Disclaimer (ay, como si fuéramos a querer apropiarnos de Hetalia): Es tan raro dejar en claro que por primera vez usamos los personajes canon, Himaruya D:

Sobre los nombres... utilizamos los menos corrientes que siempre les escogen, Laisa y Anri, nos pareció una buena idea. Güiña desea agregar que Laisa, de hecho, fue ocurrencia del momento.


"La observó mientras la niña recogía más flores y más flores hasta que tuvo lleno el delantal, recordando con qué placer ella misma había recogido sus primeras flores en aquella misma montaña, aunque las flores se marchitaran y sus espléndidos colores se desvanecieran".

—Charles Tritten. Heidi y Pedro.


Blüte

El Goupil Le Fol es de esas cafeterías donde, al cruzar la pesada puerta de madera y vidrios con calcomanías pegadas de «Visa» «Mastercard» y otras tarjetas junto con el cartel de bienvenidos en francés, te transportas a otro universo más donde sólo existen las melodías que el junkebox de luces cambiantes trasmite, que, por lo general, son relajadas a esta hora de la tarde, quizá un jazz en francés. Anri resuelve algunos ejercicios de gramática, lo cual le abuuuuurre un tantito pero prefiere terminar que dejarlo inconcluso para después, bebe un sorbito de su vino, un Château Latour.

Un caballero abre la puerta para dejar pasar a una jovencita que agacha la cabeza suavemente y agradece, entra un vientecito fresco de principios de primavera con aroma a pan recién horneado proveniente de la pastelería de enfrente (Laisa no debe olvidarse de pasar a comprar unos dulces para su hermano). Con el corazón acelerado y las mejillas desde ya enrojecidas, mira hacia las mesas que suelen preferir, apretando con fuerza la bolsa de cartón con moño que lleva.

Anri sigue encapsulada en la gramática, saboreando el vino, en una de las mesas más al fondo, en la que siempre se sientan, donde hay un cuadro de la Bélgica con casonas más antiguas y donde la iluminación es más escasa y no la tienden encima de la cabeza. Laisa la ve de lejos, y en cuanto siente mariposas en el estómago se regaña a sí misma, diciéndose que no hay nada que temer... que Anri no sabe, y eso es una ventaja, que todo saldrá fluidamente... camina hacia ella, más derecha y con las piernas más juntas de lo normal, no por la falda hasta las rodilla que lleva, porque tan apretada no es (su hermano no la dejaría salir si así fuera), sino por los nervios. Hasta controla su respiración para que no sea fuerte. Se detiene a un lado de la mesa, encarando a Anri, y dándole unos segundos de cortesía para que la note.

Anri siente una presencia a su costado y detiene los apuntes con su bolígrafo, deja la copa suavemente en la mesa y levanta la mirada, sonríe ante Laisa.

Salut —le chispean los ojitos verdes, misma adolescente.

Guten tag —le saluda Laisa, con una pequeña reverencia con la cabeza—. Te ves bien hoy —le sonríe y busca donde sentarse con la mirada, sin moverse, no le da la espalda por respeto.

—Gracias, tú también estás preciosa —Anri se mueve al ver que busca un lugarcito—. Qué lindos aretes te has puesto, ven —palmea delicadamente el asiento mullido.

—¿Al lado? —se acerca un pasito y se echa a un lado la falda para sentarse, agradecida, y se deja la bolsa sobre el regazo—. Te... ¡Te traje algo! —aprieta más la bolsa.

La belga sonríe más y en sus labios resalta el brillo labial fucsia que siempre usa, nada tan exagerado. Baja la mirada a la falda de Laisa y posa una mano sobre la bolsa.

—¡Qué detallosa, Aisa! ¿Qué es?

—Una muestra de mi afecto —explica en voz muy bajita y rápida, y aprieta más las rodillas y la bolsa al sentirla tan cerca... ¡Anri es guapísima! Y tan mujer... Si entienden a lo que me refiero—. ¿Quieres abrirlo ahora? —le mira con una mezcla de ilusión y vergüenza.

Mais oui, es un regalo tuyo, no me dabas uno desde mi cumpleaños —se ríe porque sabe que aún es jovencita para conseguir su propia plata sola y su hermano es algo... Roño—. Me hace ilusión, pero... ¿por qué? —con otra mano le arregla un poco el flequillo que le cae sobre los ojos.

—Ábrelo primero, por favor, prometo decírtelo —pide Laisa, e internamente piensa que ella es muy suave en el tacto... Así con un fondo rosado y burbujas. Le aumenta el sonrojo. Anri asiente y jala un poco la bolsa para meter la mano, abre los ojos como en suspeeeeensooooo. Saca el contenido, el cual es una boina de lana tejida a mano, de color morado con puntos en forma de flor, abre la boca de sorpresa.

—¡Está preciosa, Dios mío! —acaricia el bordado entre sus manos, con mucho cuidado, se acerca a darle un beso en la mejilla a Laisa—. ¿La hiciste tú?

—¡Eh...! —se queda en blanco con el beso, una mesera se acerca despacito a pedir la orden. Aprieta los ojos para concentrarse—. Sí... Para ti —se lleva la mano a la mejilla, donde le besó—. ¿Te gusta de verdad?

—Me encanta, la voy a usar todos los días, ¡y encima me la has hecho tú! —risa y otro beso, sin percatarse del sonrojo porque no hay mucha iluminación. Lo que si nota es a la camarera—. Tráigame un café no muy cargado para la muchacha —refiriéndose a Laisa y sonríe.

La mesera asiente, sonriente, y se va por donde ha venido sin interrumpir más, sólo dándole un momento a Laisa para respirar y reunir sus emociones.

—Me hace muy feliz eso —le agradece, básicamente—. Es lo mejor que he podido hacer. ¿Cómo ha sido tu semana? —pregunta con verdadero interés (por desviar el tema).

—Fatal... Me ha ido horrible —suspira dramáticamente.

Laisa cambia de rostro automáticamente.

—¿Algo va mal con tus exámenes? —de pronto el mundo ya no es rosa, tiende a colores grises y al frío.

Oui. Inglés, me va fatal con la pronunciación —otro suspiro, mientras apoya el codo en el borde de la mesa—. Encima que me Marianne me llama llorando...

—¿Marianne? —nótese cómo no le da atención a lo del inglés y salta directo a «la otra»—. Qué lástima —sincera—, ¿le ocurrió algo? —preocupación... Y un leve temorcillo.

—Bueno sí. Está pasando por algo grave… —se aclara la garganta y se acomoda mejor en el asiento, con los dos codos en la mesa—. ¿Te conté que su relación con Ludwig se ha vuelto algo… especial? Algo problemática... por decir lo menos —acaricia los bordes de la boina y se muerde el labio—. Y que se ha estado sintiendo... Rara, si me entiendes, se le atrasó el periodo —trata de abordarle el tema lo más suave posible... Aunque no sé si de verdad eso pueda ser tratado así, ya no está en la edad de las abejitas depositando polen.

Laisa asiente, para demostrar que está escuchando, sin comprender todavía porque... La inocencia... Y la confianza en las ciencias del siglo XXI. Además, su hermano nunca se ha sentado a hablarle de lo que ocurre cuando los padres se quieren mucho mucho mucho (ni esperen que lo haga, que para eso está la escuela). Anri le nota la cara de incomprensión cuando levanta la mirada y sólo sonríe optando por cortar el rollo antes de meter la pata.

—Y bueno... Cosas de ella, me pidió ayuda y la aconsejé y todo lo que estuvo a mi alcance —se pone la boina para bajar la tensión—. Mira, ¿qué tal queda, eh? —levanta una ceja, posando.

—Muy bonito —sonríe leeeeevemente—. ¿Pero cómo un consejo puede hacer fluir el periodo? No tiene relación —inclina la cabeza y ENTONCES comprende. Abre la boca y los párpados de sorpresa. Anri traga saliva y se sonroja un poco por haberle contado.

—Sí, y salió positivo —prosigue con cautela, de todas maneras, la chismoooooosaaaaa—. Cualquier cosa le dije que se podía quedar en mi casa —se relame los labios—. Ludwig no lo sabe aún... No quiere preocuparle, ¡pero qué sucede! —niega con la cabeza recordando que eso le da cólera y ésa exclamación no la dice tan alta, sólo lo suficiente para dejar en evidencia lo draaaaama que se puso Marianne con eso.

Laisa se lleva una mano a la boca, para taparse, avergonzada por haber reaccionado así. Abre MÁS los ojos con todo el relato.

—¿Y piensa tenerlo? —apenas se suelta la boca—, ¿cómo lo cuidará? —pobrecilla cómo va a sufrir cuando Anri le diga.

—Mejor cambiemos de tema, ¿te parece? —no quiere ni comentarle la primera opción de Ludwig que Marianne había vaticinado... Eso que nadie quiere oír porque, fuera de que aún no se haya formado el bebé en su totalidad, Marianne tiene sentimientos encontrados y cuando la idea de maternidad se concibió en su mente la escandalizó y a la vez le lleno de alegría. Cosa de francesas. Anri se le acerca más a Laisa para acariciarle la mejilla—. Cuéntame de ti, ¿cómo te ha ido en el colegio?

—Pero si es algo que te preocupa... —le mira angustiada—. Te ves triste —levanta una mano para tocar la de ella y se detiene a medio camino, pensando que quizás es demasiado contacto corporal y una invasión—. ¿Te afecta a ti también?

Anri le toma esa mano y la atrae suavemente hacia abajo, para mimarla.

—Me preocupa sí, pero ahora estoy contigo y no quiero agobiarte con otros temas —admite—, quiero saber por qué me has traído un regalo tan sorpresivamente —sonríe dulce—. Anda, si tenemos tiempo para extendernos con los problemas de Marianne más tarde. Más importante eres tú —alienta para darle confianza.

—Bueno... Si tú lo prefieres así... —cede por buenos modales, sin estar segura. La mesera se acerca con el café de Laisa y un chocolate chiquitito de cortesía (porque esto es Bélgica y hay chocolate belga). Laisa se sonroja pensando en cómo proponer lo que quiere decir—. Últimamente he sentido un cambio en mí —explica, en un inicio, y sonríe nerviosita, desvía la mirada.

Como Anri no pidió nada, sólo se queda observando a Laisa hablar.

—¿Un cambio...? —pregunta pensando que seguro es físico, como que le han crecido los pechos o algo en esa línea. No le han crecido todo lo que querría y no lo harán tampoco, para frustración de algunos.

—Sí —asiente, envalentonándose... A nivel ardilla—, quiero ser una mejor persona porque... —la mira sonrosada y con los ojitos brillantes tipo shojo—, me ha inspirado una persona que se instaló en mi corazón.

Anri pone cara de OMFG emocionada, pero intrigada a la vez.

—¿Q-Quién...? Oh, eso también me toma de sorpresa —en su posición de mujer adulta, aunque no le creeeooo que no sepaaa—. ¿Es del... Colegio? ¿De dónde...?

—Bueno... —nervios nervios nervios—. No es del colegio —se pasa la mano libre nerviosita por el cabello y aprieta entre el pulgar y el índice un mechoncito—. Es mayor que yo... Ya está estudiando en la universidad.

Impacto.

—No me habías contado de... Tus otros amigos en la universidad, n-no sabía qué... —confusión, toma la copa de vino y bebe un sorbo, mirándola fijamente. Pasa—. ¿Y se lo has... dicho?

—No —responde Laisa suavecito y desvía la mirada, la mira de reojo, vuelve a desviar la mirada—, verás, es que esa persona parece tener sentimientos por otra... Mujer —baja los ojos.

Anri suelta el aire por etapas.

—Bueno... Sabes que un chico de universidad tiene otras... Necesidades y pasa por cosas que ni te imaginas aún, tiene otras preocupaciones más complicadas —trata de hacerla entender, por Dios, que seguro se la come en edad—. Que tú no estás obligada a ceder, Aisa —otro sorbo a su copa, mirándola de reojito.

—¡Pero yo cedería gustosa! —responde sin comprender nada (porque es Anri, venga, qué cosa mala puede hacerle), se imagina algo así como ceder objetos, o dejarle fumar en su presencia... Cosas así. El grito debe escucharse en todo el local, algunos dejan de hablar unos minutos y las miran, pero Anri solamente se ríe porque Laisa se ve tieeeeernaaaaa y nos sube el azúcar en la sangre.

—¿Cómo se llama tu chico? —sin que le importen mucho las miradas ajenas a ellas. La que es una sabía decisión, puesto que pronto dejan de hacerles caso y las conversaciones continúan.

—Eh... —Laisa le mira de reojo—. Erestú —dice en vocecita mínima y se sonroja completa.

Pardon? —pregunta Anri habiendo oído pleeenamente ese atropello de palabras, acercándose un palmo más. Viéndola, siempre viéndola.

—Eh... Eh... —Laisa se pone nerviosa, viendo que se le presenta la oportunidad de dar pie atrás—. Matthew —se inventa el nombre de un amigo de la internet (ñoño y fan de Star Trek).

Anri se ríe notando lo mismo, se acerca a su oído disimuladamente.

—Creí haber oído un «tú» y no un Matthew, mon trésor —sonriente.

—Ah-ah-ah —tartamudea Laisa completamente roja, como el moño que lleva ese día—. ¡Perdón por mentir! Yo... —intenta contener sus emociones—, yo comprenderé perfectamente si no quieres —se predispone a la sentencia.

Se oye otra risa por parte de Anri, porque a esta chica parece que se le ha pegado el entusiasmo de Antonio, un amigo español de la universidad. Y niega con la cabeza.

—¿Si no quiero qué? ¿Sabes qué relación tenemos? —pregunta, acariciándole el cabello con dos dedos—. ¿Sabes por qué esa vez en tu casa te di un beso y te dije también que eso hacen las amigas? Estabas asustada...

—Somos amigas —dice Laisa con vocecita decepcionada, mientras interiormente piensa algo en la línea «pero mientras me acaricie el cabello soy feliz». Y esta niña piensa a lo «a-atashi» y «shiawase» para que se hagan una idea—. Perdóname, por favor —se siente tonta.

—No te perdono, me gustas. Mucho —se lo dice como un secreto al oído y retrocede para sostenerle la mirada a los ojos, no existe el muuundooo—. Si somos más que amigas me mandan a la cárcel —sonríe, feliz.

Laisa siente un escalofrío cuando le habla al oído, algo así como éxtasis para ella.

—¿Entonces no? ¿O sí? —está confundida porque primero le dice que sí le gusta, pero no le perdonará, y luego le dice que no pueden ser más que amigas—. No entiendo. ¡Perdóname por preguntar tanto! —esconde el rostro en las manos.

—Si Vash no reacciona como un demente... —le coge suavemente una mano y las entrelaza, dándose su tiempo de sentir ese toque y tibieza que le encanta de Laisa—. Llegamos a formalizarlo, aunque todo a su tiempo no tenemos porque… darle un nombre todavía.

—Mi hermano no necesita enterarse —uhhhhh, ella, la rebelde—. ¿Debo pedírtelo yo, o prefieres pedirlo tú? —sonríe dulcemente y siente la mano como los muebles secados al sol (no pregunten qué piensa ella para hacer esa comparación): Suave, limpia y cálida. Está más tranquila, todavía sin creer su suerte del todo, pero abriéndose a la posibilidad porque no imagina a Anri mintiéndole.

Las uñas de color verde limón de Anri se pierden entre los dedos finos de Laisa, quiere besarla pero suspira laaargo. No del todo segura de lo que va a decir.


Güiña perdóname, no será un one-shot... Las promesas se engañan y yo estoy a un millón de años luz de casa *drama*

Sigo preguntándome porque es que... siempre es con Hungría el emparejamiento de esta niña.