La espalda
La espalda debe ser la parte del cuerpo más odiada.
Fue dulce la sensación al probar tu boca. Al ver que permanecías inmóvil asumí erróneamente que estaba bien. Pero no lo estaba. Lo malinterprete y lo eché a perder todo. Me empujaste con brusquedad y me diste la espalda mientras te alejabas.
Desde entonces no ha habido otra faceta que me muestres. Sólo tu espalda. No sabría definirla. La veo tan angosta y al mismo tiempo tan tosca. De rasgos suaves y finos, pero siempre rechazándome con dureza.
La misma espalda que mis manos deseaban recorrer mientras te hacía el amor hasta donde nos llevara la pasión del momento. La tocaría suavemente y tu temblarías mientras la recorrería con mis manos. Contendrías tu respiración cuando presionara lugares claves y sentiríamos morir de tanto placer. Pero ahora, gracias a ese impulso de tocar tus labios, eso no pasaría jamás. Ahora solo la veía tan distante, tan lejana.. Una utopía perfecta.
Ya no me ves a la cara, así que tuve que decírtelo a la espalda. Te tomé del hombro con firmeza pero con la mirada dirigida al suelo. Abrí la boca y volví a arruinarlo todo.
-Sabrás que me gustas, Edward-
Y no contestaste. Te quedaste ahí parado mirando al vacío.
Un silencio incómodo me obligó a retirarme y no volver a mencionar el asunto.
Ya pasaron dos meses, y sigues sin contestar. Sigues dándome la espalda.
