Les traigo una nueva historia!
Espero que les guste n.n
Yugioh y sus personajes no me pertenecen
Tesoro
Prólogo
Nunca había tenido un peor día, aunque en el cielo, el sol resplandecía y las nubes se veían más blancas que nunca, para ella no existía un día más gris que ese, aunque este parecía todo lo contrario, ante sus ojos era horrible. Ese mismo día era el funeral de su amigo Yugi, alguien muy importante para ella y quien no pudo hacer nada para que este mejore de su enfermedad y que esta halla acabado rápidamente con el tricolor quien había fallecido hace algunos pocos días.
La despedida de su amigo se realizaría al aire libre y Anzu se había imaginado que los funerales eran bajo la lluvia, mientras un sentimiento de angustia y pérdida invadía a los presentes, lo último estaba pero lo que no encajaba era que el sol brillaba radiantemente arriba de ellos, tan luminoso como la sonrisa que siempre le dedicaba Yugi a ella. El tiempo transcurrió lentamente, casi parecía que este se detuvo para todos los familiares y amigos reunidos allí, cada uno se acercaba al ataúd que contenía al joven tricolor para despedirse de él. Todo esto fue mucho para Anzu quien apenas pudo pronunciar algunas palabras y de inmediato se había alejado de allí, no soportaba ver a su amigo tan pálido y sin vida. Joey como Tristán luego de ver a Yugi, ambos buscaron a la castaña para poder tranquilizarla un poco, al menos reconfortarla, sabían lo cercana que la joven era al ojivileta y que a ella más que a nadie le dolía tanto que él no estuviera con ellos. Para Anzu fue la primera vez que vio a sus amigos comportarse como adultos y no andar con tonterías, fue la primera vez que la abrazaron y le dieron tanto apoyo, en ese momento le fue inevitable no llorar.
Una vez que la ceremonia había concluido, todos los presentes se alejaban del lugar, pocos se quedaron en los alrededores, Anzu fue unas de las que había permanecido un tiempo allí, la joven observó su alrededor y luego fijo su vista hacia la tumba de su amigo, la cual estaba rodeada de flores de distintos colores, entonces logró ver que en esta se hallaba una niña de cabellos rubios, vestida con un vestido negro, la cual estaba arrodillada delante de la lápida. No le era difícil para la castaña reconocerla, se trataba de Rebecca, la chica que desde hacía tiempo estaba profundamente enamorada de Yugi, en ese momento Anzu recordó como aquella rubia siempre perseguía a su pequeño amigo todo el tiempo y de verdad le daba lástima verla allí.
- Anzu, es mejor irnos- Le dijo Joey mientras se acercaba a ella, para luego ver hacia donde la castaña veía- No creo que sea bueno permanecer más tiempo aquí, la atmósfera que se percibe me deprime- Agrego mientras hacia una mueca.
- ¿Y qué más esperabas en un funeral? Es obvio que todo sea así- Le dijo ella sin mirarlo- Me quedare un momento más, ve tranquilo a tu casa, yo estoy bien- Dijo Anzu mientras observaba como Rebecca se levantaba del suelo y se alejaba de allí, desapareciendo de la vista de la ojiazul.
- Si vos lo decís- Dijo él, algo inseguro, mientras se alejaba, junto con Tristán quien la miro preocupado. Por otra parte, Joey empujo a su amigo para que se apurara, el castaño se quejó un poco pero luego le hiso caso y ambos se marcharon. Al parecer los chicos querían dejarle espacio a la joven ojiazul.
Unos pocos minutos después, Anzu suspiro, para luego mirar por última vez su alrededor con una expresión de tristeza, era la hora de irse, ya no tenía nada más que hacer en ese lugar, ya todos se habían ido y el sitio le empezaba a parecer tenebroso. Entonces la ojiazul se dio media vuelta y se fue del cementerio, con la cabeza gacha y la mirada perdida en el suelo, deseando que lo ocurrido solo fuera un mal sueño y que cuando despertara, vería la cara de Yugi, sonriéndole cariñosamente para luego pronunciar su nombre con dulzura.
La joven ojiazul llegó a su casa y se dirigió directamente hacia su habitación, a esa hora no había nadie en su hogar, sus padres estaban trabajando y hasta la noche no regresarían. Anzu entró a su cuarto y se tiró cansada en la cama, mientras tenía la mirada fija en el techo de madera, este se hallaba adornado con pequeñas estrellitas de plástico, pegadas, las cuales brillaban en la oscuridad. Recordaba bien esas figuras, cuando ella tenía unos cinco años, las había colocado con ayuda de sus papás y de Yugi, quien estaba emocionado por verlas resplandecer a la noche. La castaña sonrió tristemente mientras pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, ya no iba a ver nunca más a Yugi y eso le dolía profundamente, Anzu cerró los ojos con intención de detener su llanto e inevitablemente se quedó dormida.
Era un día como ese, no había nubes en el cielo que amenazara con una lluvia y un reconfortante viento soplaba, moviendo suavemente las hojas de los árboles que se hallaban en el hospital. La joven de ojos azules entro a dicho lugar, el cual la invadió con su aroma peculiar, como ya era hora de visita, ella se apuró a encontrarse con su amigo. Lo que la chica más quería en ese momento era brindarle al tricolor su apoyo y ánimos para que siguiera progresando y no se rindiera. La sala donde el chico se encontraba era como tantas otras de ese lugar, pintada de blanco, una cama hacia un lado, una alargada ventana que daba al exterior, adornada con una cortinas de color verde agua y máquinas médicas alrededor del paciente. Entonces Anzu trató de cambiar la expresión de su rostro, no quería que la vieran triste y desesperada, tenía que trasmitirle a Yugi, fe y esperanza, él tenía que salir de ese estado tan crítico en el que se encontraba.
La joven tomó aire antes de entrar y luego abrió lentamente la puerta, su amigo se hallaba durmiendo tranquilamente mientras sostenía entre sus manos el regalo que le había regalado su abuelo, este era un rompecabezas de Egipto y ella se sorprendió de que ya lo hubiera terminado y que ahora este era un triángulo invertido, el cual llevaba una cadena para usarlo como una especie de collar. Entonces la castaña entró y cerró la puerta tras de sí, para luego acercarse a Yugi quien al parecer la había escuchado entrar y este se disponía a abrir despacio sus ojos para luego mirarla a ella.
- Anzu- Dijo el tricolor, casi en un susurro, con una expresión cansada.
- Perdón por despertarte- Dijo Anzu mientras se acercaba a él y se sentaba en la silla que estaba junto la cama de este.
- Me alegro de verte Anzu- Dijo Yugi mientras le sonreía.
- Y a mí a vos- Sonrió- ¿Cómo te sentís hoy?- Dijo ella cambiando el tono de su voz a una preocupada.
Entonces a Yugi se le borró la sonrisa y evitó su mirada, esto a la castaña la hizo preocuparse más, cada vez que lo veía, estaba peor y no había mejoría. En ese momento él estaba muy pálido, se notaba que respiraba con dificultad y ella temía que en cualquier momento sufriera uno de sus ataques de tos, que en muchas ocasiones, tosía sangre. Ella sabía muy bien que él estaba muriendo pero no lo quería aceptar.
- No te preocupes Anzu, estoy bien- La miró y le sonrió ampliamente. Esto a la chica no la tranquilizaba en lo más mínimo pero entendía que el ojivioleta no deseaba hablar de eso.
- Veo que lograste armar el rompecabezas del milenio- Dijo la chica, cambiando rápidamente de tema.
- Sí, mi abuelito se emocionó al verlo- Dijo el tricolor animadamente- Él me dijo que nadie antes lo había logrado, de verdad está orgulloso de mí.
- Seguramente- Le sonrió- ¿Te costó mucho?- Le pregunto ella mientras lo miraba fijamente y le seguía sonriendo pero esta vez, con ternura.
- Sí, bastante pero lo logré-Miro el rompecabezas del milenio- Pensar que hace algunos años lo intente varias veces pero sin lograrlo- Dijo Yugi sonrientemente.
- Me acuerdo que tratabas de armarlo todo el tiempo y que lo llevabas a todas partes. Nunca dejaste de decir que era lo más importante para vos, tu tesoro- Dijo Anzu mientras se acomodaba mejor en la silla.
- Sí, también recuerdo que muchos se burlaban de mí por eso- Dijo Yugi un poco triste al recordar como lo trataban.
- Mejor no pensemos en eso- Dijo rápidamente Anzu- Solo eran unos tontos los que decían eso, a parte ya nos encargamos de ellos, bueno… esos fueron Joey y Tristán quienes fueron a defenderte y les dio su mecido.
- Vos también hiciste lo mismo- Fue lo único de dijo Yugi, ya que estaba teniendo otra vez problemas para respirar y le costaba hablar.
Anzu lo miro detenidamente por un momento, sin creer que su amigo estuviera tan enfermo, pensar que hacía solo unos meses todo estaba bien, no sabía porque a las personas buenas como él siempre le pasaban cosas malas.
- Todo va a estar bien Anzu, no te preocupes- Dijo Yugi para luego sonreírle cálidamente y por ese momento ella le creyó.
En ese momento suena el timbre de la casa, haciendo que Anzu se despertara de golpe, ella no se había dado cuenta que se quedó profundamente dormida. Era obvio que era solo un sueño, lo que tuvo, Yugi ya no estaba con ella y seguía sin aceptarlo. La joven suspira, para luego levantarse, con intención de dirigirse hacia la salida de su casa, pero antes de abandonar por completo su habitación, vio su reflejo en el espejo, haciendo que se detuviera. La ojiazul no puede creer como se veía, su aspecto era deplorable, nunca se vio tan mal, su ropa estaba toda arrugada y su cabello desordenado, a parte se veía pálida, también se sorprendió al comprobar que sus ojos estaban rojos por haber estado llorando y que su rostro estuviera surcado de lágrimas. Como la castaña no quería que la persona que se hallaba esperándola en la entrada de su hogar, se asustara al ver su aspecto, ella se apresuró a peinar un poco su pelo, lavarse la cara y después ir corriendo hacia la salida de su casa.
Al abrir la puerta, la chica se encuentra con el cartero, un hombre que parecía tener casi treinta años, quien llevaba un paquete en una mano y una libreta en la otra. El señor miro a Anzu con curiosidad, al parecer todavía no se veía muy bien, pero por lo menos ya no parecía un alma en pena.
- Disculpe ¿Usted es la señorita Mazaki Anzu?- Preguntó el hombre amablemente.
- Sí, soy yo- Le respondió Anzu en voz baja.
- Le vengo a entregar un paquete- Le da una cajita, la cual ella agarra con cuidada- Y por favor firme, indicando que ya lo recibió- Le extiende la planilla, la cual ella enseguida firma- Gracias, que tenga un buen día- Se despide el cartero, para luego macharse de allí.
Anzu cerró la puerta y se apresuró para ir a su habitación, una vez que entró a esta, se sentó en su cama, para luego abrir tranquilamente el paquete, le resultaba conocida la dirección que estaba escrita en ella y se quedó por un momento pensando dónde la había visto antes. Luego observa con curiosidad la cajita, para después abrirla cuidadosamente, entonces, se sorprendió al ver lo que se trataba, ella no podía creer lo que sus ojos veían, lo que esta contenía era el tesoro de su amigo Yugi. Había una cartita, encima del preciado rompecabezas del milenio, Anzu el tomo, con manos temblorosas, mientras leí la notala cual decía: "Por favor cuídalo bien"-La joven releyó de nuevo la nota, mientras buscaba en este algo más escrito pero sin poder encontrar nada, no podía ser, sin dudas la letra del papel era de Yugi y le extrañaba que solo tuviera escrito esas cuatro simples palabras.
- Yugi…- Dijo la joven en voz baja para que luego sus ojos se nublaran, con deseo de dejar caer gotas saladas sobre su rostro.
Anzu se froto los ojos, no quería llorar más aunque esto le era inevitable, al recibir ese preciado objeto de su amigo, era imposible no acordarse de él y saber cuánto significaba este para él y más sabiendo que se lo había dejado a ella. Entonces la ojiazul suspiro y después concentró su vista en el rompecabezas del milenio, el cual por un momento le pareció que brillaba. Luego agarro aquel objeto triangular entre sus manos, repasando cada detalle con su dedo, no parecía más que un simple adorno raro pero aun así le pareció especial, como había sido su anterior dueño para ella.
Sin pensarlo, Anzu se colgó en su cuello el rompecabezas del milenio, este para su sorpresa no era pesado, como ella se lo había imaginado, después de todo pensó que las gruesas cadenas que lo sostenía iban a resultarle de esa manera. Entonces la joven se acerca al espejo y mira su reflejo, le era extraño verse con ese objeto pero por alguna razón le agradaba, lo sentía reconfortante, por más extraño que pareciera. Se quedó observándose por un rato, hasta que divisa algo raro en lo que mostraba el espejo, era una figura borrosa que se encontraba al lado suyo, entonces Anzu voltea pero no ve nada, mientras una extraña sensación la invade.
- Que raro, me pareció ver a alguien… pero eso es imposible…- Se dijo ella mientras volvía a mirar el espejo- Creo que estoy demasiado cansada y veo cosas.
- Eso explica todo, por un momento pensé que podías verme- Dijo atrás de ella, una voz gruesa y varonil.
Anzu se da unos escalofríos al escuchar eso y cuando se da media vuelta, grita de sorpresa, allí se encontraba un joven de pelo tricolor en punta, quien la miraba fijamente, penetrándola con sus profundos ojos violáceos.
- ¿No me digas que podes verme?- Preguntó el chico sorprendido, ante la expresión de la chica.
- ¿Q- Quién eres y por qué te pareces a Yugi?- Pregunto ella mientras lo observaba detenidamente, el joven ese era casi idéntico a su amigo pero entre ellos notaba una gran diferencia.
- La pregunta aquí es quién se supone que sos vos y porqué logras verme ya que Yugi era el único que lo podía hacer- Dijo el tricolor para que luego todo quedara en silencio y que ambos jóvenes solo se miraran interrogativamente.
Fin del prólogo
¿Qué les pareció? ¿Un poco triste no?
No me maten por matar a Yugi, no tengo nada en contra de él pero esta historia que se me ocurrió es así.
Sé que tengo que actualizar mis otros finc pero para no dejarlos tanto(ya que no sé cuando pueda actualizarlos) les traje este nuevo finc.
Esta historia recien empieza, por favor denlen una oportunidad
Hasta el próximo capítulo!
Besos y abrazos psicológicos n.n
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