Capítulo 1

Leyó los documentos dos veces mientras trataba de vencer el cansancio que amenazaba con cerrarle los ojos. Se los tallo bajo los lentes una vez más y trato de enfocar su vista en las borrosas letras que insistían en provocarle una migraña.

Quería descansar, pero no podía cerrar los ojos ahora y dejar que estos documentos fueran olvidados por su memoria al dormir; sabía que necesitaba terminarlos cuanto antes. La puerta se escuchó sacándolo de su labor recién retomada. Pronuncio un adelante lo suficientemente fuerte para que se escuchara, y por ella entro uno de sus más confiables caballeros y su consejero.

—Mi rey. —hizo una reverencia, y se reincorporo sonriendo. —La han encontrado.

Eso fue suficiente para que los papeles quedaran en el olvido.

Miraba ausentemente la ventana de su habitación mientras repasaba mentalmente todo lo que le había pasado aquel peculiar día. Como todos los chicos de su ciudad natal, ese día se graduaría para tomar el trabajo asignado para su vida y ganar dinero para sus padres, pero había terminado mal en muchos sentidos aquel plan.

No solo se había demorado bastante en vestirse, mientras que había llegado horriblemente tarde a la entrega de papeles y documentos que garantizaban que había estudiado lo básico como los demás. Oh no. Si no, que desde ese momento jamás volvería a pisar ninguna escuela, porque ahora era nada más y nada menos que la Reina.

Oh sí. Desde ahora y para siempre hasta que muriese, tendría que ser una pertenencia más del Rey. ¿Había algo peor?

Claro que no lo había, y eso lo sabía muy bien. Todos estaban esperando que alguien de mayor clase social, mayor belleza e incluso mayor inteligencia fuera la Reina del Rey, pero en lugar de ser la persona más agraciada la que tomara dicho puesto, resulto que fue la que menos quería y merecía tenerlo. El, por supuesto.

Era bien conocido en el pueblo que no podía ni hervir agua sin cometer un accidente, ya sea quemarse el mismo o a las otras personas. También se conocía que no era especialmente hermoso, de hecho, muchas personas comentaban a sus espaldas que era sumamente extraño que saliera de ese modo, considerando que su madre era una mujer hermosa.

Pero no se quejaba de su físico. Bueno, tal vez cuando Francis le echaba en cara que era mucho más fuerte y con el cuerpo más escultural que él, pero solo era pasajero. Solo por el momento.

Pero ahora, que miraba su cuerpo detalladamente, se daba cuenta de cuan insignificante era. No destacaba en nada. Y eso fue lo que más les sorprendió a todos, que siendo un insecto, fuera el destinado a pasar el resto de su vida como la Reina, aunque era preferible que lo eligieran en lugar de a una mujer de clase alta.

Tocaron a su puerta desconcertándole un poco.

—Hijo, su majestad vendrá en unos minutos a verte. —Aviso su madre, mientras entraba a su habitación.

Al verla supo que las personas tenían razón. ¿Cómo no saco la belleza de su madre? Se veía tan delicada con el cuerpo delgado y femenino, mientras que su cabello pelirrojo como el fuego caía en bucles por su espalda, el vestido sencillo y descolorado de color marrón se agitaba un poco cuando caminaba, mientras que sus ojos, aunque se veían tristes, eran de un exquisito color esmeralda.

Gimió con fuerza mientras instintivamente se tapaba la cara, tratando inútilmente de ocultar sus lágrimas.

—Tesoro, ¿Qué ocurre? —Pregunto la mujer abrazándolo, transmitiéndole un poco de tranquilidad. Dejo de ocultar su cara con las manos para hundirla en el cuello de la mujer, pues era un poco más bajita que él.

Dejo que sus lágrimas corrieran libremente mientras sentía como los sollozos reprimidos le sacudían violentamente los hombros.

—No quiero, no quiero. —Repetía mientras lloraba en el cuello de su madre, quien le acariciaba tiernamente su cabello, susurrándole que todo estaría bien. —No mamá. Tú no entiendes, ¿Qué será de mí ahora? Si es cierto que los Reyes son como los describen los habitantes, ¿Qué hare? —

—No pasara nada, estarás bien. Eres un chico fuerte que sabrá cómo enfrentar las adversidades. Confió en ello. —Otro sollozo lo sacudió. —Además, tu destino no será malo, Tesoro. Sera maravilloso, lleno de riquezas, cosas hermosas y maravillosas. Ya verás. —

—¿Y si no es así? ¿Quién me garantiza que no será horrible, despreciable y enfermizo? —Su madre lo separo un poco para verlo, lo miro seriamente.

—Los sabios te eligieron por algo. Tu destino es especial, porque tú eres especial. No pienses que será desgraciada tu vida, porque no lo será… si eres la futura Reina, es porque así lo quisieron, y así quiso tu alma. —Le recordó mientras sonreía dulcemente. —Comprendo que estés nervioso, e incluso confieso que yo lo estoy también, pero no por ti… si no porque no te tendré aquí, conmigo como siempre soñamos. Pero serás feliz al lado del Rey.

—Soy una Reina, mamá. Nadie es feliz con ese cargo. —

—Entonces tú serás la primera en serlo.

La puerta de la habitación se abrió repentinamente, mientras que su padre asomaba la cabeza con una expresión nerviosa y decaída. Les miro y supo exactamente lo que significaba.

Estaba ahí.

Miro la ventana del coche de manera ansiosa, moviendo un lápiz entre sus manos. Ese era el día.

Sonrió mientras trataba de imaginarse su vida de ahora en adelante. De seguro sería demasiado divertida, siempre con sonrisas y risas. Sería perfecto, de eso no tenía duda. Despertarían sonriendo por las mañanas, desayunarían juntos, se ducharían juntos, caminarían juntos. Harían todo, juntos.

Había esperado toda su vida por ese día, el día en donde conocería a la persona con quien compartiría su vida, su alma, su nación, compartiría todo. Esperaba que no entrara en pánico en cuanto viera a su futuro compañero o compañera. Se quería imaginar que los sabios sabían lo que hacían.

Los sabios.

Aquellas deidades que decidían sus caminos antes de que nacieran, pues conocían las almas de todas las personas que habían vivido, que viven y que vivirán en la Tierra. Por lo mismo, ellos conocían como sería el destino de todos, y hacían todo lo posible por que pasara lo que estaba escrito en las estrellas.

Así que no se preocupaba por quien fuera su Reina, pues era obvio que le amaría inmediatamente.

O eso fue lo que pensó.

Llego a una casa bastante humilde, para tener a una Reina viviendo en ella. Era pequeña, de dos plantas hecha de madera, era obvio que dentro vivían personas obreras y no los aristócratas que frecuentaban visitar el palacio en donde vivía.

Abrieron la puerta del coche, dándole acceso para salir y tomar aire fresco. Agradeciendo por eso, salió para poder ver mejor donde se encontraba, encontrándolo acogedor y familiar. Se acomodó los lentes mientras se agitaba el cabello con nerviosismo, y revisaba su ropa otra vez.

—¿Me veo bien? —Pregunto a su hermano mientras este se acercaba a él. Pareció pensarlo un poco mientras le miraba de arriba abajo.

—Sí. Por primera vez pareces un verdadero Rey, ¿A qué se debe? —Pregunto suavemente, mientras le acomodaba mejor el cuello de la camisa. Se sonrojo y giro su rostro hacia otro lado.

—Quiero estar presentable. Además, no esperas que un héroe visite tu casa en bata ¿o si, Matty? —Pregunto emocionado, mientras que su hermano negaba con la cabeza.

—Tienes razón, lo siento por cuestionar tu vestimenta. —Sonrió y abrazo a Matthew por los hombros.

—Es mejor que entremos de una vez, ¿No lo crees? —Su hermano asintió con la cabeza mientras veía la puerta con un toque de nerviosismo.

Caminaron hacia la puerta de la casa, donde estando ahí sintió su corazón querer saltar de su pecho y huir hacia las montañas más alejadas que encontrara. Y Matthew se percató de eso, pues su hermano comenzó a sonreír nerviosa y forzosamente mientras veía la puerta con horror, sonrió y negó con la cabeza. Estando seguro que su hermano no iba a tocar la puerta, se decidió en hacerlo el mismo.

La abrió un hombre rubio, bastante mayor para ser a quien buscaban, pues supuso que ya estaba casado. Les miro sorprendido, alzando las cejas, murmurando impresionado.

—Mi Rey…

—Hemos venido por la Reina. —Contesto tímidamente Matthew, pues su hermano estaba bastante nervioso para responder. —Claro que si quiere que nos vayamos…

—¡oh no! No hace falta que se vayan. Sus altezas…comprenderán que estamos un poco consternados por la reciente noticia. Pero no se preocupen. —Se hizo a un lado para dejarle pasar, mientras veía nerviosamente la escalera. —Pasad por favor. —

Así lo hicieron. Contemplo la casa un momento, dándose cuenta que era humilde y acogedora, con pequeños cuadros seguramente pintados por uno mismo. Pasaron a la sala de estar, que tenía unos mullidos sillones de color guinda; las paredes estaban pintadas de blanco y había una mesa de vidrio en el centro.

—Sentarse un momento, iré por mi familia para recibirlos adecuadamente. Mil disculpas, no sabíamos que vendrían. —Dijo nerviosamente el hombre, mientras hacia una pequeña reverencia.

Sonrió para sí mismo mientras tomaban asiento él y Matthew.

—No se preocupe, buen amigo. Vaya sin ningún cuidado. Créame que no quemaremos su casa si se va unos minutos. —dijo riendo un poco, mientras miraba como el hombre se ruborizaba un poco.

Salió de la sala perdiéndose en las escaleras, y su sonrisa decayó.

—¡Matty, dime que esto está pasando! —Exigió mientras se abrazaba a su hermano fuertemente.

—L-lo está.

—¡Estoy nervioso! —Matthew iba a decir algo, pero le interrumpió. —¡No! Tienes razón Matt, ¿Por qué he de estar nervioso? Los héroes no se ponen nerviosos. ¡Oh Matt! ¿Qué haría yo sin ti? —

—No lo sé. —Murmuro tímidamente, pues él no había dicho o hecho nada.

Un pequeño carraspeo de garganta llamo su atención. Alfred miro en dirección a este, para toparse a una mujer bastante hermosa, que le miraba con una sonrisa que no llenaban sus ojos. Por un momento pensó que ella sería su Reina, pero era lógico que esa mujer estuviera casada con el hombre amigable quien les había abierto la puerta.

Al ver la sonrisa triste que tomaron posesión de sus labios cuando su esposo se acercó para pasarle una mano por el hombro a modo de apoyo, se dio cuenta de lo difícil que dijo haber resultado que su hijo o hija fuera la Reina. Sabia, gracias a su madre, la antigua Reina, que la había separado de su familia y amigos, e incluso de su pueblo natal, para que viviese en el castillo como procreadora de la familia real.

Porque eso eran las Reinas, para procrear. No eran más que las perras en celo de un criadero. Cuando las Reinas eran reclamadas, inmediatamente se activaban todos los instintos de ellas, teniendo la habilidad de procrear independientemente de su género. Al igual que activaban la fidelidad a su Rey, las Reinas no podían embarazarse de alguien quien no fuera su Rey, y tampoco podía mantener una relación sexual con nadie.

El Rey por su parte, si podía mantener relaciones, pero al igual que a la Reina, se volvía estéril, y no podía dar herederos con otra mujer. Por lo mismo, era elemental tener a una Reina que acompañara al Rey y diera herederos al pueblo.

Unas pisadas lo sacaron de sus pensamientos y se giró rápidamente para observar como entraba en la salita un chico. Su corazón comenzó a latir desbocado mientras sentía sus mejillas arder y un nuevo sentimiento llenarle el pecho. Con todas esas emociones mezcladas, no se percató de la mirada llena de tristeza y las expresiones destrozadas de los dos padres que se encontraban ahí. Y tampoco vio la expresión asustada de su futuro compañero.

Nini: Vengo de nuevo con una historia, de una de mis parejas favoritas UsUk. Espero que les haya gustado el primer capítulo de esta historia. Tratare de publicar seguido, claro si la historia resulto de su agrado.

Nos Leemos luego.

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