Aquella noche como todas desde hacía un tiempo, tomaba un medicamento que automáticamente la dejaba fuera de combate y dormía hasta la hora de levantarse y prepararse para el instituto. De lo contrario ¿Como hacerlo? A pesar de su edad, tan joven, estaba pasando por un tormentoso infierno. Aquel mismo año su madre había fallecido, cosa que le provocó un gran dolor que en lugar de ser consolado por sus seres queridos, se encontró sola, en un hogar roto, viendo como su padre iba degenerando en un monstruo. Este comenzó a beber, su carácter tornó tosco y muy agresivo, por lo que no era raro que terminará perdiendo el trabajo, acrecentando su frustración y los litros de alcohol que ingería, convirtiéndose en un inútil. Si todo aquello no fuera poco, ese monstruo que antes era su padre, no se le ocurrió mejor idea para apaciguar su dolor que entrar en la habitación de su única hija y abusar de ella… sexualmente. La primera vez, se sintió confusa y asustada , de hecho, fue tan brusco que la lastimó severamente, aun así, siguió asistiendo al a escuela, era un lugar donde estaba lejos de quien le hacía tanto daño. Transcurrieron los días y los abusos no cesaban, llegó a intentar poner seguro en su habitación, pero solo consiguió que a empujones aquel borracho lo rompiera y fuese aun mas violento.
Con el tiempo aprendió a fingir su tristeza, quedando simplemente como una chica seria y reservada delante de sus compañeras. Pero había un detalle que no podía pasar por alto, no llegaba el dinero a la casa y el poco que lo hacía, se convertía en alcohol. La comida escaseaba, la ropa también, además de material escolar y demás cosas necesarias e imprescindibles en una casa. Fue entonces cuando su cabeza terminó de corromperse y pensó -¿Que mas da? Ya estoy rota… -No estaba ciega, sabía que tenía el físico y la belleza para conseguir beneficios de esa manera… al menos de manera temporal hasta que consiguiese graduarse y entonces se independizaría -Solo un poco mas… solo aguantar un poco mas… - Antes de darse cuenta, ganaba bastante dinero acompañando a señores que le doblaban e incluso triplicaban la edad, en muchos de esos casos, terminaba desnuda en una cama de hotel, vendiendo su dignidad junto a su cuerpo. Todo aquel dinero lo guardaba en algún lugar que su padre no lo pudiese encontrar y lo ahorraba para poder irse en cuanto terminase la educación obligatoria. El resto lo usaba para comprar todo lo que hiciera falta en la casa y a ella misma. Total, su padre directamente no pensaba y creía que todo aquello o bien aparecía por arte de magia o prefería no hacer preguntas.
La única persona con la que podía contar era con su amiga Saki, pero apenas le había contado lo de su madre y lo que su padre le hacía. Esta parecía sorprendida y horrorizada al escuchar eso, le respondía que todo estaría bien y ella la iba a apoyar. Era bueno saber que al menos tenía una persona en la que confiar. Era cierto que se veían con otras compañeras pero era su única amiga verdadera, a quien podría mostrarle algo de su personalidad. En verdad, nunca se había sentido tan reconfortada como en aquel momento. En verdad le gustaría poder contarle todo por lo que pasaba, pero no se atrevía, temía que la única con la que podía contar la mirase mal y la perdiera. Entonces…. ¿Que debería hacer? Ya había intentado dejar aquella vida, si se podía llamar así, pero rápidamente cambiaba de idea cuando le ofrecían grandes cantidades de dinero. Era entonces cuando pensaba que sin aquel sustento en su casa, volvería a lo mismo, la escasez y si conseguía un trabajo, no podría pagarlo todo, tendría que dejar de estudiar. Vivir mas tiempo con su padre… -¡No! -Pensaba -¡No quiero que me toque! ¡Nunca mas! -Se abrazó a si misma, tratando de convencerse de que así era mejor. -Solo… aguanta Kokona… aguanta… solo un poco mas… -Mientras corrían lágrimas por sus mejillas, aquello preocupó a su amiga
-No llores por favor… -Le pide triste -Trataré de ayudarte en todo lo que pueda, te lo prometo… -Aquello consiguió subir levemente el ánimo de la chica del cabello morado.
Lo que ninguna sabía, era que estaban siendo espiadas por una tercera, quien tenía planes para la estudiante con colas de tirabuzones, planes retorcidos y perversos.
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Justo después de la charla en el descanso, se dirigió a su clase, andaba sola por los pasillos, ya que Saki pertenecía a otra clase. Lo extraño, alejado de su rutina fue ver a una morena que se le acercaba. La conocía tan solo de vista, era extraño, ya que se trataba de alguien muy reservada y por supuesto, jamás habían cruzado palabra alguna. -¿Puedes seguirme? Necesito de tu ayuda, Haruka-senpai -Le preguntó, cosa que aún la extrañó mas, pero aceptó, después de todo, no tenía fama de ser mala chica y probablemente querría que le explicase sobre alguna lección que no entendía. Anduvo justo detrás de la menor hasta llegar a una habitación pequeña donde se guardaba algunos materiales escolares y entre ellos una caja para guardar los bombos de una batería. ¿Como iba a saber ella? ¿Con aquella sonrisa? Esa sonrisa que resultó ser falsa y se tornó a una de maldad, mostrando unos dientes blancos y apretados entre si. No pudo reacción, ni decir nada, tan siquiera pudo terminar su grito de terror cuando la morena le clavó abruptamente una jeringa con un contenido que vació en sus venas sin darle oportunidad alguna de saber por qué.
Fue lo último que recordó, después todo fue tinieblas mientras la agresora escondía el cuerpo en la única caja de instrumento donde cabía.
