Esta vez traigo una historia nueva que espero sea de su agrado. Me disculpo por las ausencias, pero a alguien se le ocurrió estudiar una carrera que requiere mucha ocupación xDDDDD
Disclaimer: Ni hetalia ni sus personajes me pertenecen, pero me gusta inventar cosas con ellos.
PRÓLOGO.
Los años de la educación media son probablemente en los que se viven más situaciones complejas, los cambios de personalidad, cuando descubres quién vale la pena y quién no en este mundo. Anastasia Braginskaya era una estudiante que no siempre destacó por las mejores notas, al menos, nunca en todos los ramos, sólo en los que realmente disfrutaba, como lo era Historia. Con los ramos ligados a las ciencias siempre fue bastante… Inútil. Bueno, eso pensaba ella, hasta que uno de sus años más difíciles conoció a una gran persona, que a la vez, era profesor de ciencias.
─Braginskaya… ¿Es ruso? ─dijo cuando pasó la lista─, ¿cuánto tiempo llevas en Alemania, Anastasia?
─Evite llamarme de esa forma, por favor ─pidió ella con riguroso respeto y con una pose intachable. Rubia, de ojos violáceos, amatistas y muy grandes, delineados levemente con maquillaje. Labios gruesos que al juntarse imitaban la forma de un corazón, cabello rubio ceniza claro, larguísimo.
─¿Disculpa? ─dudó el hombre, alemán, de unos 30 años en ese entonces, su nombre era Gilbert Beilschmidt, era albino, de ojos carmesí y labios finos, realmente interesante.─
─Lo siento ─se disculpó ella, con sus modales intactos─. Ese es mi nombre, pero hace bastantes años que mi familia y mis conocidos aceptaron llamarme Anya, no lo culpo por ello, la mayoría de los profesores están acostumbrados.
─Descuida, Anya ─e hizo énfasis en su nombre─. No se repetirá, pero no respondiste mi pregunta, Braginskaya, ¿cuánto llevas en Alemania?
─Diez años ─dijo ella, con una sonrisa, en ese momento tenía 16 años, así que no era de llamar la atención que hubiese llegado a temprana edad.─
Fueron dos años en los que Anya formó dentro de su pecho un inmenso cariño hacia Gilbert, cariño que parecía una devoción extrema, ella no se daba cuenta de que ya todas las personas de su clase estaban plenamente enteradas de ello. Ella simplemente hacía lo que su corazón le mandaba a hacer, comprometía cada célula de su cuerpo a expresarle cariño a ese hombre. Se sentía miserable porque la diferencia de edad era prácticamente el doble, y sólo por esa triste razón jamás pudo mencionarlo. El tiempo pasó y ella debía graduarse, debía rendir la prueba para entrar a la Universidad y su vida cambiaría completamente.
Aquel día, cuando ella lucía su pulcro uniforme, su falda a cuadros de color rojo con negro, su suéter color crema y sus zapatos marrones, cuando recibió su diploma y estaba a punto de salir de aquella escuela para siempre, lo encontró. Era el momento de decir alguna cosa, ¿no?
─Fueron unos bonitos años, ¿no? ─dijo él─. Supongo que me vas a extrañar, veo en tus ojos que será de aquella forma, y no te culpo, yo igual lo haría ─él reía, y parecía que a la rusa se le escaparía el corazón por la boca.─
─Antes de irme, me gustaría decirle algo ─dijo ella, de manera idiota y arrebatada, con una voz tan distinta a la que ella siempre tenía.─
¡Anya! Se escuchó, eran sus padres que deseaban irse prontamente a casa. Maldijo entre dientes, ahora no podría hacer nada, no podía hacerlo, simplemente no podía. No seas idiota, Anya, pensaba, ¿cómo iba a hacer algo así? ¡Era un hombre, ella era una chiquilla! Sí, había cumplido la mayoría de edad ese año, ya no era tan grave, pero no, absolutamente no.
─Quería decirle que espero que esté bien ─dijo, tajantemente y muy seca, al alemán le llamó la atención aquello y le dio un abrazo, en dicho abrazo ella parecía derretirse.
Se despidieron, y bueno, los padres de Anya le dijeron que era momento de ir a almorzar, que se despidiera de todos y salieran de ahí. Ah, algo la hacía sentir bien, aquel abrazo había curado un poco su estrés y su frustración. Algo le decía que esa no sería la última vez que lo vería, y sólo por aquella razón no lloró.
Pero el destino es mañoso, y a cierta muchacha se le ocurriría ser profesora de aquel ramo que siempre amó, Historia, y bueno, la historia misma es la que daría vueltas en 360°, dejando a nuestra Anya donde mismo se despidió de aquel afecto.
¡Espero que te haya gustado!
Nos vemos cuando nos veamos!
