¡Hola amigos!

Pués aquí nuevamente, intentando narrar una historia llevando como estrellas a esos personajes de Saint Seiya que tanto nos gustan... ¡Los Santos Dorados!

En esta ocasión, haremos un recorrido por las vidas de Kanon y Saga, los representantes dorados del signo de los Gemelos, espero que los disfruten.

Por supuesto, dejo en claro que esto que escribo es por puro amor fanatiquero por estos personajes que quiero y que creara el señor Masami Kurumada, y enriquecieran Toei, Shingo Araki y demás personas. A excepción de aquellos personajes que posiblemente pueda crear yo, o que son parte ya de la cultura universal, como dioses, son propiedad de ellos enteramente.

Es en el signo de géminis, que la multiplicidad se hace importante como características, quiero dedicar este fic, pués, a tres personas en específico, espero que les agrade este regalo que les quiero dar:

Princesa Athenea: Hermanita ¡gracias! Eres una persona hermosa y una linda amiga, espero que te guste.

Mei Asakura: Amiga, me has ayudado e inspirado mucho para la realización de este fic, ¡Gracias por encontrarnos! Espero que te guste igualmente.

El Patriarca: Señor del Santuario, las amistades son eternas, este texto se lo ofrezco también como regalo por el sencillo hecho de ser mi amigo. Disfrútalo porfavor.

Respetuosamente

--Pollux Dióscuros

(Música de fondo recomendada: Corona Temple's Destruction)

Cobijado por un océano estelar y en la soledad de la cumbre del pico más alto del Santuario, esta noche un cosmo poderoso afina sus vibraciones con los mensajes de las estrellas. Es algo extraordinario, que se convierte en tarea cotidiana para el hombre, origen de la energía que ilumina esta noche la punta del monte, como si de una poderosa columna de fuego brillara enmedio de un mar oscuro se tratara, como una incadescente e incontenible vela se erigiera gigante en medio del paisaje.

El fulgor de ese cosmo es dorado como el del sol, lo que lo hace contrastar fuertemente con el brillo plateado de la luna llena que ilumina el rostro en profunda meditación. Despojado de ropa, despojado de máscara, esta noche, el hombre respira pausadamente. Esta noche, todo lleva un mensaje consigo: las estrellas, su movimiento, la canción del viento, salvaje en este lugar de la cumbre.

Bajando su cabeza, pareciera entrar en un momento crítico de su meditación, al tiempo que su cuerpo brilla por el sudor que esta práctica le ocasiona. Sobre Star Hill, la constelación de los Gemelos se posa por un instante al tiempo que el hombre levanta su cabeza hacia el cielo aún con los ojos cerrados.

La luna ilumina brevemente dos lunares que marcan la frente del anciano, muestra de una orgullosa herencia que le hace más extraordinario en medio de seres increíbles. La estrella Cástor brilla por un momento más que ninguna otra cosa en el cielo y el hombre parece relajarse.

Juntando sus manos, Shión de Aries, Patriarca del Santuario de Atenea en Grecia, vuelve a su meditación. No se da tiempo para descansar, es como si estuviese en medio de una pelea terrible contra seres invisibles que le estuvieran atacando. Pero la fé de este hombre es grande.

"Artemisa"

Dice en un susurro, que en medio del vasto silencio pareciera el choque de una ola contra un risco.

"Diosa partera, ilumina y abre el camino del nacimiento de estas dos almas que llegan a cumplir con su destino, y Atenea, Señora Sapiente, vela y ruega por todos nosotros."

El mar a lo lejos, ilumina su superficie con un trueno que recorre las nubes del horizonte, y en su mente, el anciano lo registra.

"Una tormenta se aproxima" piensa preocupado. "¿O acaso es Zeus que anuncia algo?"

La armonía de la meditación del Patriarca parece romperse por un momento, al tiempo que las cortinas de la rústica cueva que ofrece cobijo a los penitentes en la cima de Star Hill se rasgan. La estrella de Pólux brilla fuertemente en el cielo, y a Shión, le parece, por un instante, poder escuchar el llanto lejano de un recién nacido.

Shión sonríe. El rito del nacimiento ha concluido. Dos almas viejas, dos nuevos guerreros han llegado a este mundo.

"Atenea... gracias" piensa aliviado el anciano, al tiempo que relaja su postura recargando sus manos detrás de él, mientras que vuelve su vista al cielo, abriendo sus ojos después de horas de meditación. "El brillo de la constelación de Géminis es glorioso esta noche" medita al ver a las dos estrellas gemelas brillar alternativamente. "Y los hilos del destino comienzan a entretejerse más y más..." frunciendo su ceño, Shión medita en el camino que los dos hermanos nacidos hoy en Grecia tienen que recorrer. "Los caminos divinos son incomprensibles en ocasiones para quienes estamos sujetos a ellos, pero como el Sol existe para iluminarnos, la noche viene para proteger el sueño y revitalizarnos, el ciclo de vida y muerte, uno tras otros, son hermanos, crueles y alegres, felices y tristes, a la vez, generosos y ladrones, pero necesarios para asegurar el funcionamiento del cosmos, para asegurarnos la existencia y el paso de lo nuevo, que es en una sola cosa, novedoso y rutinario... ¡La Revolución de esta Era, ha comenzado!

CRÓNICAS ZODIACALES:

GÉMINIS: REVOLUCIÓN

Capítulo I: El Nudo Gordiano

(Tema de Opening: Child of Dawn, Lucifer)

Los ojos de un niño se muestran atentos a los movimientos de una escena extrañamente común. Descansa, mientras parece observar, frente de sí, un sueño donde él mismo estuviese practicando.

Si, la figura del otro niño ante él es exactamente igual a sí mismo en lo físico. Cada uno de los detalles son idénticos, hasta la voz. Saga sonríe recordando que alguna vez conociera lo que en el mundo ajeno al Santuario usan cotidianamente: las televisiones.

Aquí no hay lugar para dichos instrumentos, ni uso, pero menos tiempo. A sus jóvenes edades, los dos niños de nueve años ya luchan por un objetivo claro: convertirse en miembros de la élite sagrada de Atenea y portar la Armadura Dorada del Signo de Géminis.

Frente a la maltrecha cabaña, suficiente para ellos dos, mujeres entran y salen, El Patriarca del Santuario procura atentamente el bienestar de estos dos niños, mientras que en el Santuario, la vida va recobrándose poco a poco. No es que el Santuario hubiese estado muerto, es como si de nueva cuenta, volviese a estar activo. Templos en reparación, salas especiales de convivencia.

Como si se hubiese despertado de un letargo, el Santuario se prepara para volver a ser lo que está destinado a ser: hogar de los Guerreros defensores de Atenea y la Humanidad. Pero apenas una nueva generación se va incorporando. Si, por supuesto, ya hay algunos maestros, no tan viejos como el venerado Patriarca, sobreviviente de la Guerra Sagrada anterior, pero la vitalidad de la juventud apenas se va incorporando.

De manera activa, Saga conoce que él y su hermano son los estudiantes más jóvenes en el Santuario.

"Su nacimiento lo deben a los dioses" les dijera el Patriarca alguna vez a ambos. "Su destino, trazado por las estrellas. Kanon y Saga, su misión en este mundo es determinante, pués de ustedes depende el matiz de esta Guerra, que ojalá fuese la última entre dioses."

Shión remarcó estas palabras con un dejo de tristeza, una tristeza que asomaba a la voz de el Patriarca cada vez que hablaba del destino y de la guerra de los dioses. A Saga, la inflexión de su tono de voz no podía dejar de llamarle la atención, aunque el representante de Atena cubriera su rostro con una máscara.

El sonido de la destrucción de un tronco seco de madera llevó de vuelta a Saga a la realidad. Kanon sonrióse satisfecho, respirando agitadamente tras el esfuerzo, y restos de energía cósmica parecían aún brillar alrededor de sus manos. Viendo hacia los restos del tronco, Kanon sonrió más ampliamente y se volvió a su hermano diciendo:

"¿Has visto eso, Saga?" el tono azul del cabello de Kanon pareció verdoso al ser tocado por el sol. "¡He roto ese tronco con mi energía! ¡Apuesto a que tú nunca has hecho algo así"

Saga sonrió a su hermano de vuelta. Que claro era su empeño por obtener y destacar. A pesar de que Kanon fuera mayor que él por minutos de nacimiento, Saga no podía dejar de sentir a su hermano como si fuese un niño menor que él. Reconocía que Kanon se empeñaba de manera mucho más ferviente en superarse día con día, mientras que él, no hacía sino lo suficiente.

"¡Felicidades, Hermano!" respondió finalmente Saga sonriente a Kanon, quien lo miraba extrañado al notar el silencio de su hermano.

"¡Já!" respondió Kanon con tono burlón. "¡Qué difícil tú respuesta, hermano! Sé que no te gusta reconocerme."

Saga, con gesto serio se volvió. Sentado bajo la sombra de un árbol de laurel, tomó una rama caída y se la llevó a la boca. Allí el aire era gentil, fresco. Mientras que a Kanon le gustaba practicar y practicar, durante horas bajo la luz del sol, a Saga la meditación y el estudio cobijado en la sombra del laurel le parecían mejores.

"No es verdad, Kanon" respondió Saga finalmente entre dientes. "Reconozco tú esfuerzo por lograr tus hazañas, de eso puedes estar seguro."

Kanon, con sus manos sobre la cintura, mandó a traer otro tronco, dando la espalda de su hermano.

"Si tú lo dices." Respondió Kanon finalmente, mientras comenzaba nuevamente su práctica.

Saga cerró sus ojos mientras saboreaba la rama que mordía poco a poco.

"Hermano, hermano..." pensó para sus adentros. "Yo ya he roto árboles desde hace un año al menos... y curiosamente a mí no me causó tanta sorpresa ni tanta alegría..." y volviéndose hacia Kanon nuevamente, el cual golpeaba sin cesar el tronco concluyó. "¡Qué envidia poder sentir eso que tú puedes!"

Una hormiga cargando una hoja de laurel, se movía trabajosamente a los pies de Saga, el cual, no pudo evitar observar.

"¡Qué demostración de fuerza la de esta obrera!" pensó asombrado. "¡Hasta una hormiga es capaz de realizar proezas de fuerza asombrosas, Kanon! ¿Y tú te jactas tanto?" Volviéndose hacia su hermano, Saga pudo comparar al insecto con este. "¡Luchas tanto por llegar a ser un Santo Dorado, Kanon! ¿Para qué? ¿Pensamos tú y yo igualmente?"

Viendo hacia el cielo, Saga lo observó sin nubes. El verano era seco este año, a pesar de habitar cerca de la costa.

"Atenea, diosa mía" meditó Saga con devoción. "Yo acepto el camino que nos has impuesto a mi hermano y a mí, así como acepto que solamente uno de los dos logrará su empeño ¡así está escrito! Mi objetivo es servirte y ser un soldado fuerte en tú causa pero..." y viendo nuevamente hacia la hormiga moverse pesadamente entre las piedrecillas de arena y cal, y volviéndose a su hermano, esforzándose y gritando agregó "¿Acaso yo no puedo llegar a servirte como tú mano derecha?"

Saga se sonrojó, sabía que lo que había dicho era atrevido, hasta insolente... pero ¿el maestro Arles acaso nunca soñó con eso alguna vez? ¿Era pecado atreverse a hacerlo?

"Acepto tús órdenes señora, pero yo... ¡quiero más! No quiero ser solamente un gran soldado, quiero... quiero..."

Saga acalló sus pensamientos. ¿Qué quería? ¿Gobernar? ¿Dirigir? ¿Era capaz?

"¡Claro que soy capaz!" pareció responderse a sí mismo en un diálogo consigo mismo. "Soy capaz de hacerlo, porque sé qué puedo hacer, sé que puedo destrozar árboles uno por uno de manera rápida, pero... ¿porqué perder tiempo en ello? Cuando planeándolo de una mejor manera podía derribar todo un bosque. Su poder era importante, pero siempre en conjunto con sus conocimientos, con sus pensamientos. "Usar por usar mi poder no me reduciría a ser sino una simple obrera, sin más destino que el trabajar sin obtener resultados, Señora..." y arrojando la ramita de laurel concluyó en su mente. "Y yo ¡no quiero eso!"

Saga se levantó con decisión, llamando la atención de Kanon por lo súbito de su movimiento.

"¿Aburrido de observarme? ¡Vaya! Ya has estado holgazaneando mucho tiempo, Saga..."

Kanon observó como Saga parecía inmutable a las palabras de su hermano. Al hermano mayor parecía molestarle el aire de confianza que Saga emanaba, una arrogancia nata que le hacía intolerante a su hermano menor.

"¿A dónde vas?" preguntó Kanon cuando vió que parecía seguir su camino hacia la cabaña, parándolo con su brazo de manera brusca.

"¿Por qué haces preguntas de las cuáles ya conoces la respuesta, Hermano?" preguntó Saga impaciente.

"¿Otra vez a los libros?" preguntó Kanon con sorna. "Pero ¿qué no entiendes que lo que estamos haciendo es entrenarnos para ser soldados, hermano? ¿Qué en los libros no aprenderás a ser fuerte?"

Kanon comenzó a reir fuertemente.

"¿Creés que la armadura de Géminis se posará en tí al notar el poder de tu cosmos o el poder de tú mente?" Y viendo de manera penetrante a Saga, Kanon lo encaró con gesto torvo y desafiante, al tiempo que se acercaba a su hermano y apretaba el brazo de este con poder sorprendente para un infante. "Las guerras se ganan peleando, Saga... ¡se ganan con poder!"

Saga entreabrió sus ojos, aún sin mostrar emoción ante el acoso de su hermano mayor.

"Las guerras las pelean los soldados, hermano..." dijo al tiempo que hacía brillar su cosmos de manera imponente. Y moviendo el brazo sujeto por Kanon violentamente, lanzó a su hermano al suelo fuertemente, al tiempo que un brillo dorado acompañaba la maniobra. "Soldados que luchan bajo las órdenes de generales que han estudiado el arte de la guerra, y que han cultivado su poder y su mente." Concluía mientras continuaba su camino hacia dentro de la cabaña.

Al perderse en el interior de la cabaña, Kanon le gritó:

"¡Tonto! ¡Sigue holgazaneando, por mí mejor!"

El niño escupió un poco de sangre de su boca maltratada por el impacto contra el suelo. Y volviendo su rostro de la cabaña al tronco, su gesto fué uno de sorpresa, el tronco con el que estuviera practicando, yacía despedazado en miles de astillas frente de sí.

***

En un lugar mucho más allá del alcance de los humanos, solamente accesible a los dioses, hay una tormenta.

El sitio es Areópago. Residencia de un terrible dios guerrero. Desde hacía un poco tiempo, bajo estándares divinos, el sitio estuvo abandonado. Este día, Areópago brilla con intensidad, pués recibe de vuelta de la muerte a su morador, a Ares, dios de la Guerra.

Sentado en una imponente silla, el dios de la Guerra bebe en copa de oro vino magnífico y divino. Con un poder que raya en la omnisciencia, en el ojo de su mente observa como los dos hermanos rivalizan y se reconcilian.

"Los dos son claramente, guerreros" dice usando el cosmos terrible de su mente en pensamiento que se materializa en truenos alrededor de la montaña, que se encuentra ensombrecida por nubes y humo de fuego, el humo del fuego dejado atrás por todas la guerras llevadas a cabo, que contamina e intoxica el aire, que impregna el aire de un olor a muerte y violencia incomparables, a sangre y a azufre, de carne quemada, que sería insoportable para cualquier ser de poder menor.

Pero esta peste es una dulce fragancia para Ares y para su sombrío acompañante este día.

"Uno de ellos... viene marcado con el signo de Atenea, ha sido agraciado con el don de la estrategia."

Ares vierte el resto del contenido de su copa a su boca, mientras que algo del vino le escurre alrededor de sus labios bajando por su cuello.

"¿Estrategia?" pregunta el acompañante de Ares envuelto en sombras. "Eso es algo que siempre despreciamos, sobrino, por considerarlo demasiado "femenino""

Ares observa al dios de los Muertos de reojo. Hades, el responsable de su escape del Río Estigia y de aquel extraño sitio al que los dioses llegan al morir.

"Mis experiencias con esa jovenzuela son vastas, Hades" responde Ares sonriente. "Y puedo decirte que Atenea es todo, menos "femenina" guerreando."

A punto de beber nuevamente de su copa, llena por prodigio nuevamente sola, Ares recibe un golpe cósmico que arrebata al dios guerrero de su vaso impidiendo que beba de este. Fúrico, Ares se vuelve hacia el responsable, Hades, pero conteniendo su ira pregunta.

"¿Por qué?"

"Pareciera que ignoraras que también he hecho mi parte por destruirla en el pasado, aunque Zeus no lo hubiera planeado así, me incorporé al ciclo de Guerras Sagradas tras conocer su absurdo plan de arrebatarnos nuestro sitio en el universo... ¿has olvidado eso tan pronto, sobrino? ¿El sueño de la muerte te llevó hasta el Leto* que tú alma ha olvidado lo acontecido hace eones?"

"¡De ninguna forma, Hades!" replica Ares conteniendo su furia, pero sabiendo que no está dentro de su interés tener un conflicto en estos momentos con Hades.

"¡Magnífico!" exclama Hades ante la respuesta del imponente dios guerrero. "De esa manera tampoco olvidarás que, no solamente los guerreros de Atenea lograron tocarme en la última Guerra Sagrada, sino que tú, moriste en ella... ¡y que yo te traje de vuelta!"

Humillado ante el recordatorio de los eventos pasados, Ares, recoge su copa de vino y vuelve a tomarla. Pero el vino sabe ahora amargo ante las palabras del terrible dios rey del Inframundo.

"Es justo en esta generación que un evento cósmico puede traernos las victoria final, Ares, un eclipse tan grande que mi poder será infinito... ¡la conjura de Zeus y Atenea puede finalizar en estos tiempos! Pero para no desperdiciar esta oportunidad debemos hacer uso de aquello que esa pequeñeja ha abusado en contra de nosotros ya todos estos años! Tenemos que planear cada movimiento, cada logro se conseguirá si anticipamos sus movimientos."

Ares, poniéndose de pie, camina hacia Hades. Sus imponentes tres metros de altura le hacen sobresalir ante la finura del cuerpo del Rey del Inframundo. Acercándole otra copa de oro, Ares ofrece al hermano de Zeus y Poseidón beber junto con él.

"Así será en esta ocasión, Lord Hades." Responde finalmente Ares chocando su copa con la de Hades. "Haré uso de la estrategia de la cual, Atenea se jacta ser diosa, y usaré sus propias artimañas para vencerla de manera definitva... ¡desde el interior de su propio Santuario!"

Los ojos de Hades suavizan su mirada al tiempo que sonríe satisfecho, mientras observa al imponente Ares cerrar su puño con determinación, haciendo que sus venas se hinchen.

"¡Así será!" jura Ares.

***

Kanon cae al suelo sin control.

Levantando su vista hacia su rival, su mirada refleja un profundo rencor y coraje. El rival en cuestión no es otro sino su propio hermano, Saga de Géminis.

"¿Por qué me miras en esa forma, hermano?" pregunta Saga al notar la calidad de la mirada de Kanon. "¿Me odias tanto acaso?"

Kanon, tras estos últimos años, no ha hecho sino incrementar su odio hacia Saga. Acercándose a la edad de doce años, el hermano mayor, reconoce que el tiempo se aproxima para las pruebas finales. La codiciada armadura de Géminis parecía tan cercana y lejana a la vez... ¡si su hermano no existiera! ¡si no fuera tan malditamente poderoso!

La cara de Saga se ensombrece por un dejo de tristeza.

"Dime hermano... ¿no te parece triste el hecho de que nuestra condición nos una y nos separe a la vez?" pregunta Saga volviendo su rostro, como si no fuese capaz de soportar la mirada de reproche de Kanon. "Juntos nacimos a este mundo, pero solo uno llegará a obtener aquello que más deseamos con toda nuestra alma."

Nostálgicamente, Saga vuelve su mirada al cielo.

"¡Bah!" exclama Kanon desde el suelo. "¿Porqué cuestionar lo incuestionable?" Responde finalmente Kanon sin moverse un ápice. "¡Preguntar una y otra vez el capricho de los dioses no cambiará nada en lo absoluto!"

"¿Capricho de los dioses?" pregunta Saga perturbado ante la respuesta de Kanon, con algo de horror en sus palabras.

"Si, el capricho de los dioses" remarca Kanon ante la pregunta de Saga, el cual ríe al ver la expresión de asombro de su hermano menor. "¡Qué bobo te ves ahora! ¡Tú que te jactas de tú inteligencia! ¿En todos tus años de estudios no has logrado ver que nuestro destino, tuyo y mío, es el de ser separados?"

"¿Qué dices?" pregunta Saga espantado ante las palabras de Kanon. "¡Nuestro destino era venir juntos! ¡Somos hermanos!"

"No, no, Saga, tú y yo somos algo más... somos rivales." Replica Kanon con desprecio. "Nacimos para demostrar quien de los dos es más fuerte, más apto para cumplir una misión: portar la armadura de Géminis".

"No Kanon, en eso radica tú error, ¡tú vida gira en el objetivo de superarme para obtener la Armadura, la mía gira alrededor de ser el mejor sirviente que Atena tenga sobre la Tierra!" Grita Saga con decisión.

"¿De verdad?" pregunta Kanon burlón. "¿Así que no te comparas conmigo para ello? Soy tú rival, no puedes dejar de hacerlo por más que quieras."

Saga sonríe.

"¿Creés que somos tan parecidos tú y yo como para saber que y cómo pienso, hermano?" Responde el hermano menor. "¡No seas tan arrogante! ¡No vale cuánto te esfuerces tú o yo! ¡Nada vale cuánto nos comparemos! Lo cierto es que nuestros destinos están trazados desde el día en que nacimos, lo que tiene que ser, será."

Kanon tras escuchar esta aseveración estalla en carcajadas.

"¡Qué sabias palabras las tuyas! ¿En eso fructifica todo el tiempo invertido en horas de estudio?" y tras terminar su frase irónica continuó riendo. Un ofendido Saga lo miraba de vuelta, preguntándose en dónde estaba lo gracioso. "¿Sabes cuál es tú problema, Saga?" finalmente preguntó Kanon dejando súbitamente su actitud burlona y viendo seriamente a su hermano.

Saga, ante el cuestionamiento no respondió. Kanon comprendió que su hermano menor estaba totalmente desconcertado ante sus palabras.

"¿No lo sabes?" preguntó finalmente Kanon burlón. "¡Vaya! ¡Esto es un día que pasará a la historia!"

Fastidiado, el cosmo de Saga ardió al tiempo que respondía.

"¡Basta!" dijo fúrico. "Deja de lado ya tus burlas y la sorna, es algo que no disfruto."

Kanon, sonrió sin el más mínimo dejo de temor.

"Está bien, ya veo, no te gustan los juegos de gato y ratón que juego de vez en cuando... ¡lástima! Eres tan entretenido en ocasiones."

Saga mostró sus dientes en una especie de retorcida sonrisa, que reflejaba ambas, su amargura y disgusto ante la actitud irrenunciable de Kanon.

"Bien" dijo Kanon finalmente en tono serio. "Te diré lo que siento que es tu más grande problema..."

Saga lo observó atento.

"Y no, no me estoy refiriendo a mí." Agregó Kanon rápidamente. "Me estoy refiriendo a tú absoluta fé, a tú devoción sin límites... a tú conformismo."

El hermano menor escuchó atento las palabras de éste y una especie de corriente de electricidad recorrió su cuerpo. ¿Conformismo? ¿Conformismo?

"¿Qué?" preguntó finalmente con poco control de sí mismo, su mente no podía terminar de comprender lo que estaba pasando.

"Sí, hermano... eres un conformista." Confirmó Kanon sus propias palabras.

Saga bajó su cabeza apenado ante estas palabras. Kanon disfrutó el momento. ¿Dónde estaba la arrogancia del príncipe? ¿Dónde la confianza del aspirante a sabio? Pero ahora Kanon fué el que abrió los ojos sorprendido, al notar que el cuerpo de Saga comenzaba a sacudirse, sacudirse debido a la risa que contenía.

"¿Qué?" se preguntó Kanon asombrado.

¡Saga estaba riendo! ¿Por qué? Se preguntó ahora el hermano mayor confundido.

"¡Hermano! Creo que estás confundido... estás tomando mi fé y entrega a la causa por conformismo... pero estás mal, te lo puedo asegurar."

"¿Qué?" preguntó Kanon un poco molesto.

"Te aseguro que aspiro mucho más a ser un sencillo soldado como lo que tú quieres ser, yo quiero estar sentado en la silla del Patriarca..." Kanon abrió los ojos con sorpresa ante esta revelación de Saga, ¿era posible? ¿era posible entonces que fueran tan parecidos? ¿Era su hermano mucho más peligroso para él y sus planes de lo que jamás hubiese concedido? "Yo quiero ser el instrumento de Atena para una nueva era, una era en que las Guerras Sagradas finalicen... ¡unas Guerras que lastiman al mundo, pero ante todo, duelen, le duelen a nuestra Santa Diosa que lucha con todas sus fuerzas por quitarnos de en medio de esos injustos dioses que buscan destruirnos!" la voz de Saga estaba impregnada de fe y de misticismo, su fervor religioso casi rayando en el fanatismo.

"¿De verdad piensas así, hermano?" preguntó Kanon sorprendido. "¿Y en qué te basas para asegurar que las Guerras Sagradas son algo que le duelen a la diosa?"

Saga volvió su rostro al suelo. La dulce mirada de sus ojos mostró tristeza al repasar en su mente las palabras de su maestro, su admirado Arles, Señor del Santuario y legítimo representante de Atenea, la de los Ojos Grises.

"Lo sé porque a diferencia tuya, Kanon, sí escucho" finalmente dijo Saga.

"¿Qué dices?" preguntó Kanon dando un paso hacia atrás.

"¿Acaso nunca has notado el dolor que impregna a nuestro Maestro Arles en cada ocasión que habla de las Guerras Sagradas? ¿No te das cuenta de la carga insoportable que resulta para él y Atenea, por consiguiente, el tener que luchar contra seres poderosísimos? ¿El de mandarnos a la muerte? ¿El de saber que nosotros, como humanos, estamos siempre en peligro de un error? Y sin embargo, yo quiero para mí ese puesto... ¡esa responsabilidad! ¡Sé que soy capaz de lograr terminar con estas Guerras Sagradas de una vez por todas!"

"¿Cómo lo piensas hacer?" preguntó el hermano mayor al menor ya más recuperado de su sorpresa.

"¡Con el arma que Atenea nos regala y enseña! ¡Con amor, fé y estrategia!" dijo Saga finalmente triunfante. "Solamente así podré terminar estas guerras... con inteligencia." Dijo finalmente Saga a Kanon.

Un silencio cayó entre los dos. Pesado. Kanon sonrió maliciosamente y respondió finalmente.

"No hermano, la guerra solamente es ganada por el más fuerte. Estas guerras solamente podrían ser terminadas por aquello que es absoluto, que es inexorable e irresistible..."

Saga lo miró expectante. ¿A qué se refería Kanon?

"Por poder" finalizó Kanon su frase. "Solamente con gran poder llevarás a cabo todo lo que deseas. No hay nada más importante. Nada más tajante."

El hermano menor observó asombrado a Kanon. ¡Allí radicaba la búsqueda de su hermano mayor! ¡Por eso se esforzaba tanto!

"Es por eso que yo soy el más digno de portar la Armadura de Géminis, hermano..." dijo Kanon finalmente. "¡Y quizá allí mismo esté la respuesta a nuestra búsqueda! ¡Piénsalo, Saga! No estamos buscando lo mismo... para ser Patriarca no requieres de la Armadura Dorada de Géminis... requieres declarar tus intenciones de ser el siguiente Patriarca."

"¡No!" exclamó Saga rápidamente a esto. "Lo que dices es incorrecto... ¡la búsqueda por la armadura no es una búsqueda de lucha de poder! ¡Ni mis pretenciones Patriarcales tienen nada que ver con ello! No es el poder lo que nos pide ni la armadura, ni Atenea para poderle servir, nos pide entrega, fe, amor... ¿por qué te cuesta tanto trabajo comprenderlo, Kanon?" preguntó Saga amargamente. "Portar la Armadura Dorada es todo un privilegio, un privilegio que solamente deben de tener aquellos dignos de llevarla, ¡porque es el símbolo y reflejo claro de que Atenea nos ha aceptado para servirle!"

Acercándose a Kanon, Saga lo tomó por sus hombros y lo miró con una sonrisa, ¡su hermano! ¡Estaba tan errado en sus intenciones! ¡Tenía que salvarle ahora que aún tenía tiempo de ello!

"¿No te das cuenta de lo que es ser un Santo de Atenea implica? ¿No te das cuenta que en el momento de portar la Armadura, implícitamente aceptas la carga que conllevan nuestra Diosa y su representante? ¡Qué gracia! ¡Qué felicidad!" agregó Saga a sus palabras exaltadas. "¡Poder ser dignos de un ser que nos ama a los hombres tanto como para exponer su vida y su inmortalidad por nosotros!" Bajando la cabeza, Saga se preocupó por el desvío de las intenciones de su hermano y con tono angustiado preguntó. "¿Lo puedes entender, hermano? ¿Te das cuenta en lo errado que estás? ¡Rectifica tu camino! ¡Aún es tiempo! Te quiero, hermano, y quiero tú bienestar..." Una lágrima recorrió la mejilla de Saga, abriendo un surco en las marcas evidentes del sudor y el polvo del entrenamiento. "No he competido, hasta ahora contigo por la Armadura, pués confío en que será la voluntad de los dioses los que determinen el resultado, pero... si no cambias tus ideas mal encaminadas..."

Kanon preguntó alterado a gritos.

"¿Qué? ¿Qué pasará si no lo hago, tonto?"

Sin verle, volviendo su rostro, el joven Saga respondió en una amenaza dulce.

"Tendré que competir... ¡y pondré todo mi empeño por derrotarte!"

Kanon, enojado, se sacudió las manos de su hermano y observándolo respondió.

"Siendo las cosas así... creo que no tengo más que decir. Hermano, tú fe es tu peor defecto, vuelvo a decirte, el mundo está muy lejos de ser ese paraíso perfecto o ese infierno hórrido de Patriarcas y soldados..."

"¿Porqué dices, eso, Kanon? ¿De dónde sacas esas teorías? ¿Porqué dices cosas que no te constan?" La voz de Saga estaba llena de desesperación, de una sed, por saber aquello que quizá no pudiera alcanzar a comprender.

Kanon suspiró con desprecio viendo a su hermano tan asustado.

"Para tú tranquilidad, te diré, que son solamente suposiciones mías... una corazonada. Lo que tú ves como un privilegio, yo lo veo como una oportunidad. Tú eres idealista, yo soy práctico... pero hablando como tú, te diré algo, serán los dioses los que finalmente serán testigos del resultado."

Y comenzando a caminar hacia la cabaña, Kanon concluye su frase hablando en voz alta a su hermano.

"Dices que nunca has competido conmigo... ¡nunca peor insulto he recibido de nadie! Espero que tus esfuerzos fructifiquen, mi hermano, de lo contrario, habrás perdido a un hermano y ganado a un terrible, terrible enemigo." Y volviéndose, con cosmos agresivo y explosivo que iluminó la joven noche, Kanon dijo además "¡Más te vale que te esfuerces o si no, yo mismo te mataré para que no me estorbes más en mi camino con tú humillante mediocridad!"

Kanon dejó de explotar su cosmos y prosiguió su camino. Saga elevó su vista al cielo y vió las estrellas. A un año de conseguir la armadura de Géminis los caminos de ambos finalmente se habían separado. Saga se sintió solo. Muy solo.

"Mi diosa..." dijo finalmente conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. "Hágase tú voluntad" concluyó bajando su vista presa de un inmenso dolor en su alma.

***

Saga frunció el ceño. Un rayo de sol interrumpió su sueño. La brisa matinal, fría tocó sus brazos. El jóven gemelo abrió los ojos, cubriéndoselos con la mano de inmediato, ya que el sol de Apolo lo deslumbró en su despertar.

Rápidamente se incorporó tras espabilarse. ¡Hoy comenzaba el año ritual por obtener la Armadura Sagrada de Géminis! Doce contendientes que vencer en doce meses, en un elaborado torneo que haría que a su vez, su otro contendiente hubiese derrotado a doce aspirantes a la Armadura. Maestros todos.

Pero Saga no se sintió preocupado. Se sonrió.

"Quizá mi hermano, durante la noche haya reflexionado sobre lo que le dije" pensó con esperanza. "Quizá hoy le vea resuelto de vuelta en el camino de la justicia."

El hermano menor se volvió a la cama de Kanon para hablarle, cuando con sorpresa descubrió que al que buscaba no estaba.

"¿Se levantó ya?" se preguntó Saga sorprendido. "¿Acaso estará entrenando ya?" Cuestionó nuevamente hacia si mismo. "Pero... ¡hoy iniciaba el año ritual! ¡El entrenamiento era más importante que nunca!" Exclamó.

De un solo esfuerzo, se puso de pie y corrió afuera de la cabaña. Buscó a su hermano, esperando que quizá estuviese esperándolo afuera, pero no fué así. Cerrando sus ojos, Saga se concentró buscando la signatura específica del cosmos de su hermano, tras tantos años de entrenamiento, era capaz de reconocerla en un instante. Finalmente, en un punto no muy lejano, Saga lo encontró, con el ojo de su mente reconoció también un dolor físico en su hermano.

"¡Allí!" dijo Saga abriendo sus ojos que brillaron dorados. "¡En el risco de Cabo Sunión!"

Encaminando sus pasos hacia el peligroso risco, Saga encontró a Kanon entrenando en un marco de mar rugiente, en un asombroso despliegue de semejanza con el estado de ánimo de su hermano mayor.

Kanon golpeaba el risco que contenía una prisión, vieja y abandonada hacía mucho tiempo. El risco, totalmente indestructrible, como las rejas de la prisión, por cualquier humano debido a un mandato divino.

Se contaba que era en esta prisión donde Atenea encerraba a sus enemigos desde el tiempo del mito. Había contenido el poder de titanes, de gigantes, de soldados divinos enemigos de Atenea. ¿Qué estaba haciendo aquí Kanon? se preguntó Saga. ¡Es un lugar que está fuera de nuestro alcance!

"¡Kanon!" gritó Saga, su voz, opacada por el batiente rugir de las olas que chocaban contra los riscos y por los gritos de su propio hermano, el cual, golpeaba vez tras vez, como poseído por una fuerza incomprensible el risco. "¡Kanon!"

El más joven de los gemelos corrió hasta donde estaba su hermano. Kanon interrumpió su tarea al verse interrumpido por su hermano menor.

"¡Kanon!" dijo Saga finalmente en voz alta. "¿Qué haces?" Preguntó su hermano menor con inocencia aparente. "¿Porqué has venido a Cabo Sunión si sabes que es un sitio prohibido para nosotros?"

Kanon sonrió irónico. Su hermano siempre tan correcto.

"Siento mucho haberte hecho pecar, hermano." Y volviéndose hacia Saga, Kanon lo miró fijamente, mostrando signos de la agitación que le dejara su entrenamiento solitario. Saga estudió el aspecto de su hermano. Sus ojos se abrieron sorprendidos al ver el aspecto de sus manos que chorreaban sangre.

"¡Kanon!" dijo acercándose a un paso "¿Pero qué has hecho?" preguntó asombrado.

Kanon lo rechazó con su gesto.

"Evítame tú piedad, hermano" dijo Kanon amargamente. "Estas heridas no son nada. te dije que me esforzaría al máximo."

Saga observó a Kanon atónito.

"Pero. ¿porqué el Cabo Sunión, Kanon? ¿Porqué?"

Kanon lo miró con el desprecio que esa actitud inocente, que tan poca fe en su hermano le inspirara, y mostrándolo en su respuesta, que más parecía un escupitajo que otra cosa.

"Por que es lo prohibido. por que es lo imposible." Dijo escuetamente. "¡Haré lo que nadie! ¡Algún día romperé Cabo Sunión!"

Atónito Saga observó a su hermano. Pero, contrario a lo que Kanon estaba esperando, Saga volvió su rostro apenado. Su cosmos, lentamente comenzó a incrementarse, al tiempo que sus puños se cerraban haciendo saltar las venas de sus brazos.

"¡Basta!" gritó Saga fúrico a su hermano, la tormenta de cosmos que conllevó este grito levantó una lluvia de arena y partió algunas rocas del risco. "¡Deja ya de blasfemar por hacerme enojar, idiota!" gritó el menor de los gemelos con desesperación. "¡Si creés que me lastimas de esa manera estás muy equivocado! ¡El único que se perjudica de esa forma eres tú!"

Kanon descubrió sus ojos, que había tapado con su mano para evitar que cualquier proyectil entrara a estos.

"Santo Saga." dijo finalmente Kanon. "En verdad eso es lo que eres."

Saga, harto ya de la actitud de su hermano, lo señaló, aún ardiendo en cosmos con actitud amenazadora.

"¡Has cometido un gran error, Kanon! ¡Me has hecho decidirme finalmente por obtener la armadura!"

Kanon enfureció y su cosmos ardió también amenazante. La explosión rompió rocas y levantó olas más grandes. El incremento súbito sorprendió al joven Saga, que nunca había sentido el cosmos de su hermano tan imponente, tan vivo.

"¡Te he dicho que dejes de subestimarme, hermano!" amenazó de vuelta Kanon. "¡Es un error que también tú te empeñas en prolongar.!"

Saga responde con decisión a las palabras de su hermano.

"Finalmente en algo además del rostro teníamos que parecernos ¿no lo creés?" dice Saga burlón. "¡Es un error querer iniciar tú entrenamiento solo al comienzo del año ritual, hermano! Sabes que debemos entrenar juntos. ¡No te preocupes! No estaremos mucho tiempo más juntos, al final nos separaremos, dejando atrás al otro de manera irrevocable."

Kanon, recuperado de la sorpresa de notar a un Saga irónico y amenazante responde.

"Y ese que quedará atrás. ¡serás tú!" la voz de Kanon refleja rencor y decisión. "Nada más de cursilerías de hermandad y devoción. ¡obtendré la armadura porque yo controlo mi destino! ¡Nadie más lo hace!"

"Y como siempre, hermano. estás muy equivocado." Responde Saga sonriente. "El resultado final será decidido por Atenea y Nike, nadie más, aún los dioses se rinden al influjo de las Parcas."

El rugiente mar enmarca las palabras de Saga a Kanon, al tiempo que sonríe confiado en que será el favor de los dioses el que obtenga, contra un extraviado Kanon. Ambos contendientes se observan. Para Saga, esto es el inicio del entrenamiento, mientras que para Kanon este es el final de la lucha.

"Te quitaré de mi camino" piensa Kanon observando con odio a Saga, en una especie de presentimiento de su posibilidad por perder la armadura. "¡Debo adelantarme! ¡Sin Saga en mi camino, la Armadura está ganada!"

Saga y Kanon. Kanon y Saga. Estudiándose. Enfrentándose. Odiándose y queriéndose. Uno, será el ganador, el otro, el perdedor irremediable. Uno el héroe, el otro, el olvidado.

"Esto. ¡termina hoy y aquí, Saga!" exclama Kanon señalando a Saga con decisión terminante. "¡El inicio del Año Final es tú límite! ¡No quiero volverte a ver jamás!"

Saga una vez más se sonríe.

"Tus delirios de grandeza ofuscan tú razón, Kanon." responde el hermano mayor. "No está en tí determinar el primer encuentro del Año Ritual. ¡eso es competencia de nuestro maestro Arles!"

"El conoce el riesgo de los entrenamientos. ¿lo creés tan estúpido? Nuestros entrenamientos son reales, cualquiera de los dos puede resultar muerto en ellos, que mueras hoy o mañana es de poca diferencia. ¡porque finalmente seré yo el que llegue al final del camino por la armadura de Géminis.!" Responde Kanon a las palabras cautelosas de Saga.

"¡Quiere matarme!" exclama Saga con una amarga mezcla de dolor y sorpresa en su mente. "¡Mi hermano me odia!"

"Es matar o morir, Saga." dice Kanon encendiendo más su cosmos. "¡Más te vale que cumplas tú promesa de combatir con todo tú empeño, yo no tendré ninguna piedad para contigo!"

Saga se alista, haciendo arder su cosmos y afinando su mirada. Kanon comienza a moverse cada vez más y más rápido. Kanon, tensando sus músculos da un paso cauteloso al frente, como si de un felino acechando a su víctima se tratara, a punto de saltar, Saga se alerta poniendo toda su cosmo alerta, pero entonces. ¡una poderosa cosmoenergía inunda el lugar impidiendo que Kanon o Saga se muevan!

"¿Qq.uéee?" pregunta Kanon atrapado en la tormenta cósmica que no lo deja moverse y consumar su ataque terrible.

Detrás de Saga, una imponente figura, vestida con atuendo ritual, casco alto rojo y una máscara azul, emanando autoridad y el poder puro de un Santo, el Patriarca del Santuario permanece de pie.

Con ojos asombrados, Saga abre los ojos y se pone de rodillas de inmediato.

"¡Señor!" dice mientras respetuoso baja la vista ante el principal de los Santos de Atenea.

Kanon, enojado, nota que sin sus intenciones de atacar, puede moverse con entera libertad. Liberado del extraño influjo de la energía de Shión, vuelve su mirada enojado, enmedio de una rabieta.

"¡Estuve tan cerca!" exclama enojado en su mente. "Pero ya tendré otra oportunidad." piensa viendo hacia el Patriarca con frustración evidente.

"Kanon, Saga." dice finalmente la voz de Shión, que no es cubierta por el ruido del mar enbravecido. "¿Qué están haciendo aquí? ¡Saben que no deberían de acercarse a Cabo Sunión!"

Saga, sin volver su vista, responde prestamente.

"Le ofrecemos una disculpa, Su Santidad." y con tono de sincero arrepentimiento continúa. "Ha sido mi culpa, Su Señoría, en mi entusiasmo por entrenarnos, he llegado hasta aquí corriendo, no reparé en el sitio en el que estábamos, por favor, discúlpenos usted."

Shión, conocedor del corazón de Saga y de Kanon se vuelve hacia el mayor de los gemelos interrogante. Por pura respuesta, obtiene un suspiro enojado de Kanon que vuelve su mirada desafiante y ladino.

"Saga, puedo entender tú entusiasmo, por favor, levántate, he venido para algo muy importante para los dos."

Saga vuelve su mirada sorprendida hacia Shión. Kanon, curioso se vuelve hacia el Patriarca al tiempo que su hermano menor se pone en pie obediente.

"¿En qué podemos servirle, Su Santidad?" pregunta solícito Saga a su querido maestro.

"Ya lo has dicho tú, por supuesto, Saga." responde con paciencia Shión, con una tranquilidad contagiante que emana del más puro poder santísimo que este hombre desprende. "El Año Ritual comienza el día de hoy, y justamente este día, ustedes dos, tienen que separar sus caminos."

Saga y Kanon abren los ojos sorprendidos al tiempo que se miran uno al otro cuestionantes.

"¿Elegirá el mismo a uno de nosotros?" piensa sorprendido Kanon con un dejo de temor y arrepentimiento. su actitud irreverente puede perjudicarle el día de hoy.

"¿Separar nuestros caminos, señor?" pregunta Saga a las palabras del imponente anciano. "¿Qué quiere decir eso, Su Señoría?"

Shión, tranquilamente deja que el sonido de una gran ola chocando contra los riscos pase antes de responder. A lo lejos, dos sirvientes, escoltando a un desconocido se aproximan.

"Significa que no podrán continuar con su entrenamiento común, hijos míos." Levantando los brazos, Shión prosigue. "He de decir que admito que son ustedes dos los que más posibilidades tienen de ganar la Armadura de Géminis, tengo el presentimiento de que son ustedes los que deben combatir al final por obtenerla, es por ello, que pienso que no es su destino terminar una batalla que no es momento de realizar."

Kanon abre los ojos y recuerda las palabras de Saga acerca de las Parcas y el destino que los dioses trazan.

"Pero entonces. ¿ahora cómo entrenaremos?" pregunta Kanon al Sumo Sacerdote de la Órden de Atenea. "¿Quién podrá hacerlo junto con nosotros?"

Shión volviéndose hacia Kanon responde.

"Kanon, he notado el empeño que pones en tú entrenamiento, he notado igualmente que no aprecias la compañía de nadie para el logro de tus objetivos. así mismo, he notado que no has tomado mucho los libros que se te ha pedido estudies para la comprensión del cosmos y su energía a niveles atómicos." Y viendo hacia los puños dañados de Kanon y la sangre pintada en las paredes del Cabo Sunión, Shión concluye. "El hecho de que hayas ignorado los escritos acerca de este sitio y su indestructibilidad son prueba suficiente de lo descuidado que tienes el terreno intelectual de tú entrenamiento."

Cerrando sus puños con enojo, Kanon vuelve su rostro incapaz de soportar el regaño.

"Tú poder físico seguirá creciendo bajo el entrenamiento que te pondré. eres muy poderoso, pero este año será para tí el de cultivamiento espiritual, tú cosmos es agresivo, carente de la sustancia adecuada que la Armadura de Géminis merece. o busca." Agrega Shión terminante.

Kanon, humillado se vuelve al Sacerdote Shión y grita.

"¿Qué quiere decir? ¿Qué soy indigno de portar la armadura de Géminis y mi hermano Saga no?"

Kanon mira fijamente los ojos de la máscara del Patriarca, enojado, rencoroso. Impenetrables, inexpresivos, este no obtiene respuesta clara en la actitud corporal del Patriarca. Pero la respuesta que esperaba llega dolorosa en una pequeña frase de dos palabras.

"Así es."

Abriendo los ojos ante la respuesta poco diplomática de Shión, Kanon enfurece, pero contiene su poder. Solamente acierta a mirar de vuelta a Saga con profundo resentimiento y odio.

A la escena se unen los sirvientes escoltando a un joven de mirada noble, piel broncínea y cabello castaño claro. De aproximadamente uno o dos años menor a Kanon y Saga, los hermanos observan cuestionantes al recién llegado.

"Este es el nuevo compañero de Saga en su entrenamiento, es otro contendiente por una Armadura Dorada" y volviéndose al joven sonriente, Shión habla. "Aioros, saluda a tu nuevo compañero de entrenamiento, Saga."

El joven Aioros sonriendo, se acerca a Saga obedeciendo más un natural instinto de amabilidad y buena voluntad que la órden Patriarcal, que no le da sino el motivo de obedecer a este impulso nato.

"Hola" dice en perfecto griego sonriendo a Saga y ofreciendo su mano generosa, en un despliegue de sinceridad pocas veces experimentado por Saga.

Saga, observándolo, sonríe de vuelta.

Es la simpatía que genera la hermandad de espíritus. El reconocimiento misterioso de tener frente de sí a alguien parecido a sí mismo. La mirada límpida de Aioros, su actitud misma, sugieren su fe y su devoción a la adorada Atenea.

"Hola, Aioros." Responde sonriente Saga el cual, estrecha calurosamente la mano del joven.

"El busca la Armadura de Sagitario, Saga. Está a un año de iniciar su Año Ritual. este tiempo le servirá de entrenamiento contigo. Confío en que los dos se lleven bien, tanto como si fueran hermanos."

Ante estas palabras, Kanon aprieta su mandíbula humillado. Es como si de repente hubiese dejado de existir. ¡cómo si no estuviese allí! ¿Hermanos? ¡Saga tenía ya un hermano! ¡Y era él! Apretando también sus puños, Kanon abandona la escena sin volverse a Aioros ni a Saga, ni siquiera al Patriarca. Herido en su orgullo, el gemelo mayor abandona la playa.

Irónicamente, ni Aioros ni Saga notan la salida de Kanon de la escena. Solamente Shión se vuelve discretamente al ver pasar detrás de el al herido Kanon.

"¡Espero sinceramente que logres tú objetivo, Aioros!" dice Saga entusiasmado al recién llegado. "¡Cuenta con mi ayuda siempre! ¡Seremos muy buenos amigos, ya lo verás!"

Tras decir estas palabras, el gemelo menor se carcajea alegre. Y agradece a Atenea el final de sus conflictos con su hermano y la llegada de un hermano para no sentirse solo.

"¡Gracias, Saga!" responde Aioros contagiado del entusiasmo de Saga. "¡Así será! ¡Los dos seremos Santos Dorados y serviremos a Atenea hasta la muerte!"

Saga asintiendo a las palabras del joven Sagitariano agrega.

"Y más allá de ella también, Aioros, más allá también."

Continúa.

*

Río Leto, que se encuentra en el Hades en el cual, supuestamente, las almas beben para olvidar las cargas del pasado antes de volver al ciclo de la reencarnación.

(Tema Ending: Cursed Goddess)