FT ni sus personajes me pertenecen y blablabla.

No se como pensé y plasme adecuadamente segun lo que mi cerebro queria algo como esto. Pero bueno.

Para Saorii, que me etiquetó en Es de fanfics y sus otps fueron Macbeth/Sorano y Erik/Sorano, con algo angst y darks.


Erik deseaba poder hablar con su única amiga.

Resulto que la muchacha de blancos cabellos y horrible carácter se convirtió en su segunda amiga, pero él continúo deseando aquello, porque cada vez que hablaba con la muchacha un peso se desprendía de su corazón como no lo hacía con su otra compañera, alivianando su carga, día tras día. Por supuesto, jamás espero enamorarse de ella.

Macbeth deseaba un lugar silencioso donde al fin descansar.

Él compartía la suerte de habitación con la chica, y con el tiempo se volvieron cercanos, y ella comenzó una rutina. Cada noche ella lo alejaba de los gritos y lamentos, creaba un espacio seguro solo para él. Era su puerto seguro, y al pasar las estaciones también cayó bajo su hechizo.

Sorano deseaba ser libre cual paloma para surcar el cielo.

Ellos se lo concedieron, a sus propias y únicas maneras, la hacían sentir que volaba como un ángel, le daban la paz que deseaba sin cadenas algunas. La amaban, y ella los amaba devuelta.

Los tres se ayudaban, juntos sentían que podían vencer cualquier obstáculo como si no existiese en lo absoluto, sin embargo, al pasar los años ninguno tardo en darse cuenta que el mayor mal que hubiesen enfrentado había echado raíces profundas y florecía en pétalos de terciopelo demasiado hermosos, perfectos, e igualmente de letales, como la trampa perfecta. Cortar la flor fue fácil, y luego más y más difícil, pues esta renacía una y otra vez como si no le afectara sus cada vez más desesperados intentos.

Erik oraba por hablar con su amiga.

Pero cada vez que se encontraban en la misma habitación las palabras herían como cuchillos hasta que se alzaban como llamas furiosas hasta manchar el cielo de rojo, rugiendo lamentos como almas prisioneras del incendio.

Macbeth oraba por un lugar silencioso donde al fin descansar.

Los rugidos del fuego se alzaban y aquella canción de sirena había dejado de arrullarlo y protegerlo de aquellos horribles sueños que causaban los gritos, uno tras otro, como una pesadilla enfermiza.

Ambos deseaban tener a su ángel de regreso.

Sorano oraba por ser libre cual paloma para surcar el cielo.

Y lo había obtenido, era como un ser etéreo e inalcanzable, lejos, sobre nubes de algodón y bajo una tibia luz que la abrigaba, o al menos así la sentían, pues ella se sentía como un ave enjaulada, día tras día, condenada a una vida terrenal miserable.

Ignoraron aquella flor, hasta que mostro sus espinas cuando la hicieron su lecho, y dejaron que el terciopelo negro se volviera escarlata, poco a poco, envenenándolos.