Maledicencia.

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¿Y si alguna le vez le hubiese dicho, siempre?

Bueno, quizás, inclusive así sería imposible olvidarle.

Pero él lo dijo sin anestesia. Nunca. Y le heló con aquéllos témpanos que llevaba por ojos, quién pudiera no sucumbir a su merced por más que tratase. Y encima le acompañó con esas otras palabras que provocaban que casi muriera.

Para Tala era muy fácil decirle nunca, y Jurgen sabía que lo cumpliría, para Tala nada importaba más que Boris. Y pese a tener millones de cosas mucho más importantes, mucho más divertidas, mucho más interesantes que hacer. Jurgen no podía evitar la helada presión de aquéllos ojos.

―Nunca lo haré, Jurgen. ―pero no podía evitar maldecir a los cuatro vientos el ser tan estúpido y haberlo dicho en voz alta…

―Mi amor por ti será absoluto, hasta el punto que no tenga que decirlo… ―repitió el peli-violáceo. Si llegaba a salir del campeonato, le buscaría. Y dejaría de maldecir el ser su enemigo.