Los personajes y la historia no me pertenecen, Rurouni Kenshin es de propiedad de Nobuhiro Watsuki y la historia le pertenece a Yumi Komagata.(yo solo lo traducí, je je je)

Primera parte

Tan hermoso, pensó Kaoru, mientras miraba fijamente la extensión de cielo nocturno. Tan pacífico. Volvió su mirada afligida hacia sus pies, sus dedos de los pies desnudos que miraban furtivamente sobre el borde del porche. Tan diferente a mí. Descansó su cabeza en sus rodillas flexionadas, acomodando su mejilla en el suave y bien llevado material que las cubría como buscando consuelo para su desasosiego.

Kenshin había estado casado. Había sido sorprendida cuando se los dijo, y había escuchado con compasión el dolor en su voz. Ella no quería nada más que abrazarlo, confortarlo. Era solo ahora, un poco más de una semana después, que el conocimiento había comenzado a doler.

Trató de quitarse de encima esos pensamientos, recordándose a si misma que él se preocupaba por ella, que ella y el dojo se habían convertido en un hogar para él. El lo dijo, ese mismo día. Por un corto momento, el recuerdo de sus palabras, de su brazo envolviendo gentilmente sus hombros, había aliviado la pena. Hasta que una pequeña voz le susurró, Eso no es lo mismo. Eso no significa que él te ame, y allí radica su temor: Que él no podría. No alguien como ella, no después de Tomoe… no de la forma que ella necesitaba, y no de la forma que ella lo amaba. La inquietante duda había perdurado, carcomiendo, hasta que la consumiera completamente.

Kaoru había sabido por Kenshin que Tomoe había sido callada y serena. Refinada. No le chillaba a las persones con todo sus pulmones, o los golpeaba, o les arrojaba cosas solo porque estaba molesta. Mientras los pensamientos de otro hubieran estado llenos de celos o resentimiento, los de Kaoru estaban comenzando a llenarse con auto-reproche. Su cabello y sus ropas probablemente estaban siempre inmaculados, y dudo que alguna vez hubiera olido a sudor. Ella podía cocinar.

Como tenía tan a menudo en los últimos días, la voz de Megumi haciendo eco en su mente: "… no eres ningún reemplazo para Tomoe-san…" Los brazos de Kaoru se apretaron alrededor de sus piernas, y un miserable y pequeño sollozo escapó al recordar esas palabras, dichas casualmente con tal crueldad. Sus manos, ásperas por los callos ganados al practicar el kendo, cogían brevemente el tejido de su ropa y la condujo a la verdad de la observación de Megumi. La prenda en si – uno de los gi en desuso de Kenshin, dejado atrás cuando partió a luchar con Shishio Makoto – era todavía otro recordatorio de sus limitaciones. El no se habría ido si yo… si él… Sintió que su labio inferior comenzaba a temblar, y apretó sus ojos contra la punzada reveladora de las lágrimas.

¡Basta! Se dijo a si misma, ¡Estás siendo ridícula¡Enishi planea atacarnos mañana, y tú estás sentada aquí revolcándote en auto-compasión! Vehemente como era, la advertencia no tuvo efecto sobre las lágrimas que amenazaban con desbordarse, o las emociones que fueron golpeadas por sus propias comparaciones. Una marimacho berrinchuda no puede esperar estar a la altura de la memoria de Tomoe. ¿Por qué él querría a una chica mapache, después de que tuvo un cisne? Su respiración se estremeció en su garganta, Kaoru abrió sus ojos para mirar fijamente el dosel iluminado por las estrellas, los puntos de luz plateados mezclados con sus lágrimas manaron y se deslizaron lentamente sobre sus mejillas.

Kenshin hizo un completo recorrido por el dojo y los alrededores, luchando contra un creciente sentimiento de inquietud. Los diez días que Enishi les había dado para prepararse terminarían en la mañana. No había ninguna razón para creer que pronto vendría un ataque… pero aún no podía deshacerse del sentimiento de que algo estaba mal.

Después de verificar la última entrada, se dirigió de regreso al dojo y a su futon. Rodeando la esquina con pies silenciosos, se sorprendió de ver a Kaoru sentada en el porche afuera de su cuarto, su delgada silueta iluminada por la luz de la luna. Estaba sentada con sus piernas desnudas flexionadas bajo su barbilla, sus brazos apretados alrededor de ellas y sus pies se asomaban furtivamente por debajo de sus voluminosas mangas. El sonrió, golpeado otra vez por la cordialidad de su belleza, su intranquilidad se calmó por la encantadora escena. Se aproximó cuidadosamente, esperando no sobresaltarla, y se dio cuenta tardíamente que sus ojos estaban brillando por las lágrimas. Luego, enterró su rostro en sus rodillas, sus hombros se sacudían mientras sollozaba.

Su llanto lo desgarró, las profundidades de su infelicidad lo sacudieron hasta el centro. Vacilantemente se arrodilló a su lado, esperando consolarla pero inseguro de cómo hacerlo. Su primer instinto fue abrazarla, pero otra voz le advirtió que eso era demasiado íntimo. "Kao-" comenzó, mientras extendía la mano para ponerla suavemente sobre sus hombros. Ella saltó por lo repentino de su voz y su toque, apartándose de él.

"¡K-K-Kenshin!" ella exclamó, limpiando frenéticamente las lágrimas que continuaban rodando por sus mejillas, "Cu-Cu-Cuando t-t-tú…" su corazón se contraía dolorosamente cuando se rindió, sus palabras eran demasiado confusas por los sollozos.

"¿Qué sucede?" preguntó tiernamente, apartando unos cuantos mechones de cabello de su rostro caliente. Ella apenas sacudió su cabeza miserablemente, abrazándose a si misma. "Kaoru-dono…" los ojos violeta se abrieron conmocionados al ver que el sonido de su propio nombre la molestaba aún más.

¡Kaoru-dono! Se lamentó para si misma, ¡incluso ahora es Kaoru-dono!

Cada vez más incierto, Kenshin se acercó a ella… pero no pudo decidir qué hacer. Se conformó con descansar sus manos en sus rodillas levantadas, apoyándose en ella mientras hablaba. "Por favor… cuénteme lo que pasa." Trató de pensar qué podría haberla molestado. "¿Discutió con Yahiko¿Sano se quejó por su comida?" A cada pregunta ella sacudía su cabeza violentamente, sus lágrimas parecían caer más rápido. "¿Está preocupada por mañana?"

¡Kenshin no baka! Pensó Kaoru, necesitando ser abrazada, confortada-sin preguntas. Ella

Se arrugó un poco más por su aparente falta de voluntad para hacer algo, y le golpeó con fuerza las manos, esperando que él tomara sus preguntas y la dejara sola.

Kenshin se estaba comenzando a sentir un poco desesperado. Algo la había herido terriblemente, y todo lo que había hecho parecía que la empeoraba. Incapaz de aguntar cuando ella se apartó de él, sus manos se empuñaron en el material de su bata. Finalmente cedió ante su impulso inicial. Sentándose a su lado, la tomó en sus brazos y la puso en su regazo. Abrazándola confortablemente contra él, comenzó a mecerla de un lado a otro, susurrándole. "Por favor no llore, por favor," imploraba con su voz ronca cuando sus labios rozaron su oido, "Está bien ahora. Está bien. Shhhhh."

Al principio el mecerla y sus susurros parecían no tener ningún efecto, pero gradualmente comenzó a hacer que salieran palabras intercaladas con sus sollozos. "¿Por qué?" ella preguntó lastimosamente, una y otra vez, "¿Por qué no puedo ser…?" La pregunta siempre quedaba incompleta, dejándolo en suspenso. "¡No es justo!" era otra frase repetida a menudo, y una vez pensó que escuchó una exclamación desconcertante, "¡Odio los cisnes!." La contuvo todo el tiempo, canturreándole tiernamente a la espera que la tormenta pasara.

Eventualmente su llanto disminuyó, sus respiraciones temblorosas se atenuaban por el afligido hipo ocasional. El aún esperó, hasta que sintió su cambio contra él, limpiando sus ojos en su manga. "¿Kaoru-dono?" preguntó, en voz baja, apagada.

Ella lloriqueó. "¿Hai?" Su voz fue un reto para la suya. No me preguntes, suplicó silenciosamente. No me preguntes qué sucede. Solo abrázame un poco más. Solo un poco más. Se sentía tan tibia, tan protegida, tan… bien. Cerró sus ojos con fuerza contra las lágrimas que amenazaban otra vez, sabiendo que él se soltaría pronto.

Kenshin dudaba, necesitaba saber qué la había afectado así, pero faltaba una oportunidad para preguntarle. Vió que sus dedos jugaban nerviosamente con el final de sus mangas, el doblez de su yukata, y vió su rostro arrugarse otra vez por algún pensamiento pasajero. Cuando ella inclinó su cabeza para esconder las lágrimas frescas, fue todo el incentivo que necesitó. "Por favor, Kaoru-dono… dígame qué sucede. Déjeme ayudar."

Ella dió una corta y pálida carcajada. "No puedes," le dijo en la tenuidad de los susurros, "No puedes cambiar quien soy."

El parapadeó, frunciendo el ceño por la perplejidad. "¿Kaoru-dono?"

Ella suspiró, levantando su rostro rayado por las lágrimas para mirarlo. La confusión y preocupación en su expresión la incitaron a sonreír consoladoramente. "Todo está bien, Kenshin," le dijo, haciendo lo mejor para sonar como si eso fuera verdad.

Normalmente lo habría dejado así, reconociendo su fingimiento por lo que era, pero respetando su deseo de dejar que el asunto disminuyera. Esta vez…. Algo le advertía que sería un error. No puedes cambiar quien soy, sus palabras corrieron a través de su mente, ¿Por qué¿Por qué no puedo ser…? Kaoru respiró con dificultad ante su abrazo apretado, sujetándola cuando ella se movió para levantarse. "Espere", él le dijo, su voz firme aunque todavía no era más que un susurro, "Por favor… dígame lo que sucede. ¿Qué quiere decir?

¿Por qué querría cambiar?" Negó con la cabeza, sin confiar en su voz. "Kaoru-dono," cuidadosamente sus dedos comenzaron a sujetar su barbilla, dándola vuelta para enfrentarla, "dígame."

"Kenshin…" ella susurró, sus ojos azules rebosaban de lágrimas sin derramar. Una sola gota escapó para correr por su mejilla, y sostuvo la respiración cuando la mano de él vino a limpiar la humedad. Cerrando sus ojos, cedió ante su demanda "Si pudiera cambiar, tal vez me podría convertir en alguien que tú… alguien que tú quisieras. Alguien que pudieras amar." Ella lo sintió congelarse por sus palabras, y unas cuantas lágrimas más resbalaron bajo sus pestañas para trazar un camino por su rostro.

Kenshin, conmocionado, la miró fijamente. Ella era la persona más importante en el mundo para él… ¿cómo no lo sabría? Nunca se lo he dicho, la respuesta llegó, rápida y violenta. Su mente le arrojó el recuerdo de su conversación de la tarde. Incluso dada la oportunidad, nunca se lo he dicho. Que ella pudiera confundir su silencio por rechazo nunca se le hubiera ocurrido. Se sacudió a si mismo de su estupor, dándose cuenta tardíamente que ahora ese silencio sería igualmente malinterpretado. "Qué…" tragó e intentó otra vez, "¿Qué le hace pensar que necesita cambiar.?"

Ante sus palabras, sus ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. "¡No puedo cocinar!" dijo bruscamente después de un momento. "No soy callada y recatada. Siempre estoy gritando – a ti, a Yahiko, a Sanosuke… Arrojo cosas. Golpeo a la gente." Su voz estaba triste cuando concluyó, "Megumi-san tenía razón."

La lista de Kaoru sobre sus faltas simplemente se sumó a la consternación de Kenshin. Su vitalidad y entusiasmo eran los mismos rasgos que le habían atraído de ella. No fue hasta que se mencionó el nombre de Megumi que comenzó a sospechar de dónde provenía la desfavorable valoración que tenía Kaoru sobre si misma. ¿Megumi-dono? preguntó. Kaoru le asintió con la cabeza. "¿Sobre qué tenía razón?"

"Que…" ella dudó, luego terminó con prisa, "Que no soy ningún reemplazo para Tomoe-san."

Tomoe. El entendimiento vino al final, y con el arrepentimiento por no haber visto cómo habría reaccionado Kaoru. Le siguió rápidamente la rabia contra Megumi. La afición de la joven doctora por las palabras mordaces y el jugar con las inseguridades de Kaoru, ésta vez habían ido demasiado lejos. Suspiró, tratando de encontrar una manera de reparar el daño causado por su abandono y las palabras descuidadas de Megumi. "Megumi-dono tenía razón," empezó, su corazón sufrió con ella cuando dio un solo, doloroso quejido ante sus palabras. "Shhh. Escúcheme," rogó, mientras la acunaba consoladoramente. Una persona no puede reemplazar a otra…las empequeñecería a ambas." Sus labios rozaron su frente, menos que un beso pero más que una caricia. "Yo amé a Tomoe. A través de ella aprendí lo que realmente era la felicidad, lo que de verdad significa vivir. Ella me dio algo y alguien por qué preocuparme. Algo que proteger. Necesitaba esa dirección. Tomoe fue la calma en el centro de una tormenta… su calma era su fuerza, y me dejó centrarme en mi mismo otra vez. Me liberó de la locura del Hitokiri." Hizo una pausa, limpiando las lágrimas de Kaoru con dedos cariñosos. "Amé a Tomoe por todas esas razones, y nunca sentiré lo mismo por nadie más. Pero puedo sentir más."

Kaoru se inmovilizó cuando asimiló el significado implícito de sus palabras. "Demo…"

"Ahora soy una persona diferente. Necesito alguien con quien reír, con quien jugar… llorar. Alguien a quien confortar y que me conforte. Alguien con quien compartir los tiempos de paz, los momentos tristes, como también los momentos felices. Una compañera. No necesito ni quiero un reemplazo para Tomoe." Meció su cabeza con la suya para enfatizar. "Te quiero a ti."

Lágrimas que todavía salían desenfrenadamente por el rostro de Kaoru se contuvieron en un profundo respiro. Aún así, su voz fue un reproche, un chillido medio ahogado cuando habló. "¿Honto?"

Kenshin sonrió antes de acercarla más a él. "Aishiteru," le susurró, "zettai ni de gozaru." Ella sollozó una vez más en respuesta antes de enterrar su cabeza en su pecho, llorando ésta vez con alivio. El agachó la cabeza hasta descansar su mejilla en su cabello, sintiendo que su propia tensión se iba con sus lágrimas. "Lo siento," susurró, "Siento no habértelo dicho antes. Pensaba…" Pensaba que no era lo suficientemente bueno para ti. Demasiado manchado… demasiado culpable. Un momento más tarde una voz apagada proveniente de su pecho hizo eco en sus pensamientos, adhiriendo un vehemente "¡Kenshin no baka!" Concordó sin palabras, su sonrisa se volvió arrepentida.

Se sentaron por un rato disfrutando de la cercanía, la unión. Cuando sus lágrimas cesaron, Kaoru se apoyó en él, moviéndose de manera que su cabeza estuviera acunada en la curva de su hombro. Se levantó para sacar su cabello de su rostro, pero encontró que sus manos habían sido tragadas por su camisa. Conformándose con soplar su flequillo fuera de sus ojos, sacudió las mangas para encontrar sus dedos. Kenshin la observaba, dándose cuenta solo ahí que la corta bata que ella llevaba era en realidad un gi de hombre… y en un tono de rojo muy familiar. "¿Mío?" le preguntó, pasando un dedo a lo largo del cuello.

Kaoru dudó momentáneamente, incierta si mencionarle o no lo del gi. El gi, decidió, elevando la mirada para encontrar sus ojos curiosos sobre ella. "Si." Respondió, con voz suave, "Lo encontré después que tú… después que tú…" Después de que te marcharas a Kyoto. Aún duele, ella pensó, incluso ahora, aún duele.

Después de que me fui a Kyoto, finalizó Kenshin silenciosamente. Involuntariamente sus brazos se apretaron, tratando de aliviar la tristeza que su partida le había provocado, afligido por el dolor que quedaba en su voz. Quería arrancar esa tristeza… hacerla sonreír. Dejó su frente descansar contra la suya, llamando de un ligero susto su atención. "Me gusta," le susurró, descubriendo que era la verdad. El pensar en ella usando algo suyo parecía extrañamente… correcto. "De hecho… creo que se ve mejor en ti," añadió, cuando dejó que sus ojos se desviaran significativamente hacia sus piernas desnudas.

Kaoru le pestañeó, una sonrisa floreció lentamente. "Ruego diferir," le dijo, ignorando la diminuta voz que le indicaba que debería avergonzarse. Una mano delgada vino a trazar su escote, flotando ligeramente a lo largo de su piel. Hmmmm… ella pensó, cuando los músculos de Kenshin temblaban nerviosamente bajo su toque. La sonrisa de Kaoru se tornó traviesa. "Especialmente me gusta cuando se cae abierto… justo por… aquí." El sutil énfasis fue todo el aviso que ella dio, sus dedos resbalando dentro de su gi para bailar juguetonamente, experimentalmente, por sus costillas.

Su risa escapó, jubilosa y desenfadada, agradando inmensamente a Kaoru. "¡Tienes cosquillas!" ella exclamó con gran deleite. Sus ojos chispearon cuando lo miró, y si no fuera por la diablura que vio en ellos, habría estado aliviado de que su dolor parecía haber pasado. Su mano izquierda audazmente se unió a su derecha dentro del gi de Kenshin, trepando arriba y abajo por sus costados, sacando más risas Sus ojos brillaron con eso, sus hombros se agitaron… y Kaoru estaba fascinada. Parecía tan amigable cuando actuaba como rurouni, ella sabía que era solo una fachada escondiendo dolores profundos. Esta… ésta era genuina felicidad, y él estaba mucho más atractivo por eso. Todavía riéndose, la alcanzó por las muñecas, tratando de detener sus manos ambulantes cuando se inclinó hacia él. El movimiento combinado sirvió para desequilibrarlo, cayéndose hacia atrás.

"¿Oro?" Instintivamente la sujetó a él mientras caían, así que ella aterrizó tendida sobre él, riéndose tontamente. Cuando él la soltó, ella levantó su cabeza, plegando sus brazos en su pecho y descansando su barbilla en ellos. Desde su nueva posición de ventaja ella miró su rostro, con ojos brillantes… curiosos… expectantes.

"¿Quién lo habría pensado?" preguntó, con tono engreído y considerado, "¡Kenshin derrotado por unas pequeñas cosquillas¡Kenshin!" Impresionada por su descubrimiento, ella había descuidado esperar por las represalias. Dentro de unos momentos ella estaba jadeante, los dedos de Kenshin volaban demasiado rápido alrededor de ella como para que los pudiera atrapar. Su toque delicado como pluma de alguna manera encontraba sus puntos más sensibles a las cosquillas. "¡Detente, detente, detente!" lloró mientras daba vueltas, invirtiendo sus posiciones.

"Lo justo es justo," bromeó Kenshin, haciendo una pausa para dejarla recuperar el aliento.

"¡No es justo!" haciendo pucheros como respuesta, esforzándose en respirar, "¡Eres demasiado rápido!"Como para probar su punto, él atrapó sus manos fácilmente cuando éstas revolotearon, buscando atraparlo desprevenido. "¡Mou!" Kenshin simplemente sonrió, inclinándose hasta que estaba casi nariz con nariz con ella, las manos de Kaoru descansaban en las suyas a cada lado de su cabeza.

"¿Te rindes?" preguntó. La respuesta de Kaoru fue soplar su flequillo fuera de su rostro y sacarle la lengua. Sonrió, sus ojos siguieron el movimiento juguetón de su boca, sus labios ligeramente separados… y entre una risueña respiración y la siguiente, todo cambió. Ojos oscureciéndose con algo de desconocida emoción, su mirada violeta vagó amorosamente sobre ella, desde sus labios, a su garganta, a su pecho, prolongándose dulcemente sobre las curvas parcialmente reveladas por su gi parcialmente abierto. Repentinamente conciente -- de su pierna descansando entre las suyas, de su proximidad cuando se arrodilló sobre ella, de su propio estado de desnudez – La atrapada respiración de Kaoru, sus ojos ensanchados. Dentro de sus profundidades azules, Kenshin encontró confusión y un calor interrogante; duda y anticipación, preocupación y confianza. "Kaoru-dono…"

El corazón de Kaoru dio un vuelco por la distancia que él puso entre ellos, simplemente por decir su nombre."No…" su voz era silenciosa, un poco jadeante, pero determinada, "Odio cuando me llamas así."

Reconociendo su consternación, Kenshin se dio cuenta que ella pensaba que él intentaba retractarse, poner un final a su cercanía. Todavía no, le prometió silenciosamente. No cuando sus emociones todavía estaban tan golpeadas e inseguras, no cuando esta interacción todavía era tan nueva. El cerró el espacio entre ellos, rozando su nariz con la suya. "¿Doushite de gozaru ka?"

Ella pestañeó. "Porque… porque…" vaciló, distraída por su caricia provocadora. Cerrando sus ojos buscó enfocarse en sus pensamientos. "Es… que suena tan frío," finalmente lo consiguió, y sus labios rozaron su frente, "tan separador."

"Sumanai " se disculpó, depositando besos casi ingrávidos en sus párpados cerrados. "¿Cómo te gustaría que te llamara?"Su voz fue un mero sonido de aliento, su tono provocador casi escondido en su suavidad. Su nombre se había convertido desde hace tiempo en una palabra cariñosa, algo para decir mientras las palabras en ésta tierra permanecieran tácitas.

"Kaoru," ella susurró, registrando distantemente el deslizamiento de sus dedos enhebrándose con los suyos, "o Kaoru-chan." Dió un profundo respiro, su escencia inundando sus sentidos y dispersando sus pensamientos. "O casi cualquier cosa que te guste, excepto Kaoru-do—" sus palabras terminaron en un suspiro contenido, un dulce aliento pasando desde su boca a la de él y sus labios errantes encontraron los de ella.

Ela estaba tan cariñosa, tan seria. Cada caricia fugaz lo había atraído más cerca, hasta estuvo simplemente provocándolos a ambos por lo que ella había esperado, lo que él más quería dar. Rindiéndose, rozó su boca ligeramente con la suya – una vez, dos veces – solo ahondando el contacto cuando ella inclinó su cabeza, buscando más. Suavemente, pacientemente, su lengua convenció a sus labios a separarse, permitiéndole entrar a probar y explorar. Así como cuidadosamente le enseñó a los suyos a responder, los dos enredándose dulcemente.

Las manos de Kaoru se apretaron sobre Kenshin cuando las extrañas sensaciones fluyeron a través de ella, temblando en su estómago, sintiendo sus miembros pesados. El murmuró un consuelo sin palabras, el sonido resonando bajo en su garganta, de alguna manera aliviando y excitando todo a la vez. En respuesta, sus dedos se relajaron gradualmente, hasta que el abrazo de Kenshin fue más fuerte. Entonces ella jaló gentilmente, queriendo de repente estar más cerca – cruzar sus brazos alrededor de su cuello, sentir la suavidad de su cabello entre sus dedos. Sintió que sus labios se curvaban en una sonrisa contra los suyos, pero no la liberó… y de algún modo eso hizo más grande la necesidad. Dando un pequeño sonido de deseo, lo jaló otra vez, un dolor poco familiar construyéndose dentro de ella.

"Shhh…" Con otras tiernas, revoloteantes caricias de su lengua, levantó la cabeza. Liberando una mano, hundió los dedos en su cabello, mientras le acariciaba ligeramente la mejilla con el pulgar. Trajo sus manos unidas hacia sus labios, dejando correr sus dedos por los suyos para cerrarlos flojamente alrededor de sus muñecas. Sus manos se enroscaron en reflejo cuando él posó un beso en el centro de su palma, con su lengua tibia y húmeda sobre su sensible piel.

"Kenshin…" suspiró, levantando los párpados somnolientos para mirarlo suavemente, sus dedos trazaron delicadamente la forma de su boca. "Más," susurró Kaoru – mitad petición, mitad demanda – mientras sus brazos encontraron su camino alrededor de su cuello. En respuesta, los dedos de él se enredaron más profundo en su cabello, moviéndose para acunar su cabeza. Esta vez, su beso fue diferente: un poco más encendido, ligeramente más demandante. Su abrazo meramente apretado, intentando acercarlo más. El lo permitió, apoyándose peso en su mano libre mientras se posó gentilmente contra ella. Siguiendo la curva de su mandíbula, trazó el sendero con una serie de pequeños, mordiscos de sus labios a su oreja, capturando su lóbulo con los dientes y mordiendo gentilmente. Se estremeció y se torció contra él en reacción, su suavidad presionando contra la fuerza de su muslo. Su calor pasó a través de ella en ese fugaz contacto, y gimió suavemente.

El pequeño, necesitado sonido despertó a Kenshin de su placentero aturdimiento, alertándolo de que las cosas estaban yendo demasiado lejos. Aferrándose a él, su cuerpo arqueándose contra el suyo en inocente demanda. Ella le ofrecía todo: el deseo de su corazón, todo lo que pudiera querer, era suyo para tomarlo. Todavía… él todavía necesitaba las respuestas que se le darían mañana antes de que pudiera aceptar. Ella estaba dispuesta – había estado siempre dispuesta – a aceptarlo como era, mas nunca juzgando. Su clara mirada penetró en lo más profundo de su alma, y de alguna manera solo reflejaba la luz, a pesar de todo lo que había hecho. No obstante… él no podría venir a ella, no podría tomar lo que le ofrecía, y dar a cambio su sobrecargado corazón. El necesitaba encontrar la expiación, una manera de liberarse de su pasado, antes de que pudiera seguir adelante. Se alejó renuentemente, susurrando su nombre.

Aventurada en nuevas sensaciones, Kaoru emergió lentamente, levantando pesadamente las pestañas para encontrar su triste mirada violeta. Algo anda mal. Su alegría se desvaneció inmediatamente ante la mirada de aquellos ojos, y su labio inferior comenzó a temblar incluso antes de que él hablara, anticipándose a su rechazo.

"No lo haga," murmuró, acurrucando confortablemente su cabeza en la curva de su hombro, su caliente respiración en su cuello. "Koishi…" su tono era amoroso, reprendiendo suavemente, "Todavía es demasiado pronto. Sessha…" dudó, incierto de cómo explicar, preocupado de que sus palabras la hirieran. "No quiero que el pasado tiña el presente. Nunca más. Tengo tanto por reparar…" sus palabras temblaron, y las contuvo en una lenta, calmada respiración. Demasiado culpable, demasiado manchado, pensó otra vez.

"¡Baka!" aunque su voz era escasamente audible, su tono era intenso. Sorprendido, él levantó su cabeza "No me importa tu pasado. No me importa lo que haz hecho." Tomó su rostro con manos temblorosas, trazando gentilmente con sus dedos la cicatriz en cruz. "Mi única preocupación es cómo te duele." Meneó su cabeza lentamente. "No quiero que esto te siga haciendo daño… mañana… " su voz se quebró, y cerró sus ojos mordiendo su labio mientras luchaba con las lágrimas. "Quiero que encuentres tu respuesta, Kenshin, pero no necesitas ser digno de mi. Nunca he querido nada sino a ti. Todo de ti – la luz y la oscuridad, al rurouni y todas sus sombras."

Ella esperó, con los ojos cerrados, por su reacción. Esta vino en los besos ligeros como pluma que él usó para secar sus lágrimas, dijo su nombre de forma ahogada. "Aishiteru," le dijo, abrazándola con fuerza, "aishiteru."

Más que dispuesta a ser mimada, Kaoru apoyó su cara en su cuello; dejando que su esencia la envolviera, otro bálsamo para sus emociones. "Kenshin… no me lo digas," ella rogó, el extraño, placentero dolor volvió a abrazarla, su cuerpo acariciando el suyo, "…demuéstramelo." Sintiendo su continua indecisión, deslizó su boca por su cuello para atrapar su lóbulo entre sus dientes, copiando lo que él le había hecho a ella.

"Kaoru…" Kenshin se estremeció cuando el calor arrasó a través de él, su voz atrapada en una respiración contenida.

"Demuéstramelo," instó otra vez.

Su mente se quedó en blanco cuando ella se arqueó contra él, su voz persuasiva debilitó más su resistencia. "Aa…" finalmente murmuró, incapaz de negárselo ni un momento más a ella ni a si mismo. Una risa fluyó a través de él a su inesperada respuesta, e inclinando su cabeza, capturó su boca en un lento, prolongado beso. Cuando terminó, él cambió de posiciones de modo que estuviera una vez más acunada en su regazo, luego levantó su pie en un solo y fluido movimiento, trayéndola con él. "¿Yatta? le preguntó, levantando una ceja mientras la miraba.

"Mmmm, " respondió, acurrucándose contra él y atisbándolo a través de sus pestañas.

Riendo entre dientes por su respuesta evasiva, la llevó a través del corredor hasta su cuarto, haciendo una pausa en la entrada para preguntarle una última vez. "¿Kaoru?"

Como si fuera posible, se abrazó más cerca. "Estoy segura."

Temblando ligeramente ante la confianza de aquellas simples palabras, entró, deslizando la puerta cerrándola tras ellos.