¡Si del odio al amor hay un paso, de la amistad a algo más hay tan sólo un beso!
La amistad de Taichi y Sora es en realidad una fantasía. Los dos amigos tienen antecedentes sentimentales el uno por el otro, sin embargo, ambos parecen luchar por retrasar lo inevitable. Los dos tendrán que aceptar que dos almas destinadas a estar juntas en realidad no tienen otra opción.
Ya el sol se colaba por lo poco que las ventanas del pequeño cuarto dejaban pasar, y si a esto le agregamos que eran oscuras, absorbentes de luz, pues hasta pareciera que ni la naturaleza quería despertar a la dueña del cuarto, quien seguía vagando por el mundo de Morfeo sin molestia alguna.
Su cuarto no estaba del todo arreglado, y aun así dormía plácidamente. Tanto que hacer aquí y allá, no le daba el suficiente tiempo que su departamento merecía, pero siempre procuraba tenerlo listo para las pocas visitas que de vez en cuando recibía.
Había ropa suya en el suelo, y un sencillo vestido blanco colgaba pesadamente de la cabecera de su cama. La puerta del baño estaba entreabierta, y sólo estorbaba una bolsa de compra dentro, con las cosas que ella necesitaba para asearse. El cuarto en general era la mismísima representación del desorden, para hacer la descripción corta. Pero ella era una persona que hacía todo a las prisas, puede que esa sea una excusa lo suficientemente válida.
Un escritorio descansaba en una esquina del cuarto; sobre él varias cosas ocupaban espacio, como mayoría, bastantes papeles. Pero no eran papeles cualesquiera con algo escrito en ellos, sino hojas con trazos de kimonos, de vestidos orientales y occidentales, o de estos últimos combinados; con detalles extrovertidos, estampados divertidos, que si ya realizados, seguramente llamarían mucho la atención. Todas estas prendas tenían una de tantas personalidades que a ella se le pudiera ocurrir materializar y eran bastante creativas. Buenos trabajos para ser de alguien que no conoce mucho de la especialidad de diseño de modas, ya que cualquiera podría opinar que ella, Takenouchi Sora tenía talento, y lo tiene, sólo que casi nadie lo sabe.
Y si bien era algo desorganizada, parecía no importarle mucho. Confiaba en sus aptitudes y prefería concentrarse en ellas, y en ocasiones funcionaba.
Pero su departamento era un desastre…
Entonces, el sonido que su celular emitía escandalosamente comenzaba a introducirse en sus sueños, y comenzaba a despertarla. Restregaba su cara de un lado al otro sobre la almohada, como queriendo negar que el ruido la afectaba. Abrió sus achicados y cobrizos ojos, que miraban en dirección al pequeño buró negro de su izquierda. No podía ser; había tomado su primer sueño a las cinco de la mañana; y el maldito celular seguía insistiendo despreocupadamente, o despreocupado el que llama; pues despertar a alguien a las doce y cuarto del día, vaya que era un desconsiderado…
Bostezó y se estiró, tomándose su tiempo. Talló sus ojos y tomó desganada su celular. Pero tan sólo vio el número sonrió.
—¿Tai?— gimió adormilada, escuchando una risa apenas audible.
—Sí, acertaste —con tono irónico—. ¿Para qué confiar en un identificador sin propósito aparente de ser?
Ella rió débilmente, con la mano sobre la boca. — Pues según mi celular, quien me llama es un tal Tai, pero quién sabe; su móvil pudo haber sido robado y quien me llama es alguien que quiere extorsionarme o algo por el estilo. —Compartió su teoría entre leves risas.
—Qué envidiable imaginación —soltó burlón Yagami Taichi—. Bueno, por si escuchar mi voz no fue suficiente para convencerte de que soy yo, déjame proponerte esto: pregúntame algo que sólo ese tal Tai sepa.
—Ah, no lo sé— Habló sentándose con pesar en la cama—. ¿Quién fue mi profesor del quinto grado?
—¿Yo cómo voy a saber?—exclamó desde el otro lado de la línea
—¿Tal vez porque era también tu profesor ya que estábamos en la misma clase?—obvió Sora con calma, como si estuviera ayudando a un retrasado.
—Oh, mierda; cierto—Sora escuchó un suspiro—. Eso es algo que ni Tai sabría.
—¿Qué? ¿Enserio?—le costó creerlo—¿Ya olvidaste a Fujiyama?
—Oh, ese idiota—a la chica se le escapó una risilla violentamente—. Sí, sí, lo recuerdo.
Sora sonrió divertida. —Síp, definitivamente eres tú. Pero en fin, ¿qué pasa? ¿Por qué tan temprano? —Obviamente, un poco desorientada.
—Oh por dios, cierto. Lamento hacerte madrugar a las… doce del mediodía.
—Oh… Cállate —Le obligó, y rápidamente echó una mirada a la pantalla de su celular, donde precisamente se da cuenta de que su hora de despertar pasó hace mucho. —. Oops. Es que la cama no me dejaba levantarme. ¿Pero qué ocurre? —Le preguntó, finalmente levantándose.
—Adivina dónde estoy.
—Oh no. ¿Por qué preguntar eso? No estoy decente. ¿No estarás afuera de mi casa? —supuso juguetona, asomándose por la ventana.
—Nop.
—¿En el parking?
—No.
—Me rindo, entonces.
—¡Pff! Qué poco aguante, Sora.
—Pues me robaste el sueño; no puedo pensar con claridad ahora, así que ya dime.
—Estoy en Sucrerie. ¿No te suena familiar?
Sora entendió rápido. Abrió mucho los ojos, sólo para volver a cerrarlos fuertemente. Se golpeó la frente con fuerza, asustando a Taichi. —Ouch, ¿Estás bien?— No. De ninguna manera pudo haber olvidado que almorzaría con su amigo, hasta lo había anotado y había dejado la nota en el refrigerador… Mierda. Y así, en tan sólo dos segundos se sentía la más estúpida.
—Tai, lo siento mucho, es que no me dio tiempo anoche. Tomori me invitó un trago y…
—Está bien. Ya me acostumbré. — Le cortó, tratando de no sonar tan serio.
Sora se entristeció un poco. —Pero yo no quiero que tengas esa impresión de mí —Un "mmm…" se escuchó—. Te lo voy a compensar amigo. Es más, voy para allá. Espérame. —le dijo mientras buscaba algo de ropa en los cajones.
—Emmh, Sora —logró detener su carrera—; temo que ya me voy. Le dije a Akemi que le ayudaría con sus cosas. ¿Qué no te dije que tenía tiempo limitado?
Ella quedó en silencio, pensando en alguna cosa que poder decir para compensarlo todo (porque justificación no tenía), y no encontró nada apropiado. Mordió su dedo meñique, como autocastigo —…Tai, perdóname, la próxima pago yo. —Realmente le afectaba.
—Hoy pagabas tú. —dijo con intención.
—Tai...
—Jaja, no es cierto. Tranquila, no es para tanto.
—Aún así te prometo que vamos a comer juntos uno de estos días.
—¿Sabes? Habría más posibilidades de que aparezcas si salimos a cenar, como eso de las ocho en adelante, porque parece que te gusta desvelarte.— trató de animarla.
—No sé si ofenderme, pero claro; saldremos esta semana.
—Sí, veremos.
—¡Sí! —entonces Sora pareció reparar en el tono de él— No me crees, ¿verdad?
Tai se quedó serio un momento; no era que le costara ser honesto, pero Sora sonaba afligida. —Sólo me apoyo en las probabilidades. —suavizó sin querer perder el tono juguetón de la conversación.
Sora pensaba con el ceño fruncido. —Tú mejor que nadie debería saber que soy una persona un poco despistada, pero que cumplo lo que prometo.
—Tienes razón, pero te equivocas en eso de "un poco", porque tú llevas "muy poco" a los extremos, amiga mía. Pero agradezco tu "tierno" esfuerzo de quedar bien conmigo, a sabiendas de que esto no nos va a importar mañana —Sora estaba a punto de decir algo más, cuando Taichi añadió con una voz calmada y hasta algo romántica: —. Ojalá pudiera verte, tienes una cara más linda que de costumbre cuando ya no sabes cómo justificarte. —dijo, seguido de una risa divertida.
—Lo que digas—dijo, dando por zanjado el tema. La verdad es que Taichi acababa de decir algo ciertísimo; para el día siguiente, todo estaría olvidado—. Y sólo para que te lo plantees seriamente, dudo mucho que a tu novia le guste que les hables así a otras chicas.
—Akemi no está—dijo completamente despreocupado, como si la ausencia de la chica fuera razón suficiente para poder hacer lo que le diera la gana. La pelirroja juraría que hasta sintió cómo él había encogido los hombros—. Bien; te dejo Sora, nos vemos.
Sora sonrió. —De acuerdo. Nos vemos — Y colgó. Puso el celular sobre sus labios, y cerró los ojos fuertemente, signo de que la culpa se apoderaba de ella. Volvió a tirarse en la cama, insultándose a sí misma y sintiendo todo el peso de un nuevo cargo de conciencia.
Después de colgar, el moreno meditó un momento. No era tan malo que a Sora se le olvidara que tenía que almorzar con su amigo… qué decía amigo, ¡mejor amigo!... ¿O sí? No quería pensarlo, pero eso evidenciaba, de alguna manera, en qué estima la pelirroja lo tenía. Parecía no ser muy alto, y eso le causaba preocupación, tal vez más que eso. Sentía algo en el pecho, como si el aire en sus pulmones se escapara y éstos a su vez se comprimieran, deprimiendo su sistema respiratorio y haciendo que el corazón le lata un poco más rápido, pero era incapaz de satisfacer la demanda de energía requerida para normalizar su circulación, así se sentía físicamente cuando pensaba en que Sora no lo tomaba muy en serio. Pero eso tenía nombre, ¿qué era? ¿Enojo? ¿Tristeza? Un poco de ambos, sí, pero había un nombre específico… Oh, sí. Decepción.
Aunque a él también se le pudo haber olvidado, ¿no?… No. A él no se le hubiera olvidado alguna actividad que los involucrara a ambos, y eso lo hacía sentirse más apesadumbrado. No tenía caso negarse. ¿Por qué era tan resentido? O más bien, ¿Por qué le importaba tanto? No lo sabía, y ya ni siquiera quería pensarlo. Todo por no verla triste, ni que ella lo viera así.
Salió rápidamente de sus cavilaciones, y recordó que tenía que ir a ayudar a su novia. Juntó la basura del desayuno en la bandeja y se tomó su capuchino de un solo trago.
—Oye—Llamó a una mesera que pasaba. Ésta inmediatamente volteó—, ¿podrías decirme cuánto es?
—Sí… — Ella se alejó un momento y volvió con una pequeña cartera con la cuenta del chico dentro.
Después de unos segundos, Tai vio su total. Él suspiró, como nostálgico. Sacó su cartera del pantalón, buscó los billetes y los dejó en la cartera de piel mientras se levantaba, dispuesto a irse.
Sora tarareaba en la ducha, aplastando su cabello hacia atrás con las palmas de sus manos en un intento de quitar la espuma del champú. Cuando terminó cerró la llave y talló sus ojos. Estiró el brazo para alcanzar la toalla que estaba sobre un gancho en la pared, y ya alcanzada se enroló en ella. Cuando salió de la ducha se encaminó al espejo; notó que tenía unas grandes ojeras y los ojos algo rojos, souvenirs de la noche anterior. Había tomado una cantidad considerable y no recordaba haberse puesto así antes. Claro, como ella no pagaba anoche. Tomori era muy generosa con ella, o tal vez influyó el hecho de que su ahora amiga quisiera festejar su ascenso en la empresa en donde trabajaban. Sí, era eso; pero le agradecía que de todas las empleadas del lugar, la haya escogido a ella; ya tenía ganas de divertirse con una chica, hablar de moda con fluidez o de algo que sólo pudiera discutirse entre mujeres, entre otras cosas, que normalmente son imposibles de hacer con Tai. Sora no disponía de mucho tiempo para socializar con sus compañeras, pero no se imaginaba que Tomori sería la primera con la que se relacionara fuera del trabajo, puesto que la pelirroja tenía un puesto más inferior. La charla entre ellas fue amena y bastante divertida, ambas estaban algo ebrias. De hecho, fue casi como hablar con Tai, pero en versión femenina. Rió al pensar eso.
Era bueno estar sola en momentos, podía pasearse como le diera la gana por su casa sin molestar a nadie, al menos. Yamato, su novio, parecía algo conservador y a ella le daba algo de pena todavía andar sin sujetador por el apartamento, por ejemplo.
Ya vestida, se dirigió a la cocina a prepararse algo de comer, el equivalente de su desayuno ese día. Limpió la mesa para comer más cómoda y puso su plato. Le provocaba almorzar fruta fresca, así que dirigió una mirada a la nevera, pero antes se topó con la notita rosada, pegada en la puerta, que le hubiera obligado a ver a su amigo ese día. "Desayunar con Tai". Sonrió con melancolía y tiró el papel a la basura.
Cuando terminó su desayuno pensó, y concluyó con que no tenía nada mejor qué hacer, así que con pesar, se dijo que lo más acertado era limpiar su departamento. Sin chistar, comenzó con la larga tarea, que al menos la tendría un buen rato ocupada.
El ocaso era lo que hacía ver mejor a la ciudad; la tonalidad rojiza de los rayos que desprendía el sol como despedida era casi poética, pero en la noche lo único que iluminaba eran las coloridas y bellas luces de Tokio… pero nada mejor que la luz natural del astro rey, pensaba Sora mientras caminaba por las calles transitadas más por personas que por autos. Se sentía bien ir sola y razonar una que otra cosa, por superflua que fuera; pues ella era de las personas que veían la soledad como medio de inspiración y no tanto como agonía.
A los minutos, pasó por un parque lleno de niños, jugueteando sin preocupación alguna. A ella siempre le habían gustado los pequeños y de hecho ella se veía en un futuro con cinco o más niños, a pesar de la cara de horror que le ponían sus conocidos, cosa que le causaba mucha gracia, porque una casa sin niños le parecía tan vacía. Sin quererlo exactamente, veía a los niños y a las madres con una sonrisa totalmente perdida. Ella no había tenido hermanos y sin embargo logró hacer que su deseo de divertirse y compartir su tiempo con alguien se convirtiera en un instinto maternal que la caracterizó desde pequeña.
Volvió la vista al camino y se percató que hacia ella corrían tres niños, y una niña que iba tras ellos. La pequeña parecía cansada y respiraba agitadamente. Se detuvo, y se agachó poniendo sus manos sobre sus rodillas para respirar mejor; todo frente a Sora, que la miraba algo preocupada.
—¡Espérenme!— Gritó la niña a los otros niños con los que se supone iba. Al parecer no la escucharon, y ella comenzó a llorar.
Sora vio correr a los niños hacia el interior del parque, preguntándose si la pequeña iba con ellos o sólo los seguía, porque no pareció importarles dejarla sola. Lo pensó. Se acercó dos pasos y se agachó a su altura. —Hola.
La pequeña sollozando, levantó la vista; sus ojos eran verdes muy bonitos. La pequeña se sorprendió de que Sora le hablara. Volteó hacia ambos lados, para verificar si en verdad se dirigía a ella.
—¿Puedo saber cómo te llamas? —preguntó Sora dulcemente.
La niña pareció pensarlo; pues recordaba que no debía hablar con extraños. Pero la pelirroja no era un extraño, creyendo en su inocencia que sólo se referían a los varones. Talló sus ojos y restregó sus manitas en su vestido para secarlas. —Kohana. —le respondió más tranquila.
—Qué lindo nombre tienes —le dijo la adulta sonriéndole.
La pequeña se alegró de que alguien pensara eso. —Sí. Mamá dice que significa niña flor. —le contó, sorbiendo la nariz.
—Pues te queda muy bien, eres muy linda.
La niña sonrió.
—¿Puedo saber por qué llorabas?
—Porque los niños no me dejan jugar con ellos —Le dijo triste.
En un fugaz instante, Sora se vio reflejada en la niña; antes a ella le atraían más las cosas que los niños hacen, y rememoró una situación parecida, de años atrás. Entonces quiso decir algo para consolarla. —Bueno, los niños son un poco bruscos y pueden lastimarte. Si quieres jugar con ellos tienes que ser cuidadosa.
—Pero no me dejan ir con ellos —Reiteró viéndolos en las resbaladillas.
—Es que no quieren que algo te pase, porque los pueden culpar y eso sí que no les gusta. Aquí entre nosotras, son algo cobardes. —Le contó para animarla.
La pequeña rió.
—Es cierto, también dicen que ellos no deben llorar y yo vi a Taru llorando una vez —Recordó la pequeña mientras iba a tomar asiento en una banca cercana.
La sonrisa de la adulta flaqueó un poco; metió las manos en las bolsas de su chaqueta. Ese dicho no era del todo cierto.
Sora ya se había sentado enseguida de la niña. Ésta, al verla tan seria, optó por hablarle. —¿Y tú cómo te llamas?
La pelirroja, saliendo de su ensimismamiento, volteó al instante. —… Sora.
—¿Quieres jugar conmigo, Sora? —Le propuso la niña, poniéndose de pie.
La adulta sonrió. —Sí me gustaría, pero voy con un amigo ahora.
—Ah, ¿y cómo se llama él?—preguntó curiosa.
—Tai.
La pequeña se llevó un dedito al mentón, pensativa. —¿Y si mejor él viene? Así los dos jugarían conmigo.
Sora no evitó reír. —No creo que pueda venir ahora, está algo ocupado.
—Mmm…Debe tener tarea —Supuso la pequeña, como causa más probable, animando más a Sora. —. ¿Entonces, ya te tienes que ir?
—Eso creo, linda; pero tal vez te vea por aquí otro día.
—¡Sí! Yo vengo a veces después de la escuela.
—Ya te encontraré aquí, entonces.
Después, ambas voltearon hacia atrás, escuchando que llamaban a la pequeña de lejos. Sora se puso de pie, y la niña le imitó, antes mirándola sonriente y asegurando:
—¡Nos vemos pronto! —mientras hacía un ademán a la vez que se alejaba.
Sora correspondió con una sonrisa. Era gracioso hacer planes con una pequeña, pero por fin tendría alguien a quién saludar en ese parque.
El departamento de Tai, bien podría verse como el de Sora hacía unas horas; sólo que en el del moreno había cajas por doquier, más la basura que él solo generaba a diario. Se veía muy mal, pero terminó pensando que podía aguantar así un rato más. Dando una última mirada a las cajas, se sorprendió de la cantidad de cosas que una mujer necesitaba para vivir.
El castaño se tiró en un sofá, secando el sudor de su frente. —Deberíamos seguir mañana, Akemi—propuso, tocándose el estómago—. Tengo hambre.
La mencionada terminaba de acomodar unas cosas en su nuevo cuarto. Akemi era alta y delgada, de tez blanca. Tenía el cabello demasiado corto, pero con un corte moderno y de un tono azulado; sus ojos eran negros y penetrantes. Ella llegó a la sala y se tiró junto al moreno, acurrucándose en el costado de éste. —Mmm, tienes razón—Cerró sus ojos, intentando relajarse —. ¿Sabes? Voy a bañarme, estoy asquerosa. ¿Vienes?
—Creo que te vas a tardar en encontrar la ropa —le dijo, viendo todas esas cajas—. Mejor te espero. —Decretó finalmente, tomando la barbilla de su novia y dándole un beso en los labios.
—No me tardo.
Tai pensó que podía comer algo rápido, total, Akemi era tan minuciosa tanto en su higiene como en su sentido de moda que le gustaba escoger el tipo de lencería que usaría, entre otros rituales antes de bañarse, como esas cremas corporales y para el cabello…Tenía a lo mucho 45 minutos.
Entonces se puso de pie, con dirección a la cocina, cuando escuchó tres toqueteos lentos a la puerta y otros dos rápidos. No alcanzó ni a molestarse por la interrupción. Volvió la vista a la puerta con la sonrisa ya trazada en su rostro. ¿Quién más tocaba así las puertas?
Sora.
Y recibiendo a su amiga como ésta siempre esperaba. Ella tenía tapado su rostro con una bolsa de anpanes, los favoritos de él.
—Buenas noches.
—No pudiste llegar más a tiempo, Sora; apenas iba a cenar —"Le saludó" —. Lindas maneras de disculparte tienes. —se burló tomando la bolsa en sus manos.
—Ya sé. No me recuerdes lo mal amiga que soy, ¡y no seas rencoroso! Aprende a olvidar.
—Cierto. —dijo con algo de seriedad, respondiendo más a lo segundo, pero la pelirroja no lo notó.
Ella le dio un empujón en el hombro con su puño. —Te traigo anpanes, y con eso debe bastar.
El castaño se llevó la mano al hombro agredido —Sora, vaya que el tenis le da más fuerza a tus brazos. Me empujaste seis centímetros. — mencionó él aludiendo el empujón e ignorando lo que ella dijo.
—Lindo, ¿no? He estado yendo a jugar toda la semana. —comentó entusiasmada.
—Yo creí que ya de por sí estabas muy ocupada.
—Pues ya viene el verano, y ya sabes, todo tu cuerpo comienza a importar; pero cuando me estreso es la mejor manera de relajarme — le comentó—. Y… ¿me invitas a pasar? Yo sé bien que por ti podríamos quedarnos aquí en la puerta toda la noche.
—Oh, sí, entra. Y no es cierto.
—Ajá.
Al pasar por el pequeño recibidor del apartamento para entrar a la estancia Sora notó en seguida que ésta estaba abarrotada de cajas, y bolsas como de compra con mucha capacidad de llene. Sora inhaló lentamente, experimentaba sentimientos encontrados en ese momento debido a la razón de ese desorden, y sonrió cabizbaja.
—Así que... ¿esto es todo?
Taichi rió. —Sí, sólo nos tomó tres viajes a Shinagawa —dijo como si no fuera la gran cosa—, pero al menos Akemi ya está conmigo.
—…Qué bien, creo.
—¿Cómo?
—¡Qué bien! Excelente —Y agregó pensativa—. ¿Interrumpo algo?
—¿Por qué lo dices?
—Pues tal vez vine en mal momento, cuando estabas acomodando todo esto.
—No. De hecho nos cansamos tan sólo de subir las cajas y acomodamos lo básico, luego nos tiramos en el sofá…de cansancio.
Sora lo miró con el ceño fruncido, luego volvió la vista al recibidor. —Tal vez te ayude...
—Claro que no. No puedo permitir que mi invitada encuentre sólo trabajo doméstico cuando ha venido a relajarse.
—De acuerdo; te mueres de hambre.
El castaño tardó en entender, mientras Sora ya comenzaba a burlarse. Ambos se dirigieron a la cocina.
—Y… ¿dónde está Akemi? —preguntó la pelirroja buscando a la aludida por los alrededores, asemejándose más bien a un ciervo que ha escuchado el sonido de su depredador.
—Está bañándose, creo; no ha hecho ruido —Le informó, sacando tazas y platos de la alacena—. ¿Y qué hay con tu trabajo? Hace unos días encontré a Saika en el centro, y me dijo que había un puesto disponible, no recuerdo de qué, pero si sabes algo avísame.
—Pues no he sabido de eso en verdad. Le preguntaría a Saika, pero no la veré en un buen tiempo. Está embarazada. —Le contaba ella mientras llenaba una tetera y la colocaba sobre la estufa.
Tai miró a Sora sin comprender. —Pero estaba muy delgada cuando la vi.
—El embarazo suele empezar a notarse en el tercer o cuarto mes, Tai; ella me contó que hacía dos semanas que se enteró. Ahora tiene sólo un mes —Le comentó; el castaño sólo asintió despreocupado—. Entonces, ¿planeas sentar cabeza tan pronto?—inquirió con divertida sospecha, intentando ponerlo en una situación incómoda.
Taichi no se percató. —Tal vez; ya seremos dos aquí a partir de ya. Sería bueno comenzar con esto, Akemi lo sugirió. Además, quiero aligerarles la carga a mis padres; Hikari está próxima a ir a la universidad, ¿sabes?
La pelirroja lo miró detenidamente, pero con discreción. Taichi sonaba cada vez más como una persona adulta responsable. Qué raro, pero se alegraría por él en cuanto supiera que eso era lo que su amigo quería, porque a decir verdad estaba preocupada. Es decir, Taichi le parecía demasiado joven como para vivir con alguien más de "esa manera". Sora estaba al tanto de la inminente mudanza de la chica de Tai, pero todas esas cosas que ocupaban tanto espacio en el departamento de Taichi le parecían una exageración y le provocaban un sentimiento de nerviosismo. Akemi literalmente había llevado toda su vida al pequeño apartamento que Taichi tenía en Roppongi, y a pesar de que su amigo mostraba señales de madurez, parecía aún no darse cuenta de lo que implicaba compartir su vida con alguien más. Por lo que él le confiaba en ocasiones, a ella le daba la impresión de que Akemi trataba de establecerse, que estaba lista para pasar toda (o gran parte de su vida) con Tai e incluso tener hijos, por mucho que esto la escandalizara. Pero Taichi, por su parte, estaba inmerso en la parte superficial de aquella relación. Él parecía estar viviendo el momento, él no estaba pensando en que Akemi era la definitiva, ni aún se había imaginado el futuro con ella en él. Ambos estaban en distintos niveles, y eso traería complicaciones. Sin mencionar que había una diferencia de edades de al menos cinco años. Eso bien podría ser parte del problema.
Ella, además de con las conversaciones con Taichi, había alimentado esas ideas al compararlas con la relación de Matt y ella. Su novio pasaba gran parte de su vida con ella; sí, casi vivían juntos, pero Matt nunca se mudó al departamento de Sora. El rubio aún tenía la mayoría de sus cosas en casa de su padre en Odaiba, y de hecho, Yamato procuraba guardar distancia. Él le había comentado a Sora que su apartamento era para él como una casa de fin de semana, y Sora estaba contenta con eso, al igual que Matt.
En fin, sabía que tenía que hablar con Taichi al respecto, algún día, pues ese no era ni el momento ni el lugar para sacar el tema. Aunque sí estaba un poco insegura, es decir, ¿en realidad sabía tanto? ¿Qué tal si destrozaba algo lindo entre Tai y Akemi por meras suposiciones y diferencias en opiniones? No quería afectar a Tai ni deteriorar aún más la relación que ella misma tenía con la novia de su mejor amigo.
—¡Y no más fútbol!—exclamó Taichi asustándola. Analizó después lo que él dijo y no lo creyó. A Tai le encantaba patear el balón.
—Taichi Yagami, ¿estás pensando en dejar el fútbol?
El chico le sonrió de manera especial. —Yo te pregunté exactamente lo mismo hace 5 años, ¿recuerdas? Cuando cambiaste el balón por la raqueta.
Ella le sonrió cómplice. —Claro que recuerdo —suspiró—. Todo un caso, ¿no? ¿Yo con falda? —bromeó, llenando las tazas con agua caliente.
Tai rió. —No te voy a negar que me costó acostumbrarme, me asombró en verdad, pero aprendí a tomarle el gusto. Tenías lindas piernas Sora, no sé por qué las ocultabas.
Sora exhaló. —Pues fue toda una infancia usando pantalones. Supongo que al final aprendí a usar los vestidos que mi mamá me compraba. Lástima que me enteré tarde para qué servían; aunque pensándolo bien, eran horribles. —Admitió revolviendo el azúcar en su taza de té.
—No puedo opinar porque jamás te vi con uno, y debo decir que me sigues sorprendiendo. ¿Enserio tenías vestidos?
—Enserio —afirmó divertida—. Y creo que sigo teniendo lindas piernas, Tai, pues sigo practicando tenis —Él le respondió riendo—. Aunque habla bien de ti que hayas dejado de notarlo. —"halagó" lanzándole una mirada acusadora.
—Sí, sí. Pero te puedo jurar que no era el único que lo notaba y puedo decir nombres, simplemente que ahora ya todo el mundo sabe lo bonitas que son tus piernas.
—Cambiemos de tema. —sugirió entre risas.
Akemi cepillaba su cabello frente al espejo de su ahora cuarto. Los movimientos del cepillo en su mano eran bruscos pero precisos; sus gélidos ojos miraban el reflejo de su moción, pero en ellos se podía ver como un sentimiento negativo florecía, obviando una descentralización de su calma, una pronunciada inclinación hacia el enojo.
No podía estar más molesta, y es que para ella no era grato tener a Sora cerca, robándole la atención de su novio totalmente. Su mirada se endureció y sus labios se apretaron cuando recordó que tenía que fingir que su presencia no causaba inconveniente alguno, pero eso era al menos hasta que se fuera. Esa chica sólo vivía para entrometerse en su relación con Taichi. Siempre terminaba consumiendo el poco tiempo que su novio tenía con sus tonterías, mientras ella apenas y lo veía durante el día. Estaba a poco de detestarla.
Debatía sola por salir o no salir; no quería verla, pero al menos podría incomodarla, porque sabía que eso pasaba cada vez que se le acercaba.
Se vio en el espejo por última vez, ya con sus facciones normales, y se acomodó la ropa. Recorrió su vientre con sus manos un par de veces, verificando que siguiera plano. Le gustaba mirarse, de alguna manera le relajaba saber que podía confiar en su belleza.
A paso lento, pero decidido salió del cuarto para saludar a la nada apreciada visita. Antes de asomarse por el marco tomó aire, y rápidamente preparó una falsa sonrisa.
—Buenas noches, Sora. —saludó finalmente.
La pelirroja volteó hacia atrás sin poder evitar asustarse, pero rápidamente se compuso. —Hola, Akemi. ¿Cómo estás? —Respondió el saludo sonriendo sincera. Akemi sintió un malestar, pero reprimió las ganas de hacer una mueca.
—Bien. ¿Qué te trajo hoy por aquí? Hacía tiempo que no te veía. —le recordó, haciendo gala de su hipocresía.
—Pues debía un desayuno —volteando para con Tai. Akemi asintió. —, y bueno, traje cena. —La pelinegra la miró suspicaz.
—Oye, Akemi, ¿no quieres cenar con nosotros? —preguntó atento su novio.
—Traje anpanes recién hechos.
Akemi contuvo una mirada de asco. Esas cosas engordaban, y no consumía nada que tuviera más de 1500 calorías. No pretendía fingir más del tiempo necesario, ya sólo le molestaba pensar que Sora, nuevamente, se quedaba con la atención de Taichi. Quiso salir de esa situación. —Estoy bien, gracias. Iba a ducharme, pasaba sólo a saludarte, Sora.
La pelirroja había abierto la boca para tratar de convencerla, pero su amigo se le adelantó —Pero, Akemi, no te he visto comer en todo el día.
—Enserio, estoy bien. —le dijo sonriendo fastidiada.
Sora no pudo evitar analizar el semblante de Akemi casi todo el tiempo. Podía percibir que no era bienvenida por ella. Y es que sabía que podría ser despistada, pero a fin de cuentas, era mujer. Y además, no se podía negar que el ambiente se tensaba cada vez que las dos estaban cerca. Sora podía sospechar de algo maligno por parte de Akemi por el tipo de palabras que ésta usaba para con ella, por su lenguaje corporal, pero definitivamente los ojos no engañan, y es que cada vez que tenía la suerte de ver a Akemi a los ojos se daba cuenta de cómo éstos rara vez concordaban con el resto de su expresión facial; podía sonreírle y hablarle con un tono agradable, pero sus ojos siempre parecían amenazarla. Esto le complicaba entender a la pelinegra; no sabía si era buena actriz, o simplemente su semblante era así de frío, pero estaba segura que algo le ocurría a Akemi con su presencia. Definitivamente, no era bienvenida.
La ojinegra sintió sobre ella la mirada de Sora, y casi por inercia volteó para precisamente comprobar que la había estado observando.
Sora se turbó con tan sólo sentir la amenazante mirada de Akemi clavada en ella. Le sonrió nerviosamente. La otra chica sonrió también, apartando su vista de ella.
Y para Tai todo este duelo pasó desapercibido, a pesar de que el ambiente no era el más despejado. Las miradas de su chica expulsaban fuego hacia la pelirroja, y no lo sabía del todo. El castaño se incomodó porque nadie decía nada, y no toleraba mucho el silencio. —Bueno, yo te avisé.
Akemi suspiró. —Mejor me doy prisa. Espero verte pronto. —Refiriéndose a Sora.
Ahí estaba. Prácticamente le había dicho que no quería verla más ahí cuando saliera de ducharse. Sólo pudo sonreír resignada. —Igualmente, Akemi.
La mencionada dio media vuelta, y en cuanto su cara estuvo fuera de escena, rodó los ojos. No la soportaba. Sora por su parte, se había sentido aliviada. Aún así, bajó su mirada a sus inquietas manos, que yacían sobre sus piernas.
Tai dio un sorbo a su café. Ver a Sora tan seria se le hizo muy extraño, tanta licencia de parte de ella no era normal. —¿Estás aquí?
Sora levantó la mirada rápido, como si él acabara de despertarla. Le sonrió como si acabara de verlo. —Creo que no le agrado a Akemi. —soltó sin más, casi en un susurro.
El castaño se sorprendió mucho, y no supo qué decir al instante. —Qué cosas dices, Sora.
Pero su amiga seguía sonriéndole.
Tai era feliz con Akemi; lo notaba cada vez que él hablaba de ella, recordó. Y a pesar de que eso la preocupaba y la hacía sentir un poco mal, lo pensó mejor, y lo mejor era precisamente no seguir con esa charla, no así; no acabaría bien.
—Tienes razón.
Tai jugaba con en envase casi vacío del café. —Maldición —Sora observó preocupada—. Mi café no es descafeinado.
La pelirroja se dio cuenta de lo seria que se había puesto, y de que Tai lo había notado. Después de mirar a su compañero de mesa como quien dice algo interesante, se echó a reír junto con él.
—Es lo mismo con migo; el café no es de mi agrado. —declaró la chica.
—Pero tiene muchos beneficios. Sí sólo lo probaras…
—No —sonó rotunda—. Prefiero desayunar cereal en agua por las mañanas.
El castaño puso una cara de asco. —Eso es desagradable.
La chica rió. A los pocos segundos se percató de que los temas se acababan, y se esforzó por recordar si no tenía que decirle algo importante antes de irse.
Nada. —¿Y cómo está Hikari, por cierto?—quiso saber de repente, por el pensamiento de no querer dejar esa silla todavía.
—Ella está bien. Te manda saludos.
—Genial, aún me recuerda.
—Sí, no es fácil olvidar a una chica con tan singular cabello.
Sora frunció el entrecejo. —Amm, ¿gracias? Aunque mira quién lo dice. —le recordó ella mirando la rebelde cabellera de él.
Taichi, como respuesta, levantó su vaso hacia ella un instante para luego dirigirlo a su boca.
Sora notó que Taichi se veía algo cansado. Decidió que definitivamente era hora de irse, aunque eso le provocara un poco de pesar, pues después de haber comido se sentía más perezosa.
—Y… ¿has sabido de Matt?—inquirió Tai un poco interesado.
Sora no recordaba haber recibido alguna novedad. —No. Sólo sé que sigue en Hong Kong. —le informó con monotonía.
—¿No te ha llamado?
—No.
Taichi contuvo las ganas de mover su cabeza desaprobatoriamente. Había un par de cosas que le molestaban del chico rubio con el que su mejor amiga tenía una relación. Una de ellas era que él descuidara tanto a Sora. Ella era una chica adorable y entregada; sabía que apoyaría a Yamato en lo que sea y que jamás se interpondría en su carrera, aunque ésta la afectara. Era difícil de decir; Sora rara vez hablaba de sus sentimientos, pero Tai sospechaba que la pelirroja se entristecía cada vez que Yamato estaba ausente. Y Tai no quería precisamente que su mejor amiga estuviera envuelta en una relación complicada, pues Matt estaba demasiado ocupado como para prestarle atención a otra cosa, y el castaño bien sabía que a Sora, por su parte, no le agradaba la idea de una relación intermitente, pues últimamente, Yamato había estado viajando con algo de frecuencia, cada vez a lugares aún más lejanos, dejándola sola más tiempo del que ella soportaría estar en un futuro, si aquella relación seguía.
Él sabía que ambos chicos tenían problemas para compartir sus emociones con los demás, y Tai temía que para colmo de males, a ambos les costara ser honestos el uno con el otro. Aunque así parecía ser, por mucho que le molestara. Si los sentimientos de Sora resultaban un estorbo para Yamato, Sora los desecharía. Y ni hablar de Matt, en primer lugar a él no le gustaban los sentimentalismos.
Taichi sabía que Sora era más sensible de lo que aparentaba, y odiaría verla sufrir, al igual que odiaría tener problemas con Yamato. Pero bueno, así las cosas. Esperaba hablarlo con Sora en alguna ocasión.
—¿Por qué preguntabas, Tai?
El castaño fue traído a la realidad con la adormilada voz de Sora. Acomodó las manos detrás de su nuca para apoyarse. —¿Qué no puedo saber cómo le está yendo a mi amigo?
La banda de la que Matt era vocalista había viajado a Hong Kong para grabar un nuevo sencillo. La nueva canción, en su idioma natal y también en cantonés, sería lanzada tanto en Tokio como en dicha región administrativa especial, en las respectivas versiones. Sin duda era un muy buen comienzo para algo grande.
Sora vio por la ventana de la cocina que no había ya rastro alguno del sol. Ya había que irse.
—Oh, tierno —Sora prestó atención—. Me recuerdas a la expresión de un bebé que se cae de sueño con esa cara.
—¿Qué cara? —preguntó totalmente ajena al tema, sin darse cuenta de la expresión burlona en el rostro del chico.
—La que tenías hace unos segundos—levantando el dedo índice directo a la cara de la chica.
—No señales —le reprendió, apartando su mano con un ligero golpe—, es de mala educación.
El castaño pensó que lo que diría sería demasiado fácil. —¡Vaya! Miren a la defensora de los modales y las buenas costumbres. Me sorprende que hayas pasado por alto que dejar a alguien plantado en una cafetería francesa es de mala educación.
Sora enrojeció tremendamente. De su boca salió algo ininteligible antes de decir claramente: —No tengo por qué soportar esto—dijo con los brazos al aire—. Nos vemos pronto Tai, te quiero. —Mientras se levantaba de su silla. El chico la imitó.
—Claro que sí, Sora. Después te cuento de esa otra omisión en la que regalaste el peluche que te regalé.
Sora balbuceó unos segundos, por intentar chancearse. —No lo regalé, me lo robaron que es muy diferente. —ambos caminaban hacia la puerta.
—Dejar algo fuera de casa es prácticamente regalarlo—tomó el picaporte y le abrió la puerta a Sora. Ésta se volteó—. ¿Segura que vas a irte sola a esta hora? Puedo llevarte si quieres.
La pelirroja pensó que a Akemi no le gustaría eso. —No gracias, Tai. Hoy nos dijeron que caminar es muy saludable para mantener las piernas en forma.
El chico pensó que mencionar ese detalle estuvo de más. Lo ignoró. —Háblame cuando llegues a tu casa, ¿sí?
Sora frunció el ceño. —Sí, señor.
—Si no llamas en… 20 minutos yo te llamaré, ¿de acuerdo?
—¿20 minutos?
—Es lo que te toma llegar a tu casa, ¿no?
—Sí. ¿Ya me puedo ir?
El castaño sonrió. —Largo, entonces. Cuídate Sora.
—Igual. Nos vemos. —terminó despidiéndose con su mano.
Tai la observaba hasta que se perdió en las escaleras. Se metió a su casa, estaba algo cansado y ya Sora le había hecho el favor de llevarle de cenar, así que fue a su recámara dispuesto a dormirse. Al llegar se sorprendió de ver a Akemi acostada, leyendo una revista enseguida de la lámpara.
—Me alegra ver que eres un buen anfitrión, Taichi; lástima que como compañero no te esté yendo muy bien —comentó con un sarcasmo venenoso, sin siquiera mirarlo.
Tai inhaló fuerte mientras cerraba la puerta. —Vamos, Akemi. Tampoco es que fuera a dejarla afuera.
—Deberías reconsiderar el cómo administrarás tu tiempo —Sugirió algo amenazante, esta vez mirándolo directamente a los ojos—. No quisiera tener tu atención sólo cuando te pido favores, ni que esta chica apareciera cada vez que tengamos tiempo para nosotros.
—Estas exagerando mucho las cosas, linda —Le trató de hacer ver pacíficamente. No tenía ganas de pelear—. Sora es mi amiga y…
—Y yo tu mujer, Taichi; ¿es tan difícil de notar quién debería tener más atención tuya? No puedo creer que tenga que decirte estas cosas. –Renegó volviendo la vista a la página.
Era un poco molesto; Taichi no dejaba de creer que aquello era una rabieta, una tormenta en un vaso de agua. Por eso decidió ignorar esa discusión.
Pero Akemi interpretó su silencio de manera negativa. —Sabes que tengo razón. Una de las cosas que odio de ti es que eres incapaz de admitir cuando estás mal.
—No son así las cosas —refutó levantando la voz. Detestaba cuando los problemas llegaban a esa profundidad, sin mencionar que lo que ella dijo no era cierto. A veces Akemi podía tomarse las cosas muy a pecho—. Además, acabas de mudarte aquí. Ya tendrás lo que quieras de mí.
La pelinegra endureció su mirada; el tono del comentario la había ofendido. —¿Y tú qué piensas que quiero de ti? ¿Dinero? ¿Un lugar donde vivir?—inquirió dolida—¡Pues no Taichi, no quiero nada de lo que tienes! ¡Te quiero a ti! ¡Quiero tu atención y tu consideración!
Algo dentro de Taichi pareció haberse roto al escuchar eso. Su mirada se suavizó al cruzarse con los ojos de Akemi, que ahora brillaban con honestidad, pero notó que tenían un deje de miedo. Eso lo abrumó. Nadie le había expresado de tal manera su necesidad. Terminó sintiéndose como un patán.
No sabía qué decir, no estaba seguro si acaso existía algo apropiado para responder a eso, así que más bien, tomó la mano de ella y la acarició suavemente.
—Vivimos juntos—Suspiró más tranquilo—, por favor no empecemos así.
Akemi no dijo nada. Lentamente desenlazó su mano de la de él y tomó la revista que había estado ojeando previamente de nuevo. Todo como si nada acabara de pasar.
Taichi siguió sintiéndose mal. Poniéndose en el lugar de ella, de alguna manera, su novia tenía razón. Tal vez era cierto que debía pasar con ella más tiempo; pero es que, él mismo estaba pasando por una etapa importante en su vida. Había un futuro por el cual estaba emocionado y por el cual tenía que preocuparse. Y Akemi no era precisamente alguien que lo apoyara demasiado, o no como Sora.
—Akemi —Empezó el muchacho. Ella no se movió—, sé que soy un descuidado y que no sé cómo balancear mi vida, pero se que algo bueno saldrá de esto —habló sentándose en la cama—. Si todavía mantengo los pies en la tierra es gracias a ti. —Terminó, no estando seguro de si lo último era algo bueno o algo malo.
Las facciones de la chica se suavizaron. —Nadie te esta culpando de eso, Tai. Sólo quiero que estemos juntos el mayor tiempo posible.
—Claro que sí. Pero sólo digo que es difícil ahora, tenemos metas diferentes.
La pelinegra alejó su vista de la página que estaba observando para ponerla en algún punto que sólo ella podía percibir en la pared frente a ella. No le gustaba hacia donde iba la cosa.
—Prácticamente estamos tras el mismo fin —ella prefería verlo así—. Estar juntos.
El castaño entendió por su tono y su rigidez que había cometido un error al hablar de eso. Intentó reponerlo. —Sí, pero…
La pelinegra lo interrumpió con un gesto de mano. –Creí que ya habíamos superado eso.
—No me refiero a eso —aclaró nervioso. Sabía de sobra que a Akemi le molestaba mucho tocar ese tema.
—Que sea cinco años mayor que tú no es ningún problema, Taichi.
—Lo sé, pero mejor dejemos eso, no es tan complicado. —Él trató de sonar suave; seguir con ese tema no llevaba nunca a nada bueno.
Akemi aventó su revista a la mesita de noche y se recostó ceñuda, dándole la espalda a Tai. Éste la abrazó por detrás.
Ese asunto siempre le causaba inseguridad a la pelinegra, y evitaba a toda costa hablar de ello. Cada vez que Taichi hablaba del futuro, ella no podía evitar alarmarse, pues se daba cuenta de cómo sus ideales diferían. Él parecía entusiasmado con la idea de salir del país, explorar otros lugares, y sabía que el chico era imparable. Ella, sin embargo, añoraba un estilo de vida más tradicional y conservador. Le entristecía darse cuenta de que Taichi no tenía cabeza para pensar en establecerse. Por eso había creado un tabú del tema, estaba enfrentando eso de la manera equivocada, y erróneamente le imputaba el problema a la diferencia de edades.
Que Taichi notara eso la hacía sentir mal, como si él pensara en cambiarla por otra mas joven. Y ella lo quería, aun por más que sus maneras no lo demostraran mucho. Pero no sabía si Tai sentía lo mismo, y por eso actuaba de manera fría. Él le decía cosas lindas, y la hacían sentir bien; pero a veces la dejaba a un lado por Sora. Aunque no pareciera, le asustaba pensar que Tai podría dejarla por ella, de todas las mujeres del mundo, precisamente por Sora. Sin embargo no sabía por qué ese especial rencor y recelo hacia ella, esa desconfianza. No era la más linda, y Tai decía que era casi como su hermana, pero no la tranquilizaba. La veía como una amenaza constante. Y es que simplemente por Sora no; no le gustaría perder ante ella.
—Sora no es tan buena como crees, siempre te deja hasta el último. No merece lo que haces por ella. ¿Crees que no sé que te dejó plantado en el café?
Tai dejó de pensar. Eso lo había tomado por sorpresa. —¿Cómo?
—Llegaste antes por mí, además de que la vi saliendo de su departamento por la tarde. Inmediatamente supuse que no había ido contigo. Ahora estoy más segura.
Tai no supo qué decir, ni cómo defenderla. —Lo olvidó —musitó el chico—. Tengo sueño, me hiciste trabajar mucho. —dijo volteándose.
Akemi sonrió. Pensaba en que dio justo en el blanco. A Tai le había afectado el comportamiento de su amiga, tal vez pudiera usarlo en su contra. Ya empezaba a conocerlo. Y lo mejor era que sabía que tenía razón. Rió internamente con malicia. —Buenas noches.
—Descansa —Al parecer Sora tenía razón, después de todo.
Sora buscaba la llave de su departamento en los bolsillos de su chaqueta. No la encontraba; y la sola idea de tal vez regresar por ella, donde sea que la haya dejado, cansaba sus piernas sin siquiera haberlas movido. Sólo quería tirarse a descansar. En eso llevó sus manos a los bolsillos traseros con frustración, cuando jaló de un colgante con divertida forma de corazón, sacando las llaves con él. ¿Desde cuándo dejaba sus llaves en los bolsillos traseros? Abrió la puerta con ansias, y al entrar, aventó las llaves en la mesita del recibidor. Ahora el sofá era su blanco; se dejó caer en éste y tomó el control del televisor que estaba a su derecha. Cambió y cambió el canal, y nada más no había nada interesante que ver. No era tan tarde, pues el reloj digital marcaba apenas las 9:42 y no tenía hambre, ya había cenado con Tai. Ella era muy inquieta, y le molestaba no tener nada que hacer, aunque fuera alguna tarea o algún quehacer hogareño. Entonces sólo pensó en avisarle a su castaño amigo que ya había llegado a su casa, sana y salva, antes de que él la llamara. Le mandó un mensaje de texto, era más lento. "Ya llegué. Duerme bien"
Cuando hubo terminado, se fijó mucho en la foto de fondo que había puesto a su celular. Eran ella y Matt, abrazados sobre una banca del parque, volteando hacia arriba, pues Sora tomó la foto desde un ángulo elevado. Entonces reparó en la ausencia del rubio. Tener a Yamato fuera no era cosa extraña, lo singular del caso era más bien que él estaba lejos, y que no lo vería por un rato. Lo extrañaría, aun así. Sobre todo porque a pesar de su edad la oscuridad la seguía incomodando, especialmente cuando estaba sola.
Después de voltear hacia ambos lados por precaución, decidió seguir viendo esas imágenes capturadas en su móvil para entretenerse. De imagen a imagen, llegó a una de Tai y ella en la cocina. Hikari la había tomado. El moreno estaba descuidando el sartén, mientras ella le indicaba que lo que sea que estuviera preparando se quemaba. Sólo sabía divertirse con Tai. Y precisamente pensando en él…
"Bien."
Uh, qué mal, ella esperaba algo de conversación.
Estúpido Tai, pensó la chica.
Matt contemplaba el bello panorama frente a él sintiéndose realizado. No era la primera vez que viajaba fuera de Japón, pero sí la primera vez que lo hacía solo y con propósitos diferentes a los de visitar familiares.
El cielo de la isla de Hong Kong era parcialmente obstruido por el smog, pero al mirar al frente, poco más allá del Puerto Victoria, pudo visualizar las incontables luces anaranjadas y amarillas de los edificios de la zona Tsim Sha Tsui, tan deslumbrantes como las ausentes estrellas, sólo que éstas eran maravillas terrenales.
Dio un último trago a su vodka para terminar de vaciar su copa y viró la vista al interior de su cuarto en el Hotel de EDGE. Dentro, el panorama no era de lo más alegre. Dos de sus compañeros yacían dormidos sobre una cama y otro se encontraba desempacando utensilios de higiene personal.
—Vaya ánimos —mencionó Yamato con sarcasmo—. No es como si hubieran sido quince horas de viaje.
—Como tú no quisiste ir a esa salvaje fiesta de anoche —le recordó uno de los compañeros que estaba en la cama con una voz somnolienta— no tienes idea de la resaca que nos aqueja.
—Sabían que mañana tendremos que ir al estudio temprano, debieron aprovechar este día para descansar —regañó con inapetencia, volteando su cabeza hacia el espectáculo de luces de afuera a las cuales había estado dándoles la espalda.
—Déjanos en paz —ordenó el otro compañero en la cama mientras tapaba sus oídos con ambas manos. —. Tú tampoco te ves muy emocionado.
—No, es Yamato —dijo el otro chico—; ya sabes que es muy serio, pero por dentro debe estar gritando de emoción como una niñita.
Su compañero seguía con su broma imitando al supuesto Yamato interno haciendo reír a los otros. Yamato también sonrió de medio lado, a veces sus compañeros podían ser tan inmaduros.
—Yamato no está emocionado —dijo el cuarto integrante que ya había acabado de reír y ahora salía del baño—, lo que pasa es que a él ya no le interesa tanto la banda.
—¿Qué?
—Ishida, ¿vas a dejarnos? —le preguntó su amigo sentándose en la cama de golpe.
—No —contestó, rodando los ojos. Al menos no por ahora.
—Pero Matt —comenzó el chico, nada satisfecho con la respuesta del rubio—… La música.
—El dinero, la fama… —le siguió el otro.
Matt rió bajo. Se dio media vuelta para volver al balcón y deleitarse con las maravillas que sólo podían relucir de noche.
—Las chicas, Matt —alcanzó a escuchar que el otro gritaba—¡Las chicas!
El rubio deslizó la puerta para cerrarla. Puso los brazos sobre la baranda para sostenerse. Estúpido Yutaka, era más perspicaz de lo que parecía. Y él que creía que su desinterés por la banda no era tan notorio. Aunque ahora que lo sabían, ya nada les tomaría por sorpresa.
Hace ya tiempo que sintió que su deseo de tocar y componer para las personas había sido satisfecho. Disfrutó mucho todos esos años, pues el grupo se había formado desde que él tenía catorce y los cuatro chicos aun habían conservado su amistad a sus diecinueve. Pero respecto a la banda, ya no era lo mismo. Siempre tuvo ambiciones muy módicas con respecto al grupo, ambiciones ya cumplidas, y ahora sabía que ya era tiempo de abandonar eso, ya no quería que se volviera más grande. Ahora él quería componer porque quería, no porque tuviera que hacerlo, y como ese era el caso, no tenía sentido seguir por ese camino.
Habían aprovechado bien el moderado éxito que tuvieron en Tokio, habían terminado varios proyectos y habían amenizado unos cuantos eventos. Pero nada más.
En sus inicios participaron en un concurso de bandas. No fueron los ganadores, pero aún así siguieron con lo suyo. Para Yamato todo eso había resultado en una buena manera de crecer, todos esos sucesos le ayudaron a reforzar su confianza y a ser más abierto. Pero había llegado a un impasse, seguir en la banda ya no serviría.
Accedió a grabar un nuevo tema y que este tema se diera a conocer en otro lugar fuera de su tierra natal. Había pensado que esa sería una buena despedida, de hecho, la canción hablaba de eso, de culminar algo.
Pensó en todo aquello con tranquilidad, sorprendiéndose incluso de cómo fue que terminó en Hong Kong. Para cuando les hicieron la oferta, Yamato ya pensaba retirarse por completo, pero no pudo negarse ni a sus compañeros ni a la oportunidad de conocer tan magnífica ciudad. Debía admitir que sí sentía emoción por estar en ese lugar, como hubiera pasado al estar en cualquier otra parte del mundo.
Y es que el mundo era tan grande.
Yamato levantó la vista al cielo grisáceo que se extendía sobre él. Pudo observar algunas pocas estrellas.
Sacó el celular de su bolsillo para ver la hora, parecía tarde y le inquietaba un poco no estar cansado. Pero aún era temprano. Aún tenía tiempo para pensar y obtener un buen descanso para estar listo el día siguiente. Y después de la grabación aún habría tiempo para conocer los alrededores. Y al terminar esa última travesía será hora de regresar a Japón.
El rubio suspiró. Estaba algo inquieto, pues este viaje había sido como una preparación para lo que se avecinaba ya que al llegar a Tokio su vida sería diferente. Ya se lo había propuesto a sí mismo. Una etapa había culminado. Esta vez quería una vida más sencilla, tenía planeado comenzar con sus estudios superiores y tal vez pasar más tiempo con los viejos amigos. Extrañaba la tranquilidad de sus días de preadolescente.
Ya había hablado de ese cambio inminente con su padre y su hermano, ambos le habían comunicado su apoyo. Aunque todavía le faltaba discutir ese asunto a profundidad con sus mejores amigos Sora y Taichi, especialmente con Sora que además era su pareja y le había apoyado por tanto tiempo. Yamato sonrió al recordarla, no podía pensar en ella sino con ternura. Alguna vez fue una luz cálida en un crudo invierno, así la describió el chico en una canción en la que le agradecía su consideración y homenajeaba su personalidad. Poco después de esa expresión musical su relación alcanzó el siguiente nivel. Las cosas eran perfectas cuando iniciaron su noviazgo.
Un ruido seco le sacó de sus razonamientos. Parecía que un objeto de vidrio había impactado con una superficie sólida. Creyó que sus amigos podrían estar descontrolándose por la noticia de su desinterés y la nula explicación que recibieron, pero al deslizar la puerta para entrar notó que no era así. Uno de sus compañeros de cuarto se encontraba mirando los pedazos de vidrio en el suelo con cara de preocupación. Yamato se percató al virar un poco su vista de que faltaba un florero que él había visto encima de una mesita. Debía ser ese que ahora estaba irreconocible.
—¡Diablos! —exclamó el miembro de la banda— ¡Sólo quería ver si tenía agua adentro!
14/07/2013
¡Acabé! Y estoy más conforme con este resultado. Quiero que este espacio sea para recapitular. Comencemos xD: Taichi y Yamato tienen planes (en el caso de Taichi, alguien tiene planes para él xD), planes que cambiarán sus estilos de vida y pondrán a prueba su madurez en diferente medida. También agregué opiniones de los personajes acerca de sus relaciones sentimentales y/o de la de otros. Y claro, la relación de Taichi y Sora, jaja, como pudieron apreciar, una relación bastante normal entre amigos, por ahora xD. Ya presenté las personalidades de los personajes principales y las cosas que le molestan a uno del otro. Pero bueno, no hay mucho que decir, ya todo está en orden, el escenario presentado y sigamos xD
