Esta es un nueva historia que pensaba escribirla hace tiempo pero por factores de tiempo, que hasta ahora me persiguen, no pude. Aun así no quise quedarme con las ganas de escribir. Esta pareja me gusta mucho así que espero que a ustedes también les guste.
Disclaimer: Shingeki no Kyojin le pertenece a Hajime Isayama.
Capítulo 1: Apuesta
-En tus ojos azules encuentra la calidez que a mi corazón le falta. Tú eres la que ilumina mi alma. Cualquiera quisiera estar en la posición que yo estoy. No puedo dejar de pensar en ti y me pregunto: ¿Quién no lo haría? Es por eso que quiero que disculpes mi atrevimiento pero que tu respuesta sea afirmativa… Christa, ¿te gustaría ser mi amiga?
La risa de Bertholdt estalla sonoramente, aún Annie quien es la más seria del grupo intenta esconder una sonrisa. En cambio Reiner sólo mantiene el gesto serio.
–¿Así o más elaborado? –pregunta con satisfacción Ymir, que nunca desperdiciaba una oportunidad para molestarlo.
–Solo te pedí que trataras de ser su amiga, no que… –se queda en silencio mientras mira hacia otro lado, al parecer molesto.
–No entiendo, ¿para qué quieres que sea su amiga? Está claro que no le agrado– responde ella apoyándose en las tribunas que se encontraban alrededor de la cancha de su colegio.
No era una gran cancha, servía más que todo para las clases de gimnasia y algunos partidos. Sólo a los laterales del patio había tribunas delimitadas por una pared para evitar que alguien se caiga hacia atrás. A los demás lados estaban las mallas de alambre que iban del piso hasta el tinglado. A cado lado se encontraba una puerta, ya sea para salir a un pasillo del colegio o salir directamente al exterior.
Ymir se queda esperando la respuesta que nunca llegó, hasta que Reiner le golpea suavemente.
–¡Maldición Reiner! Ya te dije que no me tocarás, no sabes lo que estar adolorida de tu cuerpo– exclama con un gesto de estar aguantando el dolor que recorre su brazo golpeado.
–Bueno no es mi culpa que no tengas resistencia al hacer ejercicio.
–¿Qué no tengo resistencia? Adivinen quién me debe una pizza.
Justo el sábado habían apostado la pizza más cara que hubiera de cualquier lugar. La apuesta consistía en ir todo el día al gimnasio y quién aguantara más, ganaría la apuesta. Cuál era el propósito de aquello y el por qué había aceptado era un misterio para ella misma. Naturalmente empezaron bien desde las 7 de la mañana, pero llegado el mediodía ambos estaban cansados, sus piernas temblaban y el cuerpo no les respondía. Con un almuerzo que sólo consistía en una hamburguesa ambos sabían que estarían derrotados, pero solo bastaba con mirarse para que sacaran fuerzas de donde no había y continuar. Ya en la tarde prácticamente solo podían estar parados sin hacer nada. Fue Reiner el que se rindió antes de entrar a una clase de aeróbicos. Así fue como Ymir se declaró victoriosa y fue a desfallecer a su cama. Por eso mismo ella tenía casi inmovilizado todo el cuerpo hasta ahora.
–No entiendo porque tu no estas como yo, parezco robot cuando me muevo–comentó mientras trataba de no moverse mucho.
–A decir verdad, no lo sé. Pero no nos desviemos del tema, quiero que intentes ser su amiga, no que la enamores.
–¡¿Qué la enamoré?! –Ymir se veía tan sorprendida que aún no podía creer lo que su amigo le estaba diciendo– ¿De qué demonios estás hablando?
–Si tú vas con tu poema ese puede creer que te gusta, y tal vez, sólo tal vez puede que ella corresponda el sentimiento– habiendo dicho esto todo el grupo se quedó en silencio, incluso la risa de Bertholdt fue desapareciendo poco a poco. Ymir sabía que lo decía en serio y aunque deseaba que alguien le correspondiera, ella no podía ser.
El silencio era más incómodo cada vez y para evitar el ambiente tenso ella simplemente se puso a reír.
–Qué cosas dices, el "poema ese" sólo era un juego.
–Además tú tienes a la chica misteriosa– ahora era Reiner el que la molestaba.
–Es cierto Ymir. ¿Qué es de la chica misteriosa? – preguntó Bertholdt sonriente.
–La chica misteriosa tiene nombre, ¿saben? –respondió Ymir feliz de que el ambiente haya desaparecido.
–Si pero… dejémoslo así, hace que sea más interesante–habló Bertholdt– Después de lo de Keyla…–incapaz de terminar la oración por la mano de Reiner que ahora se encontraba tapando su boca.
–No pasa nada chicos, estoy bien. Ya no me afecta– les dijo con seguridad.
¿Cuánto tiempo había sido desde aquello? ¿Un año? Ya no importaba, ella tenía razón. Ya no afecta.
–¿Estás segura? –preguntó Annie aún con la mirada fija en el libro que sostenía entre las manos.
–Claro que sí, no cabe duda en ello. Además he estado con otras chicas.
–Pero ninguna de ellas fue tu pareja.
–Annie, eres fría ¿sabes? – por más que intentara negar lo que le había dicho, no podía mentirse a ella misma.
–Ya deberías saber Annie que eso se debe a la falta de habilidad que tiene con las chicas–Reiner le lanzo una mirada desafiante a Ymir.
–¿Mi falta de habilidad? Creo que yo he estado con más chicas de lo que tú lo has estado– por la expresión de preocupación que tenía, Ymir sabía que él mismo se había metido en una batalla que no ganaría.
–¿Cuántas novias has tenido? –preguntó Bertholdt.
–No tuvo ni una–respondió Annie antes de permitirle hablar.
–¡Annie!
–Así que… ¿La habilidad de quien deberíamos cuestionar? –dijo divertida Ymir.
–Lo que quiero saber es ¿por qué te empeñas en que Ymir trate de ser su amiga? –preguntó Annie, quién había decido cerrar el libro.
–Bueno, porque ella será mi novia uno de estos días–un leve sonrojo se iba esparciendo a lo largo de la cara de Reiner– Y quiero que todos se lleven bien con ella.
–¿Si quiera la conoces? –dijo Bertholdt mientras trataba de no reír.
–Claro que la conozco.
–¿Eres su amigo? – le preguntó Annie cruzándose de brazos.
–Pues… Aún no
–¿Aún no? ¿Cómo cuántos pasos te saltaste? ¿No sabías que primero debes hablarle?
–¡Oh! Deja de molestar Ymir.
Era muy difícil de reír para ella. Ahora cada respiro que daba le significaba pasar por un pequeño infierno, pero la felicidad que sentía era mayor como para detenerse.
–¿Cuándo fue qué pasamos de la vida amorosa de Ymir a la mía? –preguntó Reiner que tenía el rostro completamente sonrojado.
–¡Christa! ¡Christa! ¡Chri…!– la voz de Sasha es acallada por la mano de Conny.
–No debes andar gritando por los pasillos– le reprendió Conny quien ahora estaba de brazos cruzados.
–Lo siento, chicos–susurró como si ahora todo lo que tuviera que decir fuera secreto.
Conny no pudo evitar darse un pequeño golpe en la frente. Christa no tenía otra opción más que reírse.
–¿Para qué me necesitaban? –preguntó ya que los había visto corriendo.
–Tienes que ayudarme Christa. Todo depende de ti– dijo Conny rápidamente.
–Tienes que decirle que no ganará, que nunca lo hará– fue Sasha esta vez la que habló.
–¿Se puede saber de qué hablan?
–¡Una apuesta!–dijeron al unísono, pero aun así ella seguía confusa.
–Conny siempre me está riñendo de lo que gasto toda mi mensualidad sólo en comida, y que por alguna vez debería ahorrar algo–Sasha le dice rápidamente defendiendo su punto de vista.
–Pero tengo razón, deberías ahorrar, gastarlo en trasporte y no estar pidiendo prestado después de una semana. Así es… ¡Una semana! – Conny negaba con la cabeza suavemente en modo de desacuerdo.
–Y yo seré… ¿Su referí? –la pregunta se dirigía más a su persona que a la de los demás.
–No, serás mi aliada– Christa deseaba poder compartir la sonrisa de complicidad que su amigo le estaba dando, pero seguía sin entender nada.
–¿Aliada? Creo que no estoy entendiendo del todo, ¿cómo seré tú aliada?
–Verás, Sasha ya no quiere hacer ninguna apuesta conmigo, porque dice que no le pago y…
–¡Es cierto! ¡Nunca lo haces! –le interrumpió rápidamente– Me debes como cinco apuestas.
–¡Sasha estoy hablando!
–¡Tengo derecho a expresar mi opinión!
–¡Si, pero no a interrumpir cuando las personas hablan!
–¡El artículo 25 dice…!
–¡¿Cuál artículo?! –esto se estaba volviendo en un caos, la gente se estaba quedando para ver si pelearían.
–Chicos no deberían gritar–dijo lentamente Christa. Ambos se quedaron callados y vieron que la gente los miraba ansiosos de que algo más pasara. Desafortunadamente para los espectadores esto nunca sucedió así que decidieron continuar su camino.
–Bueno lo que iba diciendo, ella dice que no le pago, y es cierto que le debo algunas apuestas–dijo rápidamente para evitar que Sasha lo interrumpiera nuevamente– Pero es que apostamos dinero y no quiero que ella lo malgaste.
–Eso debiste haberlo pensado antes de perder– Sasha se cruzó de brazos.
–Tal vez. A lo que voy es que ahora le hice una apuesta mayor, le pagaré todo en uno, incluso la que estamos haciendo ahora. Sólo que ella no me cree que le pagaré.
–Pues ni yo te creería–esbozó una sonrisa. Conny se rascó levemente la cabeza, después de todo si era su culpa.
–Es ahí donde entras tú, le aposté que sólo debería gastar el dinero en su trasporte, nada de comidas. Y si se compra algo que sea moderado, un jugo y algo más pero no como acostumbra. Así no parece que asaltó alguna tienda.
–¿Y en qué parte entro yo? –todo esto le estaba dando un mal presentimiento.
–Oh cierto, lo siento. Como será una apuesta grande y de bastante tiempo, no le parece justo que sea ella la única que pone algo en juego. Así que le dije que mi pida algo para que lo haga, y que si no lo hago ella ganaría automáticamente la apuesta. Lo siento– Conny debió ver la cara confusa de Christa por eso se había disculpado nuevamente– Como no cree que le pagaré me dijo que encontrará a alguien que lo haga. ¿Lo podrías hacer?
–Claro– alargó la palabra más de lo que debería, a decir verdad ni ella estaba segura de su decisión.
–¿Estás segura? –sólo asintió temiendo cambiar de opinión.
–¡Bien! ¡Voy a ganar esta apuesta! Pediré cualquier cosa y deberás pagarme– casi se podía ver en los ojos de Sasha la felicidad que sentía.
–Tampoco es cualquier cosa, no puedes pedirle algo que la lastime. Por ejemplo tirarse del techo. Peor aún lastimar a alguien, pegarle a un niño, que sé yo. Y mucho menos cosas imposibles como volar–Christa se sentía algo aliviada de que estuviera poniéndole restricciones. Ya se imaginaba pegando a alguien, desear volar para escaparse y en un intento fallido golpearse contra el suelo.
–¿Algo más? –preguntó Sasha quién se veía muy pensativa.
–Tampoco puedes pedirle cosas con extraños o con gente mayor. No sé, pedir el número telefónico de un estudiante universitario que tiene pinta de delincuente, o que vaya a la casa de su tío mientras se falta a clase.
Una vez más Christa se sentía más tranquila.
–¿Algo más? – repitió nuevamente, más pensativa aún.
–Creo que no, ¿o sí? –miró a Christa, quién también negó con la cabeza. Todo lo peligroso parecía ya estar hecho.
–Muy bien… entonces. No tiene que pasar de hoy día. ¿Están de acuerdo? –la miraron algo confundida, Sasha pareció entender sus gestos así que añadió: –A lo que me refiero, de que sirve que yo le diga hacer algo pero justo lo haga a un día de finalizar el mes. No tendría sentido la apuesta.
–Tiene razón Conny–afirmó Christa, no tendría sentido.
–Entonces también tengo que agregar algo–Conny sonrió triunfante– Que se hoy pero en el colegio antes de la tarde. No puedes pedirle que vaya a un restaurante y que baile como mono. Por lo menos en el colegio será más pasable.
–¿Por qué no? –Sasha se cruzó de brazos, la felicidad que tenía había sido reemplazada por un notable nerviosismo– ¿Qué se supone que pida ahora? ¿Ya no aumentarán nada más?
Ambos negaron con la cabeza, las condiciones estaban puestas, lo que se ponía en riesgo también. Christa se preguntaba si realmente Sasha hubiera querido hacerle eso. Ella podía hacerlo, no le convenía.
¿Qué es lo que me pedirás?
–Entonces quiero que…– por como caminaba de un lado a otro realmente se notaba que estaba pensado, finalmente se detuvo y esbozó una sonrisa que le hizo dar un escalofrío por todo el cuerpo.
Ambos la miraron, esperando su respuesta.
–Quiero que le des un buen beso…
Esto está mal.
–¿Un buen beso? –preguntó Conny, a quién le temblaban las manos.
–Ustedes no lo prohibieron– Sasha no podía evitar sonreír debido a las maldiciones que lanzaba Conny al viento.
–¿Cómo no lo prohibí? ¡Demonios!
–Quiero que le des un buen beso de quince segundos…
–¡¿Quince?! Esto no puede estar pasando– ver a Conny desesperado no la estaba ayudando. Ahora era ella quién temblaba.
¿Quién será? ¿El mismo Conny? ¿Algún compañero de clase? No es imposible, ninguno de ellos es mayor, ni desconocido, y un beso no le hace daño a nadie, y puede ser dado en el límite de tiempo. ¿Quién será?
–Sí quince. Quiero que le des un buen beso de quince segundos a…–la sonrisa de victoria en Sasha la estaba poniendo más nerviosa aún. – Quiero que se lo des a Ymir.
Al escuchar el nombre, se le vino el alma al piso.
De entre todas las personas, ¿por qué ella?
Si antes temblaba ahora se había quedado paralizada, tratando de contener la respiración que amenazaba con agitarla.
–¡Lo siento Christa! No contaba con que te pediría eso–Conny se agarraba de la cabeza y daba vueltas por el lugar. Maldecía y se disculpaba, maldecía y se disculpaba, como si fuera un ritual.
–¿Y bien lo harás? –probablemente la pregunta de Sasha estaba demás.
–¿De dónde sacaré el dinero? Pensé que ganaría– aún con las manos en la cabeza se apoyó en la pared. Había dicho que sería su aliada, aunque nunca estuvo del todo segura. Ella podría ayudarlo con el dinero, pero sabía que no lo aceptaría. También se podría hablar con Sasha para que dejara de gastar el dinero tan rápidamente, pero eso no serviría ahora.
No le quedaba otra opción.
–Lo haré–la sonrisa de Sasha desapareció rápidamente, y ambas miradas se centraban en ella. Ambas sorprendidas– Pero yo no sé dónde está ella, así que tú nos llevaras al lugar donde se encuentre. Si no está ahí puede que ya se haya ido, debido a que hace varios minutos que ya podíamos irnos. Y si no la encontramos entonces habremos ganado la apuesta.
–Christa eres un genio– dijo Conny algo feliz y menos nervioso.
–C-Claro–titubeó Sasha quien ahora miraba por donde dirigirse.
Ojalá se haya ido.
Era el mejor de los panoramas, que estuviera ya en su casa. Que no la encontraran.
Ojalá se haya ido.
Tal vez de repetirlo tanto se hacía realidad.
–Hoy es lunes, ¿no? Debería estar en la cancha.
–¿Cómo lo sabes? –preguntó Conny, pero Sasha nunca respondió.
Tal vez no lo sabe. Ojalá se haya ido.
A cada paso que Christa daba sentía como si parte de su razón, alma y seguridad se quedaban atrás.
–De nuevo, ¿qué estamos esperando? –preguntó Reiner quién ahora miraba su reloj.
–Tengo que entregar este libro.
–¿A quién? –antes de que pudiera responder Bertholdt continuó: – Mejor no lo digas, que a partir de ahora será "La chica del libro"
Tanto Reiner como Bertholdt se rieron. Annie ya no estaba ahí, se había ido hace unos segundos.
–¿En serio? ¿La chica del libro? –a pesar de que le parecía algo tonto, no pudo evitar sonreír.
Cuando se giró para ver la puerta que daba a los pasillos del colegio, vio a alguien esconderse. La reacción había sido rápida así que no pudo distinguir quién era.
Se puso a mirar el techo, tal vez ya deberían irse.
–Oye Reiner, ¿ese no es tu amor platónico?–dijo divertido Bertholdt.
Giró la cabeza nuevamente para ver cómo estaban conversando Christa, Sasha y Conny. Ellos eran de un curso inferior al suyo, pero de todas maneras los conocía.
De repente vio acercarse a Christa moviendo los labios, tal vez se estaba diciendo algo a ella misma.
–Oh es cierto viene a paso seguro. Tal vez se te declare–miró a Reiner quién ahora se arreglaba el traje.
De repente Christa se paró frente a ellos tomó un respiro e hizo lo que menos pensaban.
Tomó el rostro de Ymir y lo acercó al suyo para darle un beso.
¡¿Qué demonios?!
Eso fue lo que pensó al instante. Quiso decir algo. Evitar el beso, pero el momento en que abrió la boca, Christa no hizo más que profundizar la acción.
Incapaz de moverse, ya sea por la sorpresa o porque el cuerpo no se lo permitía, no hizo nada. En el momento en que movió su brazo para intentar empujarla, ella se separó y se fue caminando por donde había venido.
¿Pero qué…?
–Debo irme–miró a Reiner, que ahora parecía molesto y se fue por el lado contrario a Christa.
Bertholdt sólo la miró, y se fue tras él. Ymir no dijo nada, después de todo Reiner necesitaba a alguien con él.
Ella tampoco podía decir nada, ya que ni ella entendía lo que había pasado.
Se levantó y se fue a casa. Todavía seguía pensando en lo sucedido. ¿Qué había pasado? Trataba de darle una explicación, pero cada razón que ponía era más ridícula que la anterior.
Llegó a casa, y no le importó comer, simplemente se echó en su cama. Puso algo de música y evito pensar. Estuvo sumergida en sus pensamientos hasta que sonó el timbre de su casa.
¿Qué hora es?
–Son las tres y media– se auto respondió al ver el reloj colgado en su pared. ¿Se había quedado tanto tiempo pensando? Era una suerte que no tuviera deberes para mañana, después de todo no tendría cabeza para hacerlas.
Se dirigió a la puerta como pudo y abrió la puerta.
–Vaya, pero si es la chica del libro. Sasha creo que me debes explicarme algo– la miró fijamente en busca de sus ojos, pero ella nunca la miró. Miro el marco de la puerta, el suelo, el cielo, su jardín. Miró todo menos a ella, que no había dicho nada.
–¿Puedo pasar? –finalmente dijo con la voz temblorosa.
–¿Me explicarás qué pasó? – una vez más el silencio. No podía hacerle esto–Pasa de una vez– le indicó abriéndole la puerta. Sasha la miró por un segundo y luego desvió la mirada nuevamente mientras entraba en su domicilio.
Ya me explicará que pasó después.
Respiro unas cuantas veces para mantenerse relajada y cerró la puerta.
