Capítulo 1: Enemigos
En el primer día de encierro, Sirius no existía. No había terminado de digerir lo que había pasado y parecía que su propio sistema lo había deshabilitado emocionalmente para que no tuviera que lidiar con eso. El primer día Sirius era de piedra, sentado en medio de una celda provisoria junto con otras personas que estaban ahí por distintos delitos, con la mirada perdida. Las siluetas de los demás parecían fantasmas. Uno de ellos parecía loco hablando contra una de las paredes llenas de moho, murmurando cosas sin sentido. Los sonidos llegaban a él en una especie como ruidos sin sentido.
- ¡Eh! – lo llamó un hombre de unos cuarenta años - ¡Tú entregaste a los Potter!
- ¿Qué? – balbuceó Sirius
- ¡Por tu culpa el señor tenebroso está muerto! – dijo abalanzándose contra él y dándole un puñetazo en la cara - ¡Maldito traidor asqueroso!
Sirius no respondió y se llevó la mano a la mejilla donde había sido golpeado. Curiosamente no sentía dolor… Ni físico ni emocional. Sentía rabia y unas ganas increíbles de pagárselas con todo el mundo. El hombre estaba de pie frente a él mirándolo, esperando una reacción y la obtuvo. Sirius miró hacia arriba con la cara convertida, la cara de un monstruo y el hombre supo que había sido una pésima idea haberlo provocado.
Se puso de pie y le gritó aterradoramente, como un desquiciado y todos los demás acompañantes de la celda se sobresaltaron.
- ¡Está loco! – gritó uno. El hombre frente a él salió corriendo a refugiarse al otro extremo. Y Sirius continuó gritando y gritando de rabia hasta perder la voz y caer desmayado por el cansancio.
Si somos completamente sinceros, voy a reconocer que perdí la cordura aquella noche del 31 de Octubre y si somos completamente sinceros debo decir que fue un momento bastante conveniente para hacerlo. Si no hubiese pasado, hubiera estado tan enfermizamente dolido por la muerte de James y Lily quizás me hubiese vuelto tan loco como la mayoría de las personas aquí adentro. Loco para siempre. Loco como ellos.
Fue mejor así. Perder la cordura momentáneamente fue un estado de defensa que activó mi cuerpo sin preguntarme, para que yo desapareciera de mí mismo hasta que estuviera mejor para pensar la situación… Para vivirla. Nunca dejó de ser una tortura, eso sí. Pero al menos fue tolerantemente llevadera. Eso es lo mejor que puedo decir de mis días de Azkaban: Tolerantemente llevadero. A veces ni siquiera era eso y me volvía temporalmente loco de nuevo.
Cuando estás tan jodido a veces no recuerdas cómo pensar, cómo ser inteligente. No recuerdas como se vivía ni cómo era el mundo antes. Lo que debí haber hecho fue mantener la calma, pero no, no fue así. Me tomó unos días tener pensamientos tan cuerdos y fríos. Lo ideal hubiera sido sentarme y respirar profundo, calmarme, recordar que la gente se vuelve loca en situaciones como estas por no mantener su mente enfocada en algo. En cambio lo que hice fue largarme a llorar como un bebe histérico. Claro que no en la celda con esos hombres.
Lo lamento por esos hombres. Estuve tres días con ellos y lo único que hice fue aterrorizarlos. No se quisieron meter más conmigo después de eso… Y menos mal. Porque en ese estado en el que me encontraba, si es que me provocaban, yo los hubiese terminado matando.
Al tercer día desde la muerte de James y Lily Potter llegaron los dementores a la celda provisional en donde él estaba. Se sintió un ruido fuerte y gritos desde las celdas cercanas se hicieron notar. Gritaban '¡No, no…A mí no!' con un terror palpable en sus voces. Tres asquerosos y enormes dementores aparecieron e hicieron un ademán con la mano provocando que la puerta se entreabierta por sí sola y Sirius se encontró a sí mismo, al igual que los otros prisioneros, balbuceando con horror.
En cualquier momento hubiese tenido su varita ahí con él y diestramente hubiera lanzado un patronus. Por una reacción de costumbre movió sus manos para intentar palparla entre sus bolsillos para luego recordar que se la habían quitado para siempre. Y entonces ahí entró la verdadera desesperación: Saberse completamente vulnerable ante los dementores.
Lo tomaron aunque aparentemente sin la intención de aspirarle absolutamente toda su felicidad, porque lo sacaron y lo llevaron por lo que parecía un interminable, oscuro y lúgubre pasillo lleno de hongos por la humedad, y a pesar de que moría de frío y se sentía a punto de desmayarse, estuvo lo suficiente consciente para ver de qué se trataba Azkaban:
Los prisioneros parecían muertos vivientes que murmuraban o gritaban cosas hablando con las paredes o arañándose a sí mismos en la locura total, que se encogían y lloriqueaban cuando veían a los dementores pasando por afuera de sus celdas, y que se veían tan raquíticos y enfermos que parecían estar al borde de la muerte.
Aún en su estado momentáneo de demencia se preocupó genuinamente por primera vez por su propio destino y en lo que se convertiría si no salía de ahí pronto…
También se llevaron a los otros huéspedes de su celda pero ellos fueron a otra parte y antes de que pudiera preguntarse dónde, lo metieron dentro de una habitación pequeña que ya estaba ocupada… Cuando ya iba a ceder a su desesperación, escuchó la única cosa que podría realmente terminar de volverlo loco.
Tiene que ser una maldita broma
Los gritos de Bellatrix Lestrange resonaban. La realidad y la cordura regresaron a su cuerpo como si alguien le hubiera dado una potente cachetada en la cara. Bellatrix lo vio y dejó de gritar escandalosamente de inmediato para mirarlo con una expresión de triunfo que llegaba a ser humillante para él. Y no, en caso de que alguien se lo pregunte, no lo hizo feliz tener a alguien que conocía en un lugar como ese ni tener a alguien con quien hablar. No estaba tan desesperado. Era Bellatrix, la persona que más odiaba en el mundo (después de Peter).
Y como siempre podía ponerse peor, las personas que estaban junto a ella eran Rodolphus y a Rabastan Lestrange. ¿Es que acaso no era castigo suficiente estar en Azkaban? ¿Tenía que compartir un momento con esas personas, por mínimo que fuera? Respiró profundo por no abalanzarse contra ellos para matarlos y se sentó en una banca de madera podrida. Los dementores habían dejado el lugar tras encerrarlos a los cuatro en esa pequeña habitación que parecía ser de paso.
- Pero miren quien es – se burló Rabastan riendo
- El rebelde de los Black – continuó Rodolphus
- O quizás deberíamos decir el más patético de los Black – dijo su prima rondándolo como un buitre carroñero - ¿Qué se siente, primo? ¿Valió la pena tanto esfuerzo para terminar tirado en este basural con nosotros?
Una risa morbosa y provocadora apareció en su cara. Bellatrix tenía un punto pero Sirius no iba a caer. Cuando los vio pensó, por un segundo, en rogarles que dijeran la verdad. Si había alguien que sabía que Sirius era inocente y que no era un mortífago en realidad, eran los mismos mortífagos. Estaba en manos de ellos, en una triste ironía del destino, decir la verdad y salvarlo. Pero no. No se iba a permitir caer tan bajo y suplicarle a ella ni ningún otro mortífago. Aunque no sirviera de nada y aunque se engañara a sí mismo, incluso aunque pensara lo mismo que ella, iba a mantener su orgullo hasta el final.
- Di todo lo que quieras decir, Bellatrix, pero no vas a lograr envenenarme contra la Orden y los que quedaron afuera
- No esperaba que lo hicieras… - respondió arrastrando las palabras con aburrimiento mientras rodaba los ojos – Después de todo esa inocencia de niño estúpido y sentimental fue lo que te trajo hasta aquí: Sin amigos, traicionado y encerrado en Azkaban con mortífagos… Te creen un mortífago – susurró con risa – Allá afuera todos te odian, quizás más que a Voldemort… Mientras que a Pettigrew ya le dieron la Orden de Merlín—
- Nunca me han importado mucho los premios y condecoraciones – contestó, intentando mostrarse impasible. La verdad era que le hervía la sangre de tan sólo pensar que Peter había quedado libre e impune por todo lo que había hecho, por matar a sus mejores amigos, y que más encima la gente lo creyera una especie de mártir… Un héroe…
Lo que pensaran de él realmente daba lo mismo. ¿Cómo podría importarle su reputación después de haber perdido todo lo demás?
Rodolphus y Rabastan miraban la situación con muecas de estúpidos matones que se divierten golpeando a un niño más débil. Sin duda Bellatrix era la única persona inteligente, o algo así, de ese grupo.
- Digas lo que digas te interesa – afirmó la mujer acercando su cara a la de él de una forma bastante invasiva. Sirius se alejó una vez que sintió el cosquilleo de sus rulos en su cara – Mataron a tu preciado Potter y te inculparon por ello. Ni aunque lo hubieses planeado hubiera salido peor y eso debe doler. Debe doler que te haya traicionado más encima un idiota bueno para nada—
- ¿Y ustedes que hacen aquí? – preguntó. A pesar de que no tenía ningún interés prefirió desviar el tema al notar que tenía sus puños tan empuñados que se estaba haciendo daño con sus propias uñas.
- Dile, Bellatrix – dijo Rodolphus con una sonrisa burlona que dejaba entrever sus dientes podridos – Le gustará saberlo
- Dejemos que lo averigüe él solo. Quién sabe, las noticias quizás vuelan rápido en Azkaban
- ¿Qué…? ¿Qué hicieron? – preguntó con más curiosidad y preocupación. Los tres se reían y divertían cómplices con la situación y no tenían pensado decirle nada a menos que rogara por un poco de información, después de todo a ellos les encantaba escuchar ruegos y súplicas…
Sirius palideció pensando en el único amigo que le quedaba afuera y en la vida, pensando en que tal vez habían ido a pagárselas con el único de ellos que había sobrevivido a la guerra y a esa maldita noche de Halloween: Remus. ¿Y si Remus estaba muerto? O por el contrario… Si no estaba muerto, pero algún día moría… ¿Acaso iba a enterarse si quiera? ¿Iba a volver a saber de cualquier cosa relacionada con las personas que estaban en su vida? ¿Iba a escuchar algo de su familia o de la comunidad mágica o del mundo en general o estaría condenado para siempre a adivinar y vagar entre sus recuerdos hasta que se olvidara por completo de como solía ser la vida?
Abrió la boca para preguntar una vez más pero un ruido metálico interrumpió la situación. La enorme puerta de metal se abrió de nuevo y automáticamente todo se volvió más frío, más oscuro, más terrorífico. Las muecas burlescas de los tres mortífagos desaparecieron de inmediato y el horror apareció en sus caras al igual que en la cara de Sirius mientras dos dementores entraron, seguidos de cinco magos que parecían ser aurores o por lo menos, funcionarios del ministerio.
Ya reducidos por la desesperación y el terror, y además el frío que les calaba los huesos, no fue problema para los aurores maniatarlos con grilletes metálicos que salieron desde las puntas de sus varitas. Aunque ellos tampoco se veían muy contentos con la presencia de los dementores encima de ellos y parecía que en cualquier momento iban a desmayarse.
- ¡Por Merlín, no puedo trabajar así! – reclamó uno de pronto. Sirius distinguió algo que parecía un intento muy débil de patronus salir de la varita del hombre y los dementores huyeron de la sala al mismo tiempo que parecía que aclaraba y comenzaba a hacer más calor.
Tanto los rostros de los presos como los rostros de los aurores se relajaron.
- Bien… - continuó el mismo – Estamos aquí para leer sus derechos… O más bien la falta de ellos. Sirius Black: Ha sido declarado culpable por el asesinato de James—
- No quiero escucharlo – se impuso Sirius, sintiendo amargura en su boca y garganta. No quería escucharlo para no dañar su mecanismo de defensa de bloquear todo lo que había ocurrido… Aunque eso significara que el auror lo mirara con esa cara, como pensando que estaba parado frente a un psicópata sin sentimientos.
Si escuchaba se iba a largar a llorar como un bebe… O quizás iba a saltar a los cuellos de los otros tres para estrangularlos y quebrar sus cuellos… Y la voz del auror llegó hasta sus oídos y cortó sus pensamientos…
- …Por lo que tendrá que permanecer encerrado en la zona de Alta Seguridad de Azkaban, por el resto de su vida
- ¿Alta Seguridad? – preguntó tragando saliva. Conocía los rumores acerca de la Zona de Alta Seguridad – Pe-pero—
- Oh, veo que ahora si te interesa – dijo el auror con una risa provocativa - ¿Ahora le importan sus derechos, señor Black? ¿No pensó en eso antes de traicionar a sus mejores amigos? ¿No pensó en eso antes de ser el lugarteniente de Lord Voldemort?
- Lugarteniente… - murmuró en un gruñido. Nunca había escuchado esa palabra antes de la noche del 31 de Octubre y ahora parecía escucharla a cada rato. Odiaba esa palabra.
Miró hacia su lado y vio a los tres mortífagos muriéndose de envidia y ganas de decirle a los aurores de que ellos eran merecedores reales de ese puesto, que ellos eran mortífagos de verdad, orgullosos… Pero no podían decirlo o ayudarían a Sirius y eso era peor. Así que Sirius rio ante la imagen de los tres mordiendo sus lenguas en una lucha interna por no gritar la verdad. Y rio con ganas mientras los otros tres lo fulminaban con la mirada.
- Sí, lo era – dijo para provocar a su prima y a los otros dos – Mi señor estaba tan orgulloso de mi. De alguien que tuviera cerebro además de fanatismo y locura como estos tres de aquí
- ¡Cállate! – le gritó Bellatrix poniéndose de pie. Le había dado en el clavo. Era obvio que ella no podía contenerse demasiado, después de todo estaba loca. Así que Sirius volvió a soltar una risita por su victoria.
- ¡Silencio! – dijo uno de los aurores. Los tres observaban la situación extrañados e indignados – Prosigue con las condenas
- Bellatrix, Rodolphus y Rabastan Lestrange – prosiguió el primer auror – Se les condena por torturar a los aurores Alice y Frank Longbottom hasta dejarlos en estado permanente de locura—
- ¡¿QUÉ?! – gritó Sirius furioso - ¡Así que eso era!
El hombre se abalanzó sobre los tres mortífagos para golpearlos, al primero que tuviera más cerca, porque no le importaba nada dentro de Azkaban. Ya no tenía nada que perder y los cinco aurores a su lado desaparecían para él ante la rabia que tenía. Le pegó el primer puñetazo a Rabastan, que por suerte estaba demasiado desprevenido para haberse defendido al igual que los otros dos, pero lamentablemente Sirius no había desaparecido para los aurores y no fue agradable cuando el más fornido de ellos lo separó dándole una colosal patada.
Medio atolondrado se alejó… Sólo para ver como los cinco aurores habían seguido su ejemplo para darle una paliza a los tres mortífagos hasta dejarlos en el suelo. Sirius hubiera apostado por los dementores pero finalmente fueron los aurores los que abusaron de su poder dentro de esas cuatro paredes y él no los culpaba ni se quejaba en absoluto, mirando todo con una enorme sonrisa en la cara.
- Eso es por los Longbottom – dijo uno de los hombres mientras le propinaba la última patada a Rodolphus.
La sonrisa de Sirius se borró por completo cuando los cinco aurores se giraron para mirarlo a él y se acercaron con miradas amenazantes para hacerlo partícipe de la segunda paliza en el suelo. Por suerte era bueno recibiendo palizas… Aunque no eran tan bueno cuando eran cinco contra uno… Y no tenía varita para defenderse ni hubiera sido bien visto que se defendiera con sus puños. Se hizo bolita en el suelo y esperó a que todo terminara una vez más pensando en que no iba a darles le gusto de nada. Su orgullo seguía en pie.
- Y eso es por los Potter y por Pettigrew – escuchó decir a uno de los aurores
- Pettigrew… - balbuceó destapándose la cara – Hubiera merecido algo mucho peor
Le llovió una nueva patada en la zona de las costillas pero no se arrepintió de su comentario. Después de todo esas personas ni nadie nunca iban a creer que él era inocente y ese comentario no iba a volver más negativa su situación. Su situación jamás podría volverse peor, ya estaba a tope. Y él esperaba tener a Peter Pettigrew frente a él algún día para vengarse por todo.
- Y bien, ahora tenemos que ponerlos bonitos para la foto
- Supongo que debimos darles las palizas después
- A nadie le importa un carajo la salud de estos asesinos ahora – dijo uno de los hombres leyendo un enorme pergamino – Bellatrix Lestrange, prisionera número 93
El hombre se acercó a la mujer y colocó la punta de su varita en el cuello de ella, murmuró una especie de conjuro breve en latín y una runa, junto con el número 93, aparecieron en su cuello como una especie de tatuaje permanente en la piel. Bellatrix gimió de dolor y un ligero olor a piel quemada inundó la sala.
Rodolphus y Rabastan miraban la situación asustados como si de niños pequeños se tratara, ya no parecían hombres despiadados bajo ese punto de vista. Los cinco aurores comenzaron a burlarse de ellos haciendo sonidos de gallina e imitándolos burlescamente. Fue el turno de ellos: Leyeron desde el pergamino el número de cada de uno y luego tatuaron sus cuellos.
El último de los cuatro fue Sirius que decidió no tensarse para sentir menos dolor. Decidió ser el más valiente de esos cuatro más que nada porque no tenía ánimos de que esos estúpidos aurores se burlaran de él. Se acercaron algo decepcionados de que no estuviera lloriqueando o tiritando de miedo como los otros y colocaron la varita en su cuello. Sirius sintió la punta de la varita fría y después un dolor o más bien un ardor muy fuerte, como si lo estuviesen marcando con un fierro caliente. El olor a piel quemada llegó a su nariz.
Le hicieron entrega de una túnica de reo a cada uno, se cambiaron y entregaron para siempre las ropas con las que iban al momento del apresamiento, y los llevaron finalmente a la zona de Alta Seguridad.
La zona de Alta Seguridad era distinto a todo lo que Sirius alguna vez había visto o vivido, y eso que había visto y vivido mucho. Esto era literalmente lo peor que se pudiera imaginar y de hecho, posiblemente no lo hubiese imaginado nunca si no hubiera estado allí en primera persona. Había tantos dementores que no había caso en luchar contra ellos; lo más cuerdo era entregarse. Desde el minuto en que había puesto un pie en el corredor de piedra todos sus pensamientos y recuerdos agradables habían dejado su cabeza y no quedó nada más que un loco.
Sí. De un segundo a otro Sirius era un loco desquiciado gritando de terror y siendo asediado por los dementores en el exterior, siendo asediado por sus propios miedos y traumas dentro de su cabeza. Siendo asediado por fantasmas y sentimientos de culpa y todo lo que alguna vez le había provocado tristeza o rabia. Fue dirigido hacia su celda en donde le pasaron una especie de cartel de madera con su número y una runa, y le tomaron una foto.
Sirius se encogió en un rincón de su celda, enfermo de desesperación y a punto de perder contacto con la realidad, casi sin entender lo que pasaba a su alrededor.
… Le sacaran una foto cada diez años para mantener el registro actualizado…
Escuchó decir muy a lo lejos, en una especie de susurro, a pesar de que los aurores estaban a menos de un metro de distancia.
- No… - murmuró – diez años de esto no…
… Va a mejorar…
Cerró los ojos con fuerza e intentó enfocarse en esa voz. Venía desde al lado. Sí, la celda de al lado.
… Si te desesperas será peor para ti… Mejor para ellos…
Como una persona que acaba de desmayarse, su visión oscura comenzó a aclararse de a poco y a enfocarse en la celda de piedra y su iluminación algo azulada. Un olor putrefacto llegó hasta su nariz… Un olor que lo acompañaría los siguientes años porque aquel olor era el olor del pasillo de Alta Seguridad de Azkaban. De la falta de aseo y de higiene de los prisioneros celda tras celda, de las letrinas que nunca habían sido aseadas, de los dementores mismos y de las celdas llenas de hongos y humedad. Un olor al que sería difícil acostumbrarse del todo…
El estado constante en Azkaban era el de la debilidad. Del cuerpo resentido, tiritando por falta de costumbre y deshidratación. Problemas en los ojos por la falta de luz, y bueno… Finalmente, la locura. Sirius se iba a largar a llorar en cualquier momento porque la desesperación de la cárcel lo había alcanzado. Era imposible mantenerse arrogante y orgulloso en un lugar así. Era imposible ser valiente y no recordar los peores momentos viniendo de golpe.
- ¡SOY INOCENTE! (…) ¡SOY INOCENTE! (…) ¡SOY INOCENTEEEEE!
- ¡Ya cállate! – gritó un hombre a lo lejos, al mismo tiempo que risas estruendosas llegaron de las celdas cercanas.
- ¡Sigue repitiéndolo y quizás algún día se vuelva realidad!
Sirius apoyó su cabeza y sus manos entre los barrotes, y se largó a llorar.
Los primeros días fueron los peores. No existe concepto de adaptación en Azkaban. Es una miseria constante pero después del primer año pierdes la esperanza y eso lo hace menos terrible. Estas entregado… En el primer año todavía eres inocente y piensas que todo puede mejorar. Los siguientes… Comienzas a saborear y a soñar con la venganza más asesinar que te puedas imaginar…
