Todos los personajes de la historia pertenecen a J. K. Rowling, y no poseo ningún derecho sobre ellos. Este fic llevaba mucho tiempo dándome vueltas por la cabeza, y por fin me he decidido a escribirlo. Espero de corazón que sea de vuestro agrado. Vamos allá…
FILOSOFÍA DEL INSOMNIO
Capítulo 1: ¿Dulce despertar?
Llevaba ya bastante rato sin dormir y dando vueltas por la cama. Había recurrido a todos los métodos mágicos y muggles que conocía: contar ovejas, contar de mil hacia atrás muy despacio sin pensar en ninguna otra cosa (¿dormirse antes de llegar a quinientos?-¡y una mierda!), rezar a Merlín, a Circe, a Morgana, a Nimue, al Hada del Lago y a todas las divinidades en las que creían los muggles y que él conocía. Nada funcionó, de forma que cuando se hartó y decidió darse definitiva y oficialmente por desvelado, exactamente a las cuatro y media de la mañana, George Weasley decidió buscar algo de distracción. ¿Y qué mejor distracción que su propio hermano gemelo?
-Fred –llamó suavemente.
-Groaaarrrrr… Zzzzzzzzz… -la única respuesta de Fred Weasley fue un ronquido.
-Fred –repitió algo más alto.
-Groaaarrrrr… Zzzzzzzzz… -pero Fred seguía dormitando tranquilamente.
-¡Fred! –este último apelativo no contribuyó de forma especialmente generosa a la contaminación acústica, pero tampoco fue un susurro.
-¿Sí? –la voz de Fred parecía procedente de otra galaxia a medida que sus neuronas se desperezaban lentamente de un buen sueño. De lo que era un buen sueño hasta ese instante.
-¿Estás dormido?
¡La madre que lo parió! Después de despertarlo vete a saber a qué hora, iba y le preguntaba si estaba dormido, el muy…
Fred hundió la cara en la almohada, cabreado. No tenía claro si su hermano le había hecho esa pregunta porque sí o meramente por fastidiar, pero había dos cosas que sí sabía. Uno: aquélla era una de las cosas que jodían a muggles y a magos exactamente por igual. Dos: la respuesta correcta a aquella pregunta.
-No, estoy muerto –gruñó desde el interior de la almohada-. ¿Qué pasa? –preguntó girando la cabeza para asomar la cara.
-Es que… no puedo dormir. Tengo insomnio.
-¿Y me lo tienes que contagiar? –rezongó Fred poniendo los ojos en blanco.
-Es que me aburro… -replicó George imitando una vocecilla infantil.
-Pues búscate un tebeo o lo que sea. O bájate a la tienda a hacer experimentos, pero sin hacer ruido.
-Es que no me apetece, y hace frío… -contestó George imitando nuevamente la dichosa vocecilla-. Además hay algo que me vueltas a la cabeza desde hace un par de días. Pero como tú no estás por la labor de escuchar, pues… -se levantó y se dispuso a salir de la habitación.
-Vale, como quieras –gruñó Fred una vez más. Aún dándole la espalda, George se sonrió.
-¿Te ha picado la curiosidad, eh? –George se giró y ensanchó su sonrisa.
-Me has pillado, para qué negarlo –Fred tampoco pudo reprimir una sonrisa-. Y también me has contagiado el insomnio –se rascó la cabeza mientras encendía la luz-. Bueno ¿qué es eso que te lleva dando vueltas a la cabeza?
-He estado pensando en… nuestra vida –contestó mientras se volvía a sentar.
-¿Cómo? –replicó Fred sorprendido.
-Pues… en la vida que hemos tenido hasta ahora… en nosotros dos… –contestó George encogiéndose de hombros.
-Vamos a ver, sé que hay más de uno y una por ahí con la mente lo suficientemente sucia como para pensar que el hecho de ser gemelos y estar tan unidos nos convierte en "algo más que hermanos" –Fred movió los dedos para asemejar las comillas-, pero no puedo creerme que tú…
-¡QUE NO ES ESO, SO TROLL! –replicó George más alto de la cuenta. Unos golpes en la pared procedentes de la casa de al lado le hicieron bajar la voz-. Lo que quiero decir es que estaba pensando en nuestra vida. Nuestro pasado, nuestro presente…
-Y nuestro futuro –siguiendo aquella antigua tradición que practicaban desde que ambos tenían uso de razón, Fred completó la frase de su hermano.
-Creo que esto va para largo.
Para sorpresa de Fred, George se levantó de pronto de su cama y salió de la habitación mascullando un apresurado "Enseguida vuelvo" para volver a los dos minutos con un plato lleno de dulces, un par de bocadillos y sendas cervezas de mantequilla en los bolsillos.
-Eres un cocinillas –dijo Fred cuando George le ofreció una de las bebidas.
-Pero de no ser por este cocinillas hacía mucho tiempo que su hermano gemelo habría muerto de inanición ¿verdad? –replicó George colocando el plato en la mesilla de noche que ambos compartían.
-Con la inestimable ayuda de los cocidos, potajes, sopicaldos y demás platos caseros de la madre del cocinillas y de su hermano gemelo –replicó nuevamente Fred. Sin embargo, no podía negar que de no ser por George, ambos habrían tenido que comer siempre de restaurantes, cafeterías y de la comida enviada por su madre-. Bueno, y eso de nuestra vida ¿qué?
-¿Qué es… lo primero que recuerdas?
¿El primer recuerdo?-¡Vaya preguntita peliaguda! Pues sí que se había puesto filosófico George. No obstante, Fred se puso a pensar detenidamente.
-Bueno… me parece que nosotros dos jugando en la cuna y tú estabas tirándole de los pelos a Bill. Y de la nariz a Charlie.
George rió. No podía esperarse otra respuesta.
-¿Y tú? –inquirió Fred.
-Pues… me parece que puedo recordar cosas muy anteriores. De cuando estábamos todavía en la barriga de mamá.
-¡Venga ya! –exclamó Fred sorprendido-. No me digas que tienes recuerdos de ahí dentro –dijo mientras mordisqueaba uno de los bocadillos.
-Pues sí que los tengo, gemelo mío –George esbozó una sonrisilla de suficiencia-. ¿Y sabes lo que recuerdo?
-¿Qué? –Fred le dio un mordisco más a su bocadillo.
-¡La placenta!
Fred escupió violentamente el pedazo de bocadillo que tenía en la boca. A su hermano se le escapó la risa por la nariz.
-¿Y para esto me despiertas? –Fred le dirigió una mirada impagable a George-. ¿Para decirme que lo primero que recuerdas en tu vida es la placenta de los…?
-¡Eh, eh, que no me has dejado acabar! –replicó George gesticulando con las manos-. Iba a decir que la placenta me pareció una cosa rara y viscosa a la que no me hacía mucha gracia estar enganchado, pero que entonces te vi a ti en la misma situación, y de alguna forma presentí que debía de ser algo importante, porque nos tenía unidos a ambos. ¿Lo he arreglado bien? –preguntó con una sonrisa.
-Mmmm… No está mal –Fred también sonrió-. Y me parece que también has hecho bien en traer comida, porque vamos a necesitar fuerzas para recordar tantas cosas.
-Por eso dije que esto va para largo.
