N/A: Esta es una nueva historia con la que doy inició. Es un Derek/OC, pero incluirá también otras parejas como Scott/Allison y un poco de Erica/Stiles.
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Disclaimer: Los personajes de Teen Wolf no me pertenecen, sino a Jeff Davis y MTV. Sólo los tomo prestados para darle vida a ésta historia, lo que sí es de mi creación es Ruby Heat, su manada, así como algunos otros que aparecerán a lo largo de la historia.
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Hermosa mordida
Sus cabellos negros caían en su espalda. Miró a la joven a su lado y le dedicó una sonrisa que le animó. La chica de cabello castaño retiró su codo de la puerta en el que se encontraba recargado, dió un suspiró y abrió la puerta para después salir del vehículo. No tardó en ser seguida por la mujer unos años mayor que ella. Ambas de encaminaron hacía la casa a paso lento, no tenían mucha prisa y si de la joven dependiera no llegarían nunca. De hecho, saldría corriendo lo más rápido que sus piernas le permitieran si no fuera porque ya estaba siendo sujetada de la mano.
Amanda Heat, la mujer de largo y ondulado cabello negro miró su reloj de muñeca. Estaban llegando muy a tiempo. Sujetó fuertemente la mano de su hijastra Ruby, por los latidos de su corazón que era capaz de escuchar perfectamente, sabía de su deseo por salir huyendo… Y definitivamente Amanda Heat no lo permitiría. Había sido una decisión muy difícil. Por no decir además, lo complicado que fue convencer a Bastian, el padre de Ruby. A un hombre lobo tan protector como lo era él, resultó una batalla campal convencerlo de hacer un largo viaje, y de ése modo, verse alejado de su cachorrita.
Pero bueno, Ruby Heat ya tenía diecisiete años, y poseía un cuerpo envidiable. Muchas veces había sido ella quién espantaba a los chicos que estaban tras Ruby. Mejor una sutil amenaza de la fémina, que a un Padre-Hombre Lobo-Sobreprotector que se abalanzará hacía la garganta del prospecto. La Madrastra había optado por ser quién llevará a Ruby. Por lo estúpido que se escuchará, juraría que antes de llegar y tocar la puerta, Bastian cargaría a su hija en brazos y saldría corriendo con su velocidad sobrenatural lo más lejos que pudiera.
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Ante la atenta mirada de su madre, Scott McCall deslizó nuevamente el trapo húmedo sobre la madera de caoba. El lobo suspiró ¿Qué tan limpio quería que quedara? Su lobo interior comenzaba a quejarse, y tragó saliva antes de suplicar nuevamente a Melissa.
—Mamá, ¿Podemos terminar aquí? Ya estoy realmente cansado.
Scott levantó su mirada y observó atentamente a su progenitora. No sabía si eran debido a sus sentidos de lobo, ¿o ver fuego en los ojos de su madre era sólo la imaginación que le jugaba una broma? Una sonrisa apareció en los labios de Melissa, pero Scott lograba percibir un ligero enfado en el ambiente. La mujer colocó con delicadeza la almohada sobre la blanca sábana con la que recién había tendido la cama, para finalmente dirigir la mirada a su hijo.
—Vamos, Scott. Un poco más, ya casi terminas —Melissa colocó sus brazos en la cintura—. Quiero esta habitación reluciente.
Scott volvió a su tarea de limpieza a la vez que recordaba su martirio. Todo había comenzado veinticuatro horas atrás cuando su madre había recibo la llamada de un pariente "Mi Prima Amanda…" le dijo en un susurró, pero evidentemente emocionada. Su madre no la había visto en los últimos cinco años, desde que ahora la señora Heat la invitó a su boda en San Francisco. Lo único bueno de haberla acompañado fue no asistir a clases. Pero aún no lograba entender como su madre se había ofrecido a aquello.
Cuando la tal Amanda le pidió ayuda para buscar un pequeño departamento en la ciudad diciendo que se iría junto a su esposo en una segunda luna de miel, y tenían pensado enviar a Ruby, la hija de su esposo a estudiar a Beacon Hills; Scott casi se ahoga con su jugo de naranja cuando Melissa le ofrece hospedaje a la muchacha. Y la cosa había empeorado aún más. Tenían veinticuatro horas para preparar una decente habitación de huéspedes. El timbre de la casa sacó de sus pensamientos al lobo, y el gritó de emoción de su madre también había tenido mucho que ver. Melissa caminaba escaleras abajo, incluso demasiado rápido para una humana. Scott observó la hora en su celular, marcaba poco más de las cuatro.
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Ruby golpeó por segunda vez la puerta. Mordió impaciente su labio inferior, algo raro en ella, la paciencia era una de sus virtudes. Se giró hacía Amanda y dudosa decidió hablar.
—No hay nadie. Vámonos ya. Tal vez aún podamos comprar un boleto de avión para mí —fue imposible para Ruby moverse, Amanda todavía sujetaba su mano—. Por favor… no quiero quedarme aquí.
Al escuchar el temor en su voz, Amanda la observó a los ojos.
—Sé que tienes miedo, cariño. Pero no puedes venir con nosotros. Tu padre y yo estaremos ocupados buscando a ésas personas —sujetó el mentón de la joven, haciendo que esta última la mirara—. Si algo llega a pasar, no podremos protegerte.
—¿Y crees que algo no llegará a pasar aquí? —Amanda alejó su mano. Ruby no poseía un súper oído como su padre, pero aun así notó la preocupación de su ahora madre—. ¿Esta búsqueda realmente vale la pena? ¿En serio crees que hay otras personas como yo? Soy un mito… —Ruby desvió su mirada al decir aquello, pero al instante volvió a mirar a su madre—. Una leyenda escrita en un libro… Un cuento que Papi o Mami lobo cuenta a su hijo antes de dormir. Una criatura que se esconde y oculta para sobrevivir. Pero no quiero sobrevivir, Mamá… lo que quiero es vivir. Quiero una vida normal. Quiero ir a la escuela, una cita para el baile, un novio, tener el sueño de casarme, comprar una casa, tener hijos. Pero en lugar de eso viajo de ciudad en ciudad, de estado en estado escapando de cazadores y hombres lobo.
—Haz tenido un novio —le recordó Amanda.
—Sí, un novio que fue asesinado por un Alfa —la castaña reflejo tristeza en sus ojos y despreció en su voz—. Pero sabes, realmente no me sorprende. Todos los que están alrededor de mi terminan muertos. Los abuelos están muertos. Mamá está muerta —cerró su puño con furia—. Y lo peor es que ni siquiera los conocí —suspiró—. A veces pienso que es mejor dejarme atrapar. Los cazadores me matarían, y yo me mataría antes de ser mordida por un Alfa.
Amanda rodó los ojos y Ruby captó perfectamente esa acción.
—Otra vez con esa tonta regla…
—No es una tonta regla —se apresuró a responderle Ruby—. "Morir antes que unirnos a ellos" eso es lo que me dijo mi padre. Igual que mi abuelo se lo dijo a él por sí algún día nacía alguien como yo ¡Y aquí estoy! Y créeme que voy a cumplir con esa regla.
Amanda Heat se cruzó los brazos al pecho, dispuesta a darle una lección a su hija.
—Todavía no sabes lo que eso significa ¿Verdad? —la mujer mayor rió para ella misma—. Tan sólo tengo cinco años a tu lado y parece que lo he comprendido antes que tú —Amanda suspiró—. Bastian quería que tú lo descubrieras por ti sola, pero voy a ilustrarte Ruby. Para empezar… "Morir antes que unirnos a ellos" tiene un significado muy distinto al que tú piensas —Ruby la miró confundida—. Tu abuelo Gabriel y tu padre no te están diciendo que te suicides si te logra atrapar un Alfa. Lo que tratan de decir con esa frase… es que luches Ruby. Eres humana pero tienes un don muy especial que solamente puedes usar durante la noche de luna llena. Si te muerden sigue luchando. Si te logra atrapar un cazador luchas para escapar de él —Ruby ladeó su cabeza aún más confusa—. Cuando muerdes a alguien le obsequias habilidades. Ellos forman parte de ti y tú de ellos —Amanda se acercó a Ruby para tomar su rostro entre sus manos—. Que no vayas a crear asesinos. Que tu don lo obsequies a personas buenas y fuertes que se conviertan en depredadores, en cazadores… en protectores. Que se protejan entre ellos y que protejan a las personas que los rodean. Eso es lo que ellos trataban de decir… y lo estas asciendo muy bien hasta ahora. Ian, Niara y yo somos pruebas vivientes de eso.
—Pero yo no… —Amanda la calló colocando su dedo índice en sus labios. Ruby se vio obligada a callar al sentir el frió dedo de la madrastra sobre sus rosados labios.
—Es cierto que cazadores y hombres Lobo están buscándote. Te quieren por esa hermosa mordida que tú posees. Cazadores quieren eliminarte por considerarte un peligro para los humanos —nuevamente Amanda deslizó tiernamente su mano derecha sobre la mejilla de la joven, Ruby pensó lo bien que se sentía aquella caricia, un gesto de cariño que se había vuelto muy común entre ellas. Era verdad que había perdido a su madre, pero Amanda era lo más cercano a una—. Eres hija de un Hombre Lobo, pero que hayas nacido de una humana no les parece suficiente para considerarte humana también —Amanda tomó aire para continuar hablando—. Y los hombres lobo te buscan para que estés de su lado. Sólo querrán usar tu mordida para aumentar y volver más fuerte a su manada. Pero ten en cuenta que no todos son iguales, no todos comparten el gusto por hacer de los humanos su fuente alimento.
Ruby Heat asintió ante las palabras dichas por su madre. Desde pequeña Ruby sabía lo que era su padre… un hombre lobo. Pero no eran iguales. Ella no heredó la curación. Ni siquiera su súper oído o su olfato. Era completamente humana, a no ser por un detalle, una habilidad que sólo podía usar en luna llena. Existía algo que Ruby podía hacer al igual que él. La mordida. Sebastian Heat era un padre muy protector, pero eso no evitaría que tarde o temprano alguien se acercara demasiado y pudiera herirla. Después de todo era humana. Una herida que en su padre tarda minutos u horas en sanar, en ella tardaría semanas.
Ruby recordaba muy bien aquellos entrenamientos, algunos habían terminado con una muñeca fracturada, otro con una costilla rota o un tobillo dislocado. Estaba tan sumida en sus recuerdos que ni siquiera se había dado cuenta de que ya era abrazada por Amanda. En lugar de eso se sumergía nuevamente en su memoria invocando el recuerdo de su padre frente a ella, alejado diez metros sino es que más. Él le sonreía triunfante, como si encontrará un tesoro después de haber estado años buscándolo. "Imagina... Soy un Alfa…" le había dicho "…estoy aquí por ti. Mataré a tu madre y a tu padre. A tus nuevos amigos… y a tu chico" Él había sonreído aún más al decir aquello "No me gusta que otro macho huela a mi hembra" Ruby estaba segura de que aquellas palabras no podían salir de un ser vivo. Su idea cambió seis meses atrás cuando un Alfa mató a su novio Owen.
—Aquí viene… —le había susurrado Amanda al oído, para después separarse. Podía captar el olor del perfume incluso del otro lado de la puerta.
Ruby se giró nuevamente hacía la entrada de la casa. Se limpió unas lágrimas que se asomaban en sus ojos. La puerta se abrió y Amanda abrazó alegremente a aquella mujer a la que llamó Melissa.
