Esta historia es obra de dos obsesas del Fantasma de la Ópera y su historia: WandringChild y una servidora, LitteLotte. Indicaré en cada capitulo quién es la que escribe de las dos. Esperamos que las disfruteis todos.
LE CHOIX D'AMINTA
Escrito por WandringChild.
I
¡André, despierta! –monsieur Firmin golpeó con el pomo de su bastón a su amigo Moncharmin, que cabeceaba adormilado sobre el asiento.
El director sacudió sobresaltado la cabeza, haciendo caer el sombrero de copa que reposaba sobre su regazo.
- ¡No vuelvas a hacer eso Richard! –le reprendió André. – Sabes que soy de sueño ligero.
- ¿De sueño ligero? –contestó monsieur Firmin.- ¡Alguien que es capaz de dormir con en traqueteo de las ruedas sobre el adoquinado de estas calles no puede decir que tenga un sueño ligero, Moncharmin!
- Llevo semanas sin pegar ojo por todo este maldito asunto de la venta–dijo el otro acomodándose contra una de las tapizadas puertas, entornando los ojos.- Creo que no hago ningún mal a nadie con una pequeña siestecita...
- Déjala para otro momento. Ya llegamos. ¡Mira!
El señor Firmin desveló los vidrios oscuros de las ventanas, dejando ver el exterior a su compañero. Al final de la calle, alto y majestuoso, se alzaba el edificio del Teatro de la Ópera de París, blanco y brillante, perfilados sus jaspes y el oro que los cubría por los mortecinos rayos del sol, que ya se ocultaba. Parecía arder como una columna enardecida en bruñidas teas, orgulloso y arrogante, magnífico.
Firmin apartó la mirada melancólica y resentida ante tal visión; a su memoria venía aquella noche hacía ya algo más de tres años; aquella noche maldita en la que la desgracia sobreviniese a la Gran Ópera de París; aquella noche en que la gran araña de cristal cayese sobre el patio de butacas mientras los magnánimos acordes del Don Juan Triunfante reverberaban entre las altas columnas y las diosas de oro, que mudas y ciegas, aguardaron pacientes a consumirse entre las llamas.
El teatro ardió...
Y con él sus sueños, sus ambiciones...
Y se desveló el gran secreto...
Él existía...
Firmin¿quieres cerrar esa ventana? –dijo André, molesto.- Deseo aprovechar hasta los últimos segundos de descanso que puedan quedarnos antes de esta noche... ¡Richard!
El director volvió la mirada abstraída hacia su amigo, que cubría su rostro de la luz exterior con el sombrero negro, ignorando los pensamientos de monsieur Firmin. Corrió el visillo de terciopelo negro y empuñó su bastón quedamente, perdiéndose su vista en la empuñadura de plata.
¿Seguiría existiendo?...
El carruaje se detuvo bruscamente. Firmin se agarró a la puerta, evitando la caída, mientras André se revolvía en sueños para nuevamente quedar inmóvil. La pequeña puerta de la carroza se abrió de par en par, dejando entrar la fría brisa del otoño parisino y la luz reflejada sobre la fachada dorada de la Ópera.
¿Monsieurs? –una voz femenina los llamó desde el exterior dulce pero firmemente, en una jactancia ya de sobra conocida para ambos directores.
- ¡Madame Giry! –saludó Richard Firmin a la mujer mientras descendía del carruaje. Tomó su mano y la besó educadamente. – No sabe cuán grato es para ambos volver a contar con sus servicios madame, aunque sea por un corto tiempo. ¿Verdad monsieur Moncharmin? – dijo sonriendo. No hubo respuesta.- ¿Moncharmin?
El director se giró y vio al señor André agazapado contra las suaves cortinas del carruaje, aún dormido, aferrado a su sombrero.
- ¡Moncharmin!
Monsieur Richard golpeó fuertemente con su bastón al director, que se despertó sobresaltado.
- ¡El Fantasma! –gritó André al abrir los ojos. Respiraba jadeante, la mirada perdida en el asiento frente a él. Firmin lo observó con ojos desorbitados.
- ¿El Fantasma?
- ¡El Fantasma de la Ópera Richard! Me... ¡me estaba hablando!
El señor Firmin y madame Giry lo miraron estupefactos, demasiado sorprendidos como para formular palabra alguna.
Perdone monsieur Moncharmin –dijo la señora Giry,- pero creo que ciertamente le haría falta descansar antes de la velada de esta noche.
- No es producto del sueño esta advertencia¡me estaba amenazando por haber regresado!... Si no me hubierais despertado yo...
- ¡Monsieur¡Compórtese! –le cortó la mujer en tono imperativo y nervioso.- ¡No debe hablar de asuntos como estos aquí, en plena calle, tan cercana la reinauguración del Teatro!
- ¡Si André, deja ya los delirios¡Ese hombre –o lo que Dios quiera que fuese- pasó a la historia¡Ya no existe! –el director se volvió hacia a señora Giry, de la que sabía, había tenido una buena amistad con aquella muerte enmascarada-... ¿no es así? –inquirió preocupado.
La mujer le miró severa y largamente, apretando los labios.
- Acompáñenme monsieurs. Les están esperando.
