Disclaimer: Así de bien nos caes, Himaruya, con todos tus dibujos de emperadores incluidos.
Nota antes de empezar la lectura: La primera parte de este capítulo es un extracto que se publicó en Juegos Sucios como capítulo independiente. Termina donde terminan las cursivas, se ha señalado para que el lector pueda decidir leerlo o saltárselo con facilidad.
Hijo de Lobos
Alemania disfruta el MUY extraño silencio del jardín de su casa... puesto que TODOS han salido. Austria está con Suiza, Hungría con Prusia, Germania e Italia... eso le deja la casa SOLA para el de manera RARÍSIMA, TODA LA NO... che...
¿Y qué hace Alemania cuando tiene toda la casa para él? Nada fantástico... salir al jardín y beber unas cuantas cervezas mientras le lanza la pelota a su perro, escucha un poco de música (oh, sí... escucha música) y se asa unas salchichas en el asador del jardín.
Las nueve de la noche... Roma, que tenía que ir con Italia y los demás pero no ha ido debido a que no se ha querido levantar de la siesta, porque esta noche ha dormido muy mal ya que tenía frio con el aire acondicionado, se levanta por fin y el olor de las salchichas le hace abrir la nariz y pasear por la casa como si fuera la pantera rosa.
Alemania tararea por lo bajo las canciones de Claire Waldoff que canta TAN mal y se escucha TAN FATAL en el disco de vinilo, que tiene completamente prohibido por Austria el poner esa música en su presencia... pero la mujer tiene algo que suena terriblemente alemán y a los perros les gusta, así que lanza con fueeeeeeeeerza la pelota al otro lado del jardín y voltea las salchichas echándoles un chorro de cerveza encima. (Claire Waldoff... es como Edith Piaf, pero sin la gracia latina... y sin NADA de voz, dios mio)
Roma mira por la ventana de la cocina y sonríe, abre la nevera, nota que no hay vino, justo hoy Veneciano se ha bebido el ultimo culito a la hora de comer, así que saca una lata de cerveza, la apuñala con un cuchillo y abre la puerta del jardín, sonriente.
Alemania se gira a la puerta y pega un saltito al notar a Roma ahí, a quien no se esperaba, apresurándose a apagar la música prohibida de la mujer lesbiana (oh... otra característica), sonrojándose.
—Oh... ya... —carraspeo—, ya volvieron? —pregunta maldiciendo internamente el que hayan vuelto... ¡era su día! El día de libertad y soledad.
—Eh? Non, non, es que no he ido con ellos, me he quedado durmiendo —estira los brazos desperezándose bostezando y se acerca a donde tiene la hamaca el alemán poniendo otra a su lado.
El gran doberman de Alemania viene corriendo y le salta encima a Roma, sinceramente bastante juguetón, con la pelota en la boca.
Roma levanta la cerveza y se ríe tirando la mitad por el suelo, acariciando al perro un poco, soltando la hamaca a medio abrir
—Oh... te has quedado... —murmura Alemania y le mira de reojo. El perro le suelta la pelota encima y se agacha al suelo a beber la cerveza que se ha caído.
Roma recoge la pelota y le silva al perro antes de lanzársela como ha visto que Alemania hace.
El rubio no tiene otra opción más que acercarse un poco vacilante a la hamaca, agacharse y abrirla para que se siente su "suegro" notando como el perro sale corriendo otra vez
—Ah, gracias —sonríe el romano al verlo, acercándosele y dándole unas palmaditas a la espalda.
El rubio carraspea de nuevo poniéndose de pie y "sonriendo" un poco incómodo con Roma. Aun le pone nervioso, aún le intimida un poco... y aún tiene esa sensación cada maldita vez de que... en otros tiempos habría dado todo el dinero del mundo por poder conocer y hablar con este hombre y ahora lo tenía aquí y ni siquiera sabía que decirle.
—Estabas... ¿te he chafado el plan? Pero es que eso que estas cocinando me ha despertado... supongo que no te importa que me una.
—Nein, nein. Es que la casa nunca está sola y cuando lo está suelo venir aquí a calentar una salchicha —explica mostrándosela... y luego pensando que quizás el lo entienda en doble sentido. Carraspea porque no era la intención —. ¿Quieres que te caliente... que caliente una para ti?
Roma se acerca a mirar que es lo que está cocinando y levanta las cejas.
—Oh, ¡yo hacía cosas de estas! —sonríe—. ¡Algo que conozco! ¿Cómo las has llamado?
—Würst. Creo que tú no las hacías exactamente así, estas tienen más condimento, pero por lo que recuerdo... se hacían como nosotros las hacíamos antes, usando intestino —asiente Alemania—. ¡Son muy buenas!
—Ah, venga, hazme una a mí también, por favor! —le da una palmada en el culo sin pensar mientras se ríe.
Alemania da un salto y aprieta los ojos con esto, porque... hombre, es que... estas cosas son las cosas que SOLO hace Italia y esas cosas que lo ponen suuuúper incómodo, y además, maldita sea, hacen que se sonroje.
—Würst... ja, te... una, vale. No me des palmadas en el culo, bitte —pide en un susurro sacando la salchicha de su envoltura y tirándola al suelo. Roma bebe un poco de cerveza y levanta las cejas al oir eso.
—Eh? Ah! Te he... ah, perdona —se ríe.
El alemán se agacha, dándose un poco en la cabeza al levantarse con la rejilla que detiene al palito para darle vuelta a las salchichas. Suelta un "verdammt" por lo bajo.
—Ja, y me pones nervioso —murmura pasándose una mano por el pelo tomando una poca de cerveza y echándosela encima a la salchicha para quitarle la tierra antes de ponerla al fuego.
—Oh... ¿porqué? —sonríe de lado porque lo sabe perfectamente.
—Porque te pareces a Italien —le mira de reojo, sonrojándose—, y haces las cosas que hace Italien con un propósito en concreto. Y no deberías.
—Oh... no te haré nada que tú no quieras. Y si te digo la verdad tu eres exacto a tu padre —le guiña el ojo.
—No quiero que me hagas... ¿Cómo que soy exacto? ¿Él no te decía que no?
—¿Y tú qué me dices? —sonríe yendo a sentarse. Alemania se gira a él, bastante sonrojado y nerviosito.
Roma toma un poco de cerveza sonriendo y mirándole.
—¿Me estás proponiendo... algo? —pregunta.
—¿Te... gustaría? —entrecierra los ojos sin dejar de sonreír.
Los ojos azules parpadean. Roma, ROMA... su ídolo de la infancia. Es como decirle a América que viene Superman y le dice "Quiero acostarme contigo".
—Ehh... —le mira a la cara, la postura, la seguridad. Aprieta las piernas un poco y le da la espalda—. Nein.
—Oh... qué pena —aparentemente desinteresado mirando su lata de cerveza—. Porque a mi me da mucha curiosidad y justo hoy no tendría por qué enterarse nadie.
—Italien se enteraría —asegura.
—Non, si no le dijéramos —se encoge de hombros. Alemania niega con la cabeza.
—Nein, nein... es que Italien se enteraría igual. Podría nunca jamás decirle y se enteraría en cuanto me viera.
—Pero si ni siquiera te gustaría no hay caso igual —le sonríe. Alemania se sonroja un poco, y traga saliva.
—Sabes bien que ese... —carraspea—, hay acaso alguien que... —vacila pensando que ese es un comentario de lo más inapropiado.
Roma se ríe, el alemán se gira a él otra vez con un plato con dos salchichas.
—Justo cuando uno creía que teníamos suficiente con Frankreich... —protesta Alemania entre dientes, nervioso y sonrojado.
—Creo que... mis hijos no tienen esa clase de sentimientos por mí, por ejemplo.
El alemán le pone el plato en la mano y le mira a la cara. El romano le sonríe de lado.
—Conociéndote ahora, puedo entender muchas cosas de tus hijos —admite teniendo que girar la cara, porque la sonrisita de lado le pone nervioso.
—Oh... ¿como cuáles?
El rubio carraspea otra vez, yendo por sus salchichas, nerviosito. El moreno acerca las suyas hacia si.
—Frankreich... Italien... Römer. A Spanien no lo conozco tanto —carraspea—. Tienen esa mala manía de poner nerviosa a la gente por gusto —toma su cerveza y suspira, volviendo hacia Roma y sentándose a su lado.
—No es... bueno, sí es por gusto —se ríe—. Ya puedes estar seguro que Hispaniae también sabe hacerlo, suele tener un fin práctico.
—¿Un fin práctico? ¿Cuál fin práctico? Acostarse con alguien... como Frankreich —le mira de reojo pensando en serio que de todas las conversaciones que querría tener con Roma, hablar de esto le parecería la más... alucinada posible.
—Bueno, tal como tenéis organizado ahora el mundo sí —toma la salchicha con las manos y le mete un mordisco—. Es puramente por el placer o la curiosidad —le guiña el ojo otra vez —. Pero en mi época era una parte importante de la conquista.
—Eso... —carraspea con el guiño, desviando la mirada—, eso he leído. He leído mucho de ti en realidad. Preussen y Österreich me han contado respecto a ti y vater. Y de ti en concreto... tus conquistas son impresionantes —el groupie.
Roma sonríe y le hace un gesto con la cabeza asintiendo un poco.
—Por alguna extraña razón, los libros no mencionan... realmente... este... método de invasión y conquista —confiesa un poquito avergonzado.
—¿No hablan de la romanización? ¿Qué es lo que dicen? —pregunta tranquilo, comiendo. Alemania se mete un trozo de salchicha a la boca.
—Nein, es que... siempre imaginé algo más violento o convenciendo a la gente con discursos largos... no exactamente de manera... física —explica tranquilizándose un poco después de tragar su comida. Es más fácil cuando no le toca y no le guiña el ojo.
—Ah, eso también... cualquier cosa que funciona es lícita.
—Lo que quiero decir, es que no te imaginaba... así —le mira de arriba a abajo y se sonroja mientras piensa que gracias al cielo no le imaginaba así, probablemente habría tenido problemas con el asunto de la homosexualidad desde antes.
—¿Cómo me imaginabas? —se gira un poco hacia él—. Más bárbaro, como tu padre...
—Tampoco imaginaba a vater como un bárbaro en realidad —eso es... amor de hijo, en serio—. Te... imaginaba más serio, cumpliendo con el deber todo el tiempo —más o menos como yo... —. Si lo pienso bien, con los hijos que tienes, era una imagen un poco absurda.
—Ah, ¡no creas que no cumplía el deber o no era serio! —se muere de risa, si, si, así es más creíble—. Recuerdo cuando escribimos las leyes o cuando nos poníamos a dibujar caminos y acueductos, ¡me lo pasaba pipa! —se ríe de nuevo.
—Ahora me da la impresión de que todo funcionaba como funciona ahora con Frankreich —admite un poco agobiado con ese pensamiento, dada toda su estructura mental en copia del asombroso imperio romano. Se termina la salchicha chupándose un poco los dedos—. ¿Otra?
—Sic! ¿Cómo funciona con Franciae? —le mira de reojo. Alemania se levanta yendo a las salchichas que están al lado del fuego.
—Frankreich... no hace nada. NADA. Es impresionante y frustrante. No sé cómo lo consigue, cada vez que le hablo a la oficina me dicen que no está y le creo que no está porque Preussen vuelve borracho de estar con él. Si da comentarios a las cosas o me entrega algunos trabajos de vez en cuando, pero para la cantidad de horas que trabajo yo —vuelve con las salchichas y desliza dos de su plato hacia el del romano, quedándose el con dos—, realmente no comprendo cómo es que consigue tener tal cantidad de dinero.
—Oh... eres exactamente igual que tu padre —se ríe. Alemania parpadea y sonríe un poco sonrojándose levemente.
—¿Se quejaba de lo mismo? —pregunta poniéndose serio de nuevo
—Algo así, me costaba mucho que entendiera que yo disfrutaba haciendo todo lo que hacía.
—Como Italien... —asegura—, a excepción de entrenar. ¿Tú entrenabas?
—Con la espada, por supuesto y en lucha romana no había nadie que me ganara —tan orgulloso.
—Mmm... ¿Tienes alguna idea de cómo puedo conseguir que Italien entrene con más gusto? —pregunta intresado en esto.
—Ah, déjale que te toque. Eso siempre siempre funciona —no vacila ni un segundo—. Aunque siempre me costaba hacer entrenar a Franciae e Hispaniae.
—¿Que me toque? Como va a... eso no es entrenamiento, eso es sexo. Yo lo que quiero es que corra y que cargue pesas —en cuanto acaba la frase se sonroja de muerte al notar que dijo SEXO a ROMA!
—Pues pónselo difícil, que te persiga y tenga que levantarte —sonríe sin ni notar lo que ha dicho.
—¿Que me persiga y tenga que... levantarme para qué? —en serio, de verdad... está interesado.
—Pues para tener sexo, mi amor, él corre y levanta peso como tú quieres y él consigue lo que quiere... a lo que tú vas a sacar un beneficio también.
—Ohhhhhhh! —levanta las cejas realmente sorprendido—. Esa idea no me la dio Österreich nunca —hace notar frunciendo un poquito el ceño, y sonrojándose... apretando los ojos—. No debería estar hablando de esto contigo.
—¿Por qué no? ¿Hay más de esto? —pide cerveza.
—Es... un tema incómodo. Oh! Ja, todas las que quieras. Dame —se levanta tomando la lata vacía, yendo a un pequeño refrigerador, de esos de mini bar y sacando de adentro una. Vuelve con ella incluso ya destapada para el romano.
—Es un tema incomodo solo si tú mismo lo consideras incomodo —responde sonriéndole y le acaricia los dedos al tomar la cerveza.
Alemania quita la mano como si le quemara y se sonroja hasta las orejas.
—¡Eso lo hace Italien!
—¿El qué? —le mira inocente.
—Eso, los dedos...
Roma se mira las manos como si no supiera de que habla. Alemania cambia el centro de gravedad recargándose en el otro pie antes de decidir traerse otra cerveza para él. El perro... que... se había encontrado un ratón, vuelve con la pelota para Roma.
Si, claro, para Roma... no para Alemania. Hasta al perro idiotiza.
—Ave, muchacho —se ríe acariciándole y le da la mitad de la salchicha que se está comiendo, mientras le rasca la cabeza.
Uy... el perro es feliz y le lame la cara... si, en efecto, otro idiotizado. Da un par de ladridos y mueve la cola. Roma se ríe más con el perro, jugando y dejándose, claro, buscando la pelota para lanzársela otra vez.
—El perro... está entrenado para morder si le das comida, ten cuidado.
—Pues no me ha mordido —se ríe y le lanza la pelota.
—Maravilloso, años de entrenamiento y un poco de würst... —niega con la cabeza sentándose otra vez—. Bien, Rom... Pensé que esto sería mucho peor, pero me alegra saber que no.
—¿Mucho peor? —le mira levantando las cejas.
—Ja, temía que realmente propusieras a... algo —aprieta los ojos nervioso—, perdona, ese comentario no fue políticamente correcto.
—Pues ya te lo propuse y preferiste declinar.
—Rom.
Él le mira, sonriendo.
—¡Eso también es incorrecto! Sabes… el problema en el que me metería con Italien y tú con vater... además del hecho de que en teoría es algo que tú no debes hacer, ni yo tampoco —razona, con la mente más fría que puede.
—No te he dicho que me quieras, mi amor, solo sería sexo.
—¡La gente no viene a proponer esas cosas! —chilla con voz agudita.
—Bueno, yo no soy exactamente "gente".
—¡Ese es el peor problema de todos! —protesta
—¿Por qué?
—Porque eres tú, porque... ¡eres todo lo incorrecto que podrías ser! Eres el großvater de Italien, que es mi pareja... eres la pareja de mein vater, eres ridículamente sensual y completamente prohibido.
—Y todo eso aun dispara más mi atractivo —sonríe sensualmente.
—Eres peor aún que el asunto con Preussen —aprieta los ojos sonrojándose más—. En otros tiempos habría dicho que eras el demonio en la tierra.
—¿Cuál asunto con Prusiae? —el chisme.
—E-El asunto... la pesadilla —responde sin tener IDEA de por qué razón es que habla tanto con este hombre. ¿Será culpa de la cerveza?
—¿Has tenido pesadillas?
Alemania abre la boca para responder y luego la cierra. Se revuelve sonrojado. Roma levanta una ceja.
—N-Nein. Mein gott in himmel... todos los asuntos contigo son incómodos.
—Eso veo... deberías relajarte un poco.
—¡Yo estoy relajado!
—No mucho en realidad.
—¡Pues es tu culpa! me pones nervioso... querría que estuviera Italien aquí y que viera que no estoy haciendo nada —confiesa.
—Cálmate, no voy a forzarte a nada.
—No es eso lo que me preocupa.
Roma se ríe otra vez.
—Bien —carraspeo—, debe haber una manera práctica de resolver esto.
—¿Qué propones? —pregunta girándose a él en la hamaca, apoyando la mejilla en una mano.
—Propongo... no lo sé, alguna técnica debe haber para que... dejes de...
El romano se pasa una mano por el pelo y se abre otro botón de la camisa. El alemán le mira el botón y la camisa, y el pelo en pecho. Traga saliva.
—Rom...
—Aja?
—Es que... esto... esa no es una solución —balbucea.
—¿Cuál? —inclina la cabeza inocente.
—E-Eso que estás haciendo —le mira otra vez el pecho y vuelve a revolverse.
—No estoy haciendo nada, mi amor, si me traes otra de esas gurs te darás cuenta —se ríe.
—Gu... gurs?
—Lo que estábamos comiendo.
—Oh, Würst, claro, claro —se levanta accionado por un resorte, prácticamente y le pone una sola salchicha en el plato, nervioso.
Roma mira la salchicha y mira a Alemania incrédulo.
—Was? —pregunta sin entender.
El moreno entrecierra los ojos, abre la boca y se lleva la salchicha a los labios haciéndole lo completamente obvio.
Debe oírse un golpe seco... es la mandíbula de Alemania cayéndose al suelo. Se lleva las manos a las regiones vitales y gracias al cielo el perro regresa con la pelota.
Roma para y se muere de risa, mordiéndole la punta a la salchicha, mirándole.
—Mein gott!
—Ya te dije que no estaba haciendo nada.
—Rom, ¡eso es hacer algo! —le riñe como reñiría a Italia.
—Sí, ahora sí lo es, precisamente eso quería demostrarte y créeme que es mucho mejor cuando se siente en vez de solo verse.
—Was?! —chillido agudo, aprieta las manos en las regiones vitales.
—Eso mismo, cuando se siente ahí abajo justamente —se ríe.
Estúpido, Roma... estúpido estúpido... ahora no podía dejar de pensar en ROMA... sí, el verdammt ABUELO ROMA, haciéndole eso ahí abajo justamente.
—Roooooooooooom! —protesta.
—Exactamente igual que tu padre —se muere de risa.
—¡No me extraña!
—¿Qué es lo que no te extraña?
—Pues es que haciendo estas cosas.. Österreich, Preussen, Schweiz... ¡Todos haríamos lo mismo!
—Justo por eso las hago.
—Pues... —bufa—. Italien va a enfadarse.
—En realidad... sic. Estás en un grave problema ahora.
—¡Y Österreich va a enfadarse! —se lleva las manos a la cabeza
—Sic. Porque ahora tienes esa imagen en la cabeza, buena suerte para no pensar en ello cuando estés con mi nieto y te susurre el mismo nombre con el que yo llamo a mi amante, al oído.
Alemania abre la boca más aún con esto.
—Nein Nein Nein... Yo quiero mucho a Italien. ¡No quiero pensar en ti cuando dice mi nombre!
—Bueno... hay una manera.
—¿Cuál? —esperanzado
—Veras —sonríe relamiéndose en expectación—. Esto es como una espinita en un dedo, cada vez que tocas algo la sientes ahí, hasta que te la quitas. Es una espinita de deseo en tu corazón. Cuando aplaques tu deseo, calmará tu corazón.
—Y tendré que pagar cuarenta erraris para que me perdonen.
—Mientras no dejes de quererle, el sexo solo es sexo.
—No sabes cómo es Italien enfadado... No estoy seguro de que él entienda eso.
—Apuesto a que mi mal genio es peor... pero bien, estás en tu derecho a elegir eso, ya te he dicho que no te forzaré a nada.
Alemania se tranquiliza un poco con esto, como no siga comiendo wurst...
—Por mucho que me gustes y me atraigas tú a mí... —añade.
Alemania se muerde el labio, gesto MUY extraño en él, que Roma nota al mirarle de reojo
—Eso es porque soy igual que mi vater —responde.
—Non, no del todo en realidad. Me han contado las cosas que hiciste, cuando tuviste el mundo en tus manos en la época moderna. Nadie ha sido más parecido a mí que tú, ni tu vater.
Alemania abre los ojos como platos.
—Was?
—Es cierto —se encoge de hombros—. Eres muy impresionante, tú padre no sabe lo que tiene, debería estar tremendamente orgulloso de ti, como yo. Ojalá fueras tú mi hijo.
Repentinamente tenemos a Sacro Imperio de adulto entre nosotros, creo que hasta se le humedecen los ojos de la emoción.
Y al corazón de pollo este romano, que ya no está conquistando nada, se le enternece el corazón viendo de nuevo al bebé que le tomaba de los rizos del pelo y gritaba su nombre.
—Yo te he admirado toda la vida —confiesa.
—Lo sé, me lo han contado. Tú eras mi favorito.
—Preussen dice que era él... Que le disté una daga y luchaste con él. Yo... No me acuerdo de ustedes.
—¿Le di una daga? —no se acuerda del todo—. Yo me acuerdo de ti. Venía a tu cuna por la noche a saludar a mis nietos y te enseñé a decir algunas palabras... tu vater casi me mata, pero me gustabas mucho porque eras muy listo y aprendías muy deprisa.
—Mi primera palabra dicen que fue... —cambia de pie.
—Roma, en latín —se levanta y se le acerca sonriendo de lado—. Estabas para comerte entero, entonces…
—No recuerdo nada casi.
—Tu padre te sujetaba en brazos, yo me acercaba y hacías así —le toma las manos y le tira hasta que se las hunde en el pelo al romano—. Y luego me tirabas un poco para que te acariciara con la barba —cierra los ojos y le acaricia la mejilla con ella, poniéndose de puntitas.
Alemania levanta las cejas sorprendido poniéndose nerviosito, traga saliva y le mira.
—A-Así...
—Te gustaba mucho que te hiciera cosquillas con ella... y bueno, en mi casa traías de cabeza a todas mis esclavas —le pasa un dedo por encima del pecho, mirándole—. A todas ellas —sonríe.
—¿Por qué? Sólo era un bebe...
—Eras un bebé adorable, todo rubito y con tus grandes ojos azulísimos... no había visto a tu padre mirar nunca a nadie como te miró a ti la primera vez que dijiste "vati".
El alemán sonríe bobamente porque esas historias de un pasado que realmente no conoció ni vivió como los demás le agradan mucho.
—Pero mi vater tenía otros sohns que habían dicho vati antes
—Pero ninguno era su pequeño más listo que además hablo antes que ellos —se inventa un poco.
Alemania muy satisfecho con esto, luego no sé cómo le van a bajar los aires a .
—Siempre he estado un paso adelante del resto —asegura... creyéndoselo por completo.
—Es bueno estarlo.
—Y saberlo —garantiza. Roma sonríe sin responder a eso—. Me alegra que tú lo sepas.
—¿Por?
—Porque llevo diciéndoles toda la vida que yo estoy adelante del resto y no parecen reconocerlo... especialmente a tus hijos.
—¿Y qué te dicen?
—Pues... que no puedo erradicar a los judíos.
—Oh... erradicar... me han hablado eso.
—¿Y qué te han dicho?
—Un plan extraño, yo no actuaba así.
—Tú les matabas.
—Yo les absorbía.
—Era lo mismo, de hecho yo quería hacer lo mismo, solo que con TODOS, no solo con el país... con su gente también. Aplastarles.
—Absorber no es aplastar.
Alemania se encoge de hombros.
—Era más fácil así.
—Cierto, pero no se consiguen los mismos resultados.
—Se habrían conseguido... de haber conseguido ganar la guerra. Dominaríamos al mundo y sería un mundo mucho mejor.
El romano sonríe de lado.
—Nein, nein... lo digo en serio. No habría crisis, estarían todos muy ordenados, y nosotros tendríamos mucho más dinero que ahora, y poder!
—Y muchísimo más trabajo, mi amor...
Alemania abre la boca y luego la cierra, y se revuelve un poco.
—Preussen y Österreich trabajarían mucho más.
—Oh, eso suena bien, pero a la larga acabas siendo el imperio de oriente y el de occidente.
—Como tu... —le mira y entrecierra los ojos—. Nein, eso no me habría pasado a mí, yo tendría mayor control.
—Seguro —le guiña un ojo—. Incluso podrías haberme dominado a mí.
—Desde luego, tú eres solo un latino más —en serio la cabeza se le hace grande, GRANDE... AUSTRIAAAAAAA ¡YA SE NOS DESCOMPUSO ALEMANIA! ¡VEN A ARREGLARLOOOO!
—A quién has adorado y querido emular toda la vida. A un latino más... —le mira fijamente con un poquito de fuego al final de los ojos. Alemania se revuelve un poco y se pellizca el puente de la nariz.
—No te he... —bufa—, bueno, vale, quizás a ti no te mataría.
—Oh, que magnánimo... ¿me guardarías para jugar en las noches?
—En las... oh, en las noches —se sonroja porque se le había olvidado por completo todo este asunto de Roma. Carraspea.
—Supongo que con tanta muerte, de tanto en tanto dan ganas de... someter al enemigo de otras formas, en especial si es alguien a quien todos tienen en tan alta consideración como yo... sería nada más que otra prueba de tu supremacía.
Alemania levanta la cara y le mira de reojo, arrogantemente y con sus aires de superioridad. Dios, que poco necesita este niño.
—Ja, de eso siempre dan ganas...
—De hecho, quizás podrías hasta con las manos atadas a la espalda... con lo viejo y caduco que soy yo y lo fuerte y... sajón que eres tú.
—Claro que podría, yo podría hacer todo lo que quisiera. Podría aplastarte si lo quisiera.
—Bien, vamos a verlo —se levanta.
—¡¿A-A verlo?! —levanta las cejas.
—Pues es muy fácil decirlo, pero... y sé que tienes cadenas para probarlo.
—Claro que tengo cadenas para probarlo —responde mirándole fijamente.
Roma sonríe medio maliciosamente.
—No, no te rías... Italien también se reía... Y luego aprendió que claro que soy capaz —claro, Italia aprendió. Claaaaro.
—No estoy riendo, sonrío porque me da mucha curiosidad, excitación y ganas de verlo.
—¿Qué es lo que quieres ver? Cómo puedo ser el más poderoso de todos... —cierto brillo de esos nazis de Alemania...
—Como me sometes con las manos a la espalda.
El rubio entrecierra los ojos.
—Claro que puedo someterte —asegura repentinamente no tan seguro.
—Veámoslo —gesto con la mano hacia la casa para que pase delante.
Alemania traga saliva, asiente, y camina hacia la casa, pasándose una mano por el pelo. Roma sonríe más, siguiéndole.
Y el sajón tiene unos cuantos segundos más para pensar mientras se dirige al sótano.
—Rom... esto... hablamos de someter a golpes, ¿verdad?
—Como tú quieras...
—Es decir, es que luego me riñen por algunas cosas...
—No te reñirán por eso.
—Mmmm... —murmura y otra vez no está pensando del todo en el asunto sexual, en serio... someter a golpes y dejarlo ensangrentado en el suelo.
Roma le sigue aun sonriendo. Algo en el cerebro de Alemania vuelve a indicarle que Italia va a enfadarse... al igual que Austria.
—Esto es solo para demostrarte que puedo dominarte.
—Eso mismo...
Baja las escalerillas del garaje, porque hay unas escalerillas. Roma sonríe tan feliz y silba un poco.
Alemania se cruza de brazos y enfrenta a Roma dándose la vuelta, este le sonríe deteniéndose.
—¿Qué es lo que propones entonces?
—Pues te atamos las manos y vemos cómo puedes vencerme.
Alemania carraspea.
—Bien —asiente yendo al cajón de las esposas, preguntándose si esto no es absolutamente estúpido de su parte.
—¿Dónde tienes tus cadenas?
—Aquí son... esposas. Creo que deberíamos replantear estos términos, Rom.
—Aja? ¿Tienes... miedo? Puedo ponérmelas yo si lo tienes.
Alemania frunce el ceño, cómo va a ponérselas el romano y no él.
—Nein, no tengo miedo, pero tampoco confío en... podrías vaciarme un arma en la cabeza —razona.
—¿Arma?
—Arma... Ja, pistola... —vacila sin quererle dar más ideas.
—Me han hablado de ellas, no las usaré.
Ves, Alemania... Ves! Eso te pasa por hacerte el machito. Se pone las esposas en una mano y vuelve a pensar que esto es una gran estupidez.
—No es lícito, manos desnudas —se las muestra.
—Solo porque eres el abuelo Rom —murmura apretando los ojos, tomando valor y pensando que quizás pueda patearlo hasta dejarlo inconsciente.
Roma se relame los labios
—No esperarás que me espose por la espalda... —le mira.
—Yo lo hago —se le acerca.
Alemania frunce el ceño, pero le deja, tensándose y poniéndose en guardia.
—Solo te dejo hacer esto para demostrarte que realmente puedo vencerte —Alemania, ¿cuántos años tienes?
—Es una justificación perfecta —acaba de cerrarle las esposas y le resigue el brazo con el dedo, mordiéndose un poco el labio hasta ponérsele en frente.
—Rom —murmura cambiando el peso del pie.
—Aja? —sonríe llegando al cuello empezando a desabrocharle la camisa
—¿Qué haces? —le mira nervioso, tragando saliva y cambiando otra vez el peso del pie. Mira de reojo la mano.
—Mirarte... —le abre la camisa entera—. Y tocarte —le pasa el dedo por el pecho y los abdominales.
El alemán da un paso para atrás y frunce el ceño.
—Nein, Nein, Nein.
El moreno entrecierra los ojos y se le acerca aún más cerca, desabrochándose su propia camisa.
—Este no era el trato —declara un poco en pánico.
—¿No lo era?... ¿Ibas a someterme no? —susurra sobre sus labios. Alemania abre los ojos como platos y le mira a los ojos.
—Ja! Voy a pegarte...
Roma le da un lametazo a los labios.
—Aaah! —chillidito agobiado.
Roma se ríe y vuelve a ponerle las manos sobre el pecho.
—Y te conquisto... —susurra.
—Nein —otro pasito atrás, sonrojándose un montón.
—Veni —paso adelante—, vidi...—le mira a los ojos y sonríe de lado.
Alemania da una pequeña patada, la realidad, tan débil y blandengue que...
—Vici —mano a las regiones vitales y beso en los labios sin ni inmutarse de la patada.
xoOXOox
De repente, en mitad del beso de Roma con Alemania ¡Pof! Hay un efecto de luz y de humo... y Roma se convierte en Romita, niño de cinco años.
—Nein, Nein... Rom... Bitte —susurra Alemania apretando los ojos aún, pensando que sólo se ha separado.
El pequeño romano parpadea sentado en el suelo entre la pila de ropa que le va enorme y mira a Alemania con los ojos y la boca abiertos como platos.
El corazón de Alemania baja un poco de ritmo después de unos cuantos segundos. Se aventura a entreabrir los ojos con la respiración un poco agitada y ve a un niño pequeño...
Un niño pequeño que le mira impresionado con los ojos muy abiertos. La reacción es... Evidente.
—Ihhhh! —suelta un gritito, da dos pasos hacia atrás, se da contra el coche de Austria.
Romita cierra la boca y parpadea aun mirándole con sus graandes ojos, se pone de pie ayudándose con sus manitas y sale de entre la pila de la ropa, completamente desnudo, da dos pasitos acercándose al alemán con la mano tendida, sonriendo un poco.
—W-Was... T-Tú... E-Estás... ¿¡De dónde saliste?!
Romita se ríe con los ruidos raros que hace Alemania y le pone la manita en la rodilla.
—Eres un niño... ¿¡Qué hace un niño aquí?! Rooom! —grita buscándole en el garaje.
—Roma! —exclama con su vocecita al reconocer algo que se parece a su nombre y se ríe otra vez, poniéndose de puntillas y levantando los brazos hacia él, tomándole de la camisa y tirando de ella.
Alemania lo mira así como si fuera ET de puntitas frente a él.
—Eh... —pone una poca de resistencia mientras piensa. Quizás este era su castigo por venir aquí y hacer el ridículo, seguro lo estaban grabando y se estaban riendo desde el cuarto de Hungría. Aprieta los ojos—. Verdammt... Rom! Italien!
—Roma! Roma! —exclama y tira más fuerte de la camisa, incansable. Alemania parpadea y le mira sin tener realmente IDEA de qué hacer con un niño.
—Estás desnudo, qué hace un niño desnudo aquí. ¿Y cómo desapareció Rom tan rápido? —pregunta realmente sorprendido con todo. Carraspea—. Si me ayudas con algo te pagaré.
Romita frunce el ceño y vuelve a tirar de la camisa.
—Baja! —exclama.
—Was? Was? ¿Qué quieres? —pregunta poniéndose de rodillas en el suelo.
El chiquillo sonríe de nuevo y le pone las manitas en la cara y en el pelo. Alemania le mira frunciendo un poco el ceño, aunque... El niño es lindo y sonríe de una manera que... Se le parece a alguien.
—Tienes el pelo de color amarillo —se lo despeina un poco mirándoselo porque es la primera vez que ve a alguien rubio.
—Ja —echa un poco la cabeza atrás para que no le despeine—. Tengo las manos atadas a la espalda. En esas ropas está la llave, dámela y te pagaré.
Roma se ríe de nuevo y le pone las manos en la boca porque lo que dice suena muy raro.
—Kind... Llaves. Te daré comida. ¿Un caramelo?
—Quin... babe. De dare quimida. Uh cramlo —le imita apretándole un poco las mejillas y se ríe. Alemania parpadea. ¿Qué este niño es idiota?
—Rom! Österreich?! Vale, está bien, pueden reírse de mi todo lo que quieran. ¡Basta ya! —grita un poco mirando al techo
—Roma! —se ríe otra vez—. Y tienes los ojos rarooos —canta. Alemania parpadea al oírle cantar.
—Eso es latín —asegura extrañado.
—Do de dadín —ahora juega a hacerse el tonto imitándole.
—Kiiiind —protesta impaciente entrecerrando los ojos. Se incorpora un poco para levantarse.
Al romano se le borra la sonrisa y le detiene de los hombros para que no se levante... pero como Alemania es muy grande, es como si le abrazara y como le abrace lo suficientemente fuerte, le levanta con él.
Pues así es... cuando se pone de pie el pequeño escala por encima de él para subírsele a los hombros y no vamos a negar que la imagen de Alemania con un niño en la cabeza es bastante mona.
El rubio gruñe un poco acercándose a la cómoda con cientos de cajones que tiene ahí con un montonal de... Instrumentos extraños.
—¿Estabas escondido? ¿De dónde te han sacado?
—Oooh —Roma se echa adelante y se cae dentro del primer cajón.
El alemán levanta las cejas porque tiene cadenas... Fustas... Esas cosas. No llaves, las llaves están en el segundo.
Romita se incorpora en el cajón abierto tomando con las manos todo lo que brilla.
—Verdaaamt, ¡mira lo que hiciste! —protesta en riña—. Esto es completamente absurdo... ¡No toques eso!
Roma mira a Alemania otra vez con la boca abierta.
—Ven, sal de ahí —gesto con la cara—, cuélgate de mí.
Hace un pucherito porque Alemania al enfadarse da miedo.
—No llores —Alemania intenta abrir el cajón de abajo mientras tanto.
El romano toma cualquier cosa con filo que haya ahí y amenaza a Alemania con ella.
—Was? Nein! Kind, kind! —da un paso atrás.
El pequeño frunce el ceño y sonríe un poco, poniéndose de pie sobre el cajón blandiendo el puñalito como una espada.
—Nein, nein, calma kind.
Da un salto para bajar al suelo mirándole fijamente, Alemania da unos pasos hacia atrás mirando el puñalito.
—No me vas a hacer daño —le advierte muy seriamente y se acerca a la ropa en la que estaba, en el suelo. Hace los ojos azules en blanco.
—Nein —responde ignorándolo un poco, cerrando el primer cajón.
Romita levanta la camisa sin saber muy bien cómo es que se pone, la tira en el suelo, le hace un corte en X y mete la cabeza por el agujero. Luego corta para sacar los brazos y las mangas que le cuelgan con las que pueden tropezar, las corta también y las usa de cinturón.
El alemán consigue sacar unas llaves y finalmente quitarle las esposas ya que todas las esposas tienen las mismas llaves. Romita se pone el puñal en la cintura entre la ropa y mirando alrededor y cuando le ve de reojo que se suelta las manos se tensa mirándole olvidándose del resto.
—Gott... Al fin —se masajea las muñecas.
—¡Deja de parecer enfadado!
Alemania, con sus básicos conocimientos del latín, frunce el ceño y se pone en cuclillas. Romita frunce el ceño también, mirándole fijamente.
—Tu... Est... Quien? —el peor latín del universo.
—Latín! —levanta las cejas y sonríe.
—Mmmm.. Name —eso es alemán —. Naminis... Nemine.. Nomine... Nomini? —todas las declinaciones que se le ocurren para preguntarle su nombre
Roma se ríe de nuevo y se le acerca.
—Yo me llamo Roma, ¿cómo te llamas tú?
—Rom? Esto es... Una mala broma, vale, vale Preussen y Österreich!
—Tu nombre es muy largo y difícil... —le mira un poco desconsolado.
—Nein. Deutschland —se señala.
—No sé qué dices —se encoge de hombros y se ríe.
—Nominis... Mi... Deutschland.
—Doislan —repite y sonríe—. Es un nombre muy bonito.
Alemania se pone de pie sin saber qué hacer y en un revuelo lo levanta y se lo echa en el hombro como haría con Italia.
Lo levanta planeando echárselo al hombro, pero es que... Romita se va a asustar y lleva un puñal y... está acostumbrado a matar lobos y cazar y esas cosas y... Con los brazos extendidos hacia el frente, pensándoselo.
—Eh! Eh! ¿Qué haces? —patalea el pequeño un poco, mirando al suelo.
—Te llevo adentro, vamos a buscar a los demás —explica en alemán y luego se lo piensa—. Populo.
—Déjame en el suelo, sé andar solo —patalea de nuevo. Alemania más o menos le entiende levantando una ceja y bajándole
—Sígueme —pide haciendo un gesto y yendo a la puerta. El romano se arregla un poco la ropa y le mira, levantando las cejas, corriendo entre sus piernas.
—¡No te vayas! ¿A dónde vas? ¿Qué gente? ¿Este lugar es tu casa? ¿Qué son esas cosas? —señala los coches.
—Habla más lento, no te entiendo —indica en alemán y luego cambia a latín—. Casa? Sic... Mia. Sígueme.
—¿Dónde estamos? ¿Para qué sirve eso? ¿Por qué brilla el techo? ¿Por qué llevas esta ropa rara? ¿Cómo la haces? ¿Has visto que es suave? ¿Por qué tenías las manos a la espalda? ¿A dónde vamos? —ni caso.
—Gott... Me mareas. ¿De dónde saliste?
—¿Por qué hablas raro? ¿Eres un hombre del norte? ¿Por qué tu pelo y tus ojos son raros? ¿Y cómo me has traído aquí? ¿Qué cosa es eso? ¿Para qué sirve? —se le agarra de los pantalones y señalando a todas partes.
—Soy Deutschland. ¿Cómo hablas en latín? Österreich! PREUSSEN!
Roma se agarra de su ropa con fuerza y le escala por la espalda.
—Eres muy alto, ¿por qué eres tan alto? Yo seré alto como tu cuando sea grande y todos los pueblos sabrán quien soy, ¿dónde estamos? ¿Qué es eso?
—¿¡Q-Que haces?! ¿Quéhaces? —protesta mareado.
—Me gusta tu pelo, ¿por qué lo tienes así? —se sienta en su espalda y juega de nuevo con él despeinándoselo—. Pero está raro así todo quieto como asustado, yo cuando me asusto me quedo quieto, pero nunca me asusto porque soy muy valiente, ¿tú te asustas? ¿Tienes este pelo porque eres un hombre del norte? A veces me explican historias de los hombres del norte, a mí me gustan las historias, ¿a ti te gustan? ¿Tú sabes alguna?
—Soy del norte, ja. No sé historias, ¿historias cómo? Deja de despeinarme —protesta levantando las manos e intentando peinarse otra vez yendo a subir las escaleras.
—A mí me gustan mucho las historias, las de grandes héroes que luchan con ingenio y las de dioses y las de bestias y las de chicos que se enamoran —empieza a peinarle ahora.
Alemania entra en el cuarto de Austria... Y luego el de Hungría. Finalmente en el de Prusia con una batería de preguntas señalando cosas en cada uno de ellos por parte del romano mientras salta sobre sus hombros.
—Historias de grandes héroes... —repite intentando entender por partes—. Mein gott... ¡Deja de moverte tanto! ¿Dónde están los demás?
—Esas son muy buenas, cuando yo sea grande seré un gran héroe y tendré el caballo más rápido que correrá por todo el mundo y podré contar las mejores historias de todas de las que seré el protagonista!
—Kiiiiiind! —protesta apretando los ojos sacando su teléfono del bolsillo y buscando en el traductor automático. Lo lee en voz alta en latín—. ¿¡Quién te trajo?!
—¿Tú tienes un caballo? Has visto el mu... —se queda callado y se le agarra con fuera del pelo al ver una cosa rara que habla.
—Aaaauuu! —protesta un poquito apretando los ojos—. Responde! qui eduxit vos?
—Esa cosa habla y es una cosa que habla y... —gatea por su brazo para ir a agarrarlo y verlo con las manos. Alemania el muñeco sobre el que se mueve Roma.
—Ja, ja. Es un teléfono. ¿Que no has visto nunca un teléfono? ¿De dónde has salido? —le carga incómodamente abrazándole de la cintura y le da el teléfono en la mano—. ¿En dónde estaaaan? —grita aún en busca de los demás.
Roma toma el teléfono dándole vuelta y poniéndoselo en la boca, mordiéndolo con fuerza.
—Neeeeein! —protesta Alemania quitándole el teléfono de la mano—. ¡No se muerde! Mein gott, eres... Rústico. ¿De dónde te han sacado?
Romita se queda con las manos tendidas hacia el teléfono, desconsoladito un segundo.
—Vamos a hablar con Italien y ahora vendrán y te llevarán con tu madre —asegura marcando el número de Italia con el ceño fruncido, volviendo a ignorar un poco al niño.
—¿Qué es? Sabe raro y es raro y brilla y ¿cómo lo has hecho? ¿Para qué sirve? Es de color raro nunca había visto una cosa así, ¿de dónde la has sacado? —intenta treparle de nuevo por encima. Alemania le deja que le trepe, frunciendo el ceño y esperando que Italia le conteste, levantando un brazo y mirando al niño de reojo cuando ya va por su cadera.
—Ciao?
—¿De dónde han sacado a este niño? ¿Dónde están?
—¿Me lo dejas ver otra vez? ¡Quiero verlo! ¿Cómo lo has hecho? ¿Puedo hacer yo uno como este? ¿Me lo das?
—Vee~? Pues cenando, ¿qué niño?
—Espera, espera... Nein, espera, kind! —protesta Alemania deteniendo al niño de la cintura—. Este niño extraño que habla latín y se parece a ustedes.
—Aaaaah —Roma patalea y le muerde volviendo a intentar escalarle a la cabeza para tomar el teléfono.
—¡No me muerdas! —protesta.
—No sé de qué me hablas, Germania.
—Ahora que estaba con Rom —empieza y se acuerda de lo que estaba haciendo. Se paraliza y le toma unos cuantos segundos seguir. Carraspea—. Ya se han reído, y-ya está. ¿Dónde están?
—Pues cenando —repite y Romita consigue llegar hasta su cabeza tratando de quitarle el teléfono.
—Cenando dón... —se interrumpe—. Kind! Nein. Espera, espera, no me... No vas a... Deja de moverte, no patees, ¡espera!
—¿Qué haces Germania? —pregunta Italia sin entender nada.
—¡Me peleo con el kind que es latoso! ¿Y quién habla en latín ahora? ¡Es lengua muerta! —consigue que no le quite el teléfono, tomando a Roma de una pierna tirando de él hasta que se suelta de su cintura y queda colgado de su mano, de cabeza. Roma le mira asustado cabeza abajo, saca el puñal y se lo clava en el brazo a Alemania.
—Pero es que no sé de qué niño me hablas...
—Aaaaaahhhh! —grita Alemania soltando a Roma y al teléfono al suelo. Romita se pone en posición para caer y al tocar el suelo sale corriendo.
—Germania?
—Verdammt! —protesta el alemán junto con otros cuantos insultos, mirándose el brazo y notando que sí que le ha hecho un corte profundo en el músculo del antebrazo, nada demasiado grave. Mueve la mano para cerciorarse—. Kind del demonio!
El romano desaparece.
—Hurensohn —maldice enfadadillo de manera extraña agachándose y tomando el teléfono—. Ya me corto el brazo, se acaba la broma. ¡Salgan ya que no sé a dónde ha ido!
—Pero es que no entiendo que pasa, estamos cenando... ¿te cortaste?
—Me corto el kind que apareció en vez de Rom cuando estábamos en el sótano —responde frunciendo el ceño y poniéndose la mano sobre la herida. Va hacia donde el chico se ha ido corriendo—. Kiiiiind!
—¿Pero qué niño? —pregunta Veneciano y mira a los demás diciéndoles que se levanten para ir a casa... al niño no se le ve por ningún sitio.
—El niño que trajo Rom. Dónde está tu Großvater? —pregunta rebuscando en el cuarto de Prusia—. ¿Esto es una broma de Preussen?
—Estaba en el cuarto durmiendo... Esto es cosa tuya, ¿Prusia? Dice que no.
—Hay un niño aquí y tu abuelo no está. ¿Crees que haya sido Österreich? —cubre la bocina —. KIIIND! ¿Dónde estás?
—Debe estar durmiendo, ya volvemos en un rato, estamos en el café.
—Nein, no está en ningún lado y, créeme, no estaba durmiendo —protesta —. No entiendo lo que está pasando, ojalá no tarden.
—Ciaoooo.
Alemania cuelga sin despedirse frunciendo el ceño y guardándose el teléfono. ¿Cómo había dicho que se llamaba?
Un poco más sobre los Ancient que no hace daño :D Me hace mucha gracia Romita, así que aunque a nadie le guste os lo tragáis... o mejor ignoráis las publicaciones de cada lunes.
