Nota de la autora: Hola :) , este es el primer capítulo de este fanfiction centrado más que nada en la pareja Remus/Nyphadora y transcurre después del sexto libro. No tengo planeado que sea tan extenso, aunque eso es relativo, es una decisión que depende de mi estado anímico. Cualquier comentario es bien recibido, au revoir.

VERANO ROSA

Era de madrugada, el calor proveniente de la chimenea hacía que su rostro se perlara de sudor, mientras intentaba recorrer con sus manos y su boca la piel de quien le alocaba y enternecía profundamente…

Ambos estaban completamente vestidos, aunque ella quería desnudarse y desnudarlo, mientras que él…

No… no quiero, Nymphadora – dijo intentando soltarse de los brazos de la mujer, que le apretaban el pecho con pasión, mientras intentaba cargar el cuerpo de él sobre el de ella, recostados en el sofá – no debemos…

Anda, Remus – contestó, susurrándole en el cuello, dejando escapar por la nariz el aire caliente de su cuerpo, haciéndolo estremecer – no seas terco…

No se trata de terquedad, Nymphadora – agregó él, sonando un poco brusco y serio, logrando apartarse de la joven, sentándose mientras intentaba acomodar su ropa arrugada, sin mirarla – esto no te conviene.

Ella se levantó del sofá, dándole la espalda, respirando entrecortadamente y con las mejillas sonrojadas, lo miró de reojo, por sobre su hombro…

No tienes ni la más mínima idea de que lo que me conviene, Remus Lupin – y se marchó sintiéndose ofendida, lastimada…

– ¡NYMPHADORA!

Abrió los ojos de un salto. Era la Señora Weasley y sus "simpáticas" formas de despertarla por la mañana.

– ¡Niña, llevo llamándote desde hace media hora y tu sigues dormida! – soltó sin anestesia la matriarca Weasley, mientras recogía la ropa sucia regada por el suelo (que era mucha) – ¡vamos, date prisa, hoy hay reunión de la Orden y estamos atrasados por tu culpa! – se marchó cerrando la puerta de un golpe.

Nymphadora tardó unos segundos en desperezarse, se estiró, pero seguía adormilada, "no tengo tiempo para lavarme" pensó con sueño.

Se levantó, no sin antes tropezar con las sábanas pues se había enredado en ellas, se paró delante del espejo y se miró fijamente. Se miró de arriba a abajo, "creo que no voy a aceptar repetición de platos" pensó, al pasar la mirada por sus caderas que comenzaban a enancharse más de lo estéticamente correcto.

Siempre, todas las mañanas, se levantaba como realmente era, una joven bruja, de estatura media, piel blanquecina y pelo algo rojizo, de variados reflejos. En la mañana no había tiempo de metamorfosearse, en las mañanas simplemente era Nymphadora, más tarde podría ser la "Tonks".

Decidió que el look para ese día sería uno algo apagado, no se sentía tan deslumbrante, sobre todo por el sueño que había tenido durante esa noche, se volvió a cuestionar cuál era el afán de Remus de interponerse entre lo que irremediablemente sentían el uno por el otro, pero como siempre no obtuvo ninguna respuesta que le agradara o satisficiera del todo.

Sin hacerse más preguntas bajó.

– Como todos deben haberse enterado – comenzó Moody – los mortífagos nos llevan la delantera, por fuentes sabemos que tienen planeado atacarnos durante las semanas siguientes, como no sabemos exactamente donde – sacó unos pergaminos de un bolsillo – he ideado un plan.

Esparció alrededor de 10 pergaminos sobre la mesa.

– Creo que sería prudente que nos dividiéramos en grupos de trabajo, no más de dos personas, y distribuirnos por Londres y sus alrededores, hasta que captemos qué es con exactitud lo que tienen planeado y …

– ¡Pero qué va a pasar con los chicos! – gritó de pronto la señora Weasley, alterada como siempre durante esas reuniones – ¡ellos no van a ir a exponerse!.

– Ya hemos pensado en eso, Molly – agregó Lupin con serenidad, mirándola con sus apacibles ojos, mientras se levantaba de su silla para explicarle mejor – los chicos, exceptuando Fred y George, que irán con nosotros por que son mayores de edad y han terminado su enseñanza – hizo énfasis en esas ultimas palabras – se quedarán en Grimmauld Place.

– Sabemos que no es un lugar agradable, pero es lejos lo más seguro, Molly – dijo la profesora McGonagall, que también se encontraba en la reunión – allí nada podrá pasarles mientras no salgan de casa.

– ¡PERO COMO SABREMOS QUE NO SALDRÁN! – gritó aterrada.

– Porque hemos embrujado la casa, para que no puedan salir hasta que volvamos – terminó Moody, con una sonrisa de satisfacción al ver que la señora Weasley se apaciguaba.

– Cada uno ya sabe con quien le ha tocado, es imprescindible que todos acudan el día acordado en el pergamino que cada pareja tiene, si tienen dificultades no se olviden del patronus – Minerva McGonagall, luego de haber muerto Albus, concurría con mayor frecuencia a las reuniones, y daba las ordenes finales, antes de que todos se marchasen, y las "evidencias" fueran debidamente borradas.

Nymphadora miró su pergamino, y se decepcionó al ver que su pareja era Kingsley Shacklebolt, el mago le caía bien, pero le hubiese gustado ver a otro nombre como su compañero.

Era el día acordado, como siempre la regañaban por llegar tarde, entre otras tantas cosas como ser torpe, se apresuró y llegó con una hora de antelación, aunque por accidente, pues se había olvidado de que había adelantado el reloj en media hora.

– Genial – soltó, con sarcasmo, cuando logró acordarse.

Se sentó a esperar a su compañero sobre un tronco seco. El lugar de reunión era un pequeño parque que servía de turismo, en las afueras de Londres. Era un día espléndido, casi sin nubes, con un hermoso cielo celeste que reflejaba el mar azul intenso que se abría a varios kilómetros de donde se encontraba.

De repente, faltando 15 minutos para la hora exacta, escuchó pasos sobre la hierba seca y se levantó, varita en mano y bien levantada.

– ¡¿TU?! – exclamó, haciendo énfasis en su sorpresa.

Remus Lupin la miraba sonriente, tranquilo.

– ¿Pero… por qué estas tu y no Kingsley? – preguntó un poco más calmada, ruborizándose al tomar consciencia de su emoción anterior.

– Tuvo un problema, me mandó un patronus y vine yo a suplantarlo – se sentó donde antes había estado sentada Tonks, se acomodó y la volvió a mirar – ¿no te quieres sentar?, traje comida, por si quieres.

– Gra-gracias – contestó algo incómoda. Se sentó al lado del castaño, tratando de no mirarlo a la cara, parecía estar pensando en algo interesante que decir.

– Pareciera que no te agradó que viniera yo… – soltó él en voz baja, sin mirarla. La mujer pensó por un segundo que esa frase tenía un dejo de tristeza.

– No… no es eso – comenzó, algo tartamuda, nerviosa – para nada – agregó al ver que Remus no levantaba la mirada.

– Bueno, te entiendo – dijo el castaño, mientras sacaba unas galletas y comenzaba a comerlas, levantando la mirada hacia el frente, perdiéndola en unos árboles grises – casi nadie me acompaña últimamente, ya sabes… por lo que le pasó a Bill.

– ¿QUÉ? – exclamó, más fuerte de lo que hubiese deseado – ¡tú no tuviste la culpa de nada, Remus!

– Claro que si – contestó el hombre, tratando de sonar algo indiferente, sin lograrlo – Greyback iba por mi… Bill no debió interponerse…

– ¡No digas estupideces! – saltó la chica, levantándose – ¡deja de culparte por lo que les pasa a los demás! – le temblaba el labio inferior, sus mejillas crispadas estaban rojas de una mezcla de sorpresa, rabia y compasión.

– Lo digo por que es cierto, Nymphadora – terció él, tratando se sostener la destellante mirada de la mujer que tenía en frente… el sólo hecho de juntar las miradas le quemaba, no sabía donde se había vuelto ese dolor algo extrañamente placentero y de temer, lo que era claro era que le asustaba.

– No es así, Remus – contestó al segundo – y deja de llamarme Nymphadora ¡es Tonks! – lo último casi lo gritó.

– Nymphadora… – empezó él, sin afán de sonar a la defensiva, sino muy calmo – dejemos esta conversación hasta acá… debo indicarte donde debemos acampar.

Tomó su mochila, de aspecto sucia y vieja, remendada en la base, y se levantó del tronco. Caminó unos pasos hacia su norte, se detuvo y dijo:

– ¿Vienes?

"¿Por qué?", se preguntó por enésima vez, durante el trayecto, "¿porqué demonios me tiene que traer loca?". Le dolía el hecho de ver a Remus derrotado frente a si mismo, sabía que era un hombre valiente, de coraje, pero seguía matándose, como si fuese una regla elemental, lastimándose, culpándose de todo lo que le sucedía a sus amigos.

Caminaron (en silencio) un tramo que le pareció de kilómetros , tenía los pies enrojecidos por el roce de las botas, el tobillo comenzaba a molestarle y las puntas de los dedos le ardían.

– Espérame un momento – soltó de repente.

Remus que iba delante de ella, como a 7 metros, con la varita en alto -– ¿te sucede algo? – preguntó preocupado, mientras su mirada buscaba la de la chica.

– No mucho, solo que estas botas me están matando – se las estaba sacando, sentada en el suelo tapizado de hojas secas, hojas de colores castaños y rojizos.

Remus sonrió al verla así, como una niña pequeña, sin preocuparse de que si el suelo estaba sucio o no.

– Listo – se levantó del suelo, se sacudió las piernas y el trasero de la tierra y las hojas. Se ha había cambiado a unas tenis.

– Sigamos entonces – le respondió él.

De reojo alcanzó a ver que el castaño le sonrío, mientras ella se descalzaba. No entendió el porqué de esa sonrisa, no se molestó en cuestionársela, sabía que habían cosas de Remus que eran incomprensibles.

Sólo sabía que quería verlo sonreír de nuevo, "si es necesario me pongo estas botas inmundas para solo sacármelas de nuevo", se dijo para si, en un dejo de ironía.

Más tarde sabría que no sería necesario.