La noticia

Tras regresar de España y ocultar el Fruto del Edén en un lugar donde jamás sería encontrado de nuevo, Ezio pensó que ya todo había terminado, está vez sí.

Con la familia Borgia derrotada, la vida a partir de entonces sería más agradable y tranquila. Su misión había terminado al fin.

Un día Ezio decidió echar una visita a sus familiares y amigos. Primero fue a Isla Tiberina, donde informó a Maquiavelo de su éxito en España. En el cuartel de Bartolomeo, celebró la victoria luchando en las apuestas. Y nuevas victorias fueron añadidas a la ya obtenida, con algunos florines de más en su bolsa. Al llegar al Gremio de Ladrones, el Zorro no estaba para celebraciones dado que los Cento Occhi seguían luchando contra él y sus secuaces. Ezio se ofreció a ayudarles, a lo que el Zorro agradeció la ayuda.

El lugar del encuentro eran unas ruinas cerca del monte Palatino. Allí le esperaban un grupo de ladrones los cuales esperaban una reyerta contra los Cento Occhi. No tardarían en llegar, según había dicho uno de ellos.

Cuando se presentaron, Ezio comprobó que estaban en una gran desventaja siendo ellos menos, aunque no parecían muy fuertes.

La lucha comenzó. Tal y como Ezio esperaba, los hombres de los Cento Occhi eran débiles y eran fáciles de dejarlos fuera de combate, pero también eran ágiles y tenía que lanzarles tierra a los ojos para así poder alcanzarlos con los puños. Minutos después, una nueva victoria se sumó a las anteriores. El día no podía ser mejor.

La noche casi se había apoderado de Roma y Ezio empezaba a estar exhausto de ir de un lado a otro ayudando a sus hermanos. Aun así, todavía tenía que hacer una última visita: la Rosa en Flor. Allí podría terminar de comunicar la derrota Borgia y descansar como él quería. Dos pájaros muertos de un tiro.

Claudia y María jamás habían estado tan ocupadas en el local. Casi todas las cortesanas estaban ocupadas atendiendo a sus clientes. Por suerte tuvieron unos minutos libres para hablar con él y alegrarse de su regreso. Tras oír la buena noticia, Claudia, conociendo a su hermano como lo conocía, sabía perfectamente que había venido por algo más que dar una buena nueva.

-Arriba te espera.

Y no dijo nada más.

Ezio subió las escaleras y se adentró en una de las habitaciones, donde una mujer la esperaba en la cama cubierta por las sábanas de cintura para abajo. Iban a ser unos buenos minutos.

-0-

Al salir de la habitación, María lo llamó. Ezio bajó y al estar enfrente de su madre, ésta le entregó una carta. Era de Maquiavelo. Si la carta era suya, algo estaba pasando. Algo importante.

La carta decía que debía ir al mercado de Trajano, donde le esperaría en lo alto de uno de los edificios. Ezio no se detuvo y viajó hacia el mercado con un caballo.

Al llegar al mercado, Ezio vio cuatro diminutas figuras en un tejado. Supuso que allí estaba Maquiavelo junto a sus amigos. Aquello cada vez intrigaba más a Ezio. ¿Todos los Asesinos? Eso no significaba nada bueno.

Escaló el edificio y se encontró con Maquiavelo, el Zorro, Bartolomeo y Claudia. Ellos le dirigieron la mirada con caras serias.

-¿Ocurre algo? –preguntó extrañado.

-Ezio, me alegra que hayas vuelto. Esto se está yendo de nuestras manos –dijo Maquiavelo.

-¿A qué te refieres?

-Ezio, no me meteré en detalles e iré directamente al grano –empezó a decir el Zorro.

-Alguien está matando a nuestros hombres, Ezio. Ya sean mercenarios, ladrones o Asesinos –explicó con tono elevado Bartolomeo-. Hoy me he encontrado a uno de mis hombres flotando en el lago de enfrente de los barracones.

-¿Qué? Pero si de eso no hará muchas horas.

-también los hombres a los que ayudaste a ganar el duelo contra los Cento Occhi están muertos –añadió el Zorro.

-Y uno de tus hombres ha aparecido muerto en el palomar encima del escondite en Isla Tiberina –sentenció Maquiavelo.

-Dios, ¿Por qué no me habéis informado de esto antes? –dijo enfadado Ezio.

-Porque te merecías un día de descanso.

Ezio miró fijamente a los ojos de su hermana. Claudia seguía mirándole con una cara seria.

-Con cosas como ésta no hay tiempo para descansar, Claudia –replicó Ezio-. ¿Algunas de las cortesanas también han sido asesinadas?

-Extrañamente, no. Pero lo que sí puedo decirte es que antes de que llegaras, ellas encontraron cerca del burdel unos cuantos cuerpos sin vida de guardias templarios.

-¿Cómo se explica eso? Existe la posibilidad de que no sea la misma persona.

-Ezio, los hombres de Bartolomeo no salen del cuartel sin su orden. Los ladrones sólo robaron a los guardias. Y tus hombres no actuaron, sino que se dieron un paseo por isla Tiberina –contó Maquiavelo.

-Y esas muertes han sido mientras tú estabas cerca o ibas a llegar –dijo el Zorro.

-¿No me estarás echando la culpa a mí? –dijo ofendido Ezio.

-Nadie te está echando la culpa de nada –intervino Maquiavelo.

-¿Entonces?

La pregunta quedó al aire por la llegada de uno de los hombres del Zorro. No había espacio suficiente donde estaban, de modo que bajaron del tejado. El ladrón estaba exhausto, había recorrido mucho trayecto sin ir a lomos de un caballo.

-Zorro, es sobre Lucio… él…

-Cálmate, hombre, y cuéntanos más tranquilamente –le ordenó el Zorro.

-Acaba de matar a Lucio. Hace muy poco.

Las caras de Ezio y los demás se quedaron de piedra, una muerte más añadida al resto. Esto iba muy en serio.

-¿Viste quien era el que le mató?

-Tenía la cabeza tapada por un pañuelo y una capucha e iba bien armado, aunque no usó ninguna de sus armas, sólo la lanza que le robó a un lancero templario después de matarlo para usarlo contra Lucio.

-Bien, gracias por la información. Ahora avisa a los demás y diles que estén atentos y vigilen sus espaldas.

El ladrón asintió a la vez que retrocedía, después desapareció en la noche.

-La información es escasa, pero es la que tenemos –dijo el Zorro.

-Será mejor que volvamos a nuestros lugares y advirtamos a los nuestros –sugirió Bartolomeo.

-Estoy de acuerdo. Vamos.

Ezio vio esparcirse por el mercado a sus amigos, Claudia también se iba, pero él la detuvo llamándola.

-Claudia, que no haya atacado a las cortesanas no significa que no lo vaya a hacer. Ve con mucho cuidado.

-Tranquilo, Ezio. Sé defenderme si me lo encuentro.

-No lo pongo en duda. Protege a Madre también.

-De acuerdo.

Después de aquello, Ezio se quedó sólo en el mercado. El único ser vivo que estaba con el era su caballo, nadie más. Subió a lo alto de la torre Milicia donde tenía una pequeña perspectiva de una parte de Roma. Allí arriba solo podía pensar en una cosa: aquel hombre o mujer que estaba matando tanto templarios como aliados. ¿De qué parte estaba? ¿De la Hermandad o de los templarios? Pero había una pregunta que sí le comía la cabeza. ¿Por qué estaba haciendo todo aquello?

Sin duda todo lo que vivió no fue suficiente y todavía queda bastante más que hacer. Parecía que su misión no había terminado.

Aquí lo tenéis, tras haber visto que no tuve mucho éxito con otro fic, decidí borrarlo. Pero ahora vuelvo con uno nuevo plenamente sobre AC Brotherhood.

Espero que os guste y que hagáis críticas sobre este.

Gracias por adelantado.