Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar aquí n.n

Después de un tiempo largo de meditación y pre-producción (:P) me he decidido a publicar un nuevo sasuhina, en parte por los afectuosos pedidos de los lectores del fic anterior y en parte porque, por suerte, tenía la idea sobrevolando alrededor de mi testaruda cabeza. Entonces aquí está, aquí me animo una vez más con esta pareja, esta vez con un AU.

Comienzo por aclarar que no tendrá lemmon :( Lo siento, mi fase lemonesca ha sido superada y hoy en día disfruto más de la construcción de la relación amorosa, el vínculo, el enamoramiento, por lo que me centraré exclusivamente en esto. Habrá mucho mucho mucho sasuhina, pero nada nada nada de sexo XD

Siguiente aclaración. Como bien saben, en todo AU se propone un marco diferente al de la historia original, por lo que el OoC puede acontecer incluso aunque uno no lo quiera. Voy a tratar de que los personajes estén lo más IC posible, pero como les adjudicaré una edad más cercana a los treinta que a los veinte, me permitiré que Hinata, por ejemplo, vaya perdiendo timidez en la medida en que gane desenvoltura, y Sasuke se mostrará más... digamos... emprendedor. Aun así repito que seré cuidadosa para que no quede muy chocante.

Aclaración importante: este long-fic constará de treinta capítulos, pero sólo serán shots extensos este primer capi, el cinco, el diez, el quince, el veinte, el veinticinco y el treinta. Los demás serán viñetas, lo siento pero así me resultó mejor. Hay mucha gente que se queja de falta de tiempo, por lo que alternaré con la extensión para satisfacer a unos y a otros, o al menos eso intento. Lo compensaré con actualizaciones semanales, quienes ya me conocen saben que termino mis historias como es debido y que manejo la actualización con responsabilidad. Otras cuestiones sobre la estructura las irán entendiendo con el devenir de los capis.

Espero que a pesar de toda esta cháchara les resulte grato y entretenido de leer. En lo personal, he disfrutado mucho escribiéndolo. Y como dirían en la tele: ¡no lo intenten en sus casas!, tener una cita por día debe ser lo más desgastante del mundo, sin importar cuán desesperada se halle una mujer XD

Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


El amor verdadero no espera a ser invitado, antes él se invita y se ofrece primero.

Fray Luis de León.


1 de abril

El plan


Podría decirse que abril es un mes de transición, de apertura, de cambio. Ningún otro mes es tan mentado en las canciones y en la poesía, ya se trate de una cuestión melancólica, contemplativa o amorosa, o como símbolo del pasaje hacia un tiempo nuevo y nuevos significados.

Primavera en el norte y otoño en el sur, así es abril también: ni frío ni calor. El sol por momentos entibia y por momentos se vuelve tristemente pálido, sumiendo a las personas en un permanente estado de incertidumbre: ¿cómo amanecerá hoy?, ¿cómo estará al mediodía?, ¿seguirá así por la tarde?

Cambio y transición. Si es primavera, habrá algo que esperar. Si es otoño, en cambio, habrá algo de lo cual despedirse.

Aquella mañana del martes primero de abril, Hinata descorrió las cortinas ilusionándose con un día especial. El sol resultaba insuficiente para entrar en calor, pero pronto, después del mediodía, seguramente sería tibio y acogedor. Sonrió ante tal perspectiva y fue hasta la cocina para preparar su popular pastel de fresas, pues esa tarde recibiría la visita de sus amigas y quería agasajarlas como correspondía.

Hyuuga Hinata era una profesora de literatura de veintitantos años de edad que se ganaba la vida dando clases en la escuela secundaria. Tímida, introvertida, sensible y serena, ni su familia ni nadie de su entorno le creyeron del todo las ganas de enseñar frente a un grupo numeroso de personas. Sin embargo, cuando los anotició de su deseo, tampoco se atrevieron a objetar. Hinata podía ser retraída, taciturna incluso, pero también poseía una gran resolución.

Así, hacía más de cuatro años que había logrado independizarse. Sin consultar ni pedir ayuda, un buen día se puso a buscar apartamentos en alquiler y tuvo la suerte de encontrar en poco tiempo aquel en el que vivía ahora, pequeño pero espacioso, ubicado en un aislado y colorido pasaje de la ciudad. Sola lo buscó, sola se instaló y sola vivía en él con la grata sensación de haberse realizado.

El edificio sólo tenía tres plantas y ella ocupaba uno de los apartamentos de la segunda que daba a la calle. Allí vivía entre sus libros, la computadora, su música, una gata y su adorado balcón, donde pasaba al menos media hora al día para distraerse con el constante trajinar de la gente. Allí había encontrado su lugar en el mundo, y lo amaba.

Básicamente, Hinata era una muchacha simple, solitaria y feliz. Trabajaba, leía, comía la comida de su gusto y se distraía con la música y las películas que le interesaban, sin pensar en otras cosas que no fuesen las relacionadas con la vida cotidiana que se había construido. Y las únicas personas que le importaban, además de su familia y alumnos, eran sus amigos.

Esa tarde, entonces, recibió a Sakura, Tenten e Ino con un tentador pastel, variedad de tés de hierbas y una gran alegría de verlas. Hablaron de cuestiones cotidianas hasta que Ino divisó un objeto de interés.

-Oh, por Dios –dijo despectivamente tomando el libro que yacía en el escritorio. Lo abrió y buscó la primera página-. Es una verdad universalmente reconocida que al hombre soltero, poseedor de fortuna cuantiosa, le hace falta casarse –leyó, y meneó la cabeza con resignación-. Estas cosas son las que nos han perdido.

-¿La tal Jane… Austen nos ha perdido? –preguntó Sakura inclinándose un poco para poder leer el nombre completo del autor, desconocido para ella-. Creí que había sido el fútbol –comentó y luego sorbió de su té.

-¿Al menos sabes de qué estoy hablando?

-Del amor y otros demonios –terció Tenten bromeando con los títulos.

-¿También lo has leído? –se ilusionó Hinata, mirando a su amiga con admirado rubor.

-No creo que sea para extasiarse tanto –dijo la otra sintiéndose algo cohibida-. García Márquez es un clásico.

-Ahora resulta que todas son lectoras –farfulló Sakura con disgusto.

-No somos lectoras –aclaró Ino-, sino que leímos a Jane Austen.

-¿Por qué crees que la lectura de sus obras nos ha perdido, Ino-san? –indagó Hinata entre preocupada y curiosa.

-¿Porque deberíamos leer otras cosas? –indagó Tenten con sorna.

-¿Porque deberíamos leer algo? –tanteó Sakura, burlándose también.

-Muy chistosas –se quejó la interpelada, que dejó el libro en su lugar y volvió a tomar asiento frente a su taza-. No entienden lo que quiero decir. No fue Jane Austen la responsable de que nos hayamos perdido, sino Darcy, ¡Darcy!

Hinata compuso un gracioso gesto de entendimiento mientras que Tenten rió con ganas. Sakura decidió que el tema no le importaría, pero sus amigas no tenían intenciones de seguir su ejemplo y continuaron con la plática.

-Me reservaré lo que pienso de la absurda división que haces entre la autora y su creación –dijo Tenten mientras se servía una nueva porción de pastel-, simplemente me limitaré a señalar que estamos por caer en el tema femenino de conversación más trillado de los últimos tiempos.

-A mí me gusta hablar de Orgullo y prejuicio –indicó Hinata con naturalidad.

-A todas las mujeres les gusta –señaló Ino-, ya sea porque leyeron el libro o porque vieron la película. El asunto es que gracias a su singular protagonista estamos como estamos.

-¿Y cómo es que estamos? –preguntó Tenten, aunque intuía la respuesta.

Ino esgrimió la cuchara como si fuese una batuta.

-Estamos buscando al Hombre Perfecto –sentenció.

Hinata sonrió, Tenten puso los ojos en blanco y Sakura se mordió los labios para mantenerse en su silenciosa postura. Ino se alzó de hombros, miró a cada una de sus amigas con alevosía y luego revolvió con absoluta calma su té.

Se conocían desde niñas. Si bien cada una poseía una personalidad marcadamente diferente de las otras, sus pareceres y modos de conducirse las habían reunido para conformar un grupo sólido sustentado por estrechos lazos de confianza y sinceridad. Ninguna de ellas temía decepcionar a la otra, ni fingía ni se reservaba, porque cuando estaban juntas nada de eso era necesario. Por el contrario, se expresaban y se relacionaban sin prejuicios ni intenciones ocultas, porque para eso fueron y se consideraron siempre "las mejores amigas."

Incluso cuando las obligaciones las mantenían distanciadas, nunca se olvidaban y atesoraban entre sus pensamientos los rostros de aquellas a quienes echaban de menos, y se deseaban lo mejor hasta el día del reencuentro. Después, cuando a pesar de los horarios y ritmos cotidianos la reunión se concretaba, era como si el tiempo no hubiese pasado.

-No puedo creer que lo hayas dicho –masculló Tenten sintiéndose abochornada-, mucho menos que en verdad lo pienses.

-Pues lo digo, lo pienso y lo reafirmo –insistió Ino.

-Y aquí vamos de nuevo –suspiró la otra resignándose a abordar esa interesantísima, repetida y desgraciadamente inextinguible conversación-. Creo que tenemos edad y experiencia suficiente para saber que eso no es cierto, por no decir que ya desde los quince somos concientes de que el hombre perfecto no existe.

-Catorce –señaló Ino.

-Trece –acotó sin querer Sakura, y cuando las demás la miraron con las cejas levantadas procuró ocultar su indiscreción detrás de un largo sorbo de té.

-La cuestión es –continuó Ino- que a pesar de que lo sabemos, persistimos en buscarlo.

- persistes en buscarlo –se burló Tenten.

-Todas lo hacemos –porfió Ino-. Es como una maldita fantasía que se nos ha grabado en la retina, el súper-yo femenino, nuestro imperativo categórico…

-El primer motor inmóvil –aportó Hinata.

-El onceavo mandamiento –sumó Sakura.

-La Matrix –declamó Tenten.

-Exacto –dijo Ino sin atender al chascarrillo-. Y gracias a Cenicienta, el señor Darcy, Facebook y otras yerbas, nos hemos convertido en estúpidas polillas que insisten en volar hacia la luz donde al final terminaremos por quemarnos.

Sakura tuvo que escupir el té para poder reír. Hinata, por su parte, opinó que la analogía con la polilla estaba bien construida, en cambio Tenten consideró que traer a la plática las redes sociales podría complicar –o trivializar aún más- el asunto que tan académicamente trataban.

-Además, ¿a qué viene todo esto? Eres la menos indicada para hablar de la búsqueda del hombre perfecto –señaló esta última-. Si consideramos la cantidad de amistades que tienes en tu cuenta, verás que nos achacas a todas las mujeres del mundo un defecto que te empeñas en ejercer tú. Y por otra parte, suenas despechada.

Ino reaccionó ante semejante acusación gesticulando contrariadas aes, ruborizada, mientras que Hinata y Sakura desviaban la vista con disimulo.

-¡Yo no estoy despechada! –se defendió la joven con un tono de voz muy poco convincente.

-Hace mucho que no hablas de… ¿cómo se llamaba el último…?

-¿Itzumo? –sugirió Sakura, cuya indiferencia por la conversación en realidad nunca existió.

-¿Kotetsu? –intentó Hinata.

-¿Genma? –se aventuró Tenten.

La indignación de Ino fue en aumento.

-Idiotas –replicó con encono-. Y para el caso ninguna, ninguna de ustedes tiene derecho a criticar, ¿me oyen?

-Ino-san, nadie te ha cri-criticado –se apresuró a aclarar Hinata para apaciguarla. Aunque el diálogo transcurriera más en broma que en serio, ni bien percibía que alguna de ellas resultaba herida en su susceptibilidad intervenía para calmarla, tal vez innecesariamente, pero de todas formas lo hacía. Así era su carácter.

-¿Ves? Has hecho que tartamudee –le reprochó Tenten a Ino.

-¿Que yo la he hecho tartamudear? ¿Sólo yo?

-No, chicas, nadie me ha hecho t-tartamudear.

-El pastel está exquisito –acotó Sakura.

-¡Y en mi cuenta no hay tantos contactos como dices! Para que sepas, tengo muchos más en Twitter, donde soy muy seguida –se regodeó Ino.

-Menuda vida social, amiga. Felicidades –se mofó Tenten sirviéndose más té.

-Yo creo que las mujeres t-también tenemos otros intereses –dijo Hinata para volver al tema-. No sólo pensamos en hombres, o en cómo conseguirlos. Nuestra profesión, nuestros amigos, las ocupaciones que tenemos a diario, sean obligadas o por placer, también hacen a nuestras vidas, nos conforman y nos definen más allá de nuestro estado civil. Cada persona es un universo en sí mismo, sin importar el género al que pertenezca ni si está solo o acompañado.

Las chicas la miraron durante un largo rato sin pestañear.

-Amén, hermana –dijo finalmente Tenten, sonriente.

-Qué bueno que una de nosotras sea inteligente –suspiró Sakura con alivio.

-¡Se quedará soltera para siempre! –lamentó Ino.

-o-

Hacía tanto tiempo que no se reunían que luego del té vieron una película. Cuando terminó afuera oscurecía y las luminarias que se alzaban a lo largo de las aceras del pasaje alumbraban ya con resplandor mortecino. Ino, para desperezarse, salió al balcón mientras las demás se entretenían ordenando o platicando.

Al poco rato la llamaron para que se uniera a beber unos refrescos y para discutir si se quedarían a comer, pero la joven no reaccionó. Insistieron en la invitación, y como tampoco hubo respuesta, Hinata fue la primera en asomarse afuera para llamarle la atención.

-Ino-san…

-¿Cómo puede ser que te hayas callado semejante paisaje? –le preguntó ella.

-Ah, bueno, siempre me consideré con suerte por haber encontrado este apartamento con vistas –respondió Hinata un tanto asombrada por el súbito cuestionamiento-. Desde aquí se tiene un bello panorama de la ciudad, creí que ya lo habías not…

-No me refiero a eso, muchacha, ¡por el amor de Dios!

Hinata se colocó a su lado e intentó seguir la mirada de su amiga.

-¿A qué te refieres? –indagó, oteando en todas direcciones.

-Me refiero a eso, ¡a eso! –exclamó la otra, señalando hacia la vereda de enfrente.

-¿Por qué tanto alboroto? –intervino Tenten, asomándose también.

Y cuando se les unió Sakura, de pronto había cuatro damiselas fisgonas pujando con curiosidad y con impositivos traseros para tener más lugar.

-¿Qué diablos voy a hacer contigo, Hyuuga Hinata? ¿Ni siquiera te habías percatado de eso? –se exasperó Ino.

-¿De qué?

-¡Del sujeto que trabaja en el taller mecánico que está frente a tu casa!

-Ah.

-¿Cómo ah? ¿Estás ciega o qué?

-Hum, ya veo –dijo Sakura ni bien divisó al joven en cuestión.

-Debo admitir que esta vez Ino tiene toda la razón –reconoció Tenten al verlo también.

-Oh, no he prestado mucha atención –explicó Hinata mirándolo por fin y sin entender aún tanto entusiasmo-. El taller abrió hace apenas unos días y como estuve muy atareada en la escuela con los diagnósticos y las planificaciones...

-Pues deberías empezar a prestar atención, querida, créeme –concluyó Ino.

Las cuatro permanecieron mirando –y admirando- al sujeto que maniobraba sobre el enrevesado motor de un automóvil con el capó levantado, desempeñándose con seguridad y rapidez. Qué tipo de reparaciones hacía era lo que menos les importaba, en cambio su retraído y atractivo rostro, su apostura, el halo de misterio que incluso desde donde ellas estaban podía percibirse y la armonía de los miembros que aun a través de su manchada musculosa y de su gastado pantalón de franela podían apreciarse dejó extasiadas a la mayoría de las jóvenes.

-Parece un chico normal –comentó Hinata, que entró de nuevo para servirse un refresco.

-¿Normal? ¿Ese semidiós nacido de la unión entre un ser humano y algún tipo de divinidad suprema te parece normal? –replicó Ino con indignación, entrando tras ella para servirse también-. Eres de lo que no hay, Hinata.

-Veo que la amistad con una profesora de literatura pone a prueba constantemente nuestros conocimientos en la materia –bromeó Tenten entrando a su vez-. ¿Con qué otras imágenes, analogías y personajes nos deleitarás hoy, querida Ino? ¿Narciso? ¿Adonis? ¿Ashton Kutcher?

-Vete al diablo –se limitó a responder ella-. Hace tiempo que no veía a un hombre tan atractivo y ninguna de tus purulentas palabras me quitará el gozo de haberlo contemplado.

-Lo mismo digo –acotó Sakura con melancolía-. Ojalá fuera tan afortunada como tú, Hinata.

-Sólo se trata de un muchacho –repuso ella.

-Y ahí vas otra vez con tu sencillo modo de ver las cosas –dijo Ino, acomodándose en el sofá con su refresco-. ¿Hace cuánto que no sales con un chico, Hinata? ¿Acaso siquiera tienes a alguien en vista como para salir?

-Por ahora no me interesa.

-¿Y cuándo te interesará? ¿Cuando ya no importe?

-Deja que ella haga con su vida lo que quiera –intervino Tenten, sentándose a su lado.

-Por supuesto que ella puede hacer lo que quiera, sólo digo que salir con chicos o tener una pareja también forma parte de nuestras vidas, es una experiencia tan significativa como cualquier otra y debería permitirse vivirla al menos una vez.

-Ya he tenido novio, Ino-san.

-Bueno, entonces ten uno más.

-"El hombre perfecto" –volvió a burlarse Tenten.

-No, el perfecto no –dijo Ino, sopesándolo mientras miraba analíticamente a Hinata-. Conociendo su forma de ver a las personas, yo diría que la parte de la búsqueda sería mucho más interesante que la meta.

En este punto, las tres la miraron con verdadero interés. Después, Hinata negó con la cabeza.

-No, Ino-san, estoy bien sola.

-Tonterías –dijo ella-. Siempre has sido una chica sensible, querida y querible, y que sabe querer. Eres tímida, pero determinada. Eres callada, pero inteligente. Eres introvertida, pero te interesan muchas cosas y no sólo aquello a lo que te dedicas. Eres una persona sana, abierta, buena, espontánea… Demonios, ¡tú sí que eres la mujer perfecta!

Sus amigas la miraron con asombro al oír semejante concesión. No era muy frecuente que Ino se saliese del centro de la escena para colocar allí a alguien más.

-Me asustas, Ino –comentó Tenten.

-Tienes mucho para dar y mereces recibir todo lo bueno que te puedan ofrecer –continuó ella, que de pronto había concebido una idea y una metodología determinada para su aplicación-. Así es, mi querida Hinata, a pesar de lo que digas mereces transitar por la experiencia del amor. Pero nada conseguirás si sólo te quedas ahí mirándome como una boba.

-¿Qué rayos se te ha ocurrido ahora? –le preguntó Sakura, que de las cuatro era la que mejor la conocía, o la que había desarrollado con mayor éxito la capacidad de entrever los caprichosos vericuetos mentales de la joven.

Ino se humedeció los labios antes de responder.

-Quiero organizarle una serie de citas.

-¿Qué? –exclamaron las demás al unísono.

Si Ino hubiese propuesto la medida extrema de organizar un scouting a lo largo y a lo ancho del país para reunir a los hombres solteros más atractivos y compatibles con Hinata, hubieran reaccionado con el mismo nivel de estupor. La palabra "cita" y la palabra "Hinata" jamás habían sido asociadas en una plática, nunca, ni siquiera cuando tenían diecisiete y se divertían apostando por cuál de las cuatro saldría con un chico antes del próximo fin de semana.

Siempre había sido la más tímida, la discreta, la que si salía con alguien era movida por un afecto y un interés sincero. Y como la conocían jamás se habían atrevido a bromear con ella al respecto o a jugarle malas pasadas, pues respetaban su criterio para relacionarse y la querían lo suficiente como para valorar su amistad por encima de las burlas típicas de la edad. Hinata siempre fue la más madura, y su amable y serena compañía, a su vez, las ayudó a madurar.

Pero los años habían pasado y, al parecer, estaban atravesando por una especie de lapsus reparador de baches juveniles.

-No es ne-necesario, Ino-san –se apresuró a decir Hinata, nerviosa otra vez.

-Oh, claro que lo es –repuso ella.

-Es ridículo –intervino Tenten.

-Si cuando íbamos a la escuela no lo hacíamos, no entiendo por qué se las organizaríamos ahora, Ino-cerda –opinó Sakura.

-Para que busque a su hombre, perfecto o imperfecto.

-Tonterías.

-Hinata se merece un buen candidato.

-Y lo encontrará cuando sea el momento.

-Tal vez el momento haya llegado, pelos de frambuesa inmadura.

-Chicas –intentó intervenir Hinata, conciliadora.

-O tal vez lo quiera tramar tu retorcido cerebrito, pequeña chillona.

-Nada de lo que digas me hará cambiar de idea, estoy segura de que mi proyecto de organizarle citas dará sus frutos.

-¿Acaso estás en tus cabales, zoquete?

-Chicas –volvió a intentar Hinata.

-Si me preguntan, es lo más absurdo que he escuchado en el último tiempo –acotó Tenten.

-Pues absurdo o no, ¡es lo más lógico que se puede hacer por una amiga solitaria! –repuso Ino con impecable contradicción.

-¡Hinata jamás aceptaría someterse a semejante estupidez, tonta! –exclamó Sakura, que empezó a crisparse-. ¿Acaso no la has oído?

-Pues pregúntale otra vez –la desafió Ino.

-¡Bien!

-¡Bien!

-¡Bien! ¡Claro que le preguntaré! –se exaltó Sakura, harta de la discusión. Y dirigiéndose hacia la dueña de casa, le lanzó sin más ni más-: ¿Verdad que no quieres tener citas, Hinata?

La susodicha casi colapsó. Naturalmente equilibrada y generosa, le costaba horrores negarse al pedido de sus amigas, mucho más si eso significaba menospreciar a alguna de ellas, ya que tal desigualdad le provocaba en el ánimo una incomodidad con la que siempre le costaba lidiar. Las dos eran sus amigas, las adoraba por igual y lo último que deseaba en este mundo era disgustarlas. Puesta contra las cuerdas, Hinata no supo qué decir.

¿Citas? ¿Ella?

Y sin embargo… si lo pensaba... A esas alturas de su vida la timidez se había convertido en un obstáculo más que en una virtud, por lo que hacía tiempo que venía pensando en iniciar una terapia para intentar combatirla. Más de una vez su padre le había preparado ese tipo de reuniones con jóvenes de familias importantes y ella, a causa de su arraigada cohibición, las había arruinado, fisurando de paso la relación con su padre.

Quizás había llegado la hora de tomar el toro por los cuernos, quizá la idea de Ino… podría servir. Había oído alguna vez que para tratar con las fobias se empezaba por trabajar con la exposición al objeto que se teme mediante fotografías, por lo que tal vez, para combatir la timidez, podría someterse a un intercambio directo precisamente con quienes más se retraía: los hombres. Y si era con los de carne y hueso, mejor.

Sí, podría servir… aunque fuese una locura. El corazón le latía con fuerza de sólo pensarlo.

Una parte de sí comenzó a sublevarse, a coartarle el incipiente valor, por lo que tuvo que batallar para conservarse valiente. Una de las cosas que más la movilizaban era la necesidad de combatir sus temores, la voluntad de medirse a sí misma, por lo que quizás Ino, sin intención, le haya ofrecido una oportunidad que ni siquiera había buscado, una impensable tratándose de ella, pero que de seguro, si lo intentaba, podría llegar a servirle.

Cuando percibió las incrédulas miradas de sus amigas Hinata se ruborizó, pues podía leer en sus mentes la contrariedad que su largo silencio les generaba. En verdad lo estaba considerando, ella, la más sensata de todas, ¡en verdad lo estaba considerando! ¿Es que se había vuelto loca?

Sakura esperaba su respuesta con dedos tamborileantes. Hinata no quería defraudarla ni echar en saco roto su preocupación.

-Es verdad, no quiero tener citas –reconoció por fin. Sakura miró con gesto triunfal a su amiga, que desvió la vista de modo teatral-. En estos momentos no estoy pensando ni en tener pareja, ni en salir con chicos, ni en nada por el estilo.

-Así eres tú, Hinata, te conocemos y te queremos tal cual eres –dijo Sakura.

-S-Sin embargo, Sakura-san… bueno, lo estuve pensando y… tal vez no sea mala idea co-conocer gente nueva… sólo conocerla… su-supongo.

La voz reverberó en el aire, el pasmo halló tierra fértil entre las otras tres féminas, echó raíces y germinó en forma de prolongada estupefacción. Las campanas de una iglesia cercana resonaron y su insistente repiqueteo se coló por la ventana mezclado con el ruido de los automóviles que circulaban por la calle.

Todas, incluso Ino, la miraron boquiabiertas. Sus mandíbulas no podían estar más desencajadas, ni siquiera el cangrejo Sebastián lució tan asombrado cuando vio a Ariel sobre el cuerpo inerte del hombre que había salvado. Hinata accedería… Era insólito.

-Si lo haces para conformarme…

-No, Ino-san, de veras, creo que he estado demasiado tiempo encerrada. Consideraré esas citas como simples encuentros sin segundas intenciones, una forma de conocer gente nueva.

-Estás loca –murmuró Tenten dejándose caer sobre el sofá.

-Yo creo que es la edad –consideró Sakura, ceñuda.

-Pues yo creo que es la Hinata valiente que conocemos –dijo Ino, sonriente, mientras la tomaba de las manos.

-Cuento contigo –repuso ella, que le devolvió la sonrisa.

-¡Está perdida! –volvió a declamar Tenten, desahuciada.

-Definitivamente –secundó Sakura.

-Estamos perdidas desde niñas, ¿lo recuerdas? Cenicienta, Darcy y todo eso –señaló Ino.

-¿Y de dónde sacarás los candidatos? Digo, en el supuesto caso de que realmente se lleve a cabo todo este delirio.

-¿Pues de dónde más, mi querida Tenten? Ya lo has dicho tú: de mis amistades. Y tengo muchas.

-También debemos establecer un lugar, uno que Hinata conozca para que se sienta cómoda y que quede cerca, por si tiene que salir corriendo… Rayos, ¡no puedo creer que estemos haciendo esto! –comentó Sakura, superada por la situación.

-Hace unos días abrió el café que está en la esquina, ¿no lo vieron? –dijo Hinata-. Desde afuera parece un lugar tranquilo y acogedor, me gustaría que sea allí.

-Entonces yo me encargaré de citar a los chicos, ¿estás de acuerdo?

-De acuerdo, Ino-san.

-Un momento, ¡un momento! –intervino Tenten que, al igual que Sakura, no lograba reponerse, pero tampoco podía permanecer al margen de la locura efectivamente concretada-. Si vamos a someter a Hinata a este ridículo régimen de citas en busca de no-sé-ni-me-interesa qué tipo de hombre, al menos que no sea durante mucho tiempo, sería una tortura.

-¿Qué tal si nos fijamos como meta este único mes? Estamos a primero, por lo que sólo quedan veintinueve días.

-¡Veintinueve hombres! –se indignó Sakura-. Por Dios, Ino, ¡no seas tan puerca!

-No tienen por qué ser veintinueve hombres, estúpida –se irritó ella-. Ponemos como fecha límite el treinta de abril ¡y luego que salgan las citas que salgan!

-Siento que la cabeza me da vueltas –gimoteó Tenten.

-Y sin embargo lo hemos resuelto, que el diablo me lleve –masculló Sakura, que de los nervios se había servido un vaso de coñac, la única bebida alcohólica que encontró en la casa, y lo bebió de un trago.

-Así es, amigas mías, lo hemos resuelto –concordó Ino, orgullosa.

-Y yo lo haré –dijo Hinata, que empezó a mentalizarse para no arrepentirse. Si quería superar sus debilidades, bien haría en empezar por combatir a ese molesto bichito aguijoneador que siempre la impulsaba a retroceder-. Supongo que será difícil al principio, extraño incluso, pero lo haré. Tengo curiosidad.

Sakura no lo soportó más y comenzó a beber del pico de la botella. Tenten, alterada, se la arrebató antes de que agotase su contenido y se prodigó un buen trago de ánimos también.

-o-

Más tarde, de noche, el dueño del nuevo café-bar que habían abierto en el pasaje se presentaba con una gran sonrisa ante el dueño del nuevo taller mecánico.

-Uzumaki Naruto, para servirte. Abrimos hasta tarde, ¡así que puedes venir a tomar los tragos que quieras a la hora que quieras!

-Uchiha Sasuke –se limitó a decir el otro.

Naruto volvió a sonreír y compensó con simpatía la sequedad de su cliente, que se sentó a la barra vestido todavía con la ropa de trabajo. Era la primera vez que se daban a conocer con un vecino, pues sus respectivas obligaciones los habían mantenido bastante ocupados. Por fortuna, la clientela en ese concurrido pasaje de la ciudad era bastante nutrida incluso para haber abierto sus locales recientemente.

Sasuke, cansado pero satisfecho, apuró el último trago de vodka, pagó y salió del bar. Vivía a una distancia de veinte minutos en motocicleta, solo, y no tenía ningún apuro por volver a su casa. Con lentitud caminaba de regreso al taller, cuando divisó a un pequeño grupo de bellas y ruidosas mujeres saliendo del edificio que tenía enfrente para subirse al taxi que las aguardaba.

Todas menos una. La reconoció. La había visto ir y venir ya varias veces desde que abriera el negocio, cabizbaja a veces, distraída otras, o con la mirada fija en el frente. Si la comparaba con las otras parecía más silenciosa, centrada, quizás un poco distante. No era tan atractiva ni se vestía tan femenina como la de cabello rubio, pero tenía una belleza apacible y un aire de amabilidad que emergía de su figura de forma natural.

Al igual que las otras veces, se le quedó mirando durante unos instantes tratando de definir qué más tenía de raro que le llamaba tanto la atención. Y tampoco lo descubrió. De pronto, ella se giró hacia él.

El taxi había partido y entre ellos no había más que un par de metros, cierto asombro y la noche. Alrededor, esporádicas personas iban y venían sin registrarlos, apurados por regresar a sus casas.

-Eres nuevo en el pasaje, ¿verdad?

Su amable dulzura lo descolocó un poco, por un momento creyó que le hablaba a alguien más.

-Sí, abrí mi taller la semana pasada –respondió él cuando pudo reaccionar.

-Bienvenido, me llamo Hyuuga Hinata y soy tu vecina. Vivo en el segundo piso. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.

Sasuke se le quedó mirando. Hinata, incómoda por la falta de respuesta, no supo qué hacer a continuación, hasta que se decidió a alzar la mano en un gesto de saludo para luego entrar lo más rápidamente posible al edificio.

Pero antes de que pudiera trasponer la puerta, su voz la detuvo.

-Uchiha Sasuke. –Hinata se volteó para indicar que lo había escuchado. Él permaneció en su indolente apostura-. Nos veremos seguido –agregó.

A Hinata, inexplicablemente, sus palabras le sonaron a advertencia. Sin lograr discernir por qué el ambiente se puso de pronto un tanto anómalo, se limitó a asentir con la cabeza y a meterse raudamente en su edificio. Ese chico era muy extraño.

Sasuke, imperturbable, se quedó algunos instantes más observando la fachada con las manos en los bolsillos. Estaban en abril y esa noche no hacía ni frío ni calor, por lo que la súbita turbación que empezó a generarse en su interior no podía deberse al clima.

Sí notó, en cambio, que esa chica le gustaba.