Es hermoso cuando el cielo es azul blanquecino, cuando el Sol es dorado; es tan hermoso el rocío que cae desde las hojas de los árboles más altos e ilumina la hierba con destellos plateados, es todo tan majestuoso y espléndido; sin embargo; ella es aún mejor que todo eso.

Era tan feliz cuando la veía y ella me sonreía y plasmaba aquella sonrisa en el papel de mi Manga; sus ojos negros y aquellas 2 colitas que sobresalían de su preciosa cabeza siempre alborotada.

Hacía bastante tiempo no era nadie ó más bien dicho: era como cualquiera. No tenía un rumbo fijo y vivía cada minuto como el último. Las calles eran su hogar, el asiento de su motocicleta una improvisada cama; todo lo que lo rodeaba era pasajero, efímero, fugaz. Pero entonces, cuando llegó a pensar que la vida no valía para nada, la encontró.

Fue todo muy repentino; él se encontraba en un callejón como era su costumbre; entre la oscuridad y el vacío que parecían desinhibirlo y darle un poco de tranquilidad a sus aflicciones, cuando de pronto vio a una chica tendida en el suelo y frente a ella un puñado de bravucones que, si no hubiesen tenido una expresión de completa estupidez en la cara, habrían pasado como miembros de la Yakuza.

No era su costumbre ayudar a las personas y hubiera dejado que los malhechores hiciesen de las suyas, de no haber sido porque la asustada joven volteó y sus ojos quedaron uno con el otro. Harima nunca había visto aquel brillo en las pupilas de una persona, aquel hálito de esperanza y miedo que proyectaban eran conmovedores y también hermosos. Durante un segundo, olvidó dónde se encontraba; solo estaban él y aquella chica en aquel callejón, atrapados en una mirada que él anhelaba fuera eterna.

Pero entonces; un silbido lo sacó de su estupefacción y apenas si tuvo tiempo para esquivar un sendo golpe que el Jefe de la pandilla intentó propinarle.

Harima abrió los ojos por fin; su existencia era miserable, no tenía nada, a nadie; no tenía esperanzas ni fe, solo autocompasión por sí mismo. Y a pesar de todo eso; los ojos de esa chica habían logrado hacer que se viera sí mismo y también le habían hecho comprender que podía acabar con ese sufrimiento que roía su alma.

Con lágrimas en los ojos, encaró a la pandilla entera. Ese día; en esa pelea, liberó su espíritu de todas las ataduras que tenía sobre sí; no sintió dolor, sino felicidad. Y con el último golpe con el que derribó al último hombre, se prometió que ese sería el principio de una vida nueva.

Con toda la delicadeza que le permitían sus rudas manos, cargo a su salvadora y la llevó hasta su casa.

Pero ella no me ama- suspiró con resignación- ella vive y respira por Karasuma y yo ya no tengo oportunidad.

Los meses habían pasado desde aquel día y ahora, tras meses y meses de espera; no le cabía la menor duda de los sentimientos de Tenma.

Alguien tocó la puerta.

El se dirigió a abrirla, quizás fuera alguien que se había perdido, pues no solía recibir visitas. Afuera estaba lloviendo; descorrió el seguro y giró el pomo del portón. Grande fue su sorpresa al ver a la figura que se perfilaba en la noche…