Prólogo.

Cassandra podía sentir una migraña lentamente aproximándose.

El cielo apenas empezaba a darle paso a la noche, y ya estaba tentada en ir a vaciar todas las reservas 'secretas' de alcohol de Charles.

De pie frente a la gran ventana en la pared junto a la cama de su habitación, se frotó dos dedos en la sien lentamente, con el ceño fruncido por el estrés. La vista usualmente pacífica de los extensos jardines verdes y los rayos del sol traspasando las hojas de los árboles, coloreadas de verde y marrón brillante sobre los campos de la Mansión, solo la agobiaban más. Pues entre menos luz había afuera, menos tiempo para preparar todo le quedaba.

Por supuesto, estaba muy contenta de que Tony recibiera un premio tan significativo como lo era el APOGEO; pues ella estaba indudablemente dispuesta a ser una de las primeras personas en aplaudir todos sus logros más importantes.

Pero, si era sincera consigo misma, no le agradaba nada la idea de tener que ir a un lugar lleno de personas desconocidas, sonidos fuertes y revuelo innecesario para una premiación a la que Tony no podría importarle menos asistir, peor siendo justo unas horas antes de hacer un tedioso viaje de larga duración hasta un lugar totalmente alejado del mundo.

Y aunque debía reconocer que recibió mucha ayuda de parte de Ororo para escoger su vestido para la ceremonia, seleccionar un peinado y hacer sus maletas, y que Ethan se comportó muy obedientemente la mayor parte del día (excepto cuando le dijo que debía meterse a bañar, claro está), lo único que Cassie esperaba era poder dormir tranquilamente unas doce horas sin interrupciones.

— ¡Mamá, no encuentro a Steve!

Obviamente, ni su siesta ni su bebida estaban próximas a hacerse realidad.

Se giró un poco, y sus ojos grises, casi incoloros, se detuvieron en la cabeza llena de rizos rubios, dorados a la luz del pasillo y color miel a la sombra de su puerta, de su hijo, de pie en el umbral de la habitación.
Lo único que podía esperar en un futuro inmediato era atender a su ansioso pequeño; al que Ororo también se había encargado de arreglar (Bendita Ororo. Cassie debería anotar mentalmente agradecerle con sus chocolates favoritos después), con su adorable trajecito azul, con una pequeña corbata gris y pequeños zapatos negros brillantes.

Y de paso, lograr que el cierre del vestido subiera de una buena vez para poder ir en búsqueda de Steve.

— ¿En dónde lo viste por última vez?— le preguntó ella, paciente.

Ethan simplemente se cruzó de brazos y se paró sobre las puntas de sus pies, nervioso y preocupado. — ¡Estaba conmigo! Lo dejé un momento chiquito en el sofá para que la tía Ororo me pusiera esta... —tiró un poco de su corbata—...cosa, y cuando volví a mirar, ¡ya no estaba!

Satisfecha, logró llevar el cierre hasta arriba. Y se inclinó para ajustarse un tacón mientras hablaba con su pobre hijo angustiado.

— ¿Quién más pudo haberlo tomado?

— ¡Nadie! Solo estábamos ahí la tía Ororo, Kahlúa y yo...— se interrumpió de repente, con los ojos como platos. Y Cassie simplemente sonrío, divertida, cuando lo vio girar rápidamente para precipitarse lejos a través del pasillo, murmurando sentencias en voz baja para el pobre animal infractor.

Sacudió la cabeza levemente, y se aseguró de que todo estuviese en su lugar. Su largo vestido azul era sencillo y conservador pero aún así elegante, y abrazaba bien su figura delgada. Tenía puestos unos tacones bajos, que resaltaban su ya alta complexión, y había recogido su cabello castaño en un moño flojo pero sofisticado. En simples palabras, se veía digna de asistir a una entrega de premios de tal importancia.

Tomó su bolso de su tocador. Rodeó las maletas a los pies de la cama y recogió su celular. Revisó la hora una vez más, asegurándose de tener tiempo suficiente, y salió de la habitación a largos pasos y con el vestido arremolinándose suavemente entre sus piernas.

~ • ~

Tras haberse despedido brevemente de todos los residentes de la Mansión, Cassie se dirigió a la oficina de Charles. Había tenido una breve conversación con Logan, con pocas palabras y muchos silencios cómodos; su camaradería funcionaba de esa manera. Había abrazado a Jean y a Scott, besado la mejilla de Ororo, agradeciéndole por enésima vez su enorme apoyo; a lo que ella había sacudido la cabeza y reído, alegando que había sido un placer. (Y Cassie tenía que recordarse de nuevo comprarle un detalle cuando volviera, esa grandiosa mujer era demasiado gentil para su propio bien.) Y se había despedido de Hank en su laboratorio; quién le sonrió y le prometió contarle todo sobre sus descubrimientos cuando regresaran.

En el camino a la oficina, se topó con un par de sus propios alumnos, y cuando le sonrieron y la abrazaron para despedirse, ella les correspondió de la misma manera. Esos pequeños habían llegado a la escuela temerosos y asustados del mundo a su alrededor, pues se les había enseñado a temerle a su propio cuerpo y a sus poderes. Cargaban con la culpa de un mundo intolerante que no aceptaba a aquellos quienes eran diferentes a ellos. Y es por eso que Cassandra admiraba tanto el trabajo de todos los miembros de la escuela. Pues cada día recordaba aquello en lo que el odio podía llegar a convertirse si se le alentaba.

Sacudiéndose los turbios pensamientos de épocas peores, caminó por el alfombrado pasillo hacia la gran puerta oscura de la Oficina. Tocó un par de veces, y cuando escucho el sonido apagado de Charles llamándola, avanzó hacia el interior, cerrando la puerta detrás de ella.

Charles sonrío desde detrás de su escritorio cuando pudo obtener un vistazo completo de ella, y Cassie no pudo evitar sentirse ligeramente apenada; hacía bastante tiempo que no tenía la necesidad de arreglarse tan ostentosamente.

—Te ves preciosa, Cassandra. — le dijo. — ¿creo entonces que esto significa que partes ya?

Cassie exhaló lentamente, asintiendo, y caminó hasta sentarse en una de las sillas de madera oscura frente al escritorio.

—Gracias, Charles. —suspiró, agotada— Al fin, al fin terminé. Las maletas están hechas, las despedidas repartidas, y Ethan está...—

— ¡Lo encontré! — la cortó un grito desde el pasillo. La puerta se abrió estrepitosamente, y Ethan apareció en el umbral de la puerta, jadeando.

—En dónd... — Cassie empezó, pero se detuvo abruptamente cuando tomó un buen vistazo de su hijo.

De las mangas de su camisa estaba goteando barro. Tenía los pantalones mojados y la corbata casi destruida. Sus rizos antes brillantes y dorados se pegaban a su frente, que tenía cubierta de tierra y sudor. Sus mejillas estaban igualmente manchadas, y Cassie apretó el apoyabrazos de la silla cuando no encontró uno de sus zapatos. Tenía los nudillos blancos y el rostro tenso mientras respiraba lentamente.

Dentro, fuera...

— ¡En la casita de Kahlúa!

—... ¿Y qué le pasó a tu traje? — preguntó Charles, que también se había quedado petrificado al ver el estado de Ethan.

Dentro.

— Ah, eso. — dijo, despreocupado y sonriente. — Es que me persiguió por la entrada cuando se lo quité, y me resbalé con una pipí que dejóahí antes (estratégicamente, no me engaña) y caí sobre las macetas junto a la puerta.

Charles se mantuvo en silencio, intrigado en cuanto a cómo un pequeño French Poodle había podido con él. Miró a su amiga, sopesando su reacción.

—Pero Steve está bien, ¡y eso significa que ya nos podemos ir!

...Fuera.

Definitivamente, esa iba a ser una noche muy larga.

~ • ~

"..Tony Stark; inventor, genio. Un verdadero patriota."

La presentación digital comenzó con una imagen de un joven Tony sonriéndole a la cámara. "Desde muy pequeño, el hijo del legendario diseñador de armas Howard Stark llamó la atención del mundo con su mente singular. A los 4 años armó su primer circuito. A los 6, su primer motor. A los 17, se graduó con honores en el MIT."

Imágenes de Tony a través de su adolescencia y en la universidad parpadearon en la pantalla y Ethan se inclinó sobre su asiento a la a derecha de Cassie, curioso.

"..Entonces, la muerte de un titán." Cassandra apretó la mano de Ethan levemente cuando apareció el recorte de periódico con el anuncio de la muerte de Howard y María Stark en un accidente de auto. Él la miró de reojo, casi solemne, y le devolvió el apretón con su pequeña mano cálida.

"El amigo y aliado de toda la vida de Howard Stark, Obadiah Stane, intervino para ayudar a llenar el vacío que dejó el legendario fundador. Hasta que a los 21 años, el hijo pródigo regresó y fue nombrado director general de Stark Industries."

Una multitud de aplausos se escucharon en toda la sala a su alrededor. Y cuando miró a su lado, vio con cariño a Ethan aplaudiendo con entusiasmo también.

"Ya con las llaves del premio, Tony inició una nueva era para el legado de su padre. Creando armas más inteligentes. Robótica de vanguardia, y miras satelitales. Hoy en día, Tony Stark ha cambiado el rostro de la industria armamentista asegurando la libertad, protegiendo al país y sus intereses por todo el mundo." Una vez más, las personas aplaudieron cuando se finalizó la presentación con una imagen de Tony posando en la pantalla. Y Rhodey, el íntimo amigo del último heredero Stark, subió al escenario y se apoyó frente al micrófono, sonriéndole al público.

—Siendo el contacto con Stark Industries, he tenido el privilegio de servir con un gran patriota. Él es mi amigo, él es mi gran mentor. Señoras y Señores, es un honor para mí presentar este año, el premio APOGEO a Tony Stark!

Las personas aclamaron y vitorearon. Todos esperaron, ansiosos, la gran entrada del famoso Señor Stark.

Cassandra se inclinó un poco y lo buscó. Recorrió la multitud con el rostro neutro y escaneó con ojos acerados el podio, y tuvo que abstenerse fruncir el ceño cuando no encontró ningún rastro de su ahijado cerca de ahí.

— ¿Tony? —llamó Rhodey después de un momento. Miró a Abdías, que sacudió la cabeza, rendido. Su mirada se desplazó entonces a ella. Y no tuvo otra opción que negar con la cabeza también. Tony no estaba ahí.

Rhodey hizo ligeramente una mueca, sin dejar de sonreír. Por supuesto. Era Tony. Abdías, que había estado sentado a su izquierda, se levantó en su lugar, caminó por entre las mesas y tomó el lugar junto a Rhodey en el escenario.

—Gracias, Coronel. —Dijo Abdías, y recibió la estatuilla. —Gracias, Senador — tomó el premio con una mano y lo levantó en el aire, reflejándolo con la luz de las lámparas apuntando al podio. — ¡Ah! Esto es hermoso. Gracias.

Las personas aplaudieron una vez más, desorientadas pero educadas.
—Muchas gracias a todos ustedes, es maravilloso. Bueno, no soy Tony Stark. —bromeó, y el público rió. Ethan miró confundido a su mamá, pero Cassie mantuvo su vista al frente, con el rostro impasible.

—Pero, si fuera Tony, les diría cuán honrado me siento, Y el gusto que me da recibir el premio APOGEO, que es tan prestigioso. —Se quedó mirando al premio, casi con anhelo. —Tony, claro, ehh. —carraspeó. —Lo mejor de la vida de Tony es también lo peor, Señores. Y es que siempre está trabajando.

Tony lanzó los dados a la mesa entre la multitud que se congregaba detrás de él, con las personas aplaudiendo y riendo a su alrededor.

— ¡Gana doble! — Tony se dio la vuelta y chocó la cabeza con el hombro de su conductor, Happy. — ¡Qué bueno soy!

Se giró entonces y clavó la mirada en a una morena que se le acercó. —Hola— dijo con voz baja y ronca. Ella ronroneó, y Tony le habló a Happy sin dejar de mirarla. — No me tardo.

Y justo así fue como lo encontró Cassandra.

Había presenciado el resto de la presentación con los labios apretados, y cuando por fin había terminado, se había dirigido con Ethan y Rhodey al único lugar en el que podrían encontrar a su ahijado. Había sujetado fuertemente la mano de Ethan cuando habían pasado por las puertas correderas de cristal del casino, y no se avergonzaba de reconocer que quizá había utilizado sus propios encantos con el guardia de la entrada. Ethan era un niño, después de todo.

En ese momento, sin embargo, estaba de pie unos pasos atrás del par, resignada. Con Ethan a su lado admirando todos los bellos y ostentosos adornos y decoraciones del casino.

—Esto no es posible. — Rhodey lo interrumpió, de pie entre la pareja, reprochándole a Tony y entonando las palabras al final de cada sílaba para demostrar énfasis.

—Ay, — Tony empezó, solo para ser cortado por Rhodey.

—No.

— ¿Te obligaron a hacer esto?— Le preguntó Tony.

—Nadie me obligó a hacer nada. Bueno, dijeron que si te daba un premio, te ibas a sentir honrado.

—Claro que me honraría. Y si eres tú, mejor. ¿Cuándo lo haremos?

— Aquí está. — Cassandra vio como Rhodey le tendió el trofeo mientras Tony hacía un gesto con la mano en círculos. — ¿Oyeron? ¡Otra ronda!— gritó.

—Oh, ¿eso? Que sencillo. — Tomó el premió y miró a su amigo a través de sus gafas rojas. —Rhodey, lo siento.

—Sí, tú tranquilo. —despidió él.

Tony miró por encima del hombro de su amigo, y se fijó en el par que se había quedado rezagado detrás de él. Cassandra estaba de pie, con el rostro indiferente, y Ethan sonrió cuando capturó la mirada de su tío, a quien saludó entusiasmadamente con la mano.

—Ehh, ¿qué les parece? La gran Cassandra y el pequeño Ethan. ¿Qué los trae por aquí?

Cassandra suspiró, se había rendido a la actitud de Tony cuando estaba en público hacía mucho.

—Venimos a verte en tu premiación, por supuesto.

—Bueno, pues llegaron justo a tiempo. Rhodey aquí me hacía el honor recién. —Miró el premio en sus manos, analizándolo. — Y... ¡guau! ¿Qué les parece? Es, ehh...—se detuvo un momento, buscando las palabras. —Hermoso. No tenía ninguno de esos. — Dijo.

Le dio el premio a la mujer a su lado y empujó una gran pila de fichas a través de la mesa.

— ¡Tengo la apuesta!— gritó. Le tendió el dado a la morena. —Dame suerte, chiquita. Sóplales. — la joven obedeció con un movimiento seductor. Se inclinó un poco y miró en la dirección de Cassandra.

— ¡Tu turno!

Ella simplemente levantó las cejas, divertida, pero no se movió de su lugar. Ethan, en cambio, soltó su mano y se apresuró para estar a un lado de su tío Tony.

— ¡Yo, yo!, ¿Puedo? — preguntó, de pie sobre las puntas de sus dedos y con las manos cruzadas detrás del cuerpo.

Tony sonrió, miró a Cassandra, que le devolvió la mirada, sonriendo levemente, y se agachó para estar a la altura del pequeño.

— Concédeme el honor.

Le puso los dados a la altura de los labios, y Ethan sonrió. Inhaló profundamente, y sopló a través de sus labios con fuerza.

Satisfecho, Tony se levanto y colocó los dados frente a la cara de Rhodey. —Ahora tú. — le dijo.

—No, yo no le soplo a los dados. — protestó.

Tony y Rhodey comenzaron a discutir, y de repente, Rhodey empujó su mano, causando que los dados se soltaran de su agarre.

Ethan, sin embargo, se había quedado en su lugar junto a Tony. Y cuando vio los dados caer, extendió la mano, valiéndose de su rapidez, y los atrapó con un movimiento fluido.

— ¡Ahí tienen, el héroe de la noche, Ethan Paulssen!— dijo Tony, impresionado.

En cambio, Cassandra tuvo que luchar para mitigar el minúsculo aleteo de pánico en el fondo del estómago cuando vió a Ethan moverse tan rápidamente en medio de aquella gran multitud de curiosos. Pero se consoló rápidamente diciéndose a sí misma que, para los ojos comunes, el niño simplemente debería de parecer muy entusiasmado.

Ethan, que aún tenía los dados en sus manos, miró a su tío Tony y se los tendió con la intención de devolvérselos. Pero Tony, relajado, se los devolvió.

—Hazlo por mí, chico.

La sonrisa de Ethan fue la recompensa suficiente. Ahuecó los dados entre sus dos manitas y los agitó fuertemente, con el ceño fruncido por la concentración. Levantó las manos y los arrojó a la mesa, donde rodaron unos momentos antes de detenerse.

— ¡No es un dos, no es un dos! -gritó un chico. Tony le dirigió una mirada a su amiga, quien se la devolvió con las cejas alzadas y encogiéndose de hombros, sorprendida también.

— Bueno, qué tal eso. — murmuró Tony.

— Voy a traerte más seguido a mis noches de juego, chico. — le dijo a Ethan, quien le sonrió, victorioso. Tony miró al hombre a su lado.— Cambia mis fichas.

Cassandra se acercó y sujetó la mano de Ethan, quien la miró, satisfecho.

— ¡Gané!

Ella sonrió y lo miró pacientemente.

—Sabes que no te darán nada, ¿verdad?

Su sonrisa se atenuó levemente.

Juntos, caminaron a través del pasillo del casino, flanqueados por un par de hombres de traje que protegían a Tony.

—Yo ya me voy— se despidió Rhodey, y le tomó la mano a Tony para sacudirla. — ¡Y no llegues tarde mañana! — Le reprendió.

—No, cuenta con eso.

— ¡En serio!— gritó.

—Sí, ya sé.

Rhodey se dió la vuelta y se despidió entonces de Cassie.

— Nos vemos, Cass. Mantenlo a raya por mí. —Se abrazaron, y Cassie sonrió levemente.— ¿No siempre?

Se separaron y Rhodey se inclinó, con el rostro en una máscara de seriedad fingida para despedir a Ethan.

— Hasta pronto, soldado. Cuídalos por mí.

Ethan asintió, serio también. —A la orden, Coronel.

Se estrecharon la mano brevemente, y Rhodey se alejó.

Tony, mientras tanto, miró a un hombre disfrazado de egipcio que estaba posando para una foto y le entregó el premio que llevaba cargando. — ¡Al César lo que es el César!.. Y que te vaya bien. — le dijo. Y caminó por el pasillo hasta las puertas, dejando al confundido hombre detrás.

Cassandra suspiró. Se acercó al hombre, le tendió la mano, y él, sin la mínima idea de qué era lo que pasaba, se lo devolvió.

Salieron del establecimiento, rodeados por varios guardaespaldas mientras se dirigían a su auto. Cassie caminó, con la mano de Ethan en la suya mientras atravesaban el estacionamiento, y le enseñó el premio. Ethan levantó las cejas y abrió la boca, sorprendido, cuando ella se lo entregó y le sonrió.

— ¿Puedo quedármelo? — susurró él.

Cassie se encogió de hombros.

—Si Tony no lo quiere, no veo por qué no.

Su expresión iluminó toda su noche.

Siguieron caminando a través del estacionamiento. Llegaron al vehículo, pero justo cuando Happy estaba por abrirles la puerta, una voz femenina gritó detrás suyo.— ¡Señor Stark!

Cassandra, Ethan y Happy se voltearon justo a tiempo para ver acercarse trotando a una rubia con una grabadora en la mano...— Disculpe, Sr. Stark.— Levantó la mano para detener a los guardaespaldas. — Christine Everheart. Revista Vanity Fair. Solo un par de preguntas. —dijo apresuradamente.

— ¿Es linda? — Tony les preguntó sin voltear.

— Muy linda —le respondió Happy.

Tony se giró. — ¿Qué tal?

Cassandra casi sonrió, pero se abstuvo en presencia de la periodista. Su renuencia estaba bien justificada, puesto que cualquier persona que dedicara su tiempo a intentar desvelar los secretos ajenos y a husmear en la vida de las personas para satisfacer a un público hambriento de escándalos era declarado enemigo de alguien como Cassandra; quien había pasado su vida entera resguardándose en el oscuro anonimato. Así que simplemente dio un par de pasos hacia atrás, con la mano de Ethan en la suya, hasta quedar cerca de uno de los guardaespaldas. Si Ethan no hubiera estado ahí con ella, fácilmente podría haber pasado como otra de las conquistas de una noche de Tony, pero al no ser el caso, la situación se complicaba. Y se reprendió a sí misma por ser tan descuidada.

— Hola —dijo la periodista aliviada.

— Sí...

— ¿Acepta?

— Okey, hazla.

Cassandra observó como Christine sacó su grabadora y la posicionó al nivel de la barbilla de Tony.

— Lo llaman el Da Vinci de hoy. ¿Qué dice usted a eso? —preguntó.

— Completamente ridículo. Yo no pinto. —descartó él, sacudiendo la cabeza.

— ¿Y qué dice de su otro apodo? 'El mercader de la muerte?'

Cassandra casi la fulminó con la mirada, y Ethan frunció el ceño también, confundido y un poco ofendido en el lugar de Tony.

— No está mal. —asintió levemente con la cabeza. — Adivino, ¿Berkly?

— Brown, de hecho.

—Mire... —chasqueó la lengua.— Señorita Brown. El mundo no es perfecto pero no tenemos otro. Le garantizo que el día que no se necesiten armas para mantener la paz venderé material para construir hospitales.

— ¿Y ensaya mucho?

— Cada noche frente al espejo antes de dormir. —respondió, sin perder el ritmo.

— Sí, se nota.

— ¿Le gustaría verlo en persona?

— Solo pido que conteste con seriedad. —murmuró.

Tony se quedó callado unos segundos antes de al fin responder, más severo esta vez.— Okey, ¿qué tal esto? Mi padre tenía una filosofía. 'La paz significa tener un mazo más grande que el otro'.

— Que frase viniendo de el que vendía los mazos. —dijo, desdeñosa.

— Mi padre ayudó a vencer a los nazis y trabajó en el proyecto Manhattan. Muchos, incluyendo a los profesores en Brown, dirían que fue un héroe.

— Y muchos otros dirían que era un mercenario. —Alzó la voz la reportera.

Ethan gruñó y apretó con una mano los dedos de Cassie, y con la otra, su premio. Pero ella solo le devolvió el gesto más suavemente y le acarició los nudillos, en un sutil intento para calmarlo.

Tony, por supuesto, tenía bajo control la situación. Se quitó las gafas con un movimiento fluido y la miró a los ojos, directo.— Dígame, ¿hará un reportaje sobre los millones que salvamos apoyando la tecnología médica o los que evitamos que murieran de hambre? Todos esos avances, son financiados por la milicia.

— Guau... ¿y eso no le quita el sueño? -arrastró las palabras la rubia.

Tony miró a Cassandra por el rabillo del ojo, quien solo se mantuvo en su lugar apartado de él y le miraba, muy insatisfecha.

— Pues... podría perderlo un poco con usted.— respondió él, y Happy suspiró, girándose para mirar a los dos que se habían quedado atrás.

—...¿Necesitan un taxi?

~ • ~

Cassandra miró el extenso océano a través de los enormes páneles de cristal en la pared mientras estaba de pie en medio de la cocina de Tony. Habían llegado exitosamente a la casa de su ahijado sin ser notados por la nueva conquista de Tony. (Aunque Cassandra estaba muy segura de que su falta de atención tenía mucho que ver con que estaba muy ocupada devorando la cara de su sobrino), y estaba muy agradecida por haberse podido sacudir esa pequeña molestia. Lo último que necesitaba en ese momento era un escándalo que la involucraran a ella o a su hijo.

Sin embargo, no podía ocultar su decepción. Casi se sentía ofendida, pues había sido abiertamente ignorada a favor de un absurdo juego y una rubia molesta. El ciclo con Howard se repetía. De tal palo, tal astilla.

Suspiró pesadamente y se sacudió rápidamente de sus pequeñas frustraciones. Con una mirada breve a su pequeño, que balanceaba animadamente los pies sobre su silla, leyendo ansioso el nuevo cómic de Capitán América que ella había comprado unos días antes para él, se dirigió al refrigerador y sacó unos cuantos huevos, el tocino y varios materiales más para poder elaborar un aceptable desayuno que mantuviese a Ethan en calma hasta que tuviesen la oportunidad de almorzar más tarde en el aeropuerto.

— ¿Crees que alguna vez podré ser tan fuerte como Steve, mamá? —le pregunto Ethan, mirándola con ojos curiosos y la cabeza alzada hacia atrás mientras Cassie se inclinaba sobre la mesa, con un plato repleto de comida en sus manos. Sonrió amorosamente y lo colocó frente a él.

—Estoy segura de que puedes. Una vez que seas mayor. —Se sentó con él en la mesa, alejó su cómic para evitar catástrofes, y le revolvió el cabello.— Pero por ahora, eres joven, y debes disfrutar eso.

Ethan frunció el ceño y llevó una cuchara llena de huevos hasta su boca. Ser joven no parecía tan divertido. Todos los héroes eran hombres fuertes y valientes con habilidades increíbles, como Steve. Pero no podía ser un héroe si era un niño. Estaba a punto de replicar cuando la cabeza de su madre giró levemente en dirección a la habitación de al lado, e inclinó la cabeza, curioso, cuando se levantó lentamente de su asiento frente a él.

— Parece que nuestra visita ya despertó. —murmuró ella. Tomó un vistazo de Ethan, quien seguía comiendo con ánimo.— Quédate aquí. —. le pidió. Y salió silenciosamente de la cocina hasta la sala, donde había escuchado los pasos.

Llegó hasta el recodo del pasillo y se quedó quieta, observando.

"Su acceso a esta área no está autorizado." Escuchó la voz electrónica de JARVIS. Y la reportera, que había estado de pie frente a la pantalla en la pared, saltó.— Y eso qué?.. —murmuró.

Cassandra sonrió. Amaba el AI de Tony.

De repente, una voz distinta se hizo cargo, interrumpiendo a la reportera.— Ese es JARVIS, dirige la casa —dijo Pepper. Y Christine se giró, sobresaltada. Pero Pepper, la fiel asistente de Tony, se mantuvo imperturbable.— Le traje su ropa. Ya está lavada y planchada, y hay un auto afuera esperandola para llevarla a donde usted quiera ir. —le dijo con voz profesional.

Christine se contoneó por el pasillo hacia ella e hizo un gesto, apuntándole. —Debes ser la famosa Pepper Potts. — sonrió.

— Sí, así es. —contestó Pepper, educada.

— ¿Sigue haciéndose cargo de traérle la ropa limpia aún? —preguntó, muy arrogante, colgándose la ropa detrás del hombro. Y Cassandra solo sonrió una vez más, pues sabía que Pepper era una de las únicas personas que podían lidiar con Tony Stark.

Y Pepper, tal como Cassie lo esperó, permaneció imperturbable.— Hago todas las cosas que pida y mande el Señor Stark. —asintió para sí misma.— Y eso incluye, en ocasiones, sacar la basura. —concluyó, con voz suave y una sonrisa— ¿Le falta algo?

Una vez que la reportera se había marchado, ofendida y molesta, Cassandra de acercó a Pepper y la saludó con un cálido abrazo y una sonrisa.

— Virginia Potts. ¿Qué haría Tony sin ti?

— Créeme. No tengo idea.

Ambas mujeres sonrieron y sacudieron la cabeza, divertidas.
De pronto, Cassie recordó el motivo por el que estaba buscando antes a Pepper. No obstante, quería que Ethan estuviera con ella cuando la felicitaran y le entregaran su regalo.

— Hablando del diablo, creo que iré a ver cómo le está yendo a ese niño. Y no hablo del que está comiéndose todo lo que tiene Tony en la cocina. Tengo un par de palabras para él.

Pepper sonrió.

— No lo mates aún. Tiene un destino en el que estar en.. —revisó la hora en su celular.—...bueno, en el que tenía que estar hace una hora. En un momento bajaré también. Tengo un par de llamadas que atender antes.

— Por supuesto, Pep. Nos vemos en un rato.

Con eso, cada una caminó en una dirección diferente. Pepper con el celular en el oído, concentrada, y Cassie bajando lentamente por las escaleras de cristal que daban al laboratorio.

Una vez en el último peldaño, tecleó la clave en la pequeña pantalla frente a la puerta de cristal.

— Cualquier persona diría que lo haces a propósito. —dijo serenamente apenas cruzando el umbral de la puerta.

Tony, sumergido entre los restos metálicos de un motor para su auto de colección, apenas giró el rostro para mirarla.

— Lo siento, querida. Prometo que esta vez fue accidental. —murmuró. — Ah, y por cierto, ¿qué hice ahora?

Cassandra se sentó casi perezosamente en un banco a unos metros de él.

— No necesitabas humillarnos de esa manera. Con haber pedido que nos quedáramos en la Mansión era suficiente. —dijo. Tony se giró un momento y la miró desde su lugar entre las piezas y herramientas.

—Ahh. Lamento eso. Prometo que los recompensaré. Creo que Howard tenía guardados un par de juguetes coleccionables de Capitán América por ahí. Apuesto a que a Ethan le encantarán. —desestimó rápidamente.

— No puedes seguir haciendo esto, Tony. No se trata solo de la ocasión, o de las recompensas. —le dijo ella, casi cansada de su actitud evasiva.

— ¿No es suficiente darles acceso a comida ilimitada en mi humilde casa?—preguntó Tony. Se levantó por fin, ceñudo, con un trapo con el que se limpió el exceso de aceite de las manos.

— Al menos no hubiésemos tomado un fastidioso vuelo desde Nueva York solo para ver a Rhodey avergonzándose en público.

—Ey. ¿Desde cuándo el impresionante jet que muy amablemente pongo a su disposición es fastidioso?

Cassandra cerró meditativamente los ojos y simplemente suspiró, rendida. Se puso de pie y se acercó a Tony, quien se mantuvo tranquilo mientras ella lo envolvía estrechamente entre sus brazos y plantaba un simple beso en su frente.— Cuídate, Tony. No olvides que aún hay gente por aquí que te quiere.

— ¿Aunque me traten como un niño? —preguntó, divertido.

—Cariño, ni Ethan es tan inmaduro —sonrió— Y para mí, siempre vas a ser mi niño.

Tony levantó una ceja y rió cuando por fin Cassandra lo liberó de su abrazo. Con un guiño en su dirección, caminó hasta el montón de chatarra de automóvil que intentaba reparar y se sentó por fin. Era un silencio cómodo, y estaba todo muy tranquilo, hasta que de pronto el sonido de la música de Tony a todo volumen estalló desde las paredes, por poco haciendo saltar a Cassie y de inmediato provocándole un punzante dolor de cabeza.

Tony era felizmente inconsciente de la molestia de Cassie, mientras trabajaba ajustando el motor del automovil y se deleitaba escuchando lo que Cassandra reconoció como Back In Black de AC/DC, inmune al volumen ensordecedor.

—Dame la imagen por partes. — le ordenó a JARVIS. La pantalla comenzó a desarmar el motor digitalmente y abrió las estadísticas junto a la imagen.

''La compresión del cilindro tres es baja."

Tony contempló la pantalla un segundo.— Guárdala.

Ahogado por el alto volumen de la música, el siseo de la puerta del taller abriéndose alertó la llegada de Pepper, quien entró mientras mantuvo una rápida conversación en su teléfono sin siquiera mirar en la dirección de Tony.

—No toques el volúmen porfavor. — le pidió Tony, sin apartar la mirada de los materiales en sus manos.

Pepper terminó su llamada y guardó su teléfono detrás de la carpeta que llevaba en las manos. —Y tú ya deberías estar justo del otro lado del mundo. — le reprochó. Cuando vio a Cassie de pie recargándose en una de las mesas de trabajo de Tony, le sonrió cansadamente. Y Cassandra casi sintió compasión por ella; Tony era todo un caso.

— ¿Qué, se enojó?

Pepper suspiró. —No, al parecer..

—Dime porqué me apresuras.— dijo Tony, levantando una pieza a la altura de sus ojos para verla mejor.

—Tony, tu vuelo salía hace una hora y media.

— Qué chistoso. Pensé que como era mi avión me iban a esperar hasta que llegara.

—Tony necesito hablarte de unas cosas antes de que salgas.

— Perdón, pero entonces de qué sirve tener tu propio avión sí, se va a ir antes de que llegues? — murmuró. Cassandra solo observó en silencio el intercambio, divertida.

— Larry llamó, que tiene otra oferta por el Jackson Polo que querías. ¿Tú lo quieres, sí o no?

— ¿Y representa bien su periodo primavera?

— Ehm.. no, primavera es el nombre del lugar donde vivía y.. tenía su taller por la estación. Creo que sí es una buena pieza.— reflexionó Pepper. — am.. pero sí está alto el precio.

Tony se mantuvo impasible y en silencio unos segundos.

— Cass, qué opinas? — le preguntó. Cassandra, ligeramente distraída tras haber observado de lejos el debate entre ambos, se encogió de hombros lánguidamente.

— Es tu dinero.

Tony calló unos momentos antes de girarse hacia Pepper.

—...La quiero.

Pepper sonrió.

— Cómprala. Guárdala.

— Okey.. y en el MIT tienes un discurso de inauguración.

— Es en junio. —interrumpió Tony. — Mira, no me presiones con compromisos que están que están tan, tan alejados.— Se paseó por el taller y Cassie lo siguió con la mirada hacia una hilera de refrigeradores en la pared del fondo para tomar una bebida.

— Bueno, es que sinceramente si lo necesitas voy a decir que sí..

— No, desvía y absorbe. No quiero que me lo transfieras.

— Necesito que firmes esto antes de subir al avión.— insistió Pepper.

— Quieres deshacerte de mí? ¿Tienes algún plan?

—...La verdad es que sí.

— No me gusta que tengas planes. — determinó Tony. Cassie enarcó una ceja.

— Tú me los permites en mi cumpleaños. —dijo Pepper en voz baja.

— ¿Hoy cumples? —preguntó Tony, pero algo más llamó la atención de Cassie.

Se giró cuando observó un movimiento por el rabillo del ojo y vio como un par de pies pequeños calzados de tenis con dibujos de X-men bajaban lentamente por las escaleras al otro lado del cristal. Poco a poco la figura enérgica de Ethan apareció por las escaleras, con una mano en su cómic y la otra resbalando por el riel de metal en la pared. Cassie apartó la mirada rápidamente cuando él volteó. Y mantuvo su rostro impasible aún cuando Ethan llegó a estar detrás de la puerta de cristal y miró con el ceño fruncido la pantalla donde de introducía el código. Parecía que su victoria aún no estaba asegurada.

— Así es. —siguieron Pepper y Tony, aún inconscientes de su escurridiza visita.

— Sí, ya sé.. ¿De verdad? —se extrañó.

—Sí, no es... raro? Es el mismo día que el año pasado.

— Que bien. Obséquiate algo lindo por mí.

Cassandra miró de reojo la puerta de cristal, y tuvo que tragarse una risa que se elevó por su garganta cuando vió el rostro de Ethan, que se había rendido en intentar abrir la puerta manualmente, presionado contra el vidrio. Su nariz aplastada, su lengua extendida y sus rizos aplanados le daban la apariencia de un cerdito muy raro.

—Ya lo hice.

— ¿Y?

— Ah, es.. muy lindo.

— ¿Sí?

— De muy buen gusto. Gracias de verdad, Señor.

Cassandra casi sonrió al recordar el regalo que Ethan y ella habían conseguido para Pepper. Y tal parecía que iba a complementar perfectamente lo que ella misma se obsequió a costa de Tony. Miró en dirección a su pequeño, y de nuevo tuvo que luchar con una enorme sonrisa cuando lo vio abriendo y cerrando la boca, masticando el aire mientras hacía bizcos, aún con el rostro pegado en la puerta.

Tony sonrió. —Un placer Señorita Potts.

Pepper le entregó una pequeña taza que Tony terminó de un sorbo.

— Okey. —dijo Tony, caminando más allá de Pepper y Cassie hacia la puerta. Se detuvo, sin embargo, cuando se fijó en el pequeño niño ahora soplando aire en el vidrio y dibujando con su dedo figuras extrañas que Tony relacionó vagamente con un hombre con tres dedos largos en cada mano y orejas de gato, un tipo raro sentado en un inodoro con ruedas y una mujer (asumió que era una mujer por el triángulo que se supone debía pasar por una falda) en medio de ellos, con lo que parecía ser unas baquetas en cada mano.

Tony se quedó quieto un momento antes de sonreír salvajemente.

— JARVIS, no seamos groseros con nuestro pequeño invitado. Abre la puerta por mí.

Ethan, demasiado sorprendido para reaccionar, cayó de bruces a los pies de Cassie, que se había acercado lentamente mientras dibujaba.

— ¡Oye, no había terminado!

— ¿Y qué se supone que son esos? —le preguntó Tony, confundido.

Ethan se puso rojo hasta las orejas.

—...Son los X-men. —murmuró.

...Cassie iba a contarles a Charles y a Logan de esto.

— ¡Oh, los vamos a extrañar! —exclamó Pepper mientras abrazaba fuertemente a Cassandra. Los cuatro se encontraban afuera de la mansión de Tony, justo frente a las grandes puertas de la entrada. El taxi amarillo ya había sido cargado con las maletas de Cassie y de Ethan, y ahora solo esperaba a que terminaran de decir adiós a sus anfitriones.

Tony había tenido la delicadeza de salir a despedirlos (aunque, claro, no sin antes haber soportado una larga y tediosa plática en privado por parte de Pepper sobre lo maleducado que sería si no lo hiciera) y solo observaba en silencio la interacción de las dos ''sentimentales mujeres'', según sus palabras.

— Y nosotros a ustedes. —les aseguró la otra mujer.— Es una lástima que no podremos llamarlos mientras estén allá.

— ¿Cómo es posible que vayan a estar dos meses totalmente incomunicados del resto del mundo? —Tony cruzó los brazos, negándose a creer semejante loca idea.

— Que tú no puedas vivir sin toda tu tecnología no quiere decir que seamos iguales —Cassie sacó una mediana caja de su bolsa, envuelta en papel rosa suave y lo ignoró, volteandose nuevamente con Pepper.

— Esto es para ti, Pepper. De mi parte y de la de Ethan.

El niño asintió energéticamente, mientras Pepper abría su regalo, emocionada.

Se encontró con unos hermosos aretes y un collar a juego de diamante, pulcramente acomodados en una caja con forro de terciopelo, notablemente costosos. No cabía duda que habían sido escogidos por alguien con muy buen gusto.

— ¡Son hermosos! —se maravilló— Se verán perfectos con mi vestido nuevo.

Tony les echó una miradita, nada sorprendido.

— ¿Y si no te hubieran gustado? Mejor darte dinero para que te compres algo que de verdad desees. Así no hay margen de error.

— Tony —Cassie suspiró, tomando toda la paciencia que pudiera reunir para lidiar con su ahijado— ¿Has pensado alguna vez en involucrarte, solo un poco más con tus regalos?

— No.

— Quizá deberías tenerlo en cuenta. La gente aprecia mucho la intención detrás del obsequio que se da.

Tony prefirió ignorarla y se volvió hacia el pequeño niño.

— ¿Seguro que quieres irte allá? Podrías quedarte aquí. Te daría permiso de hacer todo, incluso no ir a la escuela. Tu madre aún no se va, y ya esta volviéndose mandona.

— ¡Tony! —lo regañó Cassandra.

—Está bien, ya, ya —levantó un puño para que Ethan se lo chocara— Buen viaje, campeón. Diviértete, pero no demasiado. Ten todas las travesuras que puedas. —volvió a omitir la mirada irritada que Cassie le mandó, y en un intento rápido para que no le dijera nada, le pasó un brazo por los hombros y la encaminó hacia el taxi, con los otros dos siguiendolos un par de pasos atrás.

— Supongo entonces que es hora de que me vaya también. Buen viaje, Cass. Y a donde quiera que vayas, ojalá ahora sí pesques algún buen sujeto con el que, tú sabes, pasar el rato.

—Tony.

—...O pasar las noches. En fin. —le abrió la puerta del auto y dio un paso hacia atrás— Hasta la otra. Creo que mejor me voy yendo. Pese a que adore hacer enojar a Pepper, Rhodey es la verdadera amenaza.

Cassandra sonrió. Ethan entró al taxi, con su cómic en la mano, y se acurrucó contra ella.

— Quizá si fueses más puntual y lo trataras un poco más amablemente no tendrías tantos problemas. —dijo Cassie a través de la ventana del auto.

Tony rió.

— Quizá. Pero dónde está la diversión en eso?

~ • ~

Cassandra miró por la ventana del pequeño carrito, observando el paisaje nuevo que se le iba presentando conforme recorrían el terroso camino hacia donde sería su casa durante los próximos meses.

Tenía que hacer un gran esfuerzo para no dormirse allí mismo, pues el cansancio le estaba dando una gran guerra. Quizá habría sido mas fácil soportarlo si estuviera hablando con su hijo para amenizar al menos el trayecto, pero su pequeño compañero se había entregado a los brazos de Morfeo apenas bajaron del avión y se subieron al carro, utilizando las piernas de su madre como una almohada viviente.

Se enfocó en pensar en todo lo que necesitaría para ayudar a Bruce, la mayor razón para hacer este viaje. Sabía bien lo que el hombre pensaba de si mismo, y lo difícil que sería hacerle pensar de otra forma más amable. También sabía la horrible situación por la que había pasado, y realmente esperaba que todo lo que iba a hacer le sirviera de algo para mejorar.

Aún tenía esperanza en él.

El recorrido no duró mas allá de dos horas, antes de llegar al fin a una pequeña casa escondida y un poco alejada de las demás.

Le costó despertar a Ethan, quien tenia el sueño mas pesado que un oso en hibernación. Pero después de lograrlo, la tarea de bajar las maletas fue pan comido.

El Doctor Banner los esperaba frente a la puerta, visiblemente incómodo y sin saber cómo actuar ante la llegada de su visita.

— ¿Les ayudo? –les preguntó cuando al fin se decidió a acercarse a ellos, tomando las bolsas de viaje que habían dejado en el suelo.

— Hey, Bruce. —lo saludó Cassie, dándole un pequeño abrazo. El hombre se tensó ligeramente, no muy a gusto por el contacto físico, y aún con las maletas en cada mano. Después de un momento, Cassandra se apartó. Y Bruce ahora se fijó en el tímido niño que estaba unos pocos pasos atrás.

Le regaló una pequeña sonrisa. Y Ethan se entusiasmó al darse cuenta que no lucía como los científicos terroríficos que aparecían en la televisión. Le recordaba más al profesor McCoy; con todo el pelaje azul y las garras largas atemorizantes pero una actitud calmada y relajada que ofrecía una sensación de paz y seguridad para cualquiera que lo conociera de verdad.

En un arranque de confianza, se acercó caminando rápidamente y copió las acciones de su madre, dándole también un abrazo.

— Soy Ethan —se presentó. Bruce no pudo evitar pensar que el hijo de su amiga era bastante agradable.

—Vengan, les mostraré el lugar —les dijo, una vez que Ethan lo había soltado, dirigiéndose a la casa.

~ • ~

— ¿Anteriormente tenias un método de relajación? —le preguntó Cassie, sentada en posición de loto con las manos en las rodillas.

— La verdad es que no —respondió Bruce con un suspiro.

Habian colocado dos mantas fuera de la casa, una al lado de otra, y se habían sentado sobre ellas, casi como una clase de yoga. Hacia un día soleado, y el leve cantar de las aves y el susurro de las hojas balanceándose en el viento eran como una sinfonía pacífica perfecta para su sesión actual.

— ¿Has probado con escuchar música calmante? —le preguntó ella.

— No, no realmente.

— ¿Qué tal respirar profundamente para tranquilizarte?

— Dudo que eso ayude a mantenerlo a Él lejos. —murmuró Bruce, alicaído.

Cassandra exhaló lentamente y lo miró a través de sus pestañas.

— Bueno, ya sabes, en la escuela podríamos ayudarte a controlar al otro sujeto. Y quizá más adelante, ayudarte a convertirlo en alguien que ayude al mundo. —dijo lentamente, tanteando el terreno.

Bruce, por su parte, no pareció satisfecho. Sacudió la cabeza negativamente y la miró con la cabeza gacha, sardónico.

— Lo siento, Cassandra, pero no veo que tú uses tus poderes a menudo —replicó con ligera molestia —Además, una de mis mayores razones para aislarme es el temor a llegar a ser la rata de laboratorio que todos querían que fuera...

—Sabes muy bien que no te haríamos eso —le interrumpió ella, con el ceño fruncido.

Bruce se quedó en silencio unos momentos.

—...¿Sabes lo qué es? —preguntó por fin varios minutos después.—Temerle a tu propio reflejo... ¿A cerrar los ojos, y esperar con todo tu corazón que para cuando los abras seas tú quien siga ahí?... ¿Sabes lo que es tenerte miedo a ti mismo?
"¿Tienes idea de lo que es vivir con el conocimiento de que eres un mounstro?

Cassandra simplemente le sonrió. Pero Bruce no pudo evitar notar que, pese a su relajada postura y su expresión serena, se mantuvo en silencio.

Y así permaneció el prado hasta que Ethan entró unos momentos más tarde, radiante y feliz, como él era. Se detuvo en sus pasos levemente cuando notó la mirada melancólica de Bruce y la neutra de su madre. Extrañado, caminó hacia ella y la abrazó un segundo, dejando que ella depositara un pequeño beso en su suave y tersa mejilla, y luego caminó hacia Bruce, quien, advertido por Cassandra, frotó disimuladamente sus manos en sus pantalones oscuros, nervioso.

— ¿Estás triste otra vez por Él?—preguntó Ethan, sentándose con las piernas cruzadas frente a Bruce. — No porque seas diferente significa que eres un monstruo. Yo tengo mis garras, y tengo muchos amigos.

—Es diferente. — protestó Bruce, negándose a cumplir con su mirada, a lo que Ethan frunció los labios.

—No lo creo. El Profesor siempre dice que debemos abrazar nuestras diferencias, que nos hacen especiales. — replicó. — Mírame. Yo soy así, y aún así ella me quiso.

Bruce no respondió. Así que, aprovechando su aparente victoria, Ethan se acercó y envolvió sus pequeños brazos alrededor de él.

— Es más. A partir de ahora te llamaré tío Bruce. Así te vas a acordar siempre que eres parte de nuestra familia.

Y Cassandra fue felizmente consciente de que las manos de Bruce, al corresponderle titubeante el abrazo, no temblaban más.

~ • ~

Los dos meses con Bruce le habían servido como un descanso bien merecido desde la última vez que tuvo unas vacaciones reales, pues Calcuta era un lugar sin conexión con el mundo moderno, libre de prensas, chismorreos y escándalos, y ella había recibido el silencio con los brazos abiertos.

Y sin embargo, Cassandra estaba realmente contenta de poder regresar a su querida mansión. Ya extrañaba dar clases a sus alumnos, saludar al gruñón Logan por las mañanas y, aunque no lo aceptara, también extrañaba su ducha matutina con agua caliente y refrescante que en Calcuta no se podían permitir.

Ethan también estaba contento de regresar, a juzgar por el golpeteo ansioso que hacía con su pie desde hacía 10 minutos y por como movía ansiosamente la cabeza, mirando todo a su alrededor.
Por suerte, estaba contenta de poder volver con las buenas noticias. Todo había salido perfectamente. Dos meses, ningún accidente. Su amigo científico había logrado controlar a la enorme bestia verde que salía a La Luz cada vez que se enojaba, todo gracias a largas jornadas de trabajo para mantenerse en calma y en control. Todo estaba en perfecto orden.

Y precisamente por eso, Cassandra debió verse venir lo que sucedió después. Naturalmente, el mundo tenía la maña de jugársela cada que Cassandra creía que podía estar feliz. Y probablemente también debió de haber tenido aquello presente en cuanto el taxi los dejó afuera de la mansión y Charles los estaba esperando allí, con expresión preocupada y angustiada.

Una sensación incómoda comenzó a corroer el cuerpo de Cassie.
Rápidamente, sujetó la mano de Ethan y corrió por el camino de entrada, con el pánico floreciendo poco a poco en su pecho. Estuvo casi tentada a intentar sondear en su mente para saber qué era lo que ocurría, pues Charles siempre fue una persona muy controlada y tranquila ante las situaciones graves, pero se reprimió a sí misma por temor a las consecuencias más tarde.

— ¿Qué ocurrió? ¿Pasó algo? — preguntó sin perder un segundo en cuanto llegó a su lado. Charles solo la miró desde su silla, apesumbrado.

—No lo sabes, ¿verdad? —preguntó el hombre, tanteándola, apenas terminó de hablar.

Ella debía saberlo. No podría haberse mantenido a la sombra de una noticia así. Cassandra debió enterarse de alguna forma.

Con el corazón pesado, Charles continuó. — La mañana en que partieron a Calcuta, el avión de Tony despegó rumbo a Afganistán. Y durante el trayecto a una de las bases militares en las que se quedaría hasta su siguiente vuelo, la compañía fue asaltada por un grupo terrorista desconocido. Asesinaron a todos los soldados en el vehículo, y a Tony...

— ¿Qué le pasó a Tony?...—Cassandra se escuchó murmurar. Con la mirada clavada en la penetrante de Charles y el cuerpo entumecido.

—Cassandra... —exhaló, dolido, pero ella solo le interrumpió, cada vez más inestable.

— ¿Dónde. Está. Tony?

Y pese a haber estado frente a Charles, su viejo amigo y su gran compañero, y sujetaba la mano de Ethan como un ancla, aunque él también estaba pálido y apretaba los labios, asustado, nada podría haber suavizado las palabras que más tarde resonarían en su cráneo como una mantra sin cesar, culpándola.

—...Tony está desaparecido.