Como participación al SasuKarin Month de éste año, les traigo éste fic, donde cada capítulo será algún tema del calendario para éste mes. Sé que voy atrasada, pero espero poder recuperarme.

Nota: No usaré todos los temas del mes para el fic, pero si alguno de ellos y podrán identificarlos porque el título de cada capítulo será el tema del calendario. Si no conocen el calendario del SasuKarin Month de éste año y desean echarle un vistazo, pueden agregarme a facebook como amiga (vean en mi perfil) o buscar el grupo y página titulado SasuKarin Month.


Despertó de repente cuando el impacto y el estruendoso sonido de una mano azotando su butaca interrumpieron el sueño en que se había sumergido sin siquiera darse cuenta. Dio un salto echándose para atrás con un grito ahogado y casi cae al suelo mientras el salón se llenaba de risas burlonas.

−¡Afuera! –ordenó Tayuya, la profesora de música, quién no se tocó el corazón en evidenciar que la pelirroja se había quedado dormida en medio de la clase, pese a que se denotaba un gran cansancio en la chica, que podría tener alguna razón.

Avergonzada, Karin salió del salón quedándose afuera mientras sostenía una cubeta con agua como condena.

Los minutos pasaron lentamente y ella no dejaba de lanzar varios bostezos. Hacía tiempo que sus sueños habían sido invadidos por imágenes extrañas que apenas lograba recordar, pero no por ello sólo se quedaban en el olvido, pues al despertar le dejaban una sensación de angustia que no desaparecía con el pasar de las horas. Era por esa razón que, desde que aparecieron esos sueños prefería dormir lo menos posible, pues entre menos lo hiciera, la sensación dejada por los sueños era menor, y se desvanecían más rápido.

Sólo tenía en mente algunas imágenes que habían sobrevivido al olvido de su despertar, y aunque esas escenas que recordaba las había soñado en diferentes días, parecían tener relación entre ellas, pues aparecía la misma gente en esos sueños, y sin embargo, no conocía a ninguno en la realidad.

En una de las escenas recordaba que ella volaba convertida en ave y al aterrizar tomaba forma humana –no podía verse, pero estaba segura que cambiaba de forma−, el lugar al que llegaba habían cuatro personajes esperándola: uno de ellos –quien parecía ser el líder− era un hombre de cabello y larga barba blanca, llevaba un parche en el ojo izquierdo y en uno de sus hombros descansaba un cuervo, a lado de ese hombre había una mujer madura pero guapa de cabellos rubios que la miraba con amabilidad, también habían dos hombres jóvenes, guapos de cabello rubio, pero uno era corpulento, alto de cabello y barba largos y sostenía un enorme martillo, y el otro era fornido, de cabellos y barba más corta a la de los demás hombres y había un jabalí –aparentemente dócil− a su lado. Otra escena que recordaba era ella en un carro antiguo halado por dos enormes felinos, aquellos animales la llevaban por extensos campos pintorescos en los que jamás había estado. Y finalmente recordaba que lloraba incesantemente mientras caminaba como buscando algo, y al mirar el suelo veía cómo las piedras se convertían en oro al contacto con sus lágrimas.

Bufó molesta, porque después de tres meses con esos sueños seguía sin saber qué hacer con ellos, pues ella no creía que los sueños tuvieran algún significado místico, pero si uno psicológico, empero tampoco se había animado a visitar a la psicóloga que trabajaba en su escuela para hacerle una consulta, aunque ahora ya lo estaba considerando, pues ese día no era el primero en que la castigaban por quedarse dormida en clase, y sus calificaciones de los exámenes de la semana pasada habían sido pésimas −ya esperaba la reprimenda de su padre adoptivo cuando se enterara−, así que quizá si, debería visitar a la psicóloga a ver si esos sueños paraban.

−A veces pienso que haces todo esto a propósito para darme gusto –un joven albino se acercó a ella con una sonrisa burlona. Hundida en sus pensamientos no se había dado cuenta que ya había tocado la campana que anunciaba el término de las clases y sus compañeros salían del salón− No hay nada mejor que ver a los maestros regañando a la "alumna estrella".

−¡Cállate! –exclamó ella enfadada dándole con suma agresividad la cubeta que llevaba en las manos− ¿Dónde están mis cosas?

−¿A qué hora te dormiste ayer? –salió un chico alto de cabello anaranjado entregándole su mochila a la pelirroja.

−No lo sé –contestó irritada− Me voy a casa.

Sin despedirse del par de chicos ni darles la oportunidad de decir más, Karin salió de la escuela a paso acelerado, y hasta que se encontró un par de cuadras lejos del recinto alentó su andar soltando un suspiro. Ella no era de las personas que abría sus sentimientos, deseos ni preocupaciones con facilidad, y aun cuando conocía a ese par desde que entró a la preparatoria y que podría llamarlos "amigos", no quería decirles nada. Si acaso le había mencionado algo a Juugo, el chico que le entregó sus cosas, pero jamás había profundizado con ninguno.

−¡Hey! ¡Perezosa! –por inercia volteó y vio que Suigetsu, el chico albino, se acercaba rápidamente hacia ella hasta que la alcanzó− ¡Maldita sea!

−¿Qué quieres? –preguntó secamente.

−¿Por qué me has dejado con tu estúpida cubeta? –le reclamó agresivo− ¡Ni siquiera me esperaste!

−¿Para qué?

−Siempre nos regresamos juntos.

−Pues hoy no tengo ganas de aguantarte –ella reanudó su andar, pero el albino caminó con ella− ¡Lárgate!

−Dime qué te pasa.

−¿De qué?

−No te hagas la estúpida, aunque me divierta que te regañen, no es común de ti que te duermas en clase y ya va más de un mes que castigan por lo mismo.

−¿Y eso a ti qué te importa? Te la pasas fregándome la vida, así que no vengas a fingir que te preocupas por mí.

−Idiota, claro que me preocupo –ella quedó desconcertada ante la seriedad de sus palabras. Se detuvo para mirarlo a los ojos y notó sinceridad en ellos, por lo menos hasta que sus labios se estiraron en un sonrisa− Si te pasa algo ¿a quién joderé después? –su gesto volvía a ser burlón− Juugo me da miedo y los demás no reaccionan tan divertido como tú.

−¡Sólo déjame! –exclamó Karin regresando a su rápido andar, y al notar que él aún la seguía se detuvo violentamente para mirarlo− ¡Deja de seguirme!

−No te estoy siguiendo, te recuerdo que vamos por la misma dirección –contestó el albino con los brazos tras la nuca, a lo que la chica reanudó su andar con él por detrás hasta que ella dobló una esquina dos cuadras adelante− ¡Espera! ¿A dónde diablos vas? Tu casa es a la derecha.

−No voy a casa, genio. Voy al hospital a buscar a mi padre –contestó sin siquiera detenerse− Así que largo.

Mientras siguió andando echó una mirada tras de sí metros más adelante para comprobar que Suigetsu no la seguía. Soltó un suspiro de alivio. Sabía que aquello funcionaría, pues al albino le daba terror su padre, y así no sólo lograría zafarse de él, sino que no quería llegar a casa aún. Aprovecharía ese breve momento para ir al parque al otro lado de la ciudad donde seguramente nadie la buscaría. Ella rara vez iba, pero era de sus lugares favoritos, pues nadie la molestaba porque nadie la conocía ahí, y podía sentir una enorme tranquilidad rodeada de toda esa naturaleza bien cuidada, a diferencia del abandonado parque cerca de su casa.

Una vez en el hermoso parque del Este de la ciudad, Karin buscó una zona bajo un árbol para echarse en el pasto. Miró largo rato el cielo luchando por no quedarse dormida, tarea difícil estando acostada en un lugar tan relajante, pero tampoco quería levantarse, y se había elegido un lugar tan cómodo para estar, era para pensar y acomodar sus ideas.

Le gustara o no, si, iría a ver a la psicóloga de la escuela, eso ya le había quedado claro mientras cargaba la cubeta en el pasillo, pero la pregunta era ¿qué le diría? Estaba casi segura que lo que la profesional le diría sería algo referente a que estaba deprimida o dolida con sus padres, quienes la abandonaron siendo un bebé, y que ello se combinaba a la estresante vida que su padre adoptivo le asignaba y su falta de amistades más íntimas y/o femeninas. Sin embargo, ella estaba segura de no sentir nada de eso.

En primer lugar ¿dolida o rencor a sus padres? Si, alguna vez lo sintió cuando aún era una niña que no comprendía por qué no la habían querido, pero hacía un tiempo que pensó que quizá era mejor así, porque una persona que da en adopción a su hija o una de tres, o no era deseada o no podrían mantenerla o habían muerto. Al principio se preguntó una y mil veces qué estaría mal en ella para no ser querida, pero al crecer supo que ella no era el problema, ya que sus padres quizá ni le dieron la oportunidad de conocerla, y que de ser sus padres pobres, quedarse con ellos no le darían la oportunidad que ahora tenía con su padre adoptivo, en cuanto a los padres muertos… No tenía la menor idea, porque lo único que sabía era que había sido encontrada en una cabaña y… sólo eso, porque no supieron, o quizá no quisieron decirle más.

¿Sobre su padre adoptivo? Era verdad que desde que la adoptó había sido estricto y siempre la tenía estudiando, pero desde que llegó con él jamás le había faltado nada, siempre tuvo comida, ropa, medicina, educación, juguetes, y demás cosas, quizá sólo le faltaba un poco más de afecto, porque eso y las cosas estaban condicionadas, pues ella debía resaltar en todo lo posible como la mejor para recibir todos esos beneficios, pero ¿qué no es lo mismo que hacen los padres biológicos al fin y al cabo? Hay quienes con malas calificaciones los echan de la casa.

Y sobre amistades… No necesitaba, al menos no de la gente que conocía, puesto que el lugar donde vivía era hostil, y no por tratarse de un "barrio bajo", más bien todo lo contrario. Karin vivía en los barrios más adinerados de la ciudad, y cuando ella se refería a que era hostil, no sólo era por la hipocresía que invadía a toda la gente ahí, sino que nadie cooperaba en nada. El mejor ejemplo era el parque, que con tanto dinero de la comunidad hasta podrían edificar un parque de diversiones con reserva natural, pero nadie quiere cooperar con otro alguien, aduras penas lo hacen con su propia familia y lo más cercano que esas personas conocían de la caridad era Orochimaru, su padre adoptivo, quien además de ella había adoptado a otro chico antes que a ella y sólo porque no quiso casarse para compartir su fortuna con nadie, y a ellos sólo los tenía por beneficio, aunque Karin aún no entendía con seguridad cuál era el beneficio que ella podría brindar. Así que amistad con alguien ahí JAMÁS… ¿Suigetsu y Juugo? Si, podía llamarlos amigos y no estaban precisamente en la descripción de toda esa gente odiosa, y sólo porque Juugo había estado en internados –desde muy chico− donde a pesar de que su familia era la misma porquería que los demás, en los internados le enseñaron otras formas de ser, mientras que Suigetsu era hijo bastardo de un empresario que sólo lo buscó a él y a su madre cuando su esposa e hijo legítimos murieron en un accidente, porque cuando se tiene dinero, es importante tener herederos. Así que si, ellos eran lo más cercano a un amigo, pero pese a todo, ella seguía sin poder abrirse.

Resopló un par de veces y sin darse cuenta comenzó a quedarse dormida. Justo antes de entrar en el confort del sueño, sintió cosas ligeras caer sobre ella y de repente ¡Zaz! Alguien estaba sobre de ella.

−¡Duele!

−¡Auxilio! –comenzó a gritar repetidas veces cuando vio que un joven rubio se encontraba sobre de ella− ¡Auxilio!

−¡No! Espera, no grites –pedía el chico tratando de tranquilizarla− Te juro que fue un accidente –el miedo invadió al joven y le tapó la boca de repente− No grites, déjame explicarte ¿si?

Karin asintió más para que la soltara que para escucharlo, pues planeó que al encontrar oportunidad pediría ayuda o lo golpearía con la mochila para echar a correr, pero cuando él la soltó, notó que comenzó a recoger unas hojas de papel que se encontraban alrededor y sobre de ella. La curiosidad le ganó para tomar algunos de los papeles y echarles un vistazo.

−Thor, Frigga, Loki. ¿Qué clase de nombres son esos? –preguntó ella con desconcierto.

−¿No los conoces? Son dioses de… −quedó pensativo− Bueno no me acuerdo, a mi hermana es a quien le gustan estas cosas –al recordar a la susodicha se apresuró a juntar los papeles con miedo− Va a matarme si falta alguno.

−Explícame qué hacen los papeles de tu hermana sobre de mi o volveré a gritar –amenazó recordando la situación, pues si bien no era idiota y podía interpretar algo, también temía que fuera sólo una excusa del tipo para aprovecharse de ella− Y más vale que sea convincente.

−No por favor, no grites… es que mi hermana… bueno es que ella me los dio e iba a casa… y el viento sopló de repente… −decía nervioso, y no porque mintiera, sino que temía que la chica no le creyera y lo fuera a meter en problemas− Corrí tras las hojas y tropecé… y… ¡Allá hay otra!

El rubio se levantó de un salto y corrió a un par de metros a recoger no sólo una sino cinco páginas más que se habían dispersado, mientras Karin tomó una hoja que el rubio había dejado caer al levantarse. Echó otra mirada a la nueva hoja en su mano, que iniciaba con el final de un párrafo que seguramente iniciaba en otra hoja:

"…Freya, triste y abandonada, lloró largamente, cayendo sus lágrimas dolidas sobre las duras rocas, ablandándolas al punto en que se dice, se introdujeron en el mismo centro de las piedras y se transformaron en oro. Caminando por el mundo llorando, algunas lágrimas cayeron al mar y fueron a transformadas en ámbar."

−¿Podrías devolverme eso? –interrumpió el rubio su lectura con una voz miedosa− Por favor.

Karin levantó la vista y al principio no captó la petición del chico, pues con sólo haber leído ese párrafo, había sido suficiente para remontarse a los pocos recuerdos que tenía de uno de sus sueños.

−¿Todas esas hojas son sobre esos Dioses extranjeros? –preguntó Karin renuente a devolver la hoja, pues había despertado su curiosidad− ¿Qué clase de tarea es esa?

−Si… y no es tarea, mi hermana es fan de la mitología y va a matarme si falta alguna hoja –decía con ojos suplicantes− ¿Puedes devolvérmela?

−¿Cómo te llamas? –preguntó la pelirroja viendo cómo el rubio dudaba en responder− Si mi dices tu nombre te devolveré la hoja.

−Soy Uzumaki Naruto –esbozó una resplandeciente sonrisa al presentarse, pero ésta desapareció nuevamente al suplicar por la hoja− ¿Me la darás?

−Toma –por un momento se le figuró a Suigetsu… No, ese chico tenía algo diferente.

Karin le extendió la hoja e ignoró al rubio que trataba torpemente de reorganizar las hojas, pues ella no pudo evitar levantar la mirada al cielo para repasar aquél sueño en que se veía a ella llorando y cuyas lágrimas convertían las piedras en oro tal cual lo describían aquellas hojas. ¿Cómo se llamaba el personaje que las hojas describían? Por lo regular contaba con muy buena memoria, pero se le dificultaban las palabras extranjeras cuando se trataban de idiomas que aún no aprendía, además de que cuando había leído los nombres, no les prestó mayor atención más allá del hecho de que fueran extranjeros. Fre… ba. No. Fre… da. Tampoco. Fre…

−¡Hey! –llamó el rubio agitando una de sus manos frente a los ojos de ella− ¡Despierta!

−¿Qué?

−¿Tú quién eres? –le preguntó mirándola de pies a cabeza− ¿Eres nueva en la ciudad?

−No precisamente –contestó la pelirroja saliendo de su ensimismamiento. Al parecer ese tal Naruto no notaba su uniforme con el escudo de Otogakure, la preparatoria privada más importante del país− Soy Hebi Karin –se arregló los lentes− Tu hermana tiene intereses peculiares.

−Más bien aburridos –bufó Naruto− Pero ella es fanática de estos cuentos –dio un manotazo a las hojas en su zurda y casi vuelve a sacar volando los papeles− Si los pierdo me mata, tiene una carácter tan parecido a nuestra madre que… −calló de repente y miró su reloj de pulsera− ¡Mamá va a matarme! –su exclamación se oyó en todo el parque− ¡Debo llegar a tiempo a la cena!

Y sin decir más, el rubio echó a correr, sin darle la oportunidad a Karin de buscar un pretexto para poder volver a echarles un vistazo a esas hojas y grabarse por lo menos el nombre de aquella que convertía en oro las piedras. Dio un bufido por la frustración, y tras ver la hora en el reloj se dio cuenta que también se le hacía tarde. Su padre y hermano ya deberían estar camino a casa y seguramente llegarían antes de que ella pudiera cruzar la ciudad de vuelta a casa.

Seguramente sería castigada, pues su deber era ir de la escuela directo a casa y quedarse ahí estudiando hasta la hora de la cena, en que su padre y hermano se reunirían con ella en el comedor. Ahí, ellos hablarían de sus avances o logros en el trabajo y al final le preguntarían a ella por su promedio, especialmente de los exámenes que aún no se atrevía a decir que había salido baja, y tras ello de vuelta al estudio una hora más para después tener unos minutos para ella antes de ir a dormir. Ese era su diario –por lo menos entre semana y dando una rara escapada a aquél parque−, pero ahora si se había pasado de la hora, no había forma en que no la descubrieran y sólo le quedaba correr tan rápido como sus piernas se lo permitieran. Con un poco de suerte quizá podría llegar un poco antes que ellos, si el tránsito o asuntos en el hospital le favorecían, o por lo menos podría llegar al mismo tiempo, y así podría inventarse algún trabajo en equipo –que rara vez les dejaban−, o una ida al museo olvidada para alguna clase. Sin embargo, en el trayecto no dejó de intentar recordar alguno de los nombres que leyó, y al tocar la puerta de la mansión…

−¡Frigga! –exclamó para después entrar con premura a la casa.

Para su fortuna, ni su padre ni su hermano habían llegado, y tan rápido como pudo entró a su habitación a cambiarse la ropa, pero no tuvo tiempo de buscar en internet el nombre que había recordado, pues antes de meterse la última prenda que le faltaba, su familia adoptiva ya había llegado, y enseguida la llamaron a la mesa.

Ya en el comedor ni su padre ni su hermano se habían dado cuenta de su ausencia en casa, y si su padre preguntara a los criados sería delatada sin ningún atisbo de compasión, pero rara vez hacía algo cómo eso, y aquella noche no fue una de aquellas veces. Así fue como la cena se llevó a cabo como lo acostumbrado, y cuando le preguntaron por sus calificaciones decía volver a mentir –llevaba una semana así− diciendo que con seguridad los entregarían al siguiente día –porque ya no podía seguir aplazándolo− y que estaba segura de tener buenas notas.

De haber sido cualquier otro día, la plática habría terminado ahí con el postre, pero cuando Karin se disponía a retirarse con la debida etiqueta que su padre le exigía, el hombre de piel pálida y cabellos negros le sonrió ampliamente y la hizo volver a su asiento.

−Te he arreglado una cita –soltó sin ningún tipo de sutileza− Un partido excelente para ti –Karin ni siquiera pudo emitir sonido ante la sorpresa− Lo único que tienes que saber sobre él es que es muy rico e inteligente –hizo una pausa, como esperando que ella replicara, pero no pudo reponerse del shock antes de que su padre adoptivo retomara la palabra− No me importa si te gusta o no, o si lo quieres o no, pero debes enamorarlo ¿me entendiste?

−Pero padre ¿por qué? −finalmente logró emitir sonido y la respuesta ella la conocía, pero seguía incrédula− ¿Qué se supone que…?

−No debes hacer preguntas, sólo obedecer, que para eso se te mantiene. Y con muy buena vida debo agregar –no esbozó ningún ápice de enojo, pero Karin sabía que de seguir replicando desataría su ira, y con ella castigos peores que aquél que pudiera darle por las calificaciones o por llegar tarde a casa− Aún no decido del todo si vas a casarte con él, pero de momento quiero que lo enamores al punto de que no pueda negarte el más mínimo capricho –soltó una risilla− Aunque de una vez te advierto que la tarea no es sencilla, pero la vas a cumplir si quieres permanecer aquí; de lo contrario te devuelvo al orfanato, o quien sabe, ya tienes diecisiete, quizá ellos te echen a la calle. ¿Entiendes?

Karin bajó la mirada conteniendo un enfado que comenzaba a nacerle. Sabía que de nada serviría alegar, ni mucho menos pedir ayuda de Kabuto, su hermano adoptivo, especialmente porque él tenía una fidelidad enfermiza con Orochimaru, el hombre que los adoptó.

−Si –respondió entre dientes.

−Mañana a las siete. Ponte mona –mantuvo la sonrisa− Puedes retirarte.