sé qué sucedió para que se comporte tan mal conmigo. Realmente... no lo sé.

Goku se rascó la barbilla, intrigado. A él también le parecía extraña la actitud reacia de Trunks cuando Goten estaba cerca y sin ninguna razón aparente.

—¿Has probado a preguntarle directamente para saber lo que le pasa?

Goten miró a los ojos a su padre, pasmado. Había olvidado que su padre era más sabio y maduro de lo que aparentaba. Y Goku le había dado una opción bastante sencilla, que a pesar de ser tan obvia, Goten la había evitado desde el principio. Quizá había llegado el momento de hacer tripas corazón, dejar el orgullo aparte y tener una conversación seria con Trunks.

El joven asintió con una sonrisa nerviosa en dirección a su padre mientras se deshacía del saco de dormir y se dirigía a la salida de la tienda de campaña.

—¡Gracias por aconsejarme papá! Iré ahora mismo a hablar con él.

—De nada, hijo, pero creo que sería mejor que esperaras hasta mañana.

Demo, ¿por qué?

Porque Vegeta está durmiendo en la misma tienda de campaña que Trunks y, si vas, también lo despertarás a él.

Oh.

Esas palabras dichas por su padre lo detuvieron por completo. Finalmente, se acomodó mejor en su saco de dormir para hacer precisamente eso: dormir. Eso sí, ahora podía dormir mucho más tranquilo.

Las cosas se resolverían.

A la mañana siguiente, Goten se levantó con ánimos renovados; pintando una sonrisa tan grande en su rostro que, de sólo verla, irritaba a Vegeta. Bastante tenía ya con ver esa misma sonrisa radiante aunque simplona en la cara de Goku. Nada más dar con Trunks, éste último permanecía serio y lo evitaba a toda costa; cortando de tajo los intentos de Goten para entablar toda posible conversación. En el decurso de la tarde tampoco tuvo oportunidad de acercarse a su amigo ya que, para evitar posibles conflictos, Goku decidió que era mejor que los padres entrenaran con sus respectivos hijos. Ya cerca del anochecer los dos saiyajins mayores fueron de caza porque Vegeta estaba harto de comer pescado. Fue el momento propicio para que Goten tuviera la oportunidad perfecta y entablar de una vez por todas una seria conversación con Trunks, así que resolvió en no acompañarlos a cazar.

El joven de cabellos color lila tampoco marchó con los mayores. Había preferido quedarse para preparar y prender la fogata. Ni siquiera notaba, o eso parecía, la presencia de Goten una vez quedaron solos.

Una sonrisa pícara se coló en los labios de Goten. Se le había ocurrido una broma para romper el hielo. Se posicionó a espaldas de su amigo, minimizando todo lo que pudo su nivel de ki y, lentamente, inclinó su rostro hasta rozar con su cálido aliento la oreja de Trunks y susurrarle divertido:

Vamos a nadar.

Este hecho, inesperado, hizo que Trunks se tensara al instante del mismo modo que las cuerdas de un arpa. Volviendo en sí, Trunks se apartó con rapidez bastante molesto; sin embargo, Goten llegó a captar el ardor rojizo anidado en sus mejillas.

¿Qué mierda te pasa, Goten?

El mencionado no pudo evitar partirse de risa a costa de la reacción conseguida en su mejor amigo. Nada, solo quería asustarte un poco. ¿Qué dices? ¿Te vienes a nadar?

Sin esperar respuesta, Goten comenzó a desvestirse. Se deshizo de la sudadera, dejando a la vista su cuerpo pálido, delgado y de músculos poco voluminosos debido al poco interés por entrenar. Se dispuso a quitarse los pantalones pero la voz irritada de Trunks lo detuvo:

—¿Pero qué haces, idiota?

Goten, con una gesto de confusión estampado en la cara y encogiendo los hombros, se volteó para mirarlo. —No pienso nadar con la ropa puesta.

—Pues yo no quiero ver tu trasero —declaró con desdén Trunks según se sentaba en un tronco cerca de la fogata—. Así que vete a otra parte.

—¿De qué hablas, Trunks? Nos conocemos desde que éramos bebés. ¡Nos hemos bañado juntos millones de veces! ¿Qué demonios te pasa?

Trunks se limitó a arrugar el ceño por enésima vez en el día sin decir palabra alguna. En reacción, el pelinegro revolvió sus cabellos totalmente desconcertado; era hora de charlar seriamente con su amigo. Olvidando su idea de ir a nadar, volvió a ponerse la sudadera y tomó asiento al lado de un incómodo e irascible Trunks Briefs. Goten tomó su tiempo en observarlo detenidamente, tal vez esperando a que éste le correspondiera con la mirada. Fue inútil: parecía que Trunks no estaba dispuesto a mirarle siquiera. Goten tomó una respiración larga y, en su típica actitud resuelta y natural, atrapó el rostro de Trunks entre sus manos y forzó a que lo mirara a los ojos. Había transcurrido mucho tiempo, tal vez demasiado, desde que los dos no compartían una mirada tan intensa y cercana como ésa.

—¿Se puede saber por qué estás tan enojado conmigo?

No pudo evitar que su voz sonara un tanto afligida e infantil, pero así era precisamente cómo se sentía.

Los ojos de Trunks se abrieron un poco más de lo normal y Goten obtuvo una excelente vista color índigo de aquella mirada gracias a la luz irregular emitida por la fogata. Trunks cortó en seguida dicha conexión, rompiendo el contacto visual y físico; su boca se transformó en una línea tensa.

—Yo no estoy enojado contigo, Goten.

—¿Entonces por qué me evitas? ¿Por qué ya no quieres hacer todas las cosas que hacíamos antes? Hasta parece... parece que me odias —musitó Goten bajando también la vista, frustrado.

—Yo no te odio —le escuchó decir de pronto—. Ya sabes que eres importante para mí.

Ante esto, Goten no pudo evitar sonreír.

—También eres importante para mí, Trunks.

Su amigo chasqueó la lengua, incómodo. —Escucha Goten. Lo que quiero decir es que el problema no eres tú. Tú no has hecho nada malo, créeme. Yo soy el que se está comportando como un completo imbécil. Yo... lo siento.

—Y si es así, ¿por qué has estado actuando de esa manera conmigo como si yo fuera el único culpable de lo que nos pasa? ¿Por qué demonios te comportas como el asocial de tu padre? Tú no eres así por mucho que los demás intenten compararte con él. Soy tu amigo y te conozco mejor que nadie.

Trunks hubiera carcajeado amargamente si no fuera por el hecho de estar tan nervioso y esquivo. Expulsó todo el aire de sus pulmones estrechando las manos entre sí, casi como si jugara nerviosamente con ellas. Otro gesto atípico de Trunks que a Goten no le pasó desapercibido.

—Ya no quiero ser tu amigo, Goten. Francamente... no creo que pueda seguir siéndolo.

Dicha declaración fue equiparable a un balde de agua fría para el hijo menor de los Son.

—¿Qué rayos dices, Trunks? ¡Me acabas de decir que yo no he hecho nada malo! ¿Por qué ya no podemos ser amigos? ¡Esto es absur...!

—¡Basta! Basta, Goten, ¿me has oído? Dejémoslo así. No quiero hablar de ello, ¿de acuerdo? Márchate y déjame en paz —le espetó de pronto el semisaiyajin. Trunks apretaba los puños con fuerza y tensaba duramente la mandíbula. Sus ojos estaban humedecidos pero contenidos.

Si no fuera por todos los años que había pasado junto a Trunks, Goten hubiera tirado la toalla y se alejaría para que Trunks se quedara solo y abatido atragantándose hasta ahogarse con sus demonios internos; sin embargo, no lo hizo porque sabía que, en el fondo, Trunks no quería que se fuera y lo dejara solo luchando con esos inefables demonios que no eran otra cosa sino reflejos de su aparatosa consciencia. Goten jamás dejaría que algo así le ocurriera. A pesar de encontrarse al borde de su capacidad de entendimiento, Goten atinó a poner su mano temblorosa en el hombro de su amigo, buscando consolarlo de alguna manera. Ejerció una leve presión al tomar su hombro y notó que Trunks también estaba temblando ligeramente.

—Trunks, por favor. Lo digo en serio. Necesito saber qué es lo que sucede contigo.

De pronto, Trunks se volteó para enfrentarlo duramente a los ojos:

—¡Está bien! ¿Quieres saber qué cojones me pasa? ¡Pues te lo diré! —le gritó Trunks en un desahogo enfurecido— ¡Estoy enamorado de ti! ¡Maldita sea, Chibi, yo te amo!

La boca de Goten quedó entreabierta. Estaba en completo estado de shock. Al cabo de unos segundos, volvió un poco en sí; entrecerró sus ojos buscando alguna explicación en su cerebro ante lo ocurrido. Pero antes de siquiera analizar bien la confesión, Trunks lo tomó por la nuca con ahínco, llevándolo hacia su rostro y envolverlo en un brusco beso sobre sus labios aún entreabiertos.

Aquel fue el primer beso de Goten.

Sus brazos cayeron sin vida a los costados de su cuerpo y sus ojos sólo podían percibir los párpados cerrados de Trunks que estaba más cerca que nunca.

Para entonces, un urgente deseo de llorar lo invadió hasta inundarlo. Quien lo besaba con tanto ímpetu buscando que le correspondiera con desesperación era su mejor amigo. Su único amigo. Pero Trunks ya no quería su amistad; quería algo que simplemente no podía darle.

A los pocos segundos el beso dio paso a otros que viajaron desde la comisura de sus labios hasta el centro de los mismos pero sin ser profundizado. La mano de Trunks dejó de sostenerle la nuca para guiarse y alcanzar sus alborotados cabellos negros. A pesar del tacto recibido, Goten no asimilaba lo que sucedía. Como si, de pronto, su sistema nervioso hubiese colapsado, dejara de funcionar y su cuerpo se insensibilizara hasta el punto de notar nada en absoluto.

Su mente divagó recordando muchos de los momentos pasados que había compartido con Trunks. En aquella relación completamente trasparente que, con el tiempo, había quedado olvidada, tal vez enterrada, en alguna parte. Recordó algunas de sus travesuras durante la infancia, de sus juegos y las batallas contra enemigos peligrosos en las que combatieron codo con codo. Por su memoria pasaron recuerdos que iban desde que lo conoció hasta ese preciso instante en que Trunks se confesaba.

¿En qué momento Trunks se enamoró de él? ¿Por qué lo haría? ¿Por qué precisamente de él?

Un beso dado en su cuello lo hizo despertar de su ensoñación, alterándose más de la cuenta cuando pudo sentir el ki de Vegeta y Goku aproximándose a ellos. ¿Es qué Trunks quería morir en manos de Vegeta? Claro. Por lo visto su ki estaba demasiado concentrado en él como para notar otra cosa.

Goten lo apartó de un empujón.

—Basta. Ya es suficiente —alcanzó decir en un susurro mordaz antes de escuchar cómo los saiyajins mayores llegaban con una enorme presa cargando a sus espaldas.

—¡Mirad, muchachos! —los llamó Goku esgrimiendo una enorme sonrisa— ¡Con esto estaremos realmente satisfechos!

Ninguno de los dos le respondió y Vegeta pudo notar la tensión habida entre ellos; lo agitados que estaban sus ki y la conexión fija de sus miradas. Tal vez, si se hubiera detenido a analizar la situación con mayor detenimiento, hubiera notado la hinchazón que se encontraban sus labios debido a los besos, en las lágrimas secas, la desesperación nítida en los ojos de su hijo y la mirada de desconcierto que Goten le lanzaba.

Por fortuna no lo hizo.

—Goten, ¿te encuentras bien? —su padre se acercó y le tocó la frente cerciorándose de su temperatura corporal— Estás algo caliente. ¿No tendrás fiebre?

Goten miró a su padre como si fuera otra vez un niño pequeño y negó con la cabeza lentamente.

—¿Quieres un poco de agua o una semilla Senzu?

—Sólo quiero irme de aquí —se reincorporó Goten del tronco que le había servido de asiento—. Por favor, papá, llévame a casa.

—Pero Goten... se supone que nos íbamos a ir mañana.

La voz de Goku sonó desilusionada, como a un niño que le dicen que no se puede quedar despierto hasta muy tarde. Cuando su hijo se cubrió el rostro con ambas manos y su pecho comenzó a subir y bajar en pequeños espasmos de un llanto silencioso aunque convulso, fue el detonante justo como para saber que algo malo le había ocurrido y que sus deseos de volver a casa no eran un simple capricho.

Goku lo cubrió con uno de sus brazos mientras que posicionaba dos de sus dedos en la frente.

—Lo siento, Vegeta —dijo antes de irse con su hijo—. Mañana vendré a ayudarte a levantar el campamento.

La cara del mencionado se contrajo en una expresión de pura molestia. —¿Pero qué demonios le sucede?

Goku ignoró el comentario. Era de público conocimiento que el Príncipe de los Saiyajins era una persona que tenía poco tacto con las debilidades emocionales y, mucho menos, con el dolor humano.

Antes de marcharse Goku con la técnica Shunkan Idö, sus ojos negros se posaron fugazmente en Trunks quien no se había movido ni un ápice de su sitio. Lucía arrepentido y preocupado al mismo tiempo. Estaba claro, incluso para alguien despistado como él, que algo había ocurrido entre ellos.

Algo tan grave como para poner a Goten en ese estado.

Y se encargaría de saber exactamente qué había pasado entre ellos.

Un segundo después desaparecieron.

.

.

.

¿Continuará?

Quiero agradecer de todo corazón la indispensable ayuda recibida por parte de Silenciosa quien es una excelente Beta Reader.

Si necesitan ayuda gramatical ella estará encantada de ofrecerla.