Hetalia y todos sus personajes pertenecen a Himaruya Hidecaz.
L-H pertenece a la comunidad latinohetaliana.
PRIMERA PARTE: DOS SOLITARIOS SE CONOCEN.
Era la fiesta de cumpleaños de Matthew y de Alfred. Muchos olvidaban que los gemelos habían nacido el mismo día, básicamente porque uno de los dos era prácticamente invisible.
Cómo tenían 21 años, celebrarían como lo hacen los chicos grandes, arrendaron un local en Ibiza y mandaron invitación a todos sus amigos.
A la fiesta llegaron los chicos, que eran un poco mayores, algunos no tanto, otros eran menores que ellos y algunos ni les caían tan bien, pero fiesta es fiesta, e incluso a quienes no nos caen bien hay que invitarles. Según Alfred, no había estrategia más poderosa - Mantén cerca de quienes desconfíes, lo más cerca que puedas. -
Todo estaba bien, hasta que Matt desapareció de verdad de la fiesta, y nadie lo hubiera notado si es que Alfred no hubiera comenzado a gritar el nombre de su hermano, buscándolo como un verdadero loco por todas partes.
― Oh ma petite Matthew... Tú tranquilo, cuando llegue, apagamos las velitas ― lo tranquilizó Francis siendo amable ― ¿Ya revisaste tu teléfono?
― Eh... ― Lo sacó de su bolsillo del pantalón ― Oh-oh... It's not possible.
― ¿Qué te pasa ahora? ― Arthur se preocupó sinceramente.
― Ya sé dónde está Matt... ― Los cercanos los quedaron mirando confundidos ― ¡Y viene con nuestras primas!
― ¡EXCELENTE! Chicas que vengan a alabar a mi grandiosa persona ― Comenzó a hacer poses de fisicoculturista, el más blanco de todos.
― Sí, sí, sí. Como si eso fuera posible...― Elizabetha sonrió ― ¡Sí, más chicas para esta fiesta que parece el club de tobby!
― Que suerte que puedan conocerme... Marcará un antes y un después en sus vidas...
― Créeme, lo hará ― La chica a su lado suspiró cansada de intentar lidiar con su ego sobre-exaltado. Después de todo, estaba acostumbrada a Él.
― Girls? ― Arthur sonrió con un tic en la ceja ― ¿No son tus primas las niñitas pequeñas que son salvajes por naturaleza?
― Yes, they're... ― Alfred suspiró.
Al rato después apareció Matt. Iba tomado del brazo de dos chicas parecidas y muy hermosas. En las mesas aledañas, todos miraban curiosos ¿Cómo serían las primas de los gemelos? Ellas no se veían en absoluto como niñas, parecían bastante "maduritas", es más, no podían ser niñas... Veían a lo lejos como ellas saludaban al otro gringo y luego se sentaban en una mesa aparte, convenientemente lejos de la "mesa problemática", osea muy cerca no estaban de los lobos... Según Alfred.
― ¿Y si vamos a saludar? ― Francis tomó su copa y se levantó.
― ¡Amigo! Esa es una idea asombrosa, como yo, claro ― Gilbert, al contrario, dejó la jarra de cerveza sobre la mesa.
― A veces hay que ser sociable...― Antonio se levantó, pero fue tomado del brazo.
― ¡Oye hijo de $$%! ¿Qué hay con Bel? ― Lovino levantó una ceja.
― ¡Somos grandes amigos! ― Antonio tiró de la mano del napolitano ― ¿Te vienes?
― No me lo perdería, estúpido ― Dijo riendo al mismo tiempo.
― ¡Oye inglés! ¿No vienes, mon amour? ― Francis sonrió burlonamente ― Digo... como las encuentras niñitas... No sé si quieras...
― Get out! Ya váyanse de una puta vez y déjenme solo, malditos pervertidos, depravados... ― Se sonrojó... Él quería ir con ellos, pero no iba a tragarse su orgullo por unas piernas.
Vio que rápidamente la junta de los chicos con las muchachas hizo popular a la mesa, y se juntaron más mesas y sillas alrededor de esa. Él, como el solitario cascarrabias y orgulloso que solía ser, no se movió siquiera un poco. No. Mantendría su decisión hasta el final.
Entre trago y trago, comenzó a echarle la culpa a Alfred, él había dicho que sus primas pequeñas eran un dolor en el trasero, que eran unas niñitas que se peleaban por todos sus juguetes. Estaba claro que ni siquiera se las imaginó como adolescentes, ¡Menos como jovencitas de su misma edad! Hablando del rey de Roma, el burro se asoma. Alfred venía a sentarse a su lado.
― Por eso te dije que son unas niñitas...
― No les veo la infancia ― Levantó una ceja.
― ¿Infancia? Oh no, claro que no... Creo que algunas son solo un año menor que Matt y yo... Hablo de su inmadurez ― Claro... La sartén reparando el poto de la olla ―... Suelen pelear por cosas tontas ― Claro que él no hace eso, es el héroe ― Esos juguetes, esos maquillajes... Matt se dejará hacer lo que sea en la cabeza o en la cara ¡Pero el héroe jamás!
― Sólo detestas a tus primas... but, they are not a little girls ― Le llamó otra vez la atención "¡Hijo de tu madre a medias con tu padre! ¡¿Por qué no las presentaste antes?!"
― Además míralas... ¡Son hermosas! ― Las apuntó ― Son unas bellezas desde que éramos niños ¡Todos las miran! ¿Sabes lo difícil que es tener que cuidar de ellas?
― ¡Al! ― Matt llegó corriendo acompañado por una chica silenciosa.
― ¿Qué pasó ahora? ― El gringo frunció el ceño.
― María Miranda desapareció con el francés... ― Dijo de una sola vez.
― WHATS?! ― Alfred se levantó de golpe, jalando a su hermano y olvidando a la chica ― ¡Arthur cuida de ella, a ti si te tengo confianza!
― ¿Eh...? ― El rubio suspiró al verlos desaparecer...
La chica vio la mesa, habían varias copas, varias jarras de cerveza y botellas no abiertas... Tomó una de las cervezas cerradas que creía haber visto beber a Gilbert en alguna otra oportunidad y con sus llaves, la abrió. Luego se sentó a su lateral y comenzó a beber despacio.
― Al fin una buena cerveza... ― Dijo para deleite del inglés, quien estaba aburrido de estar solo ― ¡Tienes buen gusto!
― It is not mine... Es de un... no, amigo mío no es.. ¿Conocido? ― Preguntó, teniendo un conflicto consigo mismo, causando la risita de la chica ― ¿Qué es tan gracioso?
― Supongo que tú. Yo soy Manuela Gonzales, media prima de los gemelos ¿Quién eres tú?
― Ar-Arthur Kirkland... ― Tartamudeó sin querer, tomando un poco de vodka de un vaso que no era suyo, probablemente había sido del ruso... probablemente.
― Eh... ¿Cuántos años tienes? Yo tengo 19, por si te interesa saber.
― ¿Una mujer revelando su edad? Vaya señorita, que valiente ― Ocultó su asombro a la juventud de ella, tras aquella ironía ― Yo tengo 22, pero cumpliré 23.
― Eh... eres mayor. Casi no se te nota... ― Sólo ignoró sus comentarios. Luego ambos miraron la mesa de las chicas y suspiraron al mismo tiempo ― Ellas siempre son muy escandalosas... María Miranda, María Catalina, Rosaura, Daniela... Sebastiana, creo que es la más cuerda de nosotras, pero ¿Sabes? Ya se desapareció con un tal Vincent por el balcón... Agradezco que esos sujetos no estén aquí.
― ¿Sujetos? ¿Qué sujetos? ― Estaba interesado en eso. No le quitó los ojos de encima mientras bebía de otro vaso de por allí... ¿Vino?
― Martín, Luciano, Francisco y Miguel ― La chica se abanicó con la mano ― Aunque realmente pocos somos familia de verdad... ¿Crees que Alfred es sobre-protector? Espera a que conozcas a nuestros primos latinoamericanos. Además... Miguel es el hermano mayor de Rosa, y Francisco es el hermano de María Miranda y Catalina, si, ellas son hermanas. Luciano cuida siempre de Sebastiana y Daniela, que son primas de Martín.
―jjejejej Hablas de todos, pero te evitas... ¿Quien se supone que debe cuidarte? ― Manuela hablaba mucho, pero era la ocación... Solía ser más callada en la vida "Real".
― No estoy sola, si pretendes algo... ― Le miró de reojo con suspicacia.
― Hey darling, no es eso.
― A mí, me cuidan todos... Pero a la vez ninguno ― Sonrió con malicia ¿Era ésta una forma masoquista de aparentar algo que no era así? Susurró lo último con un deje de tristeza en su voz ― Debido a que soy... un poquito diferente de ellos.
― ¿Te gusta esta fiesta? ― Él ignoró aquella última parte.
― No, en absoluto ¿A ti?
― Para nada... ¿Salgamos?
― Conozco un Pub cerca de aquí, ¿Vamos?
― Después de usted... Lady.
Ambos se levantaron. Ella se dio cuenta mejor que el chico era, bastante más alto de lo que pensaba... Era al menos un pelo más bajo que Alfred. Delgado, eso sí, mucho más delgado que Al y Matt, es que... Alfred tenía mucho "músculo", y por otro lado, Matthew era un deportista silencioso. Arthur no es que fuera enclenque, es que tenía una complexión diferente, delgado sí, pero aún mucho más robusto que Miguel. Además de verdad era rubio, un poco más dorado que Matt... Inmediatamente le gustó su cabello, para ella, era como el sol. Su piel como la leche. Por estar distraída, se quedó atrás, él se detuvo y le tendió la mano... Unas manos grandes, de dedos delgados y con una perfecta higiene.
Si le daba la mano y se dejaba guiar, el lobo podría comer esa noche.
Si rechazaba su mano... Estaría a salvo, segura, protegida por la sombra de Martín, de Luciano y Miguel... Siempre bajo la mirada de Francisco y las chicas.
A veces basta sólo un segundo para decidir qué vida quieres...
"Lo siento Martín..."
Tomó con seguridad su mano... cálida, increíblemente cálida. Él sonrió y caminó delante de ella, guiándola, sacándola del lugar.
― Mira, mira... ― Rosaura le pegó un codazo en las costillas a Daniela, una de las menores del grupo ― ¡Voy a llamar a Miguel! Sabía que no debía confiar en ella... Martín tiene que saberlo.
― Mi primo arruinará el cumpleaños de los gemelos... ¿De verdad quieres traerlo? ― La morena con dos trenzas miró mejor la escena.
― Pero Manuela... ― Reclamó Rosa. ― No es justo que hace poco haya estado llorando y negándose a venir ¿Y luego esto?
― No estaba llorando ― Daniela le interrumpió ― Hablas por hablar, ninguna de nosotras la ha visto llorar ¿O si?
― ¡Rosaura tiene razón! ― Catalina se pegó al español ― No es la única que puede desaparecer por ahí ¿Sabes?
― ¿Quieres salir? ― Le preguntó el español sonriendo.
― Claro macho, llévame donde quieras ― Ambos se fueron.
― ¿Y usted pequeña dama? ― Lovino se fijó en Daniela ― Señorita... ¿Dónde quiere ir?
― ¿Dónde me quiere llevar? ― Preguntó tomando su mano y yéndose ambos.
― E-eh... yo... ― el italiano parecía confundido ― Descubramoslo juntos.
― No puedo ofrecerle el sacarla a dar un paseo... ¿Pero puedo ofrecerle Vodka? ― Un alto, alto, alto, altísimo chico rubio plata le ofreció un vaso.
― Eh... ya qué... ― Tomó el vaso. Ella es menor de edad. Darle alcohol a una niña menor de edad está mal... Tiene sólo 17... Pero no lo aparenta... ¡Pero que no lo aparente no significa que esté bien! Sigue siendo menor... EH... ¡Que es menor!
Arthur se sentía como un abusador... Ella era como tres o cuatro años menor que él... ¿Qué iba a hacer? Alfred dijo que la cuidara... Lo está haciendo. De una forma bastante extraña si le preguntan... Está sacándola del recinto con él, para meterla en otro recinto en donde posiblemente haya más tipos, y peligros...
La chica de verdad se ve joven, si no le hubiera dicho que tiene 19, él le hubiera calculado 16 o 17. Es tan guapa que no entiende bien por qué estaba sola y un poco alejada de todos. La vio hablar con Gilbert, mientras Ludwig se sonrojaba cada vez que ella rozaba su mano. Así que era eso... Lud, el alemán frío, la conocía de antes junto con Gilbert, por lo que ella le contaba... Al parecer el rubio y ella tenían ciertos choques en el sentido amoroso de las cosas.
Vestía jeans ajustados, desde las caderas hasta los tobillos, unas zapatillas converse rojas. Un sweater rosa de cuello alto y una chaqueta deportiva. Su cabello atado en una coleta alta, sus dedos pequeños, su mano suave, notaba los pequeños callos que se forman en la mano derecha, diestra... Escribía mucho. No llevaba anillos ni pulseras... Entonces era soltera y no tenía compromiso. Tampoco collares. Lo único que tenía, eran unos aros de acero quirúrgico en forma de rosas.
― ¡Cuidado! ― La tomó y la apegó así, protegiéndola entre sus brazos ― ¿Te encuentras bien?
Ella le mira hacia arriba. Su lentitud casi le cuesta el atropello de una bicicleta. Pero daría igual, no sucedió porque Él la protegió, la quitó del camino y la mantuvo entre sus brazos. Luego la separó, la vergüenza pudo más, y le dio la espalda... También soltó su mano.
Manuela se preguntaba si estaba bien lo que estaba haciendo... Martín le propuso matrimonio hace unas horas. Ella quedó en pensarlo... Pero si hasta hace poco rechazaba la idea, hace unas horas, pensaba aceptar ser su novia... Ahora no estaba segura.
Una cosa importante había sucedido esa noche: Se había encontrado con Ludwig.
Martín siempre la había respetado. Ella le pidió que no tuvieran una relación, y así era. Conversaban, se preguntaban cosas, él jamás la besó a la fuerza, sólo la abrazaba como si su vida se fuera en ello. Sabía que quería mucho más que un abrazo, o un beso, o lo que ella pudiera darle.
Martín quería su corazón.
Ella podría darle todo, sus besos, su cuerpo, todo... Pero nunca podría darle su corazón.
No amaba a Martín, pero aún así aceptaría ser su novia, en unos años más aceptaría casarse con él. Tendría la vida que todos ya pronosticaban para él y para ella... Al cabo de unos años tendrían hijos, y luego ella se preocuparía de los niños, y luego envejecerian juntos como los mejores amigos... Y al final de su vida Martín se daría cuenta que jamás lo amó.
Y le rompería el corazón... Todo siempre llevaba a este punto.
Este punto en dónde todos habían intervenido hace unos años, alejando al alemán, e imponiendo aquella vida en dónde se veía arrojada a los brazos de Martín, no parecía tener salida, si pudiera amarle sería diferente, y por más que intentaba hacerlo, no podía. Sabía muy bien que el intentarlo, había causado que él terminara pensando que "ambos" se querían tanto como para compartir el resto de sus vidas.
Quería escapar de aquello... Una salida que no costara el enfrentamiento, simplemente huir.
― ¿De qué más puedes salvarme? ― Preguntó ella sumamente distraída de la realidad.
Arthur se detuvo. El sol estaba descendiendo. La oscuridad palideció el rostro de la chica y parecía que sus ojos brillaban aún más. Era la luna, nada más que la luna que brillaba frente él. Y sentía que quería robársela. Sentía que por alguna razón, ella se iría de su lado.
― De lo que quieras escapar ― Contestó clavando su verde mirada en sus achocolatados ojos.
― Quiero escapar de todo... ― Avanzó hacia él un paso ― ¿Puedes salvarme de todo?
El rubio frunció el ceño, algo bastante habitual en él ¿Cuanto había bebido aquella mujer? Bueno, no es como que él hubiera bebido poco, pero si aún tenía un deje de cordura, se preguntaba si eso estaba bien... Si, un deje de cordura, porque no estaba reflexionando. Era un hombre que conocía a una chica hace menos de una hora ¿Qué podía pasar?
― Escapemos ― Propuso él.
A la expectativa de una vida en circulos...
Reino Inquieto.
