Bueno, este es un fanfic hecho a pedido de Cintia Elric. Es un EnvyEd AU ambientado en Argentina, producido en 20 minutos con buen humor pero en una urgencia inexplicable de escribir angst, luego de haber escuchado mil y una vez la canción "Campanas en la noche" de Los Tipitos(cosa que no tiene nada que ver con el fic)… por eso salió algo tan raro. Pero creo que me gusta.
Pairing: EnvyEd
Género: romance/angst
Rating: PG-13
Advertencias: OOC, fluff y fealdad.. pero con amor(?)
Aroma a Tango
Noche porteña.
El manto de estrellas se extiende sobre mi cabeza, inmutable, hermoso, tremendo, mientras le doy la tercera pitada a mi Marlboro. En el silencio de la ciudad, tan solo interrumpido por los pocos autos que a estas horas transitan la 9 de Julio y a causa del murmullo de algunos adolescentes que se pasean borrachos por las cercanías del Obelisco, pienso en vos. Giro la vista y allí estás: recostado sobre nuestra cama, desnudo, tus cabellos rubios desparramados sobre la almohada blanca. No tenés idea de lo bello que te ves desde el balcón.
Suspiro. Quién diría que del odio al amor hay una línea tan fina que atravesar. Bueno, todos lo dicen, pero pocos lo han experimentado como nosotros. Es una línea casi tan fina como la que divide la dicha de la infelicidad.
Pensaste que podrías protegernos de la verdad para siempre, pero el destino nos llega a todos, y fue él quien obró sobre vos para que en un fingido descuido dejaras esa reveladora carta sobre la mesa, expuesta a mi curiosidad. ¿O acaso creés que no iba a darme cuenta de tus intenciones?
No sé hace cuánto que sabés de esto, tal vez desde siempre. Quizás el estar seguro de que nuestro excesivo afecto, por el hecho de ser hombres, nos condenó desde el principio, hizo que no te importara. Pero aunque nuestras madres sean distintas, al igual que nuestros apellidos, el hecho de compartir al mismo padre ausente convierte al pecado en algo aberrante. Y, sí, soy un cobarde. Nunca he sido bueno en esto del amor. De seguro es por ello que llegué a encariñarme tanto con vos, pensando que había llegado la hora de abrirle mi corazón de piedra a alguien.
No tengo dudas que después de esto, vas a cruzar la línea y volver a odiarme. Está bien, lo merezco. Mis sentimientos no van a cambiar a pesar de todo.
Arrojo la colilla del cigarro a la calle y entro a la habitación, acostándome a tu lado. El aroma de tu cuerpo me embriaga, no puedo evitar abrazarte. Beso tu mejilla cálida, y susurro a tu oído:
-Te amo, Ed.
Ya habrá otro día para las despedidas.
