Disclaimer: Los creeppypastas que hacen aparición en esta historia no son de mi autoría y le pertenecen a sus respectivos autores, solo los uso con fines de entrener.
Notas de autor: He decidido continuar con la historia tras tanto tiempo.
¡A leer!
Prologo
La noche se dejó caer pesadamente sobre la larga extensión del bosque y lo cubrió todo. Jeff se dirigía a la puerta de la cabaña de madera; le dio una última mirada al pobre hombre que estaba inconsciente sobre el frio suelo de la sala de estar, una tétrica sonrisa se formó en su pálido rostro mientras giraba la helada perilla y salía del lugar sin mirar atrás.
Había destruido sin piedad cada estante, cajón y armario en busca de algo que pudiese serle útil, solo consiguió una mísera botella llena de licor y nada más que eso. No le importaba dejar evidencia que lo incriminara, el no temía ir a prisión ni mucho menos sentía remordimiento por sus reprobables actos. Aquel hombre en la cabaña se había defendido muy bien, más de lo que esperaba, cuando lo empujo con toda su fuerza y lo vio caer sobre la alfombra escucho un fuerte estruendo, creyó haberlo liquidado. Pero no podía estar más equivocado, únicamente logro hacer que el extraño se desmayara.
Con la botella en la mano, camino sin prisa hacia una desgastada camioneta que, horas atrás, observo estacionada cerca de la propiedad. Rápidamente encontró el vehículo, sin dudar tomo una áspera piedra para luego estrellarla contar la ventana del asiento del conductor, con un movimiento brusco abrió la puerta y entro, al mismo tiempo los cristales cayeron con un ruido muy fuerte sobre la tierra.
Sonrió ampliamente al ver su desfigurado rostro en el espejo, su palidez mortal consecuencia de la lejía y la sonrisa permanente que el mismo se tallo un tiempo atrás eran más que escalofriantes para cualquiera que se atreviera a mirarlas, pero para Jeff eran cualidades que lo hacían hermoso y, de alguna forma enfermiza, especial.
Bebió un largo trago del amargo líquido que contenía la botella, coloco las manos en el volante y puso el auto en marcha. La carretera estaba en total oscuridad, a pesar de ello el joven no se tomó la molestia de encender las luces. No lo hizo, en cambio continuo bebiendo sin prestar la mínima atención al camino, si lo hubiera hecho se habría percatado que peligrosamente conducía en sentido contario.
El jamás respetaba las reglas y esa noche no fue la excepción; los límites de velocidad le resultaban un obstáculo molesto, piso el acelerador hasta el fondo, quizá el alcohol que consumió influenciaba sus acciones, aunque eso tampoco le importaba. A medida que avanzaba se aproximaba cada vez más a impactarse con el coche de una mujer que también viajaba sola en medio de la penumbra. Jeff no lo supo hasta que las luces amarillentas del otro automóvil iluminaron el parabrisas y lo deslumbraron, en reacción soltó el volante para cubrirse con ellas. Los ojos de la mujer se abrieron por la sorpresa, sus delgadas manos se aferraron al volante con fuerza y piso con toda su energía el freno, luchaba con el miedo ante el inminente impacto, que amenazaba con paralizarla.
El carro que Jeff robo choco como una bala al contario, luego del sonoro estruendo este rodo de forma violenta varias veces hasta terminar fuera del pavimento, más precisamente, atrapado entre algunos cuantos árboles de pino que había derribado en el proceso. Jeff tuvo más suerte que ella, el vehículo que conducía únicamente se deslizo en círculos por el asfalto, haciendo que se golpeara la cabeza contra el tablero y en consecuencia perdiera el conocimiento.
Cuando abrió los ojos ya había amanecido, ignorando el dolor que le provocaba, volteo a los costados para ver el carro de la desconocida mujer destrozado a pocos metros con la policía, bomberos y paramédicos rodeando la escena del terrible accidente. Tenía la certeza de que la extraña no logro sobrevivir al choque, al menos, eso parecía indicar el mal estado del coche con vidrios por todos lados, una puerta desprendida sobre el concreto y el que el vehículo luciese como una lata de refresco aplastada. Por la retorcida mente de Jeff cruzo la idea de escapar, no por temor, solo para evitar estar enjaulado en la cárcel. El estar en el centro de un mar de policías que podían capturarlo deshizo su improvisado plan, tan velozmente como se le ocurrió, por contener tantas fallas.
Estaba tan herido que casi no podía moverse sin quejarse por el punzante dolor paralizante que sentía al tratar, comenzó por quitarse el cinturón de seguridad y con mucha dificultad intento salir pero se rindió al verlo como una batalla perdida. Lanzo un suspiro lleno de frustración cuando vio a varias personas con equipo médico aproximándose en su auxilio, todo era un desastre y era un hecho que estaba derrotado.
Pronto, los rescatistas arrancaron la puerta con ayuda de una potente y ruidosa sierra, luego los paramédicos lo sacaron del auto para colocarlo en una camilla con el mayor cuidado posible. Mientras le brindaban atención médica, más de una personase desconcertó con su extraña e impactante apariencia producto de su locura.
En ese instante las puertas metálicas de la pequeña ambulancia se cerraron, Jeff no podía evitar pensar que lo siguiente que vería serían las paredes de la prisión, aquello se confirmó cuando vio una bolsa negra para cadáveres sobre otra de las camillas. Cualquier otra persona estaría aterrada por ese hecho y se sentiría culpable, pero el solo pensaba en lo mucho que se aburriría ahí. Sin embargo eso era lo de menos, no podía negar que se sorprendía de haber sido atrapado. Algo que el creyó imposible estaba sucediendo, era tan irreal que fastidiado cerro los ojos; no podía lidiar con la ira y la frustración surgiendo de los más profundo de su ser, por lo que él consideraba un fracaso de los más estúpido y ridículo.
Nada podía hacer, todo estaba hecho y no se podía cambiar.
Ese día cometió el error más grande de su vida y uno que lamentaría.
Notas finales: Gracias por pasarse a esta humilde historia.
