Capítulo 14
El Lord del Pandemonium
Nada podía ser visto en aquél sitio. Era oscuro y no se distinguía absolutamente nada en él, más que una oscuridad opresora, insondable e imperecedera. El alcance de ese negro abismo no se podía atisbar y no había nadie allí para intentarlo.
Hasta que de la nada una brillante línea amarilla e irregular se fue abriendo camino entre la oscuridad, como flotando en ella. Sin embargo, lo que más se podía recalcar de ésta línea en el medio de la oscura nada eran los dos individuos que transitaban por ella a la carrera a gran velocidad. Uno tenía el cabello corto y de color naranja, y estaba vestido de negro, con una enorme espada en la espalda. El otro iba por detrás con cara de pocos amigos. Vestía todo de rojo y tenía el cabello larguísimo y plateado, y por añadidura orejas de perro le coronaban la cabeza. Llevaba una espada simple con su funda bien sujeta en la cintura.
Ichigo e Inuyasha corrían sobre la línea de luz que el primero había hecho aparecer debajo de ellos apenas entraron en las profundidades del Meidou. Se habían llevado el susto de sus vidas cuando, llenos del amor y cariño de los suyos, se habían despedido de ellos y saltado al Meidou desde el suelo y sin una mirada atrás. Entraron al oscuro interior de aquella esfera y casi se caen literalmente, pues el Meidou que los llevaría "a donde deberían ir" no tenía un suelo a la vista. Ichigo rápidamente conjuró con su Reiatsu una delgada plataforma de luz como había hecho para atravesar la Garganta aquella vez que fue a Hueco Mundo a buscar a Orihime. Luego de superar el susto inicial echaron a correr, e Inuyasha vio que la línea de luz crecía hacia adelante a medida que avanzaban.
—Quita ya esa cara, Inuyasha —le dijo Ichigo con una sonrisa de suficiencia.
—¡Keh!
—No es tu culpa no saber cómo usar tu Youki para cosas como ésta.
—Me pregunto si será así… —murmuró Inuyasha.
—¿Qué?
—Mira, a mí me importa una mierda…
—Lo que digas.
Ichigo sonrió contento mientras avanzaba por delante de Inuyasha para poder seguir creando la plataforma. Decidió no decirle jamás a Inuyasha que otros Shinigami podían crear otras, ni que eran mucho mejores que la suya.
A medida que avanzaban también daban saltos con frecuencia, pues a pesar de haber podido crear un camino estable para poder cruzarlo, éste estaba lleno de cortes y huecos por los que ni el mejor atleta humano podría saltar, pero por los que Ichigo e Inuyasha saltaban casi con ojos cerrados. Tampoco decían palabra sobre la presión que sentían sobre ellos y que hacía su carrera aún más complicada. Ichigo e Inuyasha la habían sentido desde el primer momento en que se metieron al Meidou. Era como si llevaran encima muchísimo peso, y que cada milímetro de sus cuerpos debía cargarlo. Pero ninguno mencionó nada a su compañero por puro orgullo.
Ya llevaban un buen rato corriendo en la oscura nada qué sólo podía atravesarse con el suelo hecho de reiatsu, cuando de pronto salieron disparados hacia el exterior de aquél lugar. Cayeron en un sitio cálido, en una noche iluminada por la luna.
—Bien, llegamos —dijo Ichigo levantándose, ya que tanto él como Inuyasha habían caído al suelo al salir del Meidou.
Inuyasha se levantó también. Él e Ichigo giraron para mirar atrás y ver justo a tiempo que el Meidou por el que llegaron se cerraba y desparecía en el aire.
—¿Así es como funciona el Meidou entonces? —se preguntó Inuyasha, tomando su espada con todo y funda y mirándola fijamente.
—Al parecer llegamos sin problemas —dijo Ichigo.
—Ahora debemos encontrar a esos bastardos —dijo Inuyasha mirando alrededor y colocando a Tessaiga en su cinto otra vez.
—Si.
Miraron alrededor, tratando de reconocer dónde estaban.
—Al parecer esto es asfalto —observó Ichigo.
—¿Asfalto?
—El piso plano y largo que tienes debajo.
—Ah, sí. No estoy acostumbrado a él.
—Entonces no estamos en la era Sengoku —continuó Ichigo, viendo postes de luz cercanos que iluminaban aquél lugar.
—Eso parece.
Estaban en una calle de asfalto con un muro a la derecha y al final, en una curva frente a ellos estaba una entrada de casa antigua de Japón. Escudriñaron en derredor con la mirada. No sentían a Aizen ni a Naraku cerca. ¿Estaban donde deberían estar? ¿Era esa la época y el lugar correctos? Se suponía que la nueva Tessaiga los llevaría al sitio correcto.
Comenzaron a caminar hacia el frente. A Inuyasha le llegaron inmediatamente los inconfundibles olores de Youkai cercanos. ¿Seguían existiendo en esa era, fuera cual fuera? Ichigo e Inuyasha miraban a su alrededor con cautela, e Inuyasha notó que Ichigo también sentía el Youki de los Youkai cercanos. El olor de algunos los delató, e Inuyasha reconoció así a varios. Sabía que estaban cerca, y de paso juntos sin atacarse ni nada como eso. Hasta su nariz también le llegó el olor del sake. Esos Youkai estaban celebrando algo.
Al avanzar hacia la casa ambos miraban la puerta. Sabían por el olor y el Youki que allí estaban los Youkai que sentían, más no Aizen ni Naraku, pues no sentían en absoluto sus ominosas presencias características.
—Creo que no nos queda otra.
Avanzaron a la casa resueltamente y los olores y Youki crecían a medida que lo hacían. Eran muchos y varios de ellos eran bastante respetables. En especial dos. Llegaron a la entrada compuesta por dos puertas de madera, e Ichigo levantó una mano para tocar pero… Inuyasha la tumbó de un puñetazo.
—. . .
—¿Ah?
Inuyasha no entendía la mirada de rabia en Ichigo, que resemblaba tanto a Kagome cuando quería hacerle saber a Inuyasha que la había regado, sin gritarle. Sin poderlo evitar un escalofrío subió por su espina.
—Bueno, ya está hecho —trató de excusarse, adivinando la razón de la bronca de Ichigo.
—Para ti todo es fácil ¿no?
Antes que Inuyasha pudiera replicarle, dos Youkai habían salido del interior del edificio principal de la casa, que ahora podían apreciar a través de la entrada destruida. Pasando por un gran patio principal, al fondo estaba una casa japonesa antigua, muy parecida a la de los Yakuza en las películas. Detrás de esos dos primeros Youkai salieron muchos otros más.
—¿Qué rayos creen que hacen, intrusos?
Inuyasha e Ichigo miraron al que les gritó. Se trataba de un Youkai vestido con un kimono japonés verde claro y con una bufanda negra al cuello; tenía el cabello rubio y podían decir que su cabeza flotaba un poco por encima de donde debería estar su cuello. A su lado estaba otro, de largo cabello negro, vestido como un monje y que hasta tenía un báculo. Y ambos miraban con rabia a Inuyasha e Ichigo, que seguían parados en la puerta.
—¿Cómo se atreven a invadir la casa del Clan Nura? ¿De qué facción son?
—¿Clan qué…?
Tanto Ichigo como Inuyasha estaban desconcertados y se miraron curiosos, preguntándose el uno si el otro sabía lo que el Youkai rubio había dicho. Uno le respondió al otro con la misma mirada de ignorancia.
—¿No lo saben…? ¿Y cómo es que se atrevieron a atacarnos? —se escandalizó el Youkai rubio de cabeza flotante.
—Bueno, la puerta estaba en medio —explicó Inuyasha rascándose la cabeza.
—¡Sabía que eso no sería buena idea, mierda! —le recriminó Ichigo a Inuyasha golpeándolo en la coronilla.
—¡Ya está hecho! ¿Qué más da ahora?
—¡Era innecesario, maldita sea!
—Sí, pero…
Los Youkai que habían salido de la casa observaban incrédulos a esos dos tipos reñir. No les sorprendían sus pintas en extremo estrafalarias, sino el Youki de uno y el Reiatsu del otro. Sabían que de esos dos chicos uno era un Hanyou y el otro un Shinigami.
—¡Si no van a responder, aténganse a las consecuencias! —gritó el hombre de la cabeza flotante mientras el que vestía como monje y él se ponían en posición de combate. Pero ni Inuyasha ni Ichigo les prestaron atención, tan ocupados como estaban discutiendo.
—¡Genjutsu: Ayatori Resenjin! —gritó el hombre sin cuello, haciendo algo con los dedos.
Inuyasha e Ichigo tensaron sus cuerpos. No habían estado preparados, y unas finas y delgadas cuerdas se habían posicionado entre las piernas de ambos y se cerraron a su alrededor cuando el hombre sin cuello apretó los puños delante de ellos.
—¿Qué es esto?
—Mierda…
—¡Ahora los dejaré sin piernas por su atrevimiento! —pronunció el rubio.
Los hilos encerraron con fuerza las piernas de Ichigo e Inuyasha, y ambos podían sentir cómo les apretaban. Les apretaban al tensarse sobre ellos y apretaban la tela que los cubría, pero no avanzaron más allá. Los hilos que estaban sobre la túnica de las Ratas de Fuego de Inuyasha o sobre el Shihakushou de Ichigo definitivamente no tocaron la piel de ninguno.
—Oye, no hagas eso. Es muy molesto —protestó Ichigo, mirando con bronca al youkai rubio.
—Como no nos quites esto de encima, te quitaré la cabeza y la enterraré donde tu cuerpo no la pueda encontrar —advirtió Inuyasha. Ambos hablaron con tranquilidad, pero decididos.
—Kubinashi, mantenlos así —habló por fin el Youkai de su lado, mientras los demás Youkai le gritaban que cortara en pedazos a los dos intrusos. Ichigo e Inuyasha lo miraron aburridos por el trato que estaban recibiendo. El hombre se agachó y extendió el brazo derecho hacia ellos, gritando:
—¡Anki Kuroenbu!
Un enjambre de dagas, cuchillas y otros artefactos cortantes salieron raudos de entre los pliegues de su manga y volaron raudos hacia Inuyasha e Ichigo que estaban atrapados en los hilos de Kubinashi. Pero ambos sacaron sus respectivas espadas, cortaron los hilos alrededor de ellos como si fueran fideos, y evitaron la letal trayectoria de las cuchillas saltando lejos. Los cuchillos se clavaron con estrépito en el muro de la casa que daba a la calle.
—¡Está bien, no debí tirar la puerta! —reconoció Inuyasha hastiado. Podría eliminarlos a todos con el Kaze no Kizu, pero hasta él sabía que eso sería demasiado rastrero. Además no entendía por qué habrían llegado de entre todos los lugares a la casa de un "clan". ¿Qué rayos era un "clan"? Guardó a Tessaiga con molestia mientras Ichigo colocaba de vuelta a su Zangetsu en la espalda. Ichigo se estaba cabreando más y más con esa situación. Todo por culpa de Inuyasha.
—Son buenos, Kurotabou. No bajes la guardia —le instó Kubinashi al hombre de cabello negro, mientras los hilos rotos le colgaban de los dedos. Ambos se prepararon para contraatacar.
—Basta —dijo de pronto una voz con autoridad.
Inuyasha e Ichigo miraron con sorpresa a la puerta abierta de la casa principal. Dentro había muchos más Youkai, sentados alrededor del que antes hubiese estado sentado en el sitio de en medio. El mismo que ahora parecía haberse levantado y los miraba desde aquella puerta.
Se trataba de un chico alto, con largo cabello plateado y que de alguna manera le colgaba horizontalmente de la cabeza. Estaba vestido con un kimono normal y un haori rojo por encima. Parecía genuinamente interesado en los dos visitantes que no habían atacado hasta ahora a los miembros de su clan.
—¡Rikuo-kun!
Una preocupada chica llamó al chico del cabello plateado desde dentro de la casa. Inuyasha e Ichigo miraron dentro una vez más, para descubrir con sorpresa que dentro de la casa estaban chicos de unos catorce o quince años. ¡Estaban en aquella sala compartiendo con los Youkai! La que había gritado era una hermosa chica de cabello castaño largo hasta los hombros. Y detrás de ella estaban dos chicas y dos chicos más. Todos ellos miraban con preocupación al que llamaban Rikuo y a Ichigo e Inuyasha.
—Okay. Bien, lamentamos haber irrumpido en su casa tan violentamente. Es que mi amigo aquí está un poco mal de la cabeza y… —Inuyasha había golpeado a Ichigo en la cabeza luego de oír su explicación—. ¡Mierda! ¡Es la pura verdad, chucho endemoniado!
—¡Yo no estoy mal de la cabeza, mandarina parlante!
—¡Serás cabrón!
Los dos intrusos se pusieron a discutir, atrayendo las miradas de incredulidad de todos los presentes, Youkai y humanos por igual. Rikuo los miró extrañado.
—Sus Youki no me parecían agresivos desde un principio —dijo Rikuo con calma, mirándolos a ambos—. ¿Me pueden decir qué asuntos podrían tener aquí? —pidió con amabilidad.
—Bueno…
Ni Inuyasha ni Ichigo sabían cómo reaccionar o responder a la pregunta del hombre que todos los Youkai allí presentes parecían respetar. Pues al notar que él estaba allí todos ellos se habían hincado en una reverencia.
—¡Respondan rápido la pregunta del Amo Rikuo! —les exigió el rubio sin cuello.
—Si no cambias el tono te quitaré esa cabeza tan habladora y… —comenzó Inuyasha, pero Ichigo le pegó otra vez.
—Trata de moderarte —le susurró Ichigo, mirándolo con aprensión—. Si Aizen y Naraku no están aquí, donde sea que estemos, tendremos que volver a intentarlo…
—Disculpen a mi subordinado —les pidió Rikuo, como ahora sabían que se llamaba—. Como pueden ver, en el Clan Nura todos nos cuidamos mucho —declaró con orgullo.
Todos los Youkai, y los chicos presentes sonrieron o sacaron pecho. Inuyasha e Ichigo miraron alrededor y los vieron alzar las manos o sus jarrones con sake. Inuyasha notó a una hermosa Youkai de pelo castaño y ondulado cerca de Rikuo y los demás, y se le cayó el alma a los pies cuando vio que tenía los pechos enormes. ¿En qué época las Youkai evolucionaban su figura de tal forma?
—No queremos sonar locos o ignorantes —siguió Ichigo, sintiéndose loco e ignorante al preguntar—. ¿Pero pueden decirnos en qué siglo estamos?
—Es el siglo veintiuno —le respondió Rikuo, sin preguntar por qué Ichigo e Inuyasha no sabían algo tan obvio.
—Entonces aún hay Youkais viviendo en Japón en el siglo veintiuno. ¿Aún se reúnen y viven en esta tierra?
—Mi padre y mi abuelo me dijeron que vivimos en el anonimato para no perjudicar más a los humanos. O eso me han inculcado a mí. Aunque como Youkais que somos el Miedo de los humanos nos es esencial —les respondió Rikuo.
—¿Tú eres un Youkai? —le preguntó incrédulo, Inuyasha.
—Soy tres partes humano y una cuarta parte Youkai.
Inuyasha no lo podía creer. Los tiempos de seguro cambiaban si le permitían al hijo de un Hanyou ser líder de un montón de Youkais. ¿Eso sería lo que llamaban clan?
—Y como habrán notado —continuó Rikuo, como si hubiera notado la duda en la cara de Inuyasha—. Todos los presentes son parte de mi Hyakki Yakou.
Ahora Ichigo lo entendía. El Hyakki Yakou era una leyenda de Japón sobre los cien demonios que se reunían en una parada nocturna. O algo así. Pero este Hyakki Yakou parecía permanente y no se limitaba sólo a Youkais, sino que también niños humanos participaban por lo que Ichigo podía apreciar.
—Ah sí. Alguna vez vi uno de esos —recordó Inuyasha.
—Ustedes parecen ser muy hábiles, si son capaces de medirse con Kubinashi y Kurotabou. —les dijo Rikuo, retomando el hilo.
—Puedes apostar el culo a que sí —dijeron Inuyasha e Ichigo al mismo tiempo, llenos de orgullo.
—¡Rikuo-samaaaaaaa! —se oyó que entonces gritó una voz. La voz venía de afuera, de donde hacía poco antes los intrusos habían entrado.
Y de pronto, por la puerta desvencijada entró rápidamente una chica hermosa, vestida toda de blanco y con grandes ojos dorados. Inuyasha la reconoció como una Yuki Onna, por el frío, la ropa que ella traía y su aspecto. Detrás de ella entró un hombre enorme y moreno, con cabello gris, que los miró con cautela y rabia al verlos delante de Rikuo.
—¡Rikuo-sama apártese! —gritó la chica. Y tomando aire, ella sopló en dirección de Inuyasha e Ichigo—. ¡Fuuuuuuuuuuuuuu!
El aire congelado los rodeó. Ichigo e Inuyasha sintieron el potente frío, pero no se movieron, y permitieron que el soplido de la Yuki Onna los cubriera por completo, haciendo que parezcan la fruta que a veces viene dentro de un cubito de hielo. El hombre moreno de afuera cargó contra ellos e intentó romper la escultura de hielo que eran ahora, al correr hacia ellos y embestirlos. Pero Ichigo liberó su Reiatsu y el hielo se partió alrededor de él y de Inuyasha con estrépito.
La chica de blanco vio aterrorizada cómo el hielo iba en su dirección como cuchillas, pero Rikuo apareció frente a ella y bloqueó el ataque esgrimiendo una katana que llevaba consigo. Inuyasha e Ichigo no dejaron de notar la rapidez con que Rikuo había reaccionado para proteger a su subordinada.
—Tsurara. ¿Estás bien? —quiso saber Rikuo, mirándola fijamente.
—Si… Rikuo-sama….
La adoración con que Tsurara observaba a Rikuo era evidente para todos los demás, menos para los dos idiotas que observaban aburridos la escena.
—¿Por qué los atacaste? —siguió preguntándole Rikuo a Tsurara, la chica de las nieves.
—Es que deduje que fueron ellos los que rompieron la puerta —le respondió Tsurara, respondiéndole embobada—. Aotabou y yo la vimos rota desde que volvimos y nos preocupamos. Además sus Youki no eran ninguno que hubiésemos sentido antes y planeamos hacerlo así.
—Pero si estaban conmigo y yo no los ataqué, ni nadie del Clan, ¿Por qué ustedes si?
—Yo… perdí la cabeza cuando los vi junto a ti, Rikuo-sama…
Rikuo le acarició la cabeza y a la chica se le llenaron los ojos de lágrimas de felicidad.
—A todo esto aún no sabemos quiénes son ni qué quieren.
Otra voz salida de la nada pronunció esas palabras. Inuyasha e Ichigo notaron que se trataba de un anciano viejo y pequeño, que más bien parecía un enano, y que tenía larguísima la parte de atrás de la cabeza, la cual estaba toda calva. Su rostro denotaba seriedad y algo más, que les hacía pensar que ese viejo era alguna suerte de pervertido. Una mujer humana estaba parada junto a él. Era hermosa y parecía amable, por la mirada que tenía. Ambos estaban de pie en la puerta que daba a la sala de la casa.
Una vez más todos se arrodillaron alrededor de una persona, pero esta vez era el viejo pequeño que los miró con interés y curiosidad.
—Son visitantes, Ojii-ue —le dijo Rikuo.
—Ya veo. ¿Y de dónde vienen, visitantes? —preguntó el viejo con tranquilidad.
Ichigo suspiró. Sería mejor que todo terminara de una vez.
—Yo soy Kurosaki Ichigo. Shinigami. Y este de aquí es Inuyasha —les presentó Ichigo, mirando a todos.
—¿Inuyasha?
—Sí —respondió Inuyasha, desafiante ante el tono de sorpresa del viejo.
—Por Dios. Es la primera vez que veo al menor de los mocosos de Inu no Taisho —respondió el viejo—. Su existencia fue antes que la mía, pero su leyenda sí que pude conocerla.
—No me sorprende —respondió Inuyasha, cruzando los brazos y cerrando los ojos, seguro de sí mismo.
—Pero debo decir que el tiempo te ha tratado mucho mejor que a mí, y yo soy menor que tú —le dijo el viejo, mirando bien a Inuyasha.
—Lo siento pero, ¿quién es usted? —le preguntó Ichigo al anciano.
—Soy el primer líder del clan Nura: Nurarihyon —les respondió el viejo, haciendo gala de algo de arrogancia.
—¿Tú… tú eres Nurarihyon? —Ichigo sabía algo del Youkai por mitos que hasta él se conocía, y además recordó que Orihime se lo había mencionado en el tren cuando regresaban a Tokyo desde Karakura, hacía varios días.
Yuki Onna estaba detrás de Rikuo y miraba con interés la escena. Esos dos visitantes eran poderosos, de eso no había duda. Y tampoco parecían ser una amenaza para el clan pues de haber querido atacarlos ya lo hubiesen hecho. Pero Tsurara no confiaba en ellos. Sus amigos humanos también se habían acercado a Rikuo y ella, y miraban a Nurarihyon y a los dos muchachos.
—Sip. Soy yo —dijo el viejo con orgullo.
—¿Y cómo es que un viejo llega a ser líder de un Hyakki Yakou? —le preguntó Inuyasha sin pensar. Ichigo le pegó en la cabeza otra vez.
—Perdona a este imbécil. Habla sin pensar en las consecuencias —se disculpó Ichigo.
—Eso me dijeron de él.
—¿Quién te lo dijo? —le preguntó Ichigo con curiosidad.
—Los Youkai con los que viví y los que conocí en tantos años —le respondió Nurarihyon—. El flujo del tiempo me ha hecho el regalo de tener una gran familia y de haber conocido a muchos amigos.
—Eso puedo verlo —le dijo Inuyasha, sobándose la cabeza.
—Pero no sigamos hablando aquí. Hace frío y ya comprobamos que no tienen malas intenciones para con el Clan —dijo Nurarihyon, mirando el estropicio de hielo que ocasionó Tsurara, la Yuki Onna, así como los cuchillos clavados en el muro.
—¿Cómo sabes tú eso? —preguntó Inuyasha, refiriéndose a la afirmación que él e Ichigo no eran una amenaza para ese clan.
—Sus "Osore" no son amenazantes —les respondió simplemente el viejo, dándose la vuelta e instándoles a seguirlo. Mientras el resto del Hyakki Yakou se levantaba y abandonaban las actitudes defensivas hacia Ichigo e Inuyasha.
—¿Osore?
Inuyasha le devolvió la misma mirada de ignorancia a Ichigo luego de oír esa palabra.
Nurarihyon pasó junto a Rikuo, que lo siguió de inmediato con Tsurara y la humana que estaba con Nurarihyon por detrás. Inuyasha e Ichigo los siguieron al interior de la casa lanzándoles una rápida mirada a los chicos humanos que estaban parados allí.
Dentro, Nurarihyon los hizo sentarse cerca de él mismo y de Rikuo. Tsurara se sentó a lado de éste. Los demás Youkai entraron a montones y tanto para Inuyasha como para Ichigo resultaba imposible figurar cómo demonios tantos Youkai entrarían en la sala. Pero cupieron, de alguna manera.
—Ahora sí. Inuyasha y Shinigami Kurosaki Ichigo, dígannos cuál es su propósito aquí.
—No tenemos idea.
La blanca respuesta de Inuyasha también valía para Ichigo, pues ninguno sabía lo que Tessaiga había querido hacer llevándolos allí.
—¿Y cómo llegaron?
—Por la puerta.
—Llegamos a través de una técnica de Inuyasha —le respondió Ichigo a Nurarihyon, ignorando la respuesta de Inuyasha—. Se supone que debería llevarnos a donde debamos ir pero…
—Vaya. Eso es muy profundo. Y parece una técnica muy conveniente si es capaz de llevarlos a donde deban ir —dijo Nurarihyon, mirando al aburrido Inuyasha—. Entonces. ¿Debo entender que tienen algún propósito aquí?
—Eso. O la espada de Inuyasha está defectuosa.
—Verás cuán defectuosa está Tessaiga cuando la use para raparte, mandarina parlante —le dijo Inuyasha a Ichigo.
—¿En serio? ¡Quiero ver!
—¡Ya verás!
—¿Dijiste Tessaiga? —preguntó uno de los chicos humanos, inclinándose para hacerse notar con los poderosos que estaban hablando.
—Eso dije mocoso.
—¿Tienes a Tessaiga aquí? —preguntó el chico emocionado.
—Desde luego.
—¿Puedes mostrármela?
—Aquí está.
Inuyasha levantó a Tessaiga, metida en su funda.
Pero ahora que Inuyasha se fijaba, la funda de Tessaiga había cambiado. Era obvio que Totosai le haría algo para que pudiera mantener a salvo y controlada a Tessaiga, pero ahora podía sentir algo más en la acostumbrada presencia de la vaina. Como si estuviera viva.
El chico miraba a Inuyasha con genuina admiración, pero su semblante cambió cuando Inuyasha tuvo la espada durante un segundo en el aire.
—Esa no puede ser Tessaiga —dijo el chico.
—Pues lo es.
—Tessaiga debería ser más grande —se empeñó el chico—, como la katana que llevaba el chico de cabello naranja en la espalda.
—¿Cómo está? —preguntó Ichigo, levantando a Zangetsu de su espalda.
—Como de ese tamaño.
—Es que Tessaiga es más grande mocoso —le espetó Inuyasha al chico.
—A mí me parece una katana común y raída.
—¿Y cómo diablos sabes tú algo de Tessaiga? —le preguntó Inuyasha desconfiado.
—Soy un fanático de los Youkai —respondió el chico con entusiasmo—. Me encantan desde niño y gracias a Rikuo-kun puedo conocer más Youkai en su casa, dado que muy amablemente nos permite la entrada —concluyó pomposamente, señalando con la mano a sus amigos, en los que Ichigo e Inuyasha se fijaron bien por primera vez.
Había otro chico más, de cabello teñido en rubio. Y tres chicas: la del cabello castaño que había sido la primera voz femenina que oyeron allí. Una chica de largo cabello rubio y mirada inteligente, y otra de cabello negro amarrado en una cola de caballo.
—¿Cómo terminaron con todos estos Youkai? —les preguntó Ichigo.
—Somos compañeros de clase de Rikuo-kun —le respondió con timidez la chica de cabello castaño. No se atrevía a mirarlos a los ojos, pero no tenía problemas en ver las orejas de Inuyasha.
—¿Y no estás algo viejo para estar en la escuela todavía? —le preguntó Ichigo a Rikuo, que se rio con ganas.
—Esta es mi forma Youkai nocturna. En el día tengo la apariencia de un chico normal —le respondió Rikuo divertido. Le parecía gracioso que Ichigo estuviera reprendiendo a Inuyasha por ser tan atrevido cuando él lo era sin darse cuenta.
—¡Rikuo-sama, usted no tiene por qué darle explicaciones a este extranjero! —le dijo la Yuki Onna, acercándose a Rikuo que sólo le sonrió.
—Son unos chicos muy valientes —les reconoció Inuyasha—. En mi época los jóvenes humanos les temían a los Youkai, y estoy seguro que si hoy supieran de su existencia los temerían también.
Luego de este enigmático comentario las chicas sonrieron apenadas, e Ichigo suspiró. Allí iban otra vez.
—Permítanme ser más atrevido y presentarme entonces —pidió el chico de cabello oscuro y mirada entusiasta, que miró a Nurarihyon y a Rikuo, esperando su aprobación. Ambos asintieron con la cabeza—. Me conocen como Kiyotsugu y soy el presidente del Club de lo Paranormal.
—Vaya cosas más locas hacen los chicos con sus clubes escolares —comentó Ichigo moviendo la cabeza.
—Shima Jirou —dijo simplemente el chico de cabello rubio teñido.
—Yo me llamo Ienaga Kana —dijo la chica castaña, mirando vacilante a ambos visitantes. A Inuyasha le sonrió, pero a Ichigo no le aguantaba la mirada más de un segundo.
"Qué niña más rara."
—Yo soy Torii Natsumi —siguió la chica de la cola de caballo. Su mirada parecía la de un gato y miraba como un gato las orejas de Inuyasha. Este sólo resopló al notarlo.
—Y yo soy Maki Saori —se presentó la última de las chicas, la de mirada astuta—. ¿Existe algún significado en sus nombres? —preguntó ella a bocajarro.
Inuyasha no tenía ni idea de qué diablos podría significar su nombre. Siempre había sido Inuyasha y ya, desde que su madre lo llamó así.
—Ichigo significa: "El que protege" —le respondió Ichigo a Saori—. Así fue pensado desde el principio por mis padres.
—Ambos nombres son muy lindos —le dijo Saori. Al parecer sólo era un poco boba. O sólo una adolescente con pocas preocupaciones.
—¿Y dices que Tessaiga es esa katana? —siguió Kiyotsugu, mirando a Inuyasha.
—Eso dije.
—¿Podrías demostrarlo?
—Si lo hago la casa del viejo cabezón se irá al diablo —le respondió Inuyasha.
—Simplemente modera un poco tu demostración, hijo —le dijo Nurarihyon, sin molestarse por cómo lo llamó Inuyasha. Aunque sus subordinados parecían a punto de brincarle encima por su bocaza.
—Bien. Pero sólo porque el chico parece no dejarme en paz si no lo hago —respondió Inuyasha levantándose. Ichigo lo miró resignado, pero se acomodó en su sitio, pues las expresiones de los chicos serían invaluables.
—Primero… ¡fáh! —recitó Inuyasha, llevando su mano derecha hacia la empuñadura de Tessaiga—. Luego ¡fah! —dijo sujetando fuerte la vaina con la otra mano—. Y ¡fah!
Sacó a Tessaiga en medio de un remolino de aire, viento y luz amarilla. La corriente les levantó a todos el cabello, si lo tenían, los pliegues de sus ropas y kimonos, y las faldas a las chicas que gritaron '¡Kyaaaaa!' y se cubrieron como pudieron.
—Muchacho… —comenzó Nurarihyon, con la cara oscurecida luego que el viento se perdió.
Ichigo se temió que el viejo estuviese molesto con lo que había pasado pero…
—Enséñame a hacer eso —le pidió el viejo a Inuyasha, que estaba todavía de pie y con Tessaiga en todo su esplendor sobre el hombro. Al oír al viejo todos cayeron al suelo por la impresión.
—Viejo tonto. Nunca cambiarás… —le siseó Rikuo.
Ichigo había tenido razón. Las expresiones de admiración de los chicos del club eran impagables. En especial la de Kiyotsugu y la de Saori. Jirou y Natsumi sólo miraban enardecidos a Inuyasha, pero la chica llamada Kana lo miraba a él y cuando Ichigo la miró ella desvió la mirada.
—¿Qué más quieren que haga? —les preguntó Inuyasha, claramente disfrutando de un público tan ameno. Hasta los Youkai cercanos lo vitoreaban.
—¡Bah! Rikuo-sama es mucho más sorprendente —sentenció Tsurara, incondicional de Rikuo. Este la miró con una sonrisa que literalmente la derritió.
—¿Puedes hacer más luces con tu espada? —le preguntó Natsumi, con luces en los ojos.
—¡Claro! —le respondió Inuyasha.
Llevó la espada hacia atrás pero el puño de Ichigo le hizo detener la trayectoria.
—Si haces eso volarás la casa.
—Ah. Es verdad.
Los demás sonrieron. Ya sentían que ambos chicos les caían bien.
Inuyasha guardó a Tessaiga y se sentó en el sitio en que estaba. Kiyotsugu no quitaba la expresión de alegría y sobrecogimiento. Inuyasha estaba satisfecho, hasta que sintió unas pequeñas manos sobre sus orejas. Se molestó porque pensó que una de las mocosas se estaba tomando muchas confianzas, pero todas estaban delante de él, viendo a la culpable que estaba detrás. Inuyasha llevó las manos para atrás y atrapó un cuerpo pequeño y por poco no hace una expresión de desconcierto al ver a un Youkai en cuerpo de niño con un natto en vez de cabeza.
—No pude resistirlo… —se excusó aquella Youkai Natto.
Inuyasha sólo suspiró. No había manera de demostrarle su disconformidad a un Youkai tan pequeño. La dejó ir y lo primero que ella hizo fue regresar a su espalda donde siguió tocando sus orejas. Inuyasha pensó que ya no importaba, hasta que las tres chicas se abalanzaron sobre él a hacer lo mismo.
—Mierda…
Tsurara los miraba con una expresión que delataba sus ganas de unírseles. Rikuo la miró con una sonrisa.
—Si quieres hacerlo, hazlo.
Tsurara se levantó con timidez, e Inuyasha la fulminó con la mirada, pero al ver sus brillantes ojos sólo pudo bajar la vista con abatimiento y resignación. Ichigo apenas podía aguantar la risa.
—Entonces. ¿No saben cómo ni a qué vinieron? —le preguntó Rikuo a Ichigo, sentándose junto a él.
—Sabemos cómo vinimos, aunque el por qué aun no lo tenemos claro —respondió Ichigo, sin dejar de mirar a Inuyasha sentado entre las cuatro chicas con una expresión derrotada en la cara.
—¿Y por qué vinieron en primer lugar?
—Ya te lo dije…
—Bien, te pregunto el por qué, no para qué.
—¿No son lo mismo?
—Pues no.
Nurarihyon vio que Ichigo se llevaba bien con Rikuo y ambos ya se entendían. Le alegró que hayan llegado esos dos irreverentes a alegrar más una de sus noches tranquilas y aburridas. Aburridas desde que derrotaron al Nue y Rikuo regresó a casa.
—¿Y qué hacían antes que les tumbáramos la puerta? —le preguntó Ichigo a Rikuo un tanto apenado.
—Las últimas noches las pasamos celebrando sin descanso. No me preguntes por qué, yo sólo sé que mis subordinados me piden sake, sake y sake. No sé nada más.
—Pero se ve que se divierten. Recién supe que los Youkai existían, y verlos en esta época me parece tan extraño —siguió Ichigo, algo pensativo.
—Pero, ¿Cómo no sabías de los Youkai, siendo un Shinigami? —inquirió Nurarihyon, metiéndose en la conversación mientras le servía a Ichigo un poco de sake en una pequeña cuenca.
—Verán, es que… —Ichigo sonrió, y les contó su situación como Shinigami Sustituto mientras aceptaba de buen grado el sake. No podía decir que le disgustara el trago.
—Oye. ¿Cambiamos? —le pidió Inuyasha, aburrido, pero Ichigo no lo oyó.
Ichigo tomaba con moderación. No se tomaba las copitas como un experto o un tonto, que se las tomaban como si fueran agua de pozo. A Inuyasha jamás le gustaron esas formas de embrutecerse que tenían los humanos, aunque le habían dicho que compartir con quien te invita es de buena educación.
La noche pasó, mientras Ichigo seguía hablando con el líder del clan y con su abuelo, como descubrieron que era. Rikuo era además el "Lord del Pandemónium", el título que ahora ostentaba como le dijeron a Ichigo, mientras Inuyasha estaba ya resignado a ser juguete de las mocosas. Yuki Onna aún estaba reticente a ellos pero se dejaba llevar poco a poco. Los chicos estaban junto a Inuyasha bombardeándolo con preguntas y situaciones a las que Inuyasha respondía entre aburrido y entusiasta. Todavía no entendía cómo diablos habían terminado allí, como atracción principal de esa casa en una noche calurosa. Hacía calor, pero tener cerca a esa niña de las nieves era muy bueno en casos así.
—Bien, creo que ya hemos abusado mucho de su hospitalidad —anunció Ichigo levantándose luego de un buen tiempo de parloteo. Inuyasha ya no lo miró esperanzado, pues los chicos se habían dormido hacía rato, todos apilados sobre otros y sobre los Youkai pequeños. Sólo Yuki Onna estaba despierta y estaba sentada cerca de Rikuo, a su total disposición.
—Ya es muy tarde hijos míos —dijo Nurarihyon mirando afuera de la puerta a la noche—. ¿Por qué no se quedan a descansar en casa de una vez? ¿O acaso tienen a dónde llegar?
—Pues… —Ichigo miró a Inuyasha, indeciso. No sabían ni en qué lugar de Japón estaban.
—Nurarihyon-san, ¿Puede decirnos dónde estamos? ¿En qué parte de Japón?
—Estamos en alguna parte de Tokyo, muchacho.
Ichigo no se lo podía creer, pero a Inuyasha no parecía sorprenderle y obviamente porque no sabía bien todavía lo que Tokyo era y lo cerca que estaban de sus seres queridos. Pero luego Ichigo pensó que a lo mejor ni Kagome ni Orihime habían regresado a su época todavía. No lo sabía ni podría averiguarlo pronto.
—Está bien. Nos quedamos —aceptó Ichigo al fin.
Nurarihyon y Rikuo sonrieron y comenzaron a ordenar a sus subordinados Youkai cosas sobre preparación de futones en una habitación, servicios y otras cosas que Ichigo ya no acertó a escuchar por estar lidiando una batalla de miradas a muerte con el aburrido Inuyasha.
Continuación de Luna Negra.
