Pairing: Chibibun/DarkSpain[x]"Cura"Romano
Pairing secundarias: Muy leve insinuación de Frukusa ( si, trío, nada de triángulo ), Aleita
Advertencias de todos los capítulos: Insinuación de shota, aparición del bien y el mal "en persona", BDSM, posible violación...
Advertencias de este capítulo: Confusión.
Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen.
Il peccato più grande
Peccato 1: Omosessualità
Siempre dicen que cuando uno cae en el pecado ya no hay vuelta atrás, aunque siempre Dios te de la oportunidad de arrepentirte.
Dios es fuerte, pero el demonio también lo es y es capaz de hacerte caer en la mas pura tentación si ese es su deseo… y él, no iba a ser la excepción.
¿Alguien hubiera creído que él, Lovino Vargas, hubiera acabado en brazos del señor? No, nunca nadie hubiera sospechado de que él, el ser mas irritable de toda la faz de la tierra - obvio para aquellos que le conocían nada mas, ¡seguro que había alguien peor que él! - ahora vestiría un traje negro y cuello blanco, rezando todos los días y noches. Ni siquiera su hermano Feliciano, que parecía el mas choqueado por aquella noticia.
No, nadie le había obligado a hacerlo, había querido y punto… y es que el haber sobrevivido a aquel accidente no podía ser mas que un milagro. O eso o es que su cerebro se había vuelto del revés con tremendo golpe, como decían algunos.
Ese año curiosamente había decidido nevar, por lo que las calles estaban heladas y era peligroso conducir a ciertas horas de la noche pues refrescaba demasiado y las carreteras se deslizaban por si solas, incluso brillaban a contra luz, sin embargo él había decidido ignorar las sugerencias pues estaba cansado de aquella dichosa fiesta en la que no era mas que ignorado, no había mujeres hermosas a las que echar el lazo pues una sola que estaba libre y al parecer había clavado los ojos en aquel estúpido francés. ¡¿Qué tenía el rubio que no tuviera él? Asqueado y con ganas de llegar a su casa y tirarse al sofá como saco desplomado cogió su automóvil y sin dudarlo prendió camino a una velocidad exagerada, hasta que finalmente las ruedas patinaron perdiendo el completo control del auto, rezando para que los airbag funcionaran y le permitieran no golpearse contra el volante. Si, funcionaron, pero lo único en lo que le ayudaron fue a asfixiarse cuando el coche terminó estrellándose contra una valla de seguridad, rompiéndola y dejándole caer al vacío. Lo último que su mente pudo recordar de aquello fue una imagen borrosa acompañado por un tremendo dolor de cabeza, lo siguiente ver como lenta y tortuosamente el coche se aproximaba hacia el mar… permitiéndole ver su asquerosa vida en tan solo milésimas de segundo.
Dios le había dado una segunda oportunidad para poder arreglar todo aquello que había echo, salvar su alma de todo pecado cometido. O eso estaba pensando al percatarse de que su mirada se encontraba fija en el trasero de una bella dama caminando tan tranquilamente por las calles italianas. Se abofeteó mentalmente mientras volvía la atención a aquel diario mientras esperaba pacientemente su café, sentado en una terraza de una de las mejores cafeterías que habían en la ciudad. Por desgracia, la paciencia era algo de lo que no le sobraba, es mas, empezaba a escasearle y de no haber sido porque al girar la mirada el camarero ya se acercaba con su pedido se habría levantado para reclamar.
— ¡Fratello! - pudo escucharse una voz realmente familiar para el ojiverde a lo lejos.
El nombrado cambió su atención del café al chico que llegaba corriendo, sonriendo de oreja a oreja - o estúpidamente, como gustaba de llamarlo él ahora a escondidas - hasta detenerse a un lado de la mesa. El menor inclinó el cuerpo apoyando las manos sobre sus rodillas intentando recuperar el aliento.
— Scusa fratello, me entretuve hablando con una bella signorina, ve~
Feliciano Vargas, alias stupido fratello por parte del mayor de los hermanos. Aquel chico frente a él había sido en gran mesura parte de sus problemas. Con un simple gesto con la mirada señaló la silla libre de la mesa y el menor, nada mas comprender aquel gesto, tomó asiento. Tenían gran parecido físicamente, pero en personalidad eran demasiado diferentes. Mientras que Lovino se había pasado gran parte de su vida holgazaneando, insultando y maldiciendo, solo intentando ligar y sin intentar hacer nada de provecho con su vida, Feliciano era alguien demasiado alegre, le gustaba pasar el día dibujando o tocando el violín, tomar la siesta también estaba en su enorme lista de cosas que hacer, y obviamente si tenía la oportunidad de piropear alguna bella no la desperdiciaba… pero sin duda, a vista de todo el mundo, Feliciano era muchísimo mejor. Y ya ni hablar de las habilidades; el menor era muy bueno en la cocina y el arte, en los quehaceres de la casa… Lovino era un desastre en los quehaceres, mas que ordenar terminaba siempre desordenando todo mas aún y aunque en la cocina y el arte se defendía - en la cocina podía ser realmente bueno si se lo proponía, ¡ese don estaba en los genes! - siempre estaba a la sombra del menor. Pero nunca podría reprocharle nada.
— ¿Qué querías decirme? - preguntó tomando la taza de café entre manos dispuesto a dar el primer sorbo.
— Ve… ¿recuerdas a Ludwig, el chico rubio alemán? - El mayor tan solo afirmó con un gesto de cabeza, dando al fin el primer sorbo aunque con el entrecejo fruncido. - Bien, pues… hemos decidido tener una relación seria.
Apenas dos segundos de silencio hubieran antes de que Lovino decidiera escupir el café cual fuente, ensuciando la mesa e incluso a su hermano. ¡¿Qué demonios había dicho? Dejó la taza de nuevo en la mesa ignorando las tantas miradas que se habían clavado en su persona ante aquella acción, rascándose rápidamente el oído, quizá había escuchado mal, tenía sucios los oídos y su mente le había jugado una mala y perturbadora pasada. Feliciano trató de limpiarse con una de las servilletas de papel rápidamente.
— ¡¿Que has dicho qué? - vociferó a los cuatro vientos.
— ¡No grites, fratello! Sa-sabía que te lo ibas a tomar mal, pe-pero - sacudió las manos frente a su rostro, inclinándose ligeramente hacia atrás en la silla, - ¡quería que lo supieras!
— ¡¿Cómo no me lo voy a tomar mal, stupido? ¡Estamos hablando de ese armario con patas! ¡Del engullidor de salchichas monstruosamente grandes! ¡Para colmo es demasiado serio, ¿qué si te hace daño? ¡Luego vendrás llorando y moqueando como niño pequeño!
Tras aquel pequeño discurso se cruzó de brazos, no sin antes arrojarle el diario a la cabeza. Se negaba rotundamente, ¡y no es porque le diera miedo el alemán! El otro no dejaba de ser su hermano menor y tenía un deber como hermano mayor, protegerlo de cualquier peligro y realmente el alemán, a su ver, era uno y muy gordo. Bufó con molestia maldiciendo por lo bajo hasta que el menor, tras haber dejado el diario sobre la mesa nuevamente y sobarse el golpe, le señaló la marca blanca que sobresalía del cuello de aquella camisa negra.
— ¡Es tu culpa! - se excusó antes de pedir perdón mentalmente con un par de rezos. ¡Si es que le sacaba de quicio el muy idiota!
Sus rezos mentales se vieron interrumpidos por el llanto de un pequeño. Alzó la mirada pensando que alguna madre estaría regañando a su hijo, sin embargo lo que vio fue como el menor de los hermanos giraba la mirada hacia la multitud, imitándole. Entre esta había un pequeño cuerpo de cabellera castaña, llorando desconsoladamente mientras que los demás pasaban por su lado como si este no existiera; nadie se detenía a preguntarle porque lloraba, si se había perdido o algo. El pequeño al sentirse completamente ignorado y desesperado trató de llamar la atención de alguien, aún sollozando, tratando de sujetar la camisa de alguien pero cuando lo conseguía la persona en cuestión se soltaba viéndole como la peor escoria del mundo. ¡¿En que mundo vivimos, señores? Feliciano quiso levantarse para ir a socorrer al pequeño, pero el mayor de los hermanos pareció adelantarse a sus acciones pues cuando quiso darse cuenta este ya estaba en camino, quedándose en su lugar observando. Lovino por su parte se acercó a aquel pequeño crío, apartando de mala gana - pero sin ser demasiado brusco - a las personas que parecían no tener ni la mas mínima compasión. Vale que él no fuera el mejor en el asunto, pero al menos si se trataba de un crío sabía que no se le podía dejar llorando.
— ¿Por qué lloras? - preguntó el italiano inclinando parte del cuerpo para quedar mas a la altura del niño.
El pequeño al escuchar aquella pregunta se giró en seco hacia su locutor, casi echándosele encima al ver que alguien le hacía caso. Sostenía un pequeño peluche en forma de tomate con largos brazos y una cara sonriente bordada.
— M-me he perdido… e-estamos aquí de vacaciones y no me conozco el lugar. ¡Quiero ir con mi mamá! - Volvió a romper a llorar, abrazando fuerte el peluche. - ¡Qui-quiero ir con mi mamá!
— ¡Está bien, está bien! No llores, buscaremos a tu mamá. - Se agachó por completo limpiándole las lágrimas. - Antes que nada, ¿cómo te llamas?
— A-Antonio - respondió al calmar su sollozo. - Me llamo Antonio - repitió ya mas calmado.
— Bien, Antonio, yo soy Lovino y aquel de allí es mi hermano Feliciano. ¿Te apetece un gelato? Invita él, obvio.
El pequeño solo afirmó por lo que el italiano se incorporó y le tomó de la mano para que no se le perdiera a él también. Tomó una silla libre de la mesa de al lado y la juntó entre ambos italianos. Por su acento, el pequeño no parecía italiano y a decir estaba bastante moreno por lo que dedujo que sería del sur. Al llegar el helado de frambuesa el pequeño sonrió de oreja a oreja, prácticamente devorando aquel frío dulce, y con eso ya le caía bien y todo.
— ¿Dónde has visto a tu madre por última vez? - preguntó el menor de los hermanos.
El crío no respondió, tan solo señaló con la cuchara hacia unas calles mas allá. Vale, no era demasiado lejos y la mujer de seguro lo estaría buscando como loca, al menos una madre normal y corriente lo estaría haciendo. Nada mas se terminó el helado el niño Feliciano pagó la cuenta y salieron en busca de la madre del crío. Tal y como supusieron encontraron a una mujer desesperada buscando algo, o mas bien alguien, y el pequeño no tardó en gritar hacia ella. Tras el gran abrazo familiar la madre agradeció una y otra vez por haber ayudado al crío a encontrarla y tras una pequeña conversa quedó claro que venían de España. Bonito lugar.
— Muchísimas gracias, de verdad, no se como agradecerles que lo ayudara.
— Ve… es el deber de un buen hijo del señor, ¿verdad, fratello?
— ¿Eh? - el ojiverde se había quedado completamente embobado en el pequeño, quien solo sonreía tomado de la mano de su madre. ¡Si es que era monísimo! - ¡Oh! Si, si.
Ya llegado el momento de la despedida el pequeño le entregó el peluche a su madre para poder abrazar al sureño. Sus labios se movieron antes de curvarse en una aún mayor sonrisa y regresar a manos de su madre, habiendo dejado al italiano boquiabierto. ¿Qué… había sido eso?
— Nos volveremos a ver, hermano Lovino, no lo dudes… - susurró una voz varonil, claramente, no podía ser la de un niño de unos cinco años de edad.
Aún anonadado incluso cuando hubo despedido a su hermano tras un largo sermón, donde en mas de una ocasión dejaba en claro que la homosexualidad estaba prohibida en Italia, volvió a sus aposentos para intentar descansar y olvidar aquel día, tal y como hacía siempre justo cuando se iba a dormir. Decidió que antes de acostarse comería algo tras una rápida ducha fría donde poder despejar aquella ahora aturdida mente.
Quizá había sido una simple jugada de su mente, claro, esa era la única respuesta lógica que le encontraba el que repentinamente a aquel niño le cambiara la voz, incluso había llegado a carcomerse la cabeza en como había sabido su nombre, pero si mal no recordaba se lo había dicho cuando lo encontró, por lo que simplemente era en vano.
Una vez bajo el teléfono de la ducha, dejándose empapar con cada gota, cerró los ojos para poder despejar aún mas su mente, desconectar del mundo real. Pero cuando lo lograba, aquella frase azotaba su mente como una mala broma, hasta que cansado de ello cerró fuerte los ojos.
— Señor, ¿por qué hoy quiere jugarme tan malas pasadas? ¿Tan mal pastor he sido?
No bien aquella última pregunta salió de sus labios todo el mundo desapareció para él, todo se volvió negro en cuestión de segundos, como única iluminación una tenebrosa mirada que podría helarle la sangre incluso a cualquier fan del metal. Obviamente al volver en si dio tal respingo que lo único que consiguió fue irse de culo al suelo por patinar con el agua, mirándose las manos como si fueran su peor enemigo.
— ¡No hacía falta que me respondiera así! - exclamó entre molesto y horrorizado, ahora no podría ni siquiera dormir
Como bien había creído el resto de la noche la pasó en vela, por lo que no asistió a la reunión que había sido citado, se la pasó encerrado en su casa cubierto por las sábanas temiendo volver a tener aquella horrenda visión. Esa mirada… ¿era lo que denominaban como Satanás? Y si era así, ¿por qué la había tenido tan repentinamente? Ya nada mas le hubiera faltado escuchar una risa de esas sacadas de una película de terror para que consiguieran que la ardilla volviera a atacar, porque si, ¡era una ardilla la que mojaba su cama de pequeño!
Ya pasado el medio día, después de la hora de comer, todo se encontraba en silencio, incluso las calles se encontraban en el mas profundo por ser ya la hora de la siesta y además de que ya el sol golpeaba con fuerza. O al menos así estaba hasta que una pequeña risa infantil se apreció en aquella habitación. Lovino, alarmado por aquella risa, asomó la cabeza de entre las sábanas para dar de lleno con un peluche en forma de tomate que le alargaba las manos.
— ¡Lovi! - gritó al parecer aquel peluche.
— ¡CHIGIAAAAAA! ¡SAL DE MI CASA, DEMONIO! - vociferó el italiano volviendo a esconderse bajo las sábanas.
— ¿Lovi? - preguntó aquella vocecilla intentando levantar la sábana. - Era una broma… no soy ningún demonio, soy Antonio~
El italiano no supo si alarmarse aún mas o simplemente calmarse, optó por un entremedio, asomar de golpe la cabeza mirando al niño de forma acusadora.
— ¿Qué haces en mi casa? Es mas, ¿cómo demonios has entrado?
— Ve~ ha venido conmigo, fratello~ - respondió un segundo invitado entrando en la habitación. - Venía a verte porque me dijeron que no habías ido a la iglesia, me lo encontré y me dijo si podía venir. ¡Al parecer fratello le cayó bien a Antonio!
— Si, si… como sea, no estoy de humor.
El sureño se dio media vuelta esperando que aquellos auto invitados entendieran aquella indirecta y se marcharan, pero lo único que al parecer captaron fue una invitación a que se quedaran, pues sintió como el colchón se hundía un tanto acompañado por unas palmaditas en el brazo. Giró la mirada por sobre su hombro tratando de no verse demasiado molesto, aunque lo estaba, molesto, irritado y a la vez aterrado. Sus ojeras eran cada vez mas visibles por la falta de sueño y eso no pasó desapercibido para ninguno de aquellos dos invitados.
— Fratello debería descansar, no tienes muy buen aspecto.
— No me digas - respondió con clara ironía, provocando que el pequeño se riera por lo bajo. - No he dormido en toda la noche y cuando consigo algo de paz consigo dos entrometidos, ¿he podido descansar?
— He quedado con Ludwig, nada mas venía a ver si estabas bien… te encargo a Antonio, ya cuando puedas lo llevas con su mamá, ¿bene? ¡Nos vemos, fratello!
Y sin dejar que el mayor respondiera algo desapareció tal y como había aparecido, dejándole a solar con aquel crío. Se giró para poder verle, como el día anterior el pequeño no hacía mas que sonreír aunque parecía algo nervioso. Suspiró, no le quedaba de otra que levantarse.
— Lovi, po-
— No me llames Lovi, me llamo Lovino - cortó el comentario del menor incorporándose.
— Pero Lovi es mas corto. Es igual, como decía, - empujó al sureño para que se tumbara de nuevo, obviamente el mayor se dejó pues de no haber querido el pequeño no habría podido - Lovi está cansado… así que te dejaré descansar, ¿vale? - Ante el rostro interrogativo del sureño rió por lo bajo, descalzándose y quitándose los pantalones para poder meterse bajo las sábanas con él. - ¡Dormiré contigo!
¡¿Acaso ese crío estaba mal de la cabeza? Es decir, lo conocía solo de unos minutos y ya se le metía en la cama con toda la confianza del mundo, sin pantalones para mayor colmo, si alguno de los hermanos vieran aquello le acusarían rápidamente de abuso infantil y sería expulsado de la iglesia, además de ser denunciado a las autoridades. No, no podía permitir que por unas confianzas tan rápidas como las del crío toda su vida se fuera al traste. Se incorporó rápidamente viéndole con espanto.
— ¡¿Qué haces?
— ¿Eh…? No traje pijama, ¿te molesta que me quitara los pantalones? - preguntó en un tono demasiado inocente, haciéndole incluso ojitos.
— No, no me molesta que duermas sin pantalones, me molesta que te metas en mi cama así sin mas… ¡no sabes la que me puede caer si alguien nos ve!
— Nadie nos verá, estamos en casa de Lovi y si Lovi no grita no llamará la atención… además solo es dormir, ¿qué podría pasar por ello?
Bueno, visto así tampoco podría ser tan grabe. Suspiró masajeándose la sien, no estaba para reprochar nada después de no haber podido pegar ojo. Maldita sea, ¡además de que se le veía super mono con esa carilla! No, eso podía tomarse como un comentario bastante pedófilo, sacudió la cabeza y volvió a tumbarse dándole la espalda al crío.
— Buenas noches - espetó el mayor haciéndose bola.
— ¡Buenas noches! - respondió animado el pequeño, abrazándose a aquella bola ahora de nervios.
Como bien es sabido por aquellos que le conocen, ni una bomba estallando a cinco milímetros de su oído podría despertarle una vez cerraba los ojos y lograba dormirse, y en caso de que eso ocurriera lo hacía de muy, muy mal humor. Pero este no había sido el caso, había dormido demasiado bien y no había sido ni siquiera consciente de cuando se quedó completamente solo en aquella cama, ni de cuando aquellas marcas en su cuello habían aparecido, o de cuando su ropa fue completamente desprendida de si… al despertar, cual fue su sorpresa al sentir correr demasiado el aire. No le dio mucha importancia, se sentía bien después de haber podido descansar varias horas seguidas, por lo que simplemente se levantó dispuesto a ir a la cocina a por algo que poder comer. A penas y con la luz de la luna pudo verse reflejado en aquel enorme espejo que tenía en el pasillo. Fue entonces.
— ¡¿Pero q-?
Retrocedió sus pasos para poder verse de nuevo y claramente en el espejo, su silueta desnuda. Prendió la luz, quizá era una mala pasada como aquella alucinación del día anterior, pero no, ahí estaba, completamente desnudo y con marcas por su cuello. Le faltó bien poco de irse directo al suelo por el shock, pero por suerte pudo sujetarse del marco mas cercano, y ahora que lo pensaba…
— ¡Antonio!
Corrió de nuevo a la habitación, no había señales del niño, ni los pantalones que se había quitado ni del peluche. Nada. Rápidamente se vistió con el pijama, se sentía incómodo paseándose por la casa tal y como Dios lo trajo al mundo, aunque el dormir era distinto, dormir desnudo era casi sagrado menos cuando dormía con niños, como esa tarde. Corrió al teléfono para llamar a su hermano a avisarle de que no había llevado al pequeño con su madre y este había desaparecido, el menor le respondió que no se preocupara, que había ido para ver si ya había descansado y al ver al pequeño despierto sentado en el suelo, aburrido, se lo llevó de nuevo sin despertarle. Y menos mal que no lo tuvo delante en ese momento, porque de haber sido así le hubiera golpeado hasta que le dolieran los nudillos. ¡Que casi le daba un infarto!
Después de aquel incidente todo había seguido con su rutina. Había logrado esconder las marcas del cuello y había escuchado que el pequeño había vuelto con su familia a su casa. Todo volvía a ser igual de torturante que antes, la condenada y aburrida rutina que solo consistía en rezar ciertas horas del día, asistir a misa y escuchar como personas desconocidas se arrepentían de sus pecados.
Una vida tan simple… tan monótona.
Y pronto llegará a su fin.
Si, admito que quedó algo confuso pero con un poco de imaginación se puede adivinar rápido que fue lo que ocurrió, tampoco quise ponerlo muy difícil ya que no podía dejar demasiado confuso ya el primer capítulo... pero tampoco podía detallar, ya que eso toca mas adelante. Porque si, en un capítulo mas adelante todo lo que aquí ha quedado "invisible" se sabrá~ lo que no se que tan pronto o que tan largo, no se que tan rápido me vaya la historia... pero por lo menos no tengo intenciones de acabarla en dos capítulos.
Por favor, aquellos que seguían mi otra historia lean mi perfil, o si les interesa saber cada cuanto actualizaré esta igual.
Repito lo mismo~ si quieren continuación agradecería que me lo dijeran ya que sino no la voy a continuar por aquí.
Ci vediamo~!
Palabras/frases en italiano que aparecen en este capítulo:
Il peccato più grande - Tu mayor pecado ( El pecado mas grande, literal )
Omosessualità - Homosexualidad
Fratello - Hermano
Stupido fratello - Hermano idiota ( estúpido hermano, literal )
Bella signorina - Bella señorita
Gelato - Helado de Italia, tiene un menor contenido de grasa butírica.
[ Si alguien cree que en alguna traducción he errado, favor de decírmelo ]
