Corro entre árboles muy juntos, asfixiantes. Soy perseguida por los tributos profesionales del 1 y el 4. El esconderme me permitió sobrevivir durante estas dos largas semanas. Ellos sobrevivieron gracias a su alianza. Somos los últimos tres en la arena.
De pronto me encuentro con los ojos azules del chico del 4. Se acerca. Se lanza sobre mí con un cuchillo afilado, pero todo lo que logra ocasionarme es un corte largo y profundo en mi mejilla. La cicatriz será horrible, pero sobreviviré al corte.
Él cae al suelo y tengo una oportunidad de retroceder. Corro unos metros sosteniendo la piel abierta de mi mejilla, pero la chica del 1, sus grandes ojos verdes y su lanza están acercándose. Me vuelvo, pero ahora estoy acorralada por ambos. Cuando los veo tan cerca, sé que es el fin. Siento cómo la lanza de la chica atraviesa mi espalda y sale la punta por mi estómago. El chico se acerca y me corta el cuello. Caigo de rodillas y todo se oscurece.
Me despierto bañada en sudor frío, con la sábana enredada en el cuello. El sol entra por la ventana empolvada de mi habitación. Me levanto, tomo un baño y me visto con un vestido azul pálido sin mangas que me llega a las rodillas, un suéter crema y unos zapatos negros. Perdí la cuenta de cuántas veces mi nombre se repetiría. Las teselas son una gran necesidad hoy en día, o por lo menos en el distrito 12. Tal vez estaré 12 veces: 4 por los años que llevo entrando a la Cosecha, y 8 por las teselas. Las veces que entró mi nombre este año no fueron suficientes, así que Reid, mi hermano menor de 14 años, tuvo que entrar 2 veces, es decir, su nombre aparecerá 5 veces. Éste año el Capitolio tendrá 17 veces el apellido Hornung en sus filas.
—Buen día—le digo a mi madre. Ella está en la cocina con un viejo vestido gris. Suele llevarlo todos los años en éste día. El día de la Cosecha.
—Buen día, Aster. ¿Saldrás antes de la celebración de la Cosecha? —dice ella. Intenta sonreír, pero detrás de esa máscara sé que se está rompiendo en mil pedazos. Su mirada es fría, como todos los años en éste día.
—Sí, como cada año, madre—hago un gesto vago y me siento en una de nuestras viejas sillas de madera. Aquí en la Veta es todo lo que podemos conseguir—. Los Agentes de la Paz estarán muy ocupados recibiendo a la Señorita Effie, quizá pueda salir de la valla y conseguir algunas flores. Tanto para las familias que celebrarán el regreso de sus hijos y también para las que estén de luto por la pérdida… Ya sabes, nunca es seguro que regresarán—le comento. Ella no termina de preparar nuestro escuálido desayuno y se acerca hasta mí.
—Ni siquiera pienses en salir de la valla—dice ella. Está tan cerca de mí que casi podría escuchar los latidos de su corazón.
—Madre, es seguro entrar y salir—me encojo de hombros y le sostengo la mirada.
— ¿Cómo es que estás tan segura, Aster? —ahora además de preocupada, está molesta. Podría decirle que he visto cientos de veces salir y entrar a Katniss, y también a Gale, pero me abstengo. No sé cuál sería su reacción, siempre ha sido muy estricta. Quiere que las reglas se sigan, más porque no quiere que nos lastimen, no porque no se sume al odio colectivo que hay en el Distrito hacia el Capitolio.
En respuesta simplemente me encojo de hombros.
—Quizá tendré que amarrarte hasta las dos de la tarde a esa silla. O bien, puedes prometer no salir de la valla—dice un poco divertida, volviendo a ocultar la preocupación de sus ojos. ¿Cómo puedo prometer no traer el sustento a casa?, si tan sólo ella supiera.
—Está bien, madre. No saldré de la valla—le regalo una sonrisa y un fantasma de tranquilidad atraviesa su rostro.
—Buen día—oigo la voz casi completamente cambiada de mi pequeño hermano—. ¿Estás lista tan pronto, Aster? —me hace reír un poco, talla sus ojos con la mano izquierda y su alborotado cabello negro muestra que acaba de levantarse.
—Hola, Reid. Sí, debo ir a conseguir las flores para vender hoy. Aquí no es el mejor negocio, pero, algo debe salir—le digo. Se acerca hasta mí y me rodea con sus brazos.
—Promete que te cuidarás. Yo aún no creo estar listo para perderte, y creo que mamá tampoco lo está. —Tomo su rostro entre mis manos y veo sus ojos azules a punto de romper a llorar.
—Hey, hey. No llores, hermanito. Sabes que siempre estaré aquí, ¿no es así? —el asiente y el tono rojizo abandona poco a poco sus ojos.
Cuando terminamos nuestro desayuno tomo una canasta y salgo hacia la valla. Al llegar espero a que pase Katniss, pero imagino que lo habrá hecho hace ya horas, como es su costumbre. Primero recolecto unas cuantas flores blancas que recorren el alambrado, pero a lo lejos, cruzándolo, veo hermosas flores amarillas y rosas que probablemente se venderían bien. Hay algunas rojas entre ellas y otras moradas. Por un momento me detengo a pensar en la promesa que hice a mamá, pero la rompo lanzando piedras y otras cosas a la valla para asegurarme de que no está encendida. Cruzo y corro hacia el pequeño campo de flores hasta estar escondida y asegurarme de que no hay Agentes de la Paz cerca o algunos curiosos que puedan avisar a mi madre.
Recoleto más de lo que esperaba, pero sé que menos de la mitad de esto se venderá, y la mayoría terminará en un jarrón de casa, dando color a todo el gris que envuelve nuestro hogar.
Veo el cielo y por la posición del sol supongo serán eso de las doce del día, así que me dispongo a regresar por donde llegué para darle a mi madre las flores. Si yo salgo seleccionada para ser el tributo del Distrito alguien deberá vender las flores. Me detengo en seco al recordar que si Reid es escogido como tributo masculino yo no podré hacer nada. Mis ojos lagrimean, pero los seco inmediatamente. Hoy no puedo ser débil. Debo hacerlo por él.
Camino hasta casa y veo a mi hermano sentado en las escaleras, dibujando con una vara caída del árbol torcido que tenemos.
—¿Qué haces? —le pregunto y me siento a su lado. Sigue completamente concentrado en su dibujo, y apenas es capaz de darse cuenta de que estoy ahí.
—¿Qué pasaría si yo fuera elegido como tributo? —dice él. Otra vez el nudo en mi garganta se forma y creo que no puedo hablar.
—Sabes que no lo permitiría…—
—Aster, sé qué pasa cuando eres un tributo. No pueden ir dos mujeres representando al distrito. Cuidarás de mamá, ¿cierto? —sus ojos dejan el dibujo: una gran arena (la de hace dos años, según veo), dos pequeños niños (o eso imagino que son) peleando y la silueta de un televisor, el televisor de casa, rodea la imagen.
—También te protegeré a ti—mascullo en un chillido de mi voz. Él me mira y asiente, pero no dice nada. Permanezco sentada a su lado y observo cómo da los últimos detalles a sus personajes. El dibujo no es tan bueno como los que hace Peeta, el hijo del panadero, pero aun así me gusta. Tal vez sea más por amor que por arte.
—Trajiste flores hermosas, tanto como tú—dice Reid y rompe el silencio. Me rio ante su espontaneidad y le acaricio el cabello.
—Gracias. Si soy hermosa entonces debo parecerme a ti—él sonríe y su vista se fija en un punto perdido, pensando en qué responder.
—Entonces soy guapo. Cuando te veo a lo lejos, cuando llegas de la escuela o de conseguir algo de comida o ropa, me veo a mí...—hace una pequeña pausa— Pero en mujer—ambos nos reímos por su comentario. Puede que sea cierto que somos muy parecidos: ojos azules, cabello negro, piel pálida. Pero somos la antítesis del otro. Físicamente nos parecemos, pero él es una buena persona. Yo no puedo entrar del todo en esa clasificación. En sí no puedo entrar en ninguna. Soy un cero a la izquierda, prácticamente solo soy notada por mi familia.
—Bueno, guapo. Iré a dejar las cosas con mamá, ¿de acuerdo? Prepárate ya porque nos vamos—le digo y asiente melancólico. Entro a la casa y veo a mamá sentada en la mesa dela cocina, con las manos entrelazadas y pegadas a la frente. Espero hasta que se da cuenta de que estoy ahí. Toma el canasto, ve las flores y me mira, triste.
—Cruzaste la valla—espeta. No puedo dar respuesta a lo que es obvio, así que sólo en encogí de hombros y salí de nuevo.
Encontré a Reid con una camisa de manga corta, un pantalón negro y sus zapatitos de vestir. Se los compré cuando fue su primer Cosecha. Estaba nervioso, desesperado. Yo tenía su actual edad en ese momento. Sus ojos estaban rojos porque había llorado toda la noche. Corría de su cama a la mía entre cada pesadilla que se generaba. Por la mañana, decidí salir a buscar flores como todos los años atrás y, después de una fructífera venta, compré unos zapatos usados en El Quemador. Ahí estaban Katniss y Gale, como siempre. Nunca me he atrevido a saludarles, son personas imponentes y aguerridas; mucho que aprender de ellos. Cuando volví a casa él acababa de tomar un baño, se había puesto una preciosa camisa de manga larga y un pantalón negro, casi como hoy. Cuando vio los zapatitos su expresión de felicidad no le cabía en el rostro, pero cuando recordó para qué los utilizaría, que quizá esos zapatos no volverían a pisar el Distrito 12, la Veta, nuestro hogar, la felicidad se esfumó. Deseé durante toda la Cosecha que no fuera elegido, a pesar de que sólo tuvo que entrar una vez. Cuando terminó la Cosecha, me sentí mal por quien se fue, por las familias que se despidieron para siempre de sus hijo e hija. Pero a pesar de eso estaba feliz porque no se lo habían llevado. No a Reid. Ése año, si mal no recuerdo, la ganadora de los Juegos fue Johanna Mason, del Distrito 7. Muy astuta en su estrategia, por cierto.
—¿Nos vamos? —le dije. Él simplemente asintió. —Oye, Reid. ¿Qué te parece si hoy, después de la Cosecha, conseguimos otros zapatos? Aunque les tengas mucho cariño no creo que tus dedos sigan entrando en ellos, por la manera en la que caminas—sonríe un poco con mi broma, pero su mirada es distante.
—No quiero que gastes lo poco que podrías vender—se encoge de hombros—. Tal vez ni siquiera vuelva—abro los ojos como platos por el pensamiento que tiene. Nos quedamos en silencio y todo lo que se escucha es el cacareo de las gallinas. Me agacho un poco y su rostro que frente al mío.
—Reid… Reid—sostengo su barbilla con mis dedos—. Sabes que no permitiría que eso pasara, ¿lo sabes? —Asiente— ¿Cuántas veces entraste éste año a la Cosecha? —.
—Cinco—responde volviendo la mirada a mis ojos.
—Bien. ¿Cuántas veces entraré yo? —le pregunto.
—Doce—baja la mirada al suelo.
—Correcto. Sabes que es casi imposible que salgas en la Cosecha, ¿no? —tarda unos instantes en responder, porque al parecer está pensando qué responder.
—A veces la suerte no siempre está de nuestro lado—me quedo congelada antes su comentario. Se vuelve a encoger de hombros y camina con las manos en los bolsillos, golpeando una piedra. Veo cómo anda en círculos golpeando la piedra. Sale mi madre y yo sigo en la misma posición, anonadada.
—¿Estás bien? —pregunta ella poniéndose un suéter crema sobre el vestido. Simplemente asiento y nos ponemos en marcha.
Cuando llegamos el bullicio de la gente es enorme. Pequeños de doce años llorando en brazos de sus madres, esperando despertar de ese mal sueño. Muy por delante de nosotros están Katniss y su hermana pequeña, Primrose. Ahora también la niña está esperando la Cosecha. Según sé ella sólo está una vez, por ser su primer año.
Cuando tengo que separarme de Reid siento un nudo en el estómago. ¿Y, si todo lo que ha dicho se hace?, no quiero perderlo, no estoy dispuesta a hacerlo. Mi madre no lo soportaría. Sería más fácil que superara perderme a mí que perderlo a él. Él es todo lo que tenemos.
—Reid, todo estará bien, ¿de acuerdo? —le digo. Asiente y me sonríe, la primera sonrisa del día. Corre a abrazarme antes de irse, pero es muy corto, ya que un agente de la Paz lo toma por el brazo y se lo lleva.
Cuando todos estamos ya en los lugares asignados, hombres y mujeres, comienza la cosecha. Y ahí están Effie y su peluca rosa y el Alcalde tan nervioso como siempre. El discurso de cada año resuena en las grandes bocinas que fueron colocadas para el evento.
—Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias—bufo ante esa frsae. Algunos a mi alrededor se vuelven hacia mí y se alejan un poco, pero los ignoro. El ebrio de Haymitch se tira en una de las sillas que hay colocadas, él es el sobreviviente del Segundo Quarter Quell. Cuarenta y ocho participantes, un solo ganador.
Cuando el Alcalde Underneese termina su discurso, las delgadas y bien estilizadas piernas de Effie Trinket se acercan hasta el micrófono, un poco asqueada por Haymitch. Creo que ese borracho es uno de los que pueden tener más sentido común en éstos momentos, estando mentalmente en otro lugar, pero forzado físicamente a llevarse a otro par de los niños del 12.
—¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte este siempre de su lado! —al parecer, las palabras de ella son sólo efusivas para sí misma. No aplausos, no carisma, no nada del auditorio del Distrito 12, donde la pobreza nos mata de hambre, y somos de los más vulnerables ante el Capitolio y sus movimientos en todo Panem. —¡Las damas primero! —prosigue ella. Se acerca hasta una de las urnas y saca una papeleta blanca. Tal vez tenga mi nombre. Las manos comienzan a sudarme y las piernas me tiemblan, me cruzo de brazos y mi respiración se vuelve entrecortada.
—¡Primrose Everdeen! —de un momento a otro la alegría me llena, pero después la sangre casi deja de circular en mi cuerpo. Primrose Everdeen. Everdeen. Katniss Everdeen. Alzo la mirada para ver cómo la niña comienza a salir de entre todas nosotras, con la blusa fajada en su falda. Nadie hace ninguna aparición. Quizá Katniss valore más su vida que la de su hermana, pero me equivoco: exaltada, de entre la multitud de mujeres, hacia mi izquierda, sale Katniss. Corre hasta donde su hermana gritando su nombre, y después, el silencio es aún mayor.
—¡Soy voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo! —un murmullo de sorpresa recorre como una ola a todo el público. Es la primera vez que hay un tributo voluntario en el 12, así que en todos los años que lleva Effie en esto jamás hubo algo tan conmovedor.
El Alcalde y Effie comentan el protocolo en el voluntariado de los tributos, pero terminan por dejar que Prim se vaya en brazos de Gale y Katniss suba al escenario. Su rostro está pálido, inexpresivo, inmóvil. Primrose forcejea para que la dejen ir, pero el sostén de Gale es suficiente para retirarla y desaparecerla. Y, como si nada hubiera pasado, la cosecha sigue.
Effie pregunta el nombre de Katniss, ella responde. Inamovible. Effie pide un aplauso, pero en vez de eso, llevamos los tres dedos centrales de nuestra mano izquierda a los labios y señalamos a Katniss. La señal de luto respeto del Distrito 12. A pesar de su mal carácter y de que muchos la tachaban de anti-social, la queremos. La dolorosa pérdida de Katniss nunca sanará en el distrito, tampoco en la Veta, y mucho menos en su hogar.
Una aparición de Haymitch retando al Capitolio está presente, pero es retirado por el estado en el que está y prosiguen con el evento.
—¡Qué día tan emocionante! —dice Effie con su voz chillona y acento del Capitolio— ¡Pero todavía queda más emoción!, ¡ha llegado el momento de escoger a nuestro tiburo masculino! —repite la acción en la urna. La papeleta. Imploro que no sea Reid, ¿quién sabe si me sería permitido presentarme como voluntaria en su lugar?, ¿él tenía razón con respecto a los tributos femeninos y masculinos?, ¿no podríamos ir dos mujeres? Y ahí está. El tributo masculino…— ¡Peeta Mellark! —el atractivo chico de los ojos azules. El hijo del panadero. Camina tambaleándose hasta que logra subir al podio, escoltado por dos Agentes de la Paz, igual que Katniss.
Unas cuantas palabras de Effie son mencionadas. Después se retiran al Edificio de Justicia y en mis adentros, les digo adiós a dos grandes personas y hoy tributos, mientras las puertas se cierran a sus espaldas.
